[The Austrian School of Economics: A History of Its Ideas, Ambassadors, and Institutions (2011)]
La joven y prometedora Escuela Austríaca recibió apoyo del extranjero incluso durante el Methodenstreit. Léon Walras ya nombró en el prefacio de su Théorie de la monnaie (1886) a conocidos defensores de la nueva teoría del valor en los países románicos. En las publicaciones inglesas, la teoría subjetiva del valor también estaba ganando cada vez más aceptación (cf. Böhm-Bawerk 1889b). Böhm-Bawerk consideraba que el mero hecho de que hubiera sido descubierta por tres autores casi al mismo tiempo (Walras, Menger y Jevons) era la prueba fundamental de su veracidad (Böhm-Bawerk 1891/1930, p. 132 n. º 1). Por el contrario, Gustav Cohn (1840-1910), defensor de la Escuela Historicista, supuso que esta enérgica actividad editorial significaba que el descubrimiento de la utilidad marginal constituía un «pequeño bocadito» que tendría que ser compartido por «un número de descubridores con la misma opinión» (Cohn 1889, p. 23).
Sin embargo, en unos meses, la desdeñosa expresión «pequeño bocadito» fue rebatida de forma impresionante. Solo en 1889, los miembros de la Escuela Austríaca publicaron un número notable de monografías ofreciendo teorías productivas para un desarrollo más amplio: Böhm-Bawerk Positive Theorie des Kapitales (Teoría positiva del capital); Zuckerhandl, Zur Theorie des Preises (Sobre la teoría del precio); Wieser(Der natürliche Wert) (El valor natural); Schullern zu Schrattenhofen (Untersuchungen über Begriff und Wesen der Grundrente) (Análisis del concepto y la esencia de la renta básica); Sax (Neueste Fortschritte in der nationalökonomischen Theorie) (Últimos avances en la teoría económica); y Komorzynski (Der Wert in der isolirten Wirtschaft)(El valor en las economías aisladas). Böhm-Bawerk tuvo el impacto más duradero hasta la fecha. Con su Teoría positiva, no sólo sentó las bases de una teoría «austríaca» del capital y el interés, sino que hizo una contribución fundamental a la reputación internacional de la Escuela Austríaca. Se convirtió en uno de los economistas más citados y debatidos de su época.
Durante un seminario dirigido por Carl Gustav Adolf Knies (1821-1898) en la Universidad de Heidelberg, Böhm-Bawerk, como becario, ya consideró a fondo la relación entre el presente y el futuro al plantear esta pregunta: ¿Por qué el deudor está dispuesto a pagarle los intereses al acreedor por un precio mayor al del propio préstamo? Contestó a esta pregunta explicando que los bienes futuros tienen menor valor que los bienes presentes, y el resultado es una diferencia de valor entre el presente y el futuro: entre el préstamo y la devolución. El pago y la devolución son considerados equivalentes cuando la diferencia de valor ha sido equilibrada por una «suma cuantitativa», a saber, el interés. Sin especificar más, expuso que «una creación autoinducida del valor del capital» (citado de Yagi 1983, p. 32), haría la devolución de tales cantidades viable económicamente para el deudor.
A la publicación de la Teoría positiva la precedió una amplia y completa recopilación y valoración de todas las teorías sobre el capital y el interés que se habían elaborado. Böhm-Bawerk trató a más de 150 autores y trazó una historia ejemplar del dogma, cuya estructura sugiere que ya había reunido un borrador completo de laTeoría positiva (cf. Tomo 1994, p. 92). Die Geschichte und Kritik der Kapitalzinstheorien (1884) (Historia y crítica de las teorías del interés) orientaría el desarrollo posterior de la Escuela Austríaca hacia dos direcciones en particular: primero, Böhm-Bawerk sometió a una crítica minuciosa y a una desaprobación sistemática a las teorías socialistas del valor-trabajo de Johann Karl Rodbertus (1805-1875) y Karl Marx (1818-1883). De esta forma, sentó las bases de la crítica al Marxismo en la tradición de la Escuela Austríaca (Böhm-Bawerk 1890/1884, pp. 328–392). En segundo lugar, rechazó la teoría de la utilidad de Carl Menger, según la cual la renta de capital es la remuneración por el uso arrendado del capital. La objeción de Böhm-Bawerk era que Menger consideraba que el «bien» y «la disposición de los bienes» eran dos valores depositarios separados, y llevaría a un doble recuento erróneo (ibid., p. 260). Este era simplemente el resultado lógico de su definición del término «bien», que difería del de Menger, y que Böhm-Bawerk ya había presentado en su tesis posdoctoral (cf. Böhm-Bawerk 1881/2006, pp. 16–17; y Menger 1950/2007, pp. 52–53). Esta divergencia y sus consecuencias hicieron que el fundador de la Escuela Austríaca adoptara durante toda su vida una perspectiva objetiva de su teoría definitiva del capital y el interés.
En su Teoría positiva, cuya publicación se retrasó varios años, Böhm-Bawerk definió «capital» como «un grupo de productos destinados a una producción adicional» o como «un grupo de productos intermediarios» (Böhm-Bawerk 1891/1930, p. 38). Basándose en esta concepción de capital, se podían concebir tres tipos de rendimiento de capital: ingresos por préstamo, ingresos por el alquiler de bienes de consumo duraderos, o los ingresos de un proceso de producción. En última instancia los tres tipos de ingreso podían explicarse a través de la teoría subjetiva del valor. El punto de partida había sido la observación de que, en general, los bienes presentes eran más valorados que los bienes futuros del mismo tipo y cantidad. Se pueden mencionar dos razones. En primer lugar, la proporción entre la oferta y la demanda varía a diferentes niveles en el tiempo ya que las circunstancias personales y las expectativas futuras están cambiando constantemente (ibid., p. 249). En segundo lugar, subestimamos sistemáticamente nuestras «necesidades futuras» así como «los medios para llegar a ellas». Las causas de esta mala apreciación son nuestra vaga imagen del futuro, la debilidad de nuestra voluntad, y «nuestra consideración de la brevedad de la vida y la incertidumbre de esta» (ibid., pp. 253–256; cf. Menger 1950/2007, pp. 150–152). De todo esto Böhm-Bawerk concluyó que «miramos a la utilidad marginal de los bienes futuros más limitada, por así decirlo, en perspectiva» y que así «el agio de los bienes presentes aumenta». (Böhm-Bawerk 1891/1930, pp. 258–259).
Hay una tercera razón para el empuje ascendente de este agio (prima) que, sin embargo, no reside en la esfera del consumidor, sino en la del productor. Según Böhm-Bawerk, es parte de la naturaleza de la producción capitalista el que las fuerzas económicas productivas básicas – el trabajo y el uso de la tierra, posiblemente también junto al uso de las fuerzas naturales – estén combinadas de tal forma que los bienes del consumidor se crean directa o indirectamente. Como normal general, esta «producción indirecta» llevaría también a una producción mayor. Así, uno podría utilizar sólo las manos para extraer piedras de un peñón, o podría extraer hierro, utilizarlo para hacer un martillo y un cincel y entonces ponerse a trabajar. Una forma de producción indirecta más grande incluso y que llevaría más tiempo sería coger azufre y nitrato de sodio para fabricar pólvora, rellenar con ella un agujero y reventar así los peñones. Una operación así aumentaría muchas veces el resultado de la producción. (ibid., p. 19). Sin embargo, esta norma sólo se aplicaría a «un proceso capitalista elegido con sensatez» (ibid., p. 82). Al aumentar la diversidad de la producción, el ingreso adicional volvería a disminuir después de un determinado momento. (ibid., pp. 85–86).[1]
Así, según Böhm-Bawerk, el interés tiene causas psicológicas y técnico-productivas. Además, existe independientemente del sistema económico y social imperante. La diferencia entre el valor de los bienes presentes y futuros también existiría incluso en un «estado socialista». Por lo tanto, «el principio de interés» en ningún modo puede ser concebido como «explotación» ya que no es una categoría histórico-legal, sino «una categoría económica, que brota de causas económicas básicas» (ibid., pp. 367, 371; en cursiva en el original).
Böhm-Bawerk, quien consideraba que los principios básicos de su teoría del capital y el interés eran «inusitadamente simples y naturales» (Böhm-Bawerk 1891/1930, p. xxvi), tuvo que complementar y ampliar considerablemente su trabajo para combinar la teoría subjetiva del valor con su teoría del capital. Así hizo una clara distinción entre las razones del origen del interés y las responsables de los tipos de interés específicos. Asimismo, al haber combinado productos intermediarios heterogéneos y los circuitos de producción indirectos de diversa duración bajo el término «capital», tuvo que introducir el término «plazo medio». Esto fue ilustrado mediante un sencillo diagrama de cifras (ibid., p. 89). Además, adoptó el concepto de «fondos salariales» de Stanley Jevon (cf. Jevons 1871/1970, cap. 8) ya que los obreros involucrados en los circuitos de producción indirecta tenían que ser respaldados por la duración del proceso de producción (Böhm-Bawerk 1891/1930, pp. 318–319). Finalmente, la teoría subjetiva del valor tenía que ser conciliada con la ley de costes, que establece que, a largo plazo, el precio de bienes reproducibles en el mercado igualará los costes de producción (ibid., pp. 223–234). Estas y otras «adiciones» significaban que la básica y elegante estructura teórica aparecía cada vez más artificial y sobrecargada.
Sin embargo, la Teoría positiva de Böhm-Bawerk tuvo un impacto internacional enorme. Fue traducida al inglés en 1891, y al francés poco después. En 1892, el economista sueco Knut Wicksell (1851-1926) arregló su reformulación matemática. A finales de siglo, Böhm-Bawerk era considerado uno de los economistas más famosos y debatidos del mundo (cf. Kurz 1994, p. 151). Una segunda edición fue publicada en 1900 y contenía una extensión considerable de la crítica a Marx. Una tercera fue publicada en 1913. Ambas ediciones contenían digresiones en las que se daba respuesta a las objeciones recibidas (cf. Böhm-Bawerk 1921, vol. 3). Finalmente, Friedrich von Wieser preparó una cuarta publicación en 1921 — una edición completa de tres volúmenes que sería publicada bajo el título de Kapital und Kapitalzins (Capital e interés).
Menger, cuyo concepto de capital difería fundamentalmente del de Böhm-Bawerk, adoptó una postura crítica en extremo. En círculos pequeños fue incluso más allá y dijo que la teoría de Böhm-Bawerk era «uno de los mayores errores jamás cometidos» (Schumpeter 1954, p. 847 n. 8). Ha habido mucha especulación sobre lo que pudo provocar el severo rechazo de Menger. Es poco probable que hubiera sido el subjetivismo poco consecuente de Böhm-Bawerk, ya que hasta las definiciones de la teoría del valor de Menger contenían cierto objetivismo residual (cf. Gloria-Palermo 1999, pp. 39–50; Mises 1960/2003, pp. 177, 183–185). Sin embargo, sus diferentes enfoques metodológicos supusieron una línea divisoria particular. Menger reprendió a Böhm-Bawerk por la «evidente artificialidad» de algunas de sus teorías (Menger 1915/1970, pp. 11, 16). Böhm-Bawerk demostraba, en efecto, una actitud casi despreocupada y pragmático-ecléctica cuando se trataba de cuestiones metodológicas. Uno de los rasgos de esta actitud era el rechazo por el uso de las matemáticas en la economía. Esto no se debía a razones epistemológicas fundamentales, como en el caso de Menger, sino a que él, junto a la mayoría de sus colegas del profesorado, carecía completamente de las habilidades matemáticas necesarias (cf. Böhm-Bawerk 1894c, pp. 163–165). Además, la Teoría positiva en ciertos ámbitos parece apuntar en dirección de la macroeconomía moderna. A diferencia de otras obras fundamentales de los «austríacos», contiene una tendencia inconfundible a crear composiciones elevadamente abstractas, y muestra una gran propensión a la cuantificación, aunque bajo la modesta apariencia de formas de cálculo sencillas.
La teoría de Böhm-Bawerk fue también recibida con reservas, o incluso rechazo, por parte de las generaciones consecutivas de la Escuela Austríaca. Joseph A. Schumpeter (1883–1953) desarrolló con 28 años su propia «teoría dinámica del interés» (Schumpeter 1912/1934/1961, pp. 157–211), que le debió parecer a Böhm-Bawerk una difamación de la moral de la clase media y el heraldo de políticas inflacionistas temerarias. Böhm-Bawerk lo rechazó con excepcional contundencia. (Böhm-Bawerk 1913a; Böhm-Bawerk 1913b). En consecuencia, la respuesta de Schumpeter fue avasallada. (Schumpeter 1913, pp. 599–639). En el contexto de los seminarios de Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises (1881-1973) también criticó que su teoría del capital y el interés había avanzado a partir de la asunción de la «neutralidad del dinero». Según Mises, Böhm-Bawerk se alejó de sus teorías publicadas al final de su vida (cf. Mises 1978/2009, p. 47; también Elster 1923, p. 164).
Fue finalmente Emil Sax quien, en Der Kapitalzins (1916) (Interés sobre el capital) presentó su primera crítica general de Böhm-Bawerk y recopiló todos los argumentos que futuros autores utilizarían contra él. La teoría del capital y el interés era «una cadena de pensamientos prolongada de manera muy minuciosa, y, debido a su falta de uniformidad, incapaz de resistir una evaluación tensa» (Sax 1916, p. 229). Sobre todo, Sax creía que podía demostrar que las tres razones de las diferencias entre bienes presentes y futuros eran cuestionables, que los bienes durables (capital fijado) como tal no podían rendir ningún interés, que el término «proceso medio de producción indirecta» (“durchschnittlicher Produktionsumweg”) era demasiado impreciso, y que laTeoría positiva no daba cuenta del interés compuesto. Así, Der Kapitalzins supuso un paso más en el distanciamiento de la Escuela Austríaca cuando estaba en su punto más álgido de prestigio internacional. Hechos externos, como la permanente retirada de la actividad universitaria de Menger, la muerte de Böhm-Bawerk en 1914, y el estallido de la guerra, sin embargo, hicieron que esta disputa interna saliera a la superficie (cf. Elster 1923, p. 163).
En los últimos análisis, ningún economista de renombre ha coincidido con Böhm-Bawerk en cada punto. Pero durante décadas su obra continuó teniendo un impacto excepcionalmente inspirador y fructífero (cf. Schumpeter 1954, p. 930; Kurz 2000, p. 153). Entre los representantes de la Escuela Austríaca, Böhm-Bawerk fue siempre elogiado como uno de los más grandes. La generación de académicos que apareció tras la Primera Guerra Mundial se vio obligada a modificar su obra y a hacer múltiples modificaciones y cambios de énfasis. Pero esto hizo poco o ningún daño a la destacada fascinación con la que la teoría del capital y el interés de Böhm-Bawerk ha sido tratada hasta hoy. Este atractivo intacto puede deberse al hecho de que la enorme teoría de Böhm-Bawerk revela un destello de la «lógica oculta» o «la gramática de los fenómenos económicos» (Orosel 1986, pp. 127–128).
Este artículo es un extracto de The Austrian School of Economics: A History of Its Ideas, Ambassadors, and Institutions (2011), capítulo 6.
[1] Böhm-Bawerk tomó prestado el concepto de «desviación productiva» y su «ingreso adicional» de varios predecesores, cuyas ideas desarrolló y formuló de forma más rigurosa. Más tarde resultó que John Rae (1796-1872), un escocés que había emigrado a Canadá y caído en el olvido, ya se había adelantado a laTeoría positiva en puntos clave en 1834. cf. Böhm-Bawerk 1890/1959, pp. 208–240.
Publicado el 9 de febrero de 2012. Traducido del inglés por Daniel Soler. El artículo original se encuentra aquí.