La economía de la libertad

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[Este artículo es la segunda parte publicada originalmente en la edición de abril de 2013 de Future of Freedom]

Classical Liberalism and the Austrian School de Ralph Raico (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 2012); 347 páginas.

El apasionado interés por la economía entre libertarios no se entiende inmediatamente por todos los estudiosos de la libertad. Incluso los que están por lo general a favor de la libertad económica por razones éticas pueden preguntarse por qué tantos libertarios se adhieren concretamente a la escuela austriaca. Complicando aún más el asunto, el libertarismo es una filosofía política (y el liberalismo, una orientación política) que afecta a principios éticos de lo que el gobierno tendría y no tendría que hacer. La economía, en claro contraste, se describe a menudo como una ciencia, y en particular como una ciencia libre de valores, que no puede enseñar mucho acerca del mundo material de la escasez, pero que no nos dice por sí misma lo que tendría que hacer el estado. Así que, ¿por qué tantos libertarios no son solo librecambistas, sino que asimismo también se inclinan hacia la más apriorística de las escuelas económicas: la de los austriacos? Ralph Raico da sentido a todo eso en Classical Liberalism and the Austrian School.

Economía austriaca y libertad individual

Me hubiera gustado haber leído a Ralph Raico cuando me convertí en libertario, pues su explicación de la relación del liberalismo con la escuela austriaca es la mejor que conozco, dando una gran claridad a la cuestión. Resume perfectamente los elementos distintivos: “Según [Ludwig von Mises], la economía enseña los medios necesarios para la promoción de los valores que apoya la mayoría de la gente. Esos medios comprenden, básicamente, el mantenimiento de la economía de libre mercado y propiedad privada. Así que el economista como economista no da juicios de valor, incluyendo juicios políticos de valor. Solo propone imperativos hipotéticos: si quieres conseguir A, entonces haz B”.

Como ejemplo podemos pensar en el salario mínimo. La economía nos dice que aumentar el salario mínimo, en igualdad de condiciones, aumentará el desempleo al colocar fuera del mercado a los trabajadores poco cualificados. Es una idea científica. El libertario está en contra de las leyes de salario mínimo principalmente porque son una violación de los derechos de empresario y empleado a llegar libremente a un acuerdo. Pero reforzar este punto, el libertario, basándose en la economía, puede explicar que los resultados probables del salario mínimo no son los que quiere la mayoría de la gente. La economía está libre de valores en el sentido de que no nos dice si deberíamos querer aumentar el desempleo, solo que aumentar el salario mínimo tenderá a esa consecuencia. Pero como la mayoría de la gente decente no quiere aumentar el desempleo, la ciencia de la economía es estupendamente complementaria al principio ético libertario.

Como la economía refuerza la defensa de la libertad “hay un sentido en el que la teoría económica por sí misma, cualquier aproximación analítica a las cuestiones económicas, puede decirse que favorece la economía de mercado (…) Pero la economía austriaca ha estado tan a menudo y tan cercanamente ligada al liberalismo que es factible buscar la conexión también es sus teorías económicas características”.

Al liberalismo le preocupa el individualismo ético. El individualismo metodológico (la reducción analítica de toda la actividad humana a los actores individuales) es esencial para la economía austriaca y lo ha sido desde el principio. Carl Menger, fundador de la Escuela Austriaca, explicaba la economía de una nación en términos de “los resultados de todos los innumerables esfuerzos económicos individuales en la nación (…) Quien quiera entender teóricamente el fenómeno de la ‘economía nacional’ [debe] intentar remontarse a sus elementos reales, a las economía singulares en la nación”. (Cursivas originales)

Al liberalismo le preocupa el individualismo ético

También es bastante propicio para el individualismo liberal el énfasis austriaco en el subjetivismo: el principio de que las personas toman decisiones económicas que se basan en sus preferencias subjetivas. Los liberales clásicos, escribe Raico, “se centraban en el ser humano individual por sí mismo (…) como el manantial de respuestas creativas a mundo en continuo cambio”. Las escuelas de pensamiento económico más en línea con la planificación centralizada, como la macroeconomía de la corriente principal, tienden a suponer “que diversas magnitudes globales actúan entre sí”, una suposición que cuestionarían tanto liberales como austriacos. Además, “La individualidad muestra una conexión íntima, tal vez incluso lógica, con la diversidad y el austricismo, frente a la economía neoclásica, acentúa igualmente el papel de la diversidad en la vida económica”.

Los austriacos se inclinan en muchos temas hacia el liberalismo, como en “el reconocimiento de la capacidad autorreguladora de la sociedad civil”, o lo que los austriacos llaman teoría del orden espontáneo. Pero ideas austriacas únicas y mucho más concretas va aún más allá minando la defensa de la intervención pública. Incluyen la imposibilidad de los estados de realizar un cálculo económico sin precios como “el defecto fatal de la planificación centralizada”, la teoría austriaca del ciclo económico, que demuestra la incapacidad de los bancos centrales de manipular los tipos de interés del mercado sin distorsionar la economía y causar así auges y declives, “el análisis del mercado como un proceso” (una aproximación que suprime las pretensiones socialistas) y la explicación de Mises de por qué el intervencionismo público es inestable, ya que una intervención lleva a otra y la sociedad acaba descendiendo hacia el totalitarismo. Lo más importante en la evaluación de Raico es la aproximación de la economía austriaca hacia el libre mercado no simplemente como “produciendo la mayor cantidad posible de bienes materiales”, como ven los defensores neoclásicos del mercado, sino más bien como, en palabras de Menger, “un patrón de gobernanza económica ejercitada por preferencias de los consumidores”.

Además, la propia Escuela Austriaca apareció en un contexto ideológico. Muchos de los primeros austriacos a finales del siglo XIX estuvieron íntimamente envueltos en debates con los marxistas en cuestiones clave de teoría económica, particularmente la teoría del valor. Los austriacos desempeñaron un papel importante en la revolución marginalista, superando siglos de comprensión de valor económico de intercambio (precio) en términos de trabajo. La teoría del valor trabajo se daba generalmente por sentada por Adam Smith y la escuela clásica de economía. Sin embargo los austriacos creían que el valor económico, incluyendo el valor de intercambio, originado en la valoración subjetiva de los actores económicos individuales que (y esto es lo más importante) valoran las unidades de bienes en el margen, es decir, que evalúan la próxima unidad de un producto en relación con la siguiente cosa más valorada que abandonarían para obtenerla.

Esta revolución en la teoría del valor finalmente resolvía misterios que habían preocupado a economistas durante muchos años, como la paradoja de los diamantes y el agua. ¿Por qué vale mucho más un diamante que un vaso de agua en la mayoría de las circunstancias, pero no si estás muriendo de hambre en el desierto? ¿Por qué un segundo vaso valdría menos una vez has tomado el primero? Toda la concepción de la explotación del marxismo se desarrollaba basando el valor objetivo de un producto en el trabajo que “contiene”. Como el marxismo era una de las escuelas económicas más propicias para la creación de un estado totalitario y por tanto estaba en guerra con los austriacos sobre teoría básica del valor, la economía austriaca se distinguió pronto en el campo de la libertad individual.

Pero el contexto histórico de la aparición de la Escuela Austriaca podría explicar por qué no todos los primeros austriacos abrazaron coherentemente el liberalismo. Raico explica que “la tradición subyacente en Austria es de paternalismo estatal, hasta el punto de que incluso la expresión del concepto de un orden económico espontáneo se había suprimido activamente”. Esas consideraciones entre otras significaban que figuras tempranas de la escuela, como Friedrich von Wieser y Eugen von Böhm-Bawerk, no siempre siguieran las ideas liberales clásicas.

Dos economistas austriacos del siglo XX, por su parte, eran mucho más distinguibles en su liberalismo clásico y se han convertido en universalmente reconocidos como figuras importantes en el nacimiento del libertarismo moderno: Ludwig von Mises y F.A. Hayek. A partir de ellos, “las relaciones entre liberalismo y Escuela Austriaca se hicieron intensas y generalizadas”. Mises era decididamente un liberal, habiendo “destacado las posibilidades de atender las necesidades de los pobres que lo merecieran mediante caridad privada y atacado los planes de Bismarck de seguridad social”.

Hayek, por otro lado, a veces adoptaba posturas que pocos libertarios apoyarían hoy. Al ver al estado con “una agencia de servicios”, creía que (en sus propias palabras) “hay pocas razones por las que el gobierno no deba (…) desempeñar algún papel o incluso tomar la iniciativa, en áreas con seguro social y educación y subvencionar temporalmente ciertos desarrollo experimentales”. Aun así sería poco decir que Hayek fue un pensador y economista brillante cuyas muchas ideas han ayudado a desarrollar la teoría libertaria.

Economistas e investigadores no liberales

Debería ser evidente que la división económica existe igual que cualquier división entre liberales modernos y clásicos. Por tanto es importante preguntar acerca de las principales influencias económicas del liberalismo moderno y su relación con el liberalismo original. Nos centramos en John Maynard Keynes, cuya rama de teoría económica es la variedad más dominante de la economía del mundo moderno, disfrutando a un virtual monopolio en el pensamiento económico del liberalismo moderno.

Raico pregunta si Keynes era un liberal. Como los liberales modernos reclaman el legado del liberalismo clásico, es una pregunta de verdad importante. Raico escribe: “Hoy es práctica común clasificar a John Maynard Keynes como uno de los principales liberales de la historia moderna, el ‘grande’ más reciente en la tradición de John Locke, Adam Smith y Thomas Jefferson (…) Si es diferente de los liberales ‘clásicos’ en unas pocas formas evidentes e importantes, fue sencillamente porque trató de actualizar la idea esencial liberal para ajustar las condiciones económicos a una nueva era”.

Para ser justos, Keynes si adoptó valores “como la tolerancia y la racionalidad” y “siempre se calificó a sí mismo como liberal (…) Pero nada de esto tiene suficiente peso cuando se refiere a clasificar el pensamiento político de Keynes”.

La idea general adoptada por los que califican a Keynes como un gran liberal es que su “giro al neo-mercantilismo era necesario por su descubrimiento de fallos esenciales en la economía clásica”, especialmente a la vista de los problemas del desempleo de la década de 1920 y la Gran Depresión. Sin embargo, según Raico, esas crisis “se produjeron por políticas públicas erróneas”.

Hay otros problemas para incluir a Keynes en el Salón Liberal de la Fama: “El liberalismo se caracteriza por su insistencia en las normas, tanto en la vida política como económica”. El estado de derecho y el laissez faire son ejemplos conspicuos. Pero “no es exagerado decir que [Keynes] era constitucionalmente opuesto a normas o ‘dogmas’, como las llamaba frecuentemente”.

Además, “el auténtico liberalismo ha albergado tradicionalmente una profunda desconfianza hacia los agentes del estado”, mientras que la “liviana confianza [de Keynes] en los expertos económicos cuyo sabio consejo se pondría en práctica por políticos abnegados va en contra de esta sospecha completamente justificada y de todas las evidencias históricas y teóricas que la apoyan”. Keynes llegó a creer que el estado debería “incluso decidir el nivel óptimo de población” y, a veces, que el estado debería ser activo en ingeniería social basada en la eugenesia. También hablaba bien del sistema soviético y, en el prólogo de la edición alemana de su Teoría General, remarcaba que el “estado totalitario” nazi era más compatible con sus recetas económicas, debido a la “teoría de la producción en su conjunto”, que los “países anglosajones”.

Pero muchos, si no todos los intelectuales siguen siendo fieles devotos de Keynes, lo que plantea una pregunta: ¿por qué se oponen los intelectuales a la libertad? “El continuo florecimiento de intelectuales [antimercado] sigue siendo un enigma resistente para los liberales clásicos”, escribe Raico. Su tratamiento de esta pregunta investiga maravillosamente la relevancia de los intelectuales y sus ideas en dar forma a la sociedad y el papel del mito histórico en perpetuar el pensamiento estatista.

Raico ve el problema como multidisciplinar: “En literatura, economía, filosofía, sociología y otras materias, el estudiante está continuamente sometido a datos e interpretaciones que convergen en un solo punto: la maldad de la empresa privada y la virtud de la intervención del estado y del sindicalismo apoyado por el estado”.

Para Hayek, el problema es principalmente de mala comprensión: “La visión de los intelectuales de Hayek”, escribe Raico, “es benignamente halagadora: sus ideas están determinadas en buena medida por ‘convicciones honradas y buenas intenciones’”. A Raico no le convence el intento de Hayek de explicar esta mala comprensión. Por ejemplo, Hayek “parece decir que debido a que las ciencias naturales han hecho grandes avances y como innumerables proyectos concretos de ingeniería han tenido éxito, es bastante comprensible que muchos intelectuales deban concluir que ‘la dirección de todas las formas de actividad humana según un solo plan coherente’ tendrá igualmente éxito”. Pero Raico duda de toda la premisa, apuntando que “los avances de las ciencias naturales no se produjeron de acuerdo con ningún plan centralizado general, sino más bien fueron el producto de muchos investigadores separados descentralizados pero coordinados”.

Raico da más valor a la explicación de Mises: “A menudo Mises destaca la motivación de la envidia personal (el resentimiento y la amarga envidia) como fuente de esta actitud”. La convence aún más otra idea de Mises, la de que “el desdén por hacer dinero [está] arraigado profundamente en la cultura occidental”, lo que lleva a “hostilidad hacia capitalistas, comercio y especulación”.

Revitalizando una gran tradición

Raico es un gran historiador pero también participa en la historia de las ideas libertarias. En un momento u otro se asoció con los tres hombres considerados por muchos como los mayores intelectuales austriacos y libertarios del siglo XX: Mises, Hayek y Murray Rothbard.

En la medida en que se ha marchitado nuestra tradición del liberalismo, Raico sirve como elocuente heraldo de malas noticias. En un ensayo sobre Eugen Richter, hace su elegía del liberalismo alemán. En Estados Unidos, el declive del liberalismo se ha debido en buena parte al militarismo, del que Raico se ocupa en su explicación del libro de Arthur Ekirch, The Civilian and the Military.

Si el liberalismo ha fracasado en desafiar al estado moderno, tal vez parte de la razón sea que no ha sido suficientemente radical. Revisando la gran obra de Mises, Liberalismo, Raico apunta el fallo de su mentor en ser más duro en oponerse al colonialismo y el imperialismo. Si hubo alguna vez una gran mente con la que todo libertario tiene una deuda intelectual, es sin duda la de Mises. Aun así se equivocaba algunas veces. Raico encuentra el problema en la concepción aséptica del estado de Mises. Para él, el estado es simplemente “el aparato de coacción y coerción”. Rechaza con desprecio la frase de Nietzsche de que “el estado es el más frío de todos los monstruos fríos”.

Pero ser radical no basta. ¡Debemos entender nuestro papel en la historia de las ideas, incluyendo lo que vino antes de nosotros!


Publicado el 19 de abril de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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