Adiós y buen viaje al “seguro” de deposito

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Una vez que el furor público y la cobertura estridente de los medios se calma, se vuelve claro que los eventos en Chipre no marcaron la muerte de la democracia o el fin del euro, pero potencialmente el principio del fin del “seguro” de depósito. Si es así, entonces festejemos. Puede anunciar un retorno a la honestidad, transparencia y responsabilidad en la banca.

Empecemos por mirar a algunos de los hechos del depósito bancario: Cuando tú depositas dinero en un banco, pierdes la propiedad del dinero y ganas un crédito respecto al banco – un crédito que implica el pago instantáneo del dinero, pero un crédito sin lugar a dudas. En 1848, la Cámara de los Lores declaró que:

“El dinero cuando es depositado en el banco, cesa de ser dinero del depositante; se vuelve entonces dinero del banquero, quien está obligado a devolver el equivalente mediante una suma similar a la depositada en el banco, cuando es pedido de vuelta… El dinero puesto en custodia del banquero es, para todos los propósitos, dinero del banquero, para hacer con él lo que quiera; él no es culpable de ser poco fiable, no tiene por qué responder al depositante si pone el dinero en peligro, si se involucra en arriesgada especulación; él no está vinculado a mantenerlo o a emplearlo como si fuera la propiedad del depositante, pero él es, por supuesto, responsable de devolver la suma, porque es lo que ha sido contratado”.

Ésta no es pedantería legal o sólo una cuestión de opinión, es necesidad lógica. Es la consecuencia de cómo el depósito bancario se ha desarrollado, como era practicado en 1848, y como es practicado hoy en día.

Si la propiedad sobre el dinero no fuera pasada del depositante al banquero, entonces el banquero no podría prestar el dinero a un tercero a cambio de un interés. El banquero tampoco podría pagar el interés al depositante. Si el depositante hubiera retenido la propiedad total del dinero depositado, al banquero sólo le sería permitido almacenarlo de manera segura y probablemente cobrarle al depositante por resguardar su propiedad.

El dinero almacenado en la bóveda de un banco genera tan poco dinero como el guardado bajo el colchón. Esto, evidentemente, no es para lo que los depositantes del banco firmaron. Si los intereses están siendo pagados o los servicios de la banca “libre” están siendo proveídos, entonces el depositante debe al menos haber estado implícitamente de acuerdo en que el banquero puede “invertir” el dinero, es decir, en que lo arriesgue.

Por más de 300 años, los bancos han estado en los negocios de hacer préstamos que son riesgosos y no líquidos con depósitos que son supuestamente seguros e instantáneamente reembolsables. Cuando los bancos fallaban, los depositantes perdían el dinero, sin embargo en otros tiempos, ninguna persona racional declaraba que los depositantes fueran injustamente “rescatados” (un rescate en un acuerdo de los acreedores para refinanciar sus créditos a corto plazo o para participar en una reestructuración de la deuda oficial con un país con problemas) o que habían sido víctimas de “robo”.

A pesar de que la mecánica de la banca de reserva fraccional no ha cambiado en 300 años, las expectativas del público han cambiado profundamente. Hoy, se espera que los bancos presten más generosamente que nunca, mientras que los depositantes supuestamente no incurren en riesgo de pérdida alguna. Esto significa buscar la cuadratura del círculo, pero esto no ha detenido a los políticos en prometer tal hazaña.

Aquí entra el seguro de depósito.

El “seguro” de depósito estatal no es un seguro en absoluto. Las compañías de seguro calculan y calibran riesgos, cobran por la parte asegurada, y reservan capital para cuando el evento asegurado ocurra. Una “garantía” de depósito estatal, en contraste, es simplemente otra infundada promesa del gobierno extendida con la esperanza de que las cosas no lleguen a estar tan mal.

Chipre es solo un ejemplo extremo de hacia lo que la ofuscación institucionalizada del riesgo y la irresponsabilidad que involucra una banca estatalmente protegida puede dirigirnos. Los “seguros” de depósito enmascaran el riesgo y socializan los costos de la banca de reserva fraccionaria. El papel moneda ilimitado del estado y los bancos centrales que asumen el rol de “prestamistas de último recurso” tienen el mismo efecto.

Si la idea original detrás de estas innovaciones era hacer la banca más segura, no han funcionado, ya que los bancos se han vuelto más grandes y riesgosos que nunca. Sin embargo sospecho que el propósito real de este “asistencialismo” ha sido siempre el de proveer cobertura para una más generosa expansión del crédito.

Bajo los arreglos presentes, hay poco incentivo para que los bancos se posicionen en el mercado como particularmente conservadores. Los depositantes han sido profundamente desacostumbrados a los riesgos inherentes en la banca. Ellos ya no recompensan a los bancos prudentes con entrada de dinero, ni tampoco castigan a los bancos excesivamente riesgosos con el retiro de fondos. E incluso si lo hicieran, los bancos ahora pueden obtener fondos casi ilimitados del banco central, al menos mientras tengan algún activo que el banco central esté dispuesto a “monetizar”.

Este es un obstáculo pequeño, en verdad, ya que los bancos se han vuelto conductos para la interminable política del “estímulo” y así son engordados más en aras de un mayor crecimiento.

Una vez que un banco ha sido aprobado bajo los mínimos criterios de supervisión regulatoria, cualquier probidad adicional sólo restaría de rentabilidad para los accionistas potenciales. Nuestra infraestructura financiera moderna ha creado la ilusión de seguridad junto con la ilusión de prosperidad, gracias al crédito artificialmente abaratado. El riesgo de una ocasional corrida bancaria de un solo banco, ha sido reemplazada con el agudo y creciente riesgo de una corrida bancaria del sistema entero.

Esto podría cambiar radicalmente si nosotros re-introdujéramos principios del libre mercado en la banca. Los banqueros volverían a ser responsables frente a todos sus depositantes, incluyendo los pequeños, quienes ya no serían arrullados en una falsa sensación de seguridad. En cambio, en su correcto rol como acreedores de los bancos, ellos serían “vigilantes de depósitos” y ayudarían a mantener a los bancos bajo control.

El público en general empezaría a apreciar cuán peligrosas son las políticas populistas de crédito barato junto con las inocentes demandas por “hacer que los bancos vuelvan a prestar”. Los depositantes finalmente se darían cuenta que ellos están suscribiendo estas políticas y que ellos cargan con la cláusula leonina de los riesgos.


Traducido del inglés por Julián Fernando Marzaro. El artículo original se encuentra aquí.

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