La libertad y el orden, dentro y fuera de casa

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Estaba sintonizando las estaciones predeterminadas en mi radio y me detuve en NPR, para captar la parte final de un análisis sobre el discurso inaugural de Bush. Uno de los comentaristas (de quien me gustaría saber el nombre), dijo una perla que más o menos va en este sentido:

‘Desearía que Bush dejara de jugar tanto con la carta de la libertad cuando se trata de Irak. Tenemos demasiada libertad en Irak; tenemos caos. Lo que necesitamos en Irak no es más libertad, sino orden, palabra de la cual los conservadores solían sentirse complacidos’.

Es un punto de vista muy típico, y es muy similar a un sutil silogismo que uno de mis conservadores profesores universitarios empleó en una ocasión con el propósito de refutar el libertarismo extremo: ‘La gente no puede tener absoluta o total libertad, porque si soy libre de asesinarte, entonces no eres libre para vivir. Por lo tanto necesitamos un gobierno para restringir alguna de nuestras libertades naturales con el propósito de garantizar cierto grado de libertad para todos’’.

En el presente artículo me gustaría explorar estas opiniones. En primer lugar, ellas reposan sobre confusiones acerca de las definiciones de Libertad y el estar libres. Pero lo más inquietante aún, es que ellos malinterpretan por completo la base del ‘‘orden espontáneo’’ de la civilización moderna.

Definiciones ambiguas.

Pues claro, uno sabe de dónde vienen estos conservadores. Ellos piensan que la gente disfruta de libertad  solo en la medida en que el gobierno les permite hacer ciertas cosas sin el temor de ser castigados por ellas. En consecuencia, por el hecho de que los terroristas estén ‘‘facultados’’ para realizar sus operativos en Irak, el analista de NPR concluye que los iraquíes gozan de libertad en exceso, por tanto surge la necesidad de que Bush deje de permitir tanta libertad y en su lugar, imponga el orden.

Dense cuenta de que aquí nos encontramos con una confusión sutil. El único sentido en el que los iraquíes están ‘‘autorizados’’ para atacar los convoyes de los Estados Unidos y lanzar morteros a las estaciones de policía, es que están simplemente haciéndolo ‘‘de facto’’- Tanto el gobierno iraquí, como las fuerzas ocupantes de los Estados Unidos mantienen la posición oficial de que tal conducta está al margen de la ley. Por otra parte, ni siquiera se toma en cuenta que dichos actos terroristas pudieran ser legítimos a pesar de ser ilegales en el sentido de iure, ciertamente las fuerzas militares y policíacas no están ahí solamente para parpadearle a los terroristas.

Por el contrario, las fuerzas estadounidenses e iraquíes te matarán si te encuentran  perpetrando actos de terrorismo (y en algunos casos si no te encuentran perpetrándolos). Por tanto, si nuestro analista de NPR nos quiere decir que los iraquíes tienen la libertad de participar en actividades terroristas y que las fuerzas militares de Estados Unidos necesitan revocar dicha libertad, para ser coherentes, también tendría que decir que la gente de los Estado Unidos es libre de traficar cocaína y secuestrar niños y que el gobierno podría considerar revocar dichas libertades.

Tomemos en consideración el argumento de mi profesor universitario, el cual también reposa sobre una confusión de las definiciones. Recordemos que él dijo que el propósito de la libertad absoluta no era solamente indeseable, sino que también era contradictorio: Si Jones es libre de asesinar a Smith, entonces Smith no puede, al mismo tiempo, ser libre para vivir.

Ahora bien, esto es simplemente absurdo. Supongamos que dos hombres quieren ingresar a una pandilla y el jefe les dice: ‘‘Ok, ustedes dos van a pelear, solo el ganador ingresará’’. Los dos hombres preguntan sobre las reglas del combate y el Jefe les responde: ‘‘No hay reglas, pueden hacer lo que quieran. ¡Que comience la pelea!’’

Dense cuenta que en este supuesto, si siguiéramos el ejemplo de mi profesor universitario, el jefe de la pandilla solo habría pronunciado una frase sin sentido. Claramente cada hombre no puede hacer ‘’lo que quiera’’; si el primer hombre quiere apuñalear al otro y el otro no quiere sangrar, entonces, cuando mucho solamente uno de ellos podrá disfrutar de la libertad que les fue conferida a ambos. La solución, claro está, es que cuando el jefe de la pandilla dijera ‘‘pueden hacer lo que quiera’’ en realidad quisiera decir que ‘‘la pandilla no intervendrá’’ para asegurar la observancia de ciertas reglas durante la pelea. El no quiso decir que cada uno de ellos sería capaz de conseguir cualquier resultado ajustado a sus caprichos.

De manera perfectamente analógica, el gobierno ciertamente puede conceder ‘‘absoluta libertad’’ para sus súbditos y al mismo tiempo puede dejar de hacerla funcionar por completo. Esto no implica contradicción lógica alguna, siempre y cuando recordemos nunca confundir ‘‘libertad’’ con ‘‘poder’’. (Mi profesor universitario pudo haber dicho  fácilmente que nosotros no podemos tener la libertad absoluta porque Smith no puede tener la libertad de viajar a Plutón)

En caso de que mi analogía de la pandilla no sea totalmente convincente, coloquemos otro ejemplo: Si adoptamos la terminología de que la libertad de Smith para matar a Jones recae sobre la libertad de Jones para vivir, entonces tendremos que concluir que los ciudadanos de Estados Unidos actualmente carecen de la libertad para quemar una copia en particular del manifiesto comunista. Después de todo, si Smith tiene la libertad de quemar el libro en cuestión, entonces Jones no puede gozar de esta libertad: una vez que el libro haya sido quemado, nadie más podrá quemarlo. Pero, ¿es esta una definición útil de libertad?

Libertad y Propiedad

¿Cuál sería entonces una buena definición para estos términos tan importantes? Yo sostengo que la única forma sensata sería la de vincular la libertad con un respeto generalizado hacia los derechos de propiedad. (Tengan en cuenta que esto incluye la propiedad de uno mismo sobre su cuerpo, por tanto se descartan cosas como el asesinato y la violación).

Este enfoque refleja la esencia de la tradición liberal clásica sobre el Estado de Derecho y el individualismo, evitando al mismo tiempo algunas de sus propias ambigüedades. (Por ejemplo, muchos estudiosos definen a la libertad como no estar sujetos a la voluntad arbitraria de otros, pero esta definición se vuelve frágil si la tomamos literalmente). Claro, igualar la libertad con el respeto a los derechos de propiedad no finaliza la labor de los teóricos políticos y jurídicos, debemos entonces definir la naturaleza y el contenido de los derechos de propiedad. Sin embargo, sigo sosteniendo que es el primer paso si se quiere una adecuada comprensión del concepto de libertad.

Libertad y Orden

Finalmente, podemos ir más allá del asunto de la definición y tomar en cuenta el descubrimiento de economistas y científicos sociales que han apreciado los beneficios de la libertad: no solamente un respeto generalizado por los derechos de propiedad apela a nuestro sentido intuitivo de justicia, sino que también es indispensable para la sociedad moderna. Es decir, si la gente no se abstiene de robar y matar, entonces la división del trabajo y la civilización serían imposibles. En la medida en que un gobierno infringe los derechos de propiedad de las personas (por ejemplo, al reclamar el pago de impuestos), necesariamente va a obstaculizar el desarrollo de los lazos sociales y la prosperidad tan alabadas por los pensadores pro-occidentales.

En el caso de Irak, podemos ver que la receta del analista de NPR es precisamente al revés: Irak sufre no por la falta de un grupo violento que imponga su voluntad sobre una población subyugada (gobierno), sino más precisamente porque fue originalmente subyugada a ‘‘la ley y el orden’’ según la visión de Saddam Hussein y ahora a ‘‘la ley y el orden’’ según los fines de los políticos estadounidenses. Grandes pensadores han sabido por siglos que la sociedad es compleja, el orden espontaneo, el cual no puede ser dirigido centralmente a punta de pistola. ¿Cuánto tiempo se requerirá para que los políticos y los expertos comprendan este hecho?  


Traducido del inglés por Edgar Vargas. El artículo original se encuentra aquí.

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