Gasolina gratis y economía de la caridad

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Los huracanes Katrina, Rita, Gustav e Ike se han ido pero su legado permanecerá. Podemos aprender de los desastres y de la recuperación tras ellos: los desastres naturales son “momentos educativos”, porque muestran cómo las intervenciones “bienintencionadas” del gobierno e incluso la ayuda privada pueden tener consecuencias negativas no buscadas. La escaseces, las quejas de “inflar los precios” y otros sospechosos habituales llenan titulares en periódicos mientras los economistas escupen al viento de categoría 5.

La gente se refiere a la economía como “la ciencia lúgubre” por muchas razones. Una razón que tiene cierta importancia es la dificultad de la caridad. Recientemente, el obispo Larry Brandon y su catedral baptista Praise Temple Full Gospel en Shreveport quiso “ofrecer algún alivio a los ciudadanos en la comunidad por los altos precios de la gasolina debido a los cambios recientes en nuestra economía”. El alivio consistía en 25$ de gasolina gratis por vehículo, distribuidos en cinco gasolineras locales de Murphy USA (Wal-Mart) hasta un total de 10.000$. Un periódico de la zona informaba de que “la policía de Shreveport y Bossier City ayudará con el tráfico” durante la entrega.

Indudablemente no podemos acusar al obispo y a su congregación por sus motivos, que son encomiables. De hecho, esperamos que inspire a muchos otros a realizar actividades similares. Muchos en su congregación y en todo el país se ven afectados por los altos precios de la gasolina. Para nosotros, ha significado gastar unos 15$ extra para llenar quincenalmente el depósito. Los esfuerzos de la iglesia son un paso loable en la buena dirección. Como muchas iglesias realizan labores similares, ofreciendo comida gratis durante las vacaciones o material de colegio cuando empieza la escuela, podemos utilizar una economía sencilla para analizar el plan y hacer recomendaciones de mejoras que nos ayuden a exprimir aún mejor nuestros dólares caritativos.

La gente echa la culpa de los problemas a “cambios recientes en nuestra economía”, como si fuera preferible un mercado estático. Si no hubiera cambios, ningún ciudadano necesitaría auxilio. A escala macroeconómica, el legado del keynesianismo es que la batalla contra los “cambios” se compra al precio de la prosperidad general. Para el empresario, un “cambio” es una oportunidad a la espera de ser explorada. Para el economista, un “cambio” generará (o debería generar) una asignación más eficiente de recursos escasos hasta su uso más valorado.

Ante el Gustav, la demanda de gasolina se disparó cuando la gente del sur de Louisiana se vio obligada a evacuar. En un mercado libre, los altos precios resultantes animarían a aumentar la producción de gasolina y desanimarían el consumo frívolo de gasolina, haciendo que remitiera cualquier escasez temporal.

La gasolina gratis en Wal-Mart del Praise Temple logra lo contrario. ¿Hay alguna garantía de que los 10.000$ de gasolina se dirigirán hacia su uso más altamente valorado cuando se entrega a un precio cero? Los que huyan de un huracán probablemente paguen el precio más alto que la garantiza, pero la entrega de gasolina significa que muchos litros se entregan a gente que no se h visto dañada, que además consumió varios galones esperando en las largas colas para su lleno gratis de 25$. Programas como éste tienen también costes ocultos. Se produce una mala asignación adicional de nuestros recursos escasos cuando se usan policías para acorralar a los compradores de gangas en lugar de para combatir delitos reales.

Nuestra experiencia es que los estudiantes conocen intuitivamente la importancia de los precios para equilibrar las cantidades ofertadas y demandadas. El estacionamiento en nuestras universidades es gratuito y por tanto las plazas están bastante abarrotadas, para desesperación de algunos de nuestros alumnos pudientes pero tardones. Al cobrar un precio de cero, ya sea por el estacionamiento o la gasolina (o la sanidad), siempre generará un exceso de demanda, de uso, escaseces y baja calidad.

Estamos de acuerdo en que la caridad es una virtud, pero a veces planes bienintencionados tienen consecuencias indeseables o no desarrollan todo su potencial porque cambian los incentivos de la gente. En el futuro, esperemos que los líderes religiosos aprecien mejor las realidades económicas de nuestro mundo y esperemos que los economistas no escondan sus enseñanzas bajo un cesto. Si no, habrá muchos más conductores varados la próxima vez que se produzca un huracán.


Publicado el 23 de septiembre de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra http://mises.org/daily/3112.

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