Las élites de los medios de comunicación han estado debatiendo activamente, aunque no sensatamente, acerca de las virtudes del estímulo económico propuesto por el presidente Bush. Es decir, el debate está muy mal dirigido. El título de este programa revela la naturaleza defectuosa del este debate. Como supuestamente estamos sometidos a una ralentización económica, necesitamos estimular la economía para que afecte a su recuperación.
La idea de que a las economías en su conjunto a veces les falta suficiente potencia deriva de una serie de doctrinas económicas defectuosas que se centran en el lado de la demanda de la economía agregada. Según la economía del lado de la demanda, hay veces en que el gasto total en la economía no sería suficiente como para proporcionar empleo a todos los que quieren trabajar y deberían estar trabajando.
David Ricardo y Thomas Malthus discutieron sobre este asunto, argumentando Ricardo correctamente que la economía del lado de la demanda estaba equivocada. J.B. Say también demostró la irrelevancia de la economía del lado de la demanda, al demostrar que la demanda deriva de la oferta de bienes a los mercados. Ricardo y Say ganaron este debate y esto se dio por sentado durante más de un siglo.
Aparte de algunas figuras menores, como J.A. Hobson, pocos dudaban de que Ricardo y Say hubieran probado la irrelevancia de la economía del lado de la demanda. Pero la economía del lado de la demanda recuperó la respetabilidad cuando John Maynard Keynes la reescribió en su Teoría general del empleo, el interés y el dinero. Keynes es el responsable de la repopularización de esta doctrina.
El actual debate sobre la política fiscal se está librando en buena parte en términos del lado de la demanda. La columnista Molly Ivins ataca el plan de Bush en términos que hacen que suene como mala economía keynesiana.
Sin embargo, uno no puede cuestionar la intención de esta política cuando examina las declaraciones del propio presidente.
“Por un lado, tenemos que asegurarnos de que potenciamos la demanda del consumo tanto acelerando los recortes fiscales existentes como proporcionado reembolsos a los no contribuyentes, pero declarantes (…) Y el Congreso tendría que actuar tan rápido como sea posible para poner ese dinero en manos de la gente para potenciar la demanda”. (Comentarios del Presidente ante la Asociación Nacional de Fabricantes, octubre de 2001)
El presidente Bush tenía claramente en mente el lado de la demanda en la economía en su plan. Por supuesto, hay razones legítimas para recortar los impuestos. Pero, al centrarse en las razones equivocadas, no vemos la importación del recorte, no solo durante las recesiones, sino en cualquier momento.
No hay un fundamento real para creer que los mercados tiendan al infraconsumo. El deseo humano dirige la economía y éste no tiene fin. Como explicaba Ludwig von Mises, el hombre actúa para pasar de su estado actual de incomodidad a un estado más deseable de satisfacción. En concreto, la demanda de consumo estimula la actividad económica. Los argumentos keynesianos de demanda insuficiente se basan en el presupuesto absurdo de que cierto ahorro “drena” el sistema económico, de forma que hay demasiada poca inversión.
Para Keynes, los tipos de interés reflejan solo los dictados de los banqueros centrales y los mercados de capitales no tienen nada que decir en ellos. Esto facilita a los keynesianos defender sus políticas en principio. Si los mercados de capitales son caóticos, entonces deberíamos esperar periódicamente colapsos en la inversión y deberíamos agradecer la intervención pública.
Por supuesto, el ahorro es simplemente consumo diferido, basado en la preferencia temporal y la inversión se basa en los retornos esperados. Los tipos de interés son el precio que regula los mercados del crédito y la formación de capital. Así que los tipos de interés sí desempeñan un papel coordinador en la economía: coordinan ahorro e inversión, de forma que los ahorros se igualen a la inversión. Este hecho hace irrelevante la variante keynesiana de la economía del lado de la demanda.
Algunos, como Paul Krugman, desdeñan la alternativa austriaca a Keynes. Sin embargo, uno no tiene que aceptar el punto de vista austriaco para rechazar a Keynes. Los economistas de Chicago, como Milton Friedman y Robert Lucas hicieron pedazos el deficiente mito de la demanda hace décadas. Ahora, incluso los más declarados keynesianos rechazan la teoría de la dirección del gasto de Keynes a favor de teorías “neokeynesianas” que se basan en desajustes en salarios y precios.
Ambos bandos del debate popular están completamente fuera de onda con la economía aceptada académicamente. Mientras que los expertos de la corriente principal discuten sobre qué perceptores de rentas estimulan más la demanda, los economistas discuten sobre qué señales de precios (salarios en los mercados laborales o tipos de interés en los mercados crediticios) son las culpables del ciclo económico.
Nuestro problema es el ciclo económico, no las repetidas recesiones debidas a un gasto insuficiente. El problema clave que afrontamos es coordinar la oferta de bienes con su demanda a lo largo del tiempo. Mises y Hayek identificaron correctamente a los tipos de interés como algo esencial en este problema. Por supuesto, cuando las políticas públicas fuerzan los salarios al alza, se produce desempleo. La clave es que la demanda es irrelevante para el desempleo y el ciclo económico.
Por supuesto, los altos impuestos pueden ralentizar el desarrollo económico. Así que hay razones para relacionar impuestos y rendimiento económico, pero hay algo más importante que se está dejando fuera de este debate. Se supone que los impuestos financian funciones imprescindibles del gobierno. Pero al discutir sobre como estimular la economía, muchos olvidan el hecho de que el gasto del gobierno consiste en buena parte en transferencias que benefician a los intereses de unos pocos. El asunto dio más juego durante el tiempo en que la reforma financiera de las campañas estuvo en las noticias. Pero al reconocer la irrelevancia de la economía del lado de la demanda podemos reenfocar nuestra atención a los asuntos reales.
Las transferencias coactivas son derrochadoras, ineficientes e injustas. La izquierda utiliza el dogma del lado de la demanda para imbuir una falsa legitimidad a estas políticas. La derecha utiliza demasiado a menudo esta misma retórica. Como la mayoría de los economistas rechazan ahora la economía del lado de la demanda, podemos esperar que pierda su popularidad entre lo medios y el público en general. Sin duda será difícil acabar con el pensamiento simplista de gasto y crecimiento que prevalece en el pensamiento popular. La idea de que los precios coordinan la producción es sutil y compleja, así que es más difícil que la entienda la gente.
Sin embargo, debemos corregir estas falacias populares para ocuparnos adecuadamente de los males que derivan de la intervención del gran gobierno. Los recortes fiscales no son una buena idea porque nos falte suficiente demanda en el momento. Los recortes fiscales son una buena idea porque los ingresos fiscales se gastan muy mal.
Publicado el 14 de enero de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.