La verdadera herencia liberal

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[Este artículo se publicó originalmente en la edición de diciembre de 2012 de la Future of Freedom Foundation]

Classical Liberalism and the Austrian School de Ralph Raico (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 2012); 347 páginas.

Si hay una palabra que sea responsable de más confusión en Estados Unidos que “liberalismo”, me gustaría saber cuál es. Para el estadounidense medio, un liberal es alguien que vota por los demócratas, está a favor de la redistribución de la riqueza de los ricos a los pobres, quiere más regulación pública del mercado, probablemente defienda la regulación de las armas de fuego, ama la educación pública y en general se sitúa al otro lado del espectro, tal y como está, de lo que se considera hoy “conservador”.

Pero fuera de Estados Unidos y durante más de un siglo el “liberalismo” ha conllevado un significado diferente, algo bastante distinto, si no diametralmente opuesto, a la definición estadounidense moderna. El liberalismo es la tradición de Adam Smith y John Locke y los más radicales de los Padres Fundadores, la tradición de los opositores británicos a las leyes del grano, de los economistas y teóricos legales franceses como Frédéric Bastiat y de estadounidenses que cuestionaron la misma necesidad del estado a finales del siglo XIX. El liberalismo es, en otras palabras, el credo político de quienes estaban a favor de la libertad por encima del estado, creían que la paz era preferible a la guerra y veía al libre comercio y la libre asociación como los mismos fundamentos de una sociedad justa y equitativa, quienes veían que el estatus moral de la acumulación de riqueza determinado no por cuánto se acumulaba, sino por cómo se acumulaba, ya fuera por los medios pacíficos y productivos del libre cambio o los medios políticos del saqueo y el privilegio público.

El liberalismo, en resumen, es el antecedente filosófico del libertarismo moderno. Y aunque muchos de los liberales actuales reclaman el legado del viejo liberalismo para sí, diciendo que las realidades económicas y  el refinado de la teoría les obligó a adoptar un molde más colectivista, queda claro del estudio de la tradición liberal que sus valores esenciales de libertad individual, creencia en la eficacia autoorganizativa de las sociedad y la desconfianza en el gobierno tienen mucho más en común con los opositores coherentes del liberalismo del gravamen y el gasto que con sus defensores.

Los libertarios tenemos la suerte de tener un gran historiador en Ralph Raico, cuyo  Classical Liberalism and the Austrian School  contiene nueve fantásticos ensayos que dan una luz muy necesaria sobre estos asuntos profundamente filosóficos. Raico, nuestros principal historiador del liberalismo clásico, es experto en los fundamentos intelectuales de aquellos ideales, así como en economía, particularmente en economía austriaca, haciéndole especialmente cualificado para explicar la relación íntima entre las escuelas más radicales del libre mercado y la lucha por la libertad individual.

Definiendo el liberalismo

Raico lamenta que “no se haya hecho ningún esfuerzo serio para proporcionar un relato completo de la historia del liberalismo” aparte de la obra de Guido de Ruggiero, que considera “profundamente defectuosa” y apunta que “estaba limitada a (…) Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia”. Se plantea otro problema con la misma definición de liberalismo: “[Un] análisis de la literatura sobre liberalismo revela un caos conceptual. Una causa básica de esto es el frecuente intento de acomodar a todas las agrupaciones políticas importantes que se califican a sí mismas de ‘liberales'”. Esa aproximación no impresiona a Raico, que apunta lo absurdo de definir al liberalismo tan ampliamente:

Si uno sostiene que el significado de liberal debe modificarse debido a cambios ideológicos dentro del Partido Liberal Británico (o el Partido Demócrata en Estados Unidos), entonces debe darse la consideración debida a los Liberales Nacionales de la Alemania imperial. Ellos (así como David Lloyd George yJohn Maynard Keynes) habrían afirmado estar situados en la misma categoría ideológica que, por ejemplo, Richard Cobden, John Bright yHerbert Spencer. Aun así, los Liberales Nacionales apoyaban, entre otras medidas: la  Kulturkampf  contra la Iglesia Católica y las leyes antisocialistas, el abandono de Bismarck del libre comercio y su introducción del estado de bienestar, la germanización forzosa de los polacos, la expansión colonial y la Weltpolitik y la expansión malitar y especialmente naval de Guillermo II.

“Es evidente”, argumenta Raico, “que la mera autodescripción por políticos e intelectuales de la política no puede ser decisiva en este asunto”. Incluso los libertarios incluirán a veces a Keynes y otros colectivistas en la lista de verdaderos liberales, pero para Raico no sería así. “Hacer proselitismo de las opiniones, por ejemplo, de Kant, Spencer, Popper y Rawls no lleva a ningún consenso en asuntos esenciales”.

La “columna vertebral de las discusión en el debate”, como lo ve Raico, es la propiedad privada, que los liberales modernos y algunos supuestos liberales más antiguos han visto con hostilidad, considerándola como una institución “conservadora”. Raico se enfrenta a un pensador, Michael Freeden, que “busca excluir completamente la creencia en la propiedad privada del significado contemporáneo del liberalismo”. Pero dar la bienvenida a liberales del estado de bienestar, especialmente para mantener las continuidad del lenguaje, genera algunas implicaciones perversas. “Liberalizar la economía” ya no significaría “desmantelar los controles del gobierno, sino más bien algo así como extender las prestaciones sociales”.

Raico atribuye muchos problemas a “la posición enormemente hinchada en la concepción del liberalismo” sostenida por John Stuart Mill, el pensador del siglo XIX con opiniones genuinamente liberales sobre libre expresión, pero que “rechazaba la idea liberal de la armonía a largo plazo de los intereses de todas las clases sociales”, que “repudiaba el principio liberal de la no intervención en guerra extranjeras” y que redefinió “la misma  libertad” para encontrar tantos defectos en “instituciones cuya autoridad sobre ellas [el pueblo] acepta libremente”, como en la agresión física infligida por el estado.

Más confusión proviene de la reticencia de los colectivistas británicos es estadounidenses, en particular, a ser honrados con su lenguaje:

En los países angloparlantes, quienes en cualquier otro lugar hubieran sido identificados directamente como socialdemócratas o socialistas democráticos evitan su nombre adecuado. Es difícil evitar la conclusión de que esto es esencialmente un asunto de conveniencia política. Por alguna razón, las etiquetas que sugieren socialismo no han sido populares en países de herencia inglesa.

Raico busca remontar los orígenes del liberalismo lo bastante como para establecer una tendencia distintiva y duradera de pensamiento que mantuviera bajo sospecha el poder político. Esos orígenes son anteriores a la Ilustración y se encuentran en la época medieval. Raico atribuye a la Iglesia Católica su papel en la modernización del derecho, desacralizar el estado y promover la autoridad descentralizada. Luego explica los niveladores ingleses de mediados del siglo XVII, que se oponían al igualitarismo radical, las violaciones de la libertad de conciencia y el monopolio del estado.

Liberales franceses y lucha de clases

Raico dedica todo un capítulo a los liberales franceses, que han sido olvidados frecuentemente en el mundo angloparlante. “Benjamin Constant es”, según Raico, “la figura representativa no solo de liberalismo francés, sino del europeo en el siglo XIX”. Constant había encontrado el defecto en la Revolución Francesa y su terror en “la idea de Libertad Antigua mal aplicada a la época moderna”.

Las repúblicas clásicas de Grecia y Roma, así como escritores como Rosseau y el abad de Mably, consideraban que la libertad consistía “en el ejercicio del poder político por los ciudadanos. Es una idea colectiva de libertad y es compatible con (incluso demanda) la total subordinación del individuo a la comunidad”. La libertad moderna, en opìnión de Constant, era diferente: era “una basada en el trabajo libre y el comercio pacífico”. Constant, como los libertarios actuales, se enfrentó a oponentes tanto de la derecha como de la izquierda: “Sus enemigos eran los jacobinos y la descendencia socialista (en su mayor parte) de Jean-Jacques Rousseau  por un lado y, por el otro, los conservadores teocráticos como de Maistre y de Bonald”. La visión de Constant de la diversidad pacífica y elpluralismo social continúa siendo relevante en las luchas culturales actuales, a que “grupos en conflicto desean hacer uso del poder del estado para llevar a término sus propios valores (religiosos, morales, éticos, incluso estéticos)”.

Los liberales franceses identificaron muchos problemas del estado moderno en términos muy sofisticados. Veían “el peligro de los poderes centralizados”. Raico identifica a los liberales católicos franceses por sus importantes contribuciones a la libertad religiosa. Encuentra mucho mérito en las opiniones de Alexis de Tocqueville sobre “el peligro del poder centralizado”, el antiestatismo defendido por el Conde de Montalembert y el anarquismo de Gustave de Molinari, que se oponía al estado nación, pero también creía que los movimientos revolucionarios amenazaban la libertad.

De las contribuciones francesas al pensamiento liberal que continúan olvidadas incluso por muchos libertarios, la teoría de la lucha de clases en una importante. La causa de este olvido puede ser que “pocas ideas están tan asociadas de cerca con el marxismo como los conceptos de clase y lucha”. Marx veía la tensión inevitable entre los trabajadores y los capitalistas privilegiados por el estado como la gran bisagra sobre la que giraría interminablemente la historia.

Pero como apuntaba el propio Marx en 1852, “No tengo ningún mérito en descubrir la existencia de clases”. Por el contrario, se lo atribuía a “historiadores burgueses” y “economistas burgueses. En particular, nombraba a los historiadores franceses François Guizot y Augustin Thierry.

Raico remonta la teoría de la lucha de clases a la herencia del liberalismo clásico, descubriendo que apareció una teoría liberal de la lucha de clases en una forma pulida en Francia, en el periodo de la Restauración Borbónica, tras la derrota y exilio final de Napoleón.

De 1817 a 1819, dos jóvenes liberales, Charles Comte y Charles Dunoyer, editaron la revista  Le Censuer Européen. Junto con Thierry, empezaron a formular una teoría, expuesta posteriormente por Constant y Jean-Baptise Say, de lucha de clases. Según Say, la economía de mercado proporcionaba una armonía de interses. Las luchas aparecían cuando un estado tomaba de algunos para beneficiar a otros. Así que tenemos dos clases adversarias: los gobernantes y los gobernados.

Según Comte:

Lo que nunca debe perderse de vista es que un funcionario público, en su capacidad como funcionario, no produce absolutamente nada; que, por el contrario, existe solo por los productos de la clase industriosa y que no puede consumir nada que no se haya tomado de los productores.

A veces, la teoría marxista de clases recordaba mucho a la de los liberales. El marxismo contiene dos visiones bastante distintas del estado: en la más conocida, lo ve como el instrumento de dominación por las clases explotadoras que están definidas por su puesto dentro del proceso de la producción social, por ejemplo, los capitalistas. Sin embargo, a veces Marx calificaba al propio estado como un agente explotador independiente.

La diferencia en teoría económica y social es muy grande al explicar la distinción entre el análisis de clase marxista y liberal, a pesar de las muchas similitudes. También alude a la diferencia entre la forma en que liberales de izquierda y liberales clásicos ven la economía y la distribución de la riqueza. Si uno cree que el estado está meramente siguiendo los mandatos de los capitalistas, entonces estos se convierten en el principal enemigo y el estado puede presumiblemente ser tomado para el fin de la liberación proletaria, una acción que, siempre que se intenta en la vida real, genera sufrimiento masivo y totalitarismo. Si, por otro lado, el propio estado es el explotador y parásito y los capitalistas políticamente conectados son simplemente beneficiarios de su naturaleza propiamente explotadora, entonces tomar el estado y agrandarlo no puede verse como la forma correcta de actuar, sino que más bien la disminución del estado tanto como sea posible sería la solución para el privilegio desigual.

La ciencia económica hace mucho que ha sido fundamental para el liberalismo clásico. Como explica Raico, la economía austriaca ha resultado la escuela más propicia para defender los mercados libres y la libertad individual. En su origen, su relación dialéctica histórica con la economía socialista, su énfasis en el valor subjetivo y el individualismo metodológico y sus muchas teorías de socavan la defensa de la intervención estatal, los libertarios de hoy tienen todas las razones para estudiar con detalle este campo. Para ver que la economía divide igual que todo al liberalismo moderno de su contraparte más libertaria, la precisión en la educación económica asume una gran importancia.


Publicado el 16 de abril de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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