El legado de Margaret Thatcher

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Mucho será dicho durante las próximas semanas acerca de los “logros” de Margaret Thatcher. Lo dicho se dividirá entre los elogios del ‘Daily Mail’ y las quejas del ‘Guardian’. Mi visión personal es que ella fue algo malo para Inglaterra.

Ella comenzó la transformación de este país en un estado policíaco “políticamente correcto”. Su gobierno se comportó con desprecio por las normas constitucionales casi hasta el punto de regodearse por ello. Incorporó leyes de lavado de dinero que ahora se han extendido hacia una supervisión general sobre nuestras cuestiones financieras. Ella facilitó las condiciones para las pesquisas y confiscaciones policíacas  Incrementó el número y poder de la policía. Debilitó al juicio por jurado. Debilitó las protecciones del debido proceso de los acusados. Le otorgó a las agencias ejecutivas el poder de multar y sancionar sin que medie el debido proceso. Comenzó los primeros pasos hacia la criminalización total de la posesión de armas.

No redujo el gasto del gobierno. Al contrario, permitió la conversión de la administración gubernamental local y las instancias menores de administración en un sistema de sinecuras para la Clase Enemiga.1 Ella permitió que lo políticamente correcto tomara lugar en los gobiernos locales. En los casos en los que se opuso, eso implicó otorgarle al gobierno central poderes de supervisión y control útil para un futuro gobierno ‘políticamente correcto’. Extendió e hizo más duras las leyes que cercenan la libertad de expresión respecto de la raza y la inmigración.

Su fomento a la empresa nunca fue más allá del gusto por el corporativismo de las grandes empresas. El emprendimiento genuino fue progresivamente acordonado con impuestos y regulaciones que hicieron aún más difícil el encarar la actividad empresarial. Los grandes negocios, por el otro lado, fueron regados de halagos e indulgencias legales. De hecho, las políticas de privatización tuvieron poco que ver con introducir la competencia y la elección del consumidor en los servicios públicos y mucho más que ver con transformar los monopolios públicos en monstruos corporativos mimados por el Estado con subsidios y regulaciones favorables – monstruos corporativos de los cuales se esperaba recompensas financieras para la clase política.

Ella virtualmente comenzó la guerra a la libertad de elección con respecto a fumar. Fue quien comenzó la obsesión moderna con la salud y la seguridad como excusa para controlar nuestras vidas. Utilizó en forma amplia los poderes del estado para la supervisión y el control sobre la educación parental y expandió en forma astronómica la cantidad y poderes de los trabajadores sociales.

Convirtió a las estupideces medioambientalistas en una cuestión de moda política. Fue la primer política adulta Británica que comenzó a parlotear acerca del cambio climático y los agujeros de ozono. Sin duda pensó que con ello estaba dañando aún más a los mineros del carbón. De hecho, fue una idiota útil para la ideología que mejor encajaba para reemplazar al socialismo como excusa para la dominación de parte de la Clase Enemiga.

Apenas redujo algún impuesto. De forma ruda ayudó a incrementar la velocidad de la integración europea. Su política exterior militarista y su obediencia plena a Washington por lo general funcionaron en contra de los intereses de este país. La única guerra que peleó que podría llegar a tener alguna justificación solo fue necesaria debido a que sus propios colegas le habían dicho efectivamente al gobierno argentino que invada las Islas Malvinas.

Incluso sus reformas en los sindicatos tuvieron efectos malevolentes. Antes de ella, los sindicatos estaban manejados por gente común de la clase obrera que solían utilizar la violencia y la huelga para lograr sus metas. Ella se aseguró que los sindicatos fueran cooptados por los graduados de la Clase Enemiga. Ellos eran los únicos capaces de utilizar las leyes de salud, seguridad y discriminación en los ambientes de trabajo y adelantarlas tanto que estas leyes fueron instauradas como método para reemplazar los viejos métodos de avanzar los intereses de la clase obrera. El resultado fue la cooptación de los sindicatos para propósitos que no han logrado hacer avanzar en nada los intereses de la clase obrera.

Olvídense de Margaret Thatcher como si fuera una suerte de héroe de nuestro movimiento. Cuando mucho fue la mejor consorte de la Revolución del Nuevo Laborismo. No solo hizo que el mundo sea más seguro para el Nuevo Laborismo – sino que ella creó al Nuevo Laborismo. Sin su precedente y su transformación general de nuestras leyes e instituciones, un Tony Blair hubiera sido imposible.

Estoy inclinado a desear que James Callaghan hubiera ganado en 1979. Si las cosas se hubieran puesto feas luego, al menos hubiera sido un despotismo más honesto. Ningún libertario o conservador genuino se hubiera hecho un idiota de sí mismo un tercio de siglo después tratando de decirse a sí mismo y a todos que él fue otra cosa de lo que realmente fue.


Nota del traductor

1. El concepto de clase enemiga, la élite intelectual-burocrática de una nación, es detallado por Sean Gabb de esta manera:
“Lo que yo denomino como ‘Clase Enemiga’ existe dentro y alrededor del sector público. Se compone de la gran mayoría de los administradores, abogados, educadores y gente de los medios cuya vida está conectada al Estado. Sus líderes son personas como Anthony Giddens, Greg Dyke, Elspeth Howe, Mary Warnock, Polly Toynbee, Peter Mandelson, y otros. Ellos articulan y adelantan los intereses de quizá un millón de otras personas– desde productores de televisión a gerentes ejecutivos de agencias, pasando por conferencistas universitarios y trabajadores sociales y burócratas de cuello blanco hasta llegar a los niveles más bajos de servidores públicos y oficiales de los gobiernos locales. Agreguen a la lista todos los consultores contra el racismo y el sida y los trabajadores en organizaciones no gubernamentales que reciben dinero y estatus desde o vía el Estado.

Esta es la gente que realmente gobierna el país. Ellos son quienes deciden qué estadísticas recolectar y cómo y dónde publicarlas. Ellos deciden qué problemas son los que pueden ser identificados y cuáles son las soluciones que pueden ser debatidas. Ellos aconsejan en políticas e implementación de las mismas. Debido a su número y educación y creencias, y también debido a los vínculos formales e informales que los unen entre ellos, y debido a su habilidad y voluntad para otorgar o mantener beneficios, ellos son quienes establecen el ritmo de la sociedad. Puede que ellos requieran no solo la conformidad externa a su voluntad, sino que además pueden incluso hasta cierto punto moldear el pensamiento público de manera que esta conformidad pueda parecer correcta y natural. Ellos proporcionan la cohesión y el lenguaje del debate. Ellos definen a los herejes y cismáticos y establecen los mecanismos para que sean perseguidos. Ellos son el equivalente moderno a una iglesia establecida. Más precisamente son lo que Coleridge denomina como el Clero”


Traducción por Matías Walkoski. El original se encuentra aquí