Objetivo de PIB nominal: Monetarios de nuevo cuño o keynesianismo al viejo estilo

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Al inicio del pánico financiero y la recesión económica de 2008, se revisaron múltiples políticas macroeconómicas. Algunos economistas argumentan que la crisis demuestra una necesidad de alejarse de una política monetaria discrecional al estilo de la de Ben Bernanke y por el contrario adoptar alguna norma de política monetaria. Una de las normas propuestas es el objetivo de PIB nominal (PIBN), popularizado por un grupo de economistas que han recibido el alias de “monetaristas de mercado”.

El monetarismo de mercado es sobre todo un fenómeno de la blogosfera, siendo los blogs más prominentes The Money Illusion, de Scott Sumner, The Market Monetarist, de Lars Christensen y Macro and other Market Musings, de David Beckworth. El más conocido del grupo, Scott Sumner (2012; 2011) ha escrito dos obras de investigación que explican su visión de la política monetaria y Christensen (2011) ha escrito un papel de trabajo que resume el trabajo del grupo.

Pero el monetarismo de mercado y el objetivo de PIBN han empezado a abrirse paso en los medios de comunicación, think tanks y también en el mundo político. El economista Tyler Cowen calificó al día en que la Reserva Federal anunció la QE3 como “día de Scott Sumner”, atribuyendo parcialmente a la influencia de los blogs de Scott Sumner el movimiento expansionista de la Fed. El experto de la CNBC, Larry Kudlow, ha alertado contra el objetivo de PINB y por tanto cambiado su tono previamente crítico sobre Bernanke. James Pethokoukis, un columnista del enormemente influyente American Enterprise Institute, ha estado utilizando el monetarismo de mercado para tratar de convencer al Partido Republicano para aprender a dejar de preocuparse y amar el helicóptero.

Por desgracia, a pesar de la reciente popularidad del monetarismo de mercado, el objetivo de PIB nominal no consigue el fin de ayudar a la coordinación macroeconómica. La teoría y política monetarista de mercado son insatisfactorias principalmente porque los monetaristas de mercado usan un marco teórico defectuoso al analizar la actividad económica, entienden mal cómo entran las expectativas en la toma de decisiones económicas y no reconocen las consecuencias reales de la política monetaria necesaria para estabilizar las expectativas de PIBN.

Los monetaristas de mercado ven lo que llaman “desorden monetario” como la causa del desplome financiero de 2008 y la consiguiente recesión (Christensen 2011, pp. 2-3). Al hacerlo, rechazan explícitamente la idea de inversión de capital como origen del ciclo económico (Sumner 2012, p. 132). También afirman creer en los mercados, suponiéndolos “eficientes y enfocados al futuro” (Christensen 2011, p. 29).

Destacan la naturaleza del enfoque al futuro de los mercados porque, para los monetaristas de mercado, las expectativas parecen prevalecer sobre todas las demás consideraciones. Así, ven el crecimiento esperado del PIBN como un mejor indicador de la política monetaria que los tipos de interés o la oferta monetaria real (Sumner 2012, pp. 143-151). Ven los tipos de interés como el precio de los fondos prestables, pero no reconocen que el tipo de interés es realmente una relación entre los precios de los bienes presentes respecto de los precios de bienes futuros o que la transacción no se produce solo en el mercado de los fondos prestables, sino de manera más importante a lo largo de toda la estructura de producción.

Al mismo tiempo, se argumenta que el actual nivel de precios y PIBN son mucho más dependientes de las expectativas actuales acerca de la oferta monetaria futura de lo que son de la oferta monetaria actual (Sumner 2012, p. 144). Como los mercados se enfocan al futuro, una política monetaria exitosa sería una que estabilice el PIBN esperado, porque los cambios repentinos en el PIBN esperado son los que causan perturbaciones macroeconómicas (Sumner 2012, p. 130).

La supremacía de las expectativas en su análisis puede verse en su explicación de la Gran Recesión. Se afirma que el origen del desplome financiero de 2008 fue contraccionista para la política de la Reserva Federal lo que hizo que los inversores se dieran cuenta de que la Fed no podría impedir o impediría una caída en el PIBN. El objetivo de PIBN supuestamente atemperaría las recesiones cuando la economía afronte sacudidas negativas en la oferta sosteniendo la demanda agregada cuando caiga la producción real (Christensen 2011, pp. 20-22; Sumner 2012, p. 147).

Dado el enfoque sobre el gasto agregado, no sorprende que los monetaristas de mercado hayan sido criticados por adoptar una visión keynesiana de la macroeconomía. No aceptan esas afirmaciones en absoluto. Su defensa de un estímulo monetario, dicen, no se debe a ningún deseo de políticas discrecionales, sino a su creencia en que la política monetaria ha sido demasiado rígida (Christensen 2011, p. 28).

Al mismo tiempo, rechazan volver a un patrón oro riguroso, pensando que contribuiría a problemas macroeconómicos porque muchos precios, se alega, son rígidos. Además, un patrón oro no puede evitar que  gobiernos irresponsables generen inestabilidad monetaria (Sumner 2012, pp. 161-62).

Problemas con el objetivo de PIBN

Hay varios problemas con el monetarismo de mercado que pueden clasificarse bajo tres categorías principales: su marco teórico y visión de la actividad económica, la forma de las expectativas y el grado en que entran en la toma de decisiones económicas y las consecuencias reales de su política monetaria sugerida.

Marco analítico defectuoso y visiones de la actividad económica

La razón fundamental por la que el objetivo de PIBN no está bien dirigido se debe a un marco analítico en general defectuoso que conlleva una compresión insatisfactoria de la actividad económica. Entiende mal la naturaleza de la coordinación de precios y deja a la estructura intertemporal del capital fuera del análisis.

Aunque los monetaristas de mercado rechazan categóricamente las afirmaciones de que son keynesianos, es comprensible que la gente lo piense. Afirman que las recesiones se deben a una insuficiente Demanda Agregada. Si piensa que la renta se crea por los flujos monetarios en lugar de por provisión de servicios productivos justificados en precios monetarios. Ignoran, rechazan u olvidan la importancia de la estructura de capital. Las inversiones están solamente dirigidas por las expectativas (o la sabiduría convencional) acerca del gasto nominal. Un colapso en la inversión lleva a la recesión y el desempleo debido a la rigidez de los precios (Sumner 2012, p. 161). La disminución de la demanda agregada y los precios y salarios rígidos se combinan para generar factores ociosos de producción y desempleo. Sin embargo, la política monetaria puede servir como remedio universal para los persistentes desequilibrios en los precios. Todo esto suena bastante keynesiano.[1]

De hecho todo su análisis se fundamenta en la aceptación del marco neokeynesiano de la oferta agregada-demanda agregada. Incluso en sus propios términos, hay problemas analíticos con el análisis OA/DA (Colander 1995; Garrison 1996). Lo más relevante y problemático para evaluar el objetivo de PIBN es que no existe una demanda agregada que se iguale con la oferta agregada a un solo nivel de precios.

De hecho, la economía social está constituida por una vasta red de mercados distintos que se integran en una compleja división del trabajo a través de la estructura intemporal de producción y el uso de un medio general de intercambio. Por tanto, la actividad productiva es el resultado de un enorme número de decisiones descentralizadas realizadas por una multitud de empresarios diferentes en lugares diferentes en la estructura de producción. El capital no es una masa informe homogénea (Foss y Klein 2012, pp. 105-130), así que la inversión no es un “yo” homogéneo (Garrison 2001). Un análisis sólido de la descoordinación macroeconómica debe tener en cuenta estos hechos.

Es posible que la gente disminuya su demanda de bienes de consumo y producción si aumenta su demanda de retener dinero. Esto, sin embargo, solo llevaría al desperdicio de recursos ociosos si los precios de estos recursos permanecieran por encima de los niveles de liquidación del mercado. Por supuesto, esto no persistirá si se permite que los precios se ajusten (Hutt 1979, pp. 138-139).

Si cae la demanda de un producto, el incentivo para obtener beneficios y evitar pérdidas llevará tanto a empresarios como a trabajadores a reducir los precios de venta. Salvo que se vean frustrados por decretos del gobierno o el miedo a la amenaza de huelga, los empresarios buscarán ajustar sus precios de venta a los niveles de liquidación del mercado. Esas reducciones de precios y recortes en el gasto estimulan la venta y el empleo continuos. Las ganancias reales de las empresas afectadas se estabilizarán, permitiéndolas continuar produciendo y, por tanto, demandando tierra, trabajo y bienes de capital de orden superior de otras empresas en la estructura de producción (Hutt 1979, pp. 53-56).

En lugar de permitir que los mercados se liquiden a través de los ajustes de precios de acuerdo con preferencias subjetivas, los monetaristas de mercado defienden que las autoridades monetarias produzcan estabilidad en el mercado aumentando la oferta monetaria. Sin embargo, esa inflación no equilibrará necesariamente la demanda y oferta específica  del dinero por parte de las personas que estén experimentando el exceso de demanda. Si precios y salarios son tan rígidos, necesitarán un aumento significativamente grande en el PIBN para mantener el equilibrio.

Sin embargo esto plantea todo el problema de los salarios rígidos. Existen varios problemas teóricos con la teoría de los salarios rígidos (Bellante 1995; Hulsmann 2003; Rothbard 2004, pp. 780-785). Por un lado, si hay solo una o un puñado de empresas usando, por ejemplo, salarios de eficiencia superior, entonces el empleo se restringirá solo en esos sectores y se expandirá en otros. Esto no llevaría a un aumento general del desempleo. Por otro lado, si todas las empresas pagaran los llamados salarios de eficiencia, ¿por qué este salario superior no se considera el salario de mercado?

Más importante es que centrarse en “salarios o precios rígidos” es de nuevo centrarse en algo equivocado. En el mejor de los casos, los precios rígidos no explican por qué empieza una recesión. Solo explicarían por qué se prolonga una recesión. Además, si los mercados no se equilibran debido al salario mínimo y otros controles de precios, difícilmente será un mercado libre. La solución sería eliminar la intervención del gobierno, no intervenir aún más arbitrariamente aumentando la oferta monetaria. Por otro lado, si los mercados laborales no se equilibran debido a contratos laborales a largo plazo (incluidos los sindicados), esto genera una oferta excesiva voluntaria de mano de obra.

De hecho, la historia revela que precios y salarios sí se ajustan a la baja si se les permite. Incluso en el caso de contratos a largo plazo, trabajadores y empresarios pueden negociar nuevos salarios de liquidación del mercado y lo hacen. Por ejemplo, los sindicatos de actores trabajaron junto a las empresas y músicos de las producciones de Broadway acordando un recorte salarial del 25% durante el periodo de siguió a los ataques terroristas del 11-S en Nueva York, que hicieron que cayera el negocio turístico (Daniels y Vann 2003). Varios sindicatos hicieron lo mismo en respuesta a la Gran Recesión (Uchitelle 2010). El sindicato de trabajadores del automóvil reconocía que a veces uno tiene que acordar un salario más bajo para mantener su trabajo cuando cae la demanda de mano de obra. Hace dos años, los músicos de la orquesta sinfónica de Pittsburgh acordar un recorte no menor del 9,7% en la paga. En respuesta a sus acciones, el director de la sinfónica, Manfred Honneck, se rebajó voluntariamente un 10% en el sueldo (Druckenbrod 2011).

Adicionalmente, las disminuciones en la demanda se experimentan siempre en mercados concretos. Cuando haya una disminución en la demanda o una disminución en la oferta a la vista de una demanda elástica, caerán los gastos totales. Advirtamos sin embargo que el gasto es el efecto de los cambios en las preferencias de compradores y vendedores,  no la causa de la disminución en la demanda u oferta. Salerno (2006) demuestra cómo esto se aplica a la economía social en sentido amplio. Los precios (y cantidades) de liquidación del mercado están determinados en todo mercado por la interacción de las escalas de valores de los individuos en las que los bienes se valoran en su relación entre sí y con el dinero. Solo después de que se hayan determinado ya los precios y cantidades de equilibrio en el mercado y, por tanto, el valor del dinero, se produce ese “gasto”.

Comprensión defectuosa del papel de las expectativas

Una manifestación concreta del insatisfactorio marco económico de los monetaristas de mercado es su comprensión de la forma y grado en que las expectativas entran en su análisis. Indudablemente, nadie debería discutir que las expectativas desempeñan un papel importante en el presente, ya que los resultados de la acción se cosecharán en algún momento del futuro. Por consiguiente, toda acción, incluyendo la producción, mira al futuro. Toda acción debe por tanto basarse en especulaciones acerca de los resultados esperados de varias acciones potenciales (Rothbard 2004, pp. 4-7; Ritenour 2010, pp. 33-36). Sin embargo, para entender la naturaleza de las fluctuaciones macroeconómicas, es esencial que tengamos una comprensión adecuada de la naturaleza de las expectativas que afectan a las decisiones de inversión.

Como se ha indicado antes, los monetaristas de mercado parecen creer que las acciones de los inversores están determinadas casi exclusivamente por las expectativas de futuro gasto nominal (o PIBN). El problema con esa perspectiva es doble.

Aunque una teoría económica sólida reconoce que las expectativas de producción en el futuro son un requisito previo de la acción en el presente, la economía no puede proporcionar una idea del contenido de estas expectativas o de cómo pueden cambiar con el tiempo. Las expectativas no son entidades autónomas, sino que están ligadas al objetivo de una persona, a su experiencia pasada en tratar de alcanzar su objetivo y a su capacidad emprendedora. Por tanto las expectativas no son monolíticas y por eso los empresarios deben incorporar la timología a su toma de decisiones (Salerno 2010, pp. 215, 220). Tratar a las expectativas como universales y monolíticas abre la puerta a graves errores en teoría económica.

Por ejemplo, los monetaristas de mercado afirman que son las expectativas del PIBN futuro las únicas que determinan las decisiones presentes de inversión y por tanto la dirección de la economía. Esta afirmación no reconoce que las recesiones no son meramente el resultado de disminuciones en el gasto agregado que sigan a un auge. Son el resultado del error empresarial (Hulsmann 1998; Rothbard 2000, pp. 8-9). Por ejemplo, es posible que los empresarios consigan ganancias incluso en un entorno de gasto total en disminución. Lo que importa no es el gasto agregado, sino la diferencia entre el precio de los productos y la suma de los precios de los factores de producción. Si la cantidad total de todo el gasto en la economía social cae y caen los precios generales, las empresas siguen pudiendo obtener beneficios mientras identifiquen aquellos proyectos en los que los factores estén infravalorados con respecto al precio futuro del producto que pueden utilizarse para producir.

Adicionalmente, la forma de expectativas supuesta es el origen de una incoherencia concreta en la literatura monetarista de mercado. Esta incoherencia, a su vez, también está relacionada con su fracaso en comprender las recesiones como consecuencia de una serie de errores empresariales. Los monetaristas de mercado suponen que los mercados son eficientes y miran al futuro. Al mismo tiempo, las recesiones se deben a disminuciones en el PIBN esperado. Si los mercados son eficientes mirando al futuro, ¿cómo puede haber una serie de errores empresariales? Parece que si los participantes del mercado hacen ajustes eficientes mientras miran adelante, no debería haber errores extendidos realizados por los empresarios. Si es así, ¿cómo puede haber recesiones?  Tal vez la respuesta podría ser, como implica Christensen (2011, p. 5), que aunque la gente tenga expectativas que son realmente racionales, no son perfectas. Aun así, si los participantes en el mercado prevén adecuadamente que la Fed no continuará o no podrá continuar aumentando el PIBN en 2008, ¿por qué debería haber una recesión? Si su previsión fue correcta, deberían haber actuado adecuadamente y liquidarse los mercados y como mínimo no habría habido un desempleo persistente y extendido.

Consecuencias de la política monetaria

El afecto de los monetaristas de mercado por el objetivo de PIBN demuestra una vez más que un marco teórico poco sólido a menudo lleva a políticas económicas poco sólidas. Uno de los mayores problemas de tratar de reducir las fluctuaciones económicas por medio del objetivo de PIBN son los efectos reales de la inflación monetaria necesaria para estabilizar el PIBN real o esperado. Es necesariamente cierto que el dinero recién creado entrará en la economía en puntos concretos. Por tanto, la inflación monetaria afectará a las demandas de ciertos bienes primero y luego a demandas de bienes diferentes al extenderse el dinero en la economía. El proceso de ajuste paso a paso durante el cual se absorbe el nuevo dinero genera necesariamente cambios reales en precios relativos y una redistribución real de la riqueza (Mises 1929, pp. 85-88; Mises 1938; Salerno 2010, pp. 202-203).

La expansión del crédito estimula necesariamente las malas inversiones al estimular los procesos de producción que son demasiado indirectos en relación con las preferencias temporales sociales (Strigl 1934, pp. 120-133; Mises 1949, pp. 547-562; Garrison 2001; Rothbard 2004, pp. 994-1004; Hayek 2008, pp. 189-329; Huerta de Soto 2006, pp. 347-384; Salerno 2012). Sin un aumento en los ahorros voluntarios, los procesos más largos de producción no pueden completarse. Este es el centro del problema de las malas inversiones.

Los defensores del objetivo de PIBN acaban potenciando la ilusión monetaria de que puede superarse la escasez y lograrse la prosperidad mediante inflación monetaria. DE hecho, emitir dinero fiduciario mediante expansión del crédito promueve una actividad insostenible de auge porque proporciona tanto el incentivo como los medios para que los empresarios asuman proyectos para los que no hay recursos reales suficientes. La consecuencia necesaria de la inflación monetaria (incluso si se desea estabilizar el crecimiento del PIBN real o esperado) es el ciclo de auge/declive, en el que se desperdician recursos, se consume capital y la sociedad se empobrece en términos relativos. Ese resultado es exactamente el opuesto de los deseos de los que defienden el objetivo de PIBN.


Bibliografía

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[1] Ver Hutt, W. (1979) y Huerta de Soto, J. (2006) sobre las mentiras de la economía keynesiana. La misma crítica de la economía keynesiana en esta literatura se aplica también al monetarismo de mercado.


Publicado el 12 de abril de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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