La nueva adaptación de El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald es una buena película, pero no es una crítica contra el capitalismo, como pueden pensar algunos. Es más bien una condena implícita de las prohibiciones del gobierno.
Cuando leí en libro en el instituto, no me gustó. Lo encontré pesado de leer, no porque fuera demasiado complicado o estuviera mal hecho, sino por el tema. El libro (igual que la película) de preocupa por la decadencia, el libertinaje, la promiscuidad y la imprudencia, o lo que se llamaba “opulencia” en los viejos tiempos. Tengo aversión a todo eso y no había mucho que me pudiera interesar.
Hay un diferencia importante entre riqueza y opulencia (en el sentido moderno) por un lado y el tipo de comportamiento exagerado que se muestra en películas como El Gran Gatsby, Moulin Rouge! y Leaving Las Vegas.
Al haber escrito mi tesis sobre la economía de la prohibición, ahora entiendo mucho mejor el valor de El Gran Gatsby. La decadencia que muestra sirve no meramente como excitante para para el lector/espectador, sino como objeto de lección sobre los males de la Ley Seca.
Todo el argumento está ligado íntimamente a la prohibición del alcohol logrado por la 18ª Enmienda a la Constitución. En particular, muchos aspectos de la trama se refieren al mercado negro que se desarrolló en la década de 1920.
La Ley Seca hizo ilegal el alcohol pero no lo eliminó. Los productores ilegales llamados “moonshiners” vendían su producto ilegal a distribuidores ilegales conocidos como “bootleggers” que a su vez lo vendían a establecimiento de venta ilegal conocidos como “speakeasies”. Todo tenía que ser secreto. El proceso estaba supervisado por sindicatos del crimen organizado y bandas callejeras que pagaban sobornos a políticos y policías corruptos. El respeto por la ley llegó a su mínimo histórico.
En el mundo de este mercado negro, los derechos de propiedad se protegían con ametralladoras en lugar de jueces y jurados. El estigma contra las jóvenes que bebían en bares por la noche se vio desplazado por el atractivo de una noche excitante saliendo por el pueblo a beber y escuchar jazz. En lugar de ir estos beneficios a empresarios en competencia, el dinero iba a los bolsillos de matones y aspirantes a matones. El orden social fue reemplazado por el caos. La decadencia cultural fue el paradójico fruto dl movimiento prohibicionista motivado por el puritanismo.
El personaje central de la historia es Jay Gatsby. Gastby viene de una familia muy humilde y es un gran soñador, así como una persona que asume muchos riesgos. Mantiene su pasado oculto en una red de mentiras y medias verdades al querer rehacerse como una persona de riqueza e importancia. Es la personalidad ideal para tener éxito en el mercado negro.
El misterioso Jay Gatsby se convierte así en “asquerosamente” rico vendiendo alcohol ilegal. Durante la Ley Seca, los doctores podían recetar “alcohol medicinal” a sus pacientes para literalmente docenas de males, incluyendo el alcoholismo. Gatsby ve esto como una oportunidad y crea una cadena de droguerías con la ayuda del crimen organizado y los políticos corruptos.
El alcohol ha sido un remedio eficaz para tratar diversos problemas médicos a lo largo de los siglos. Durante la Ley Seca, a los doctores se les pagaba bien por escribir las recetas y a las droguerías también se las recompensaba muy bien por vender “alcohol medicinal”. No he podido encontrar cifras de cuántas recetas se escribieron, pero la que tengo enmarcada en mi oficina es la número E362545, que fue emitida el 13 de agosto de 1931 y cancelada en 1932. He aquí una imagen de una receta, sacada de Wikipedia.
Fue el apogeo de las farmacias. La cadena de droguerías Walgreen’s empezó en la década de 1920 con 20 tiendas en el área de Chicago, pero acabó la década con más 500. Tengo que creer que no fue tanto por sus magníficos batidos, sino por las pintas de Old Grand Dad que pudieron vender a altos precios que contribuyeron a su éxito.
Lo que pasaba con las ventas legales de productos que sin embargo eran ilegales es que solía haber “desvíos”. Es decir, una droguería que podía comprar y vender legalmente alcohol podía también vender sus productos ilegalmente a bares clandestinos, que luego lo revenderían a sus clientes como bebida. Esto estaba pasando claramente en las droguerías de Gatsby.
Antes de la Ley seca, la mayoría de los estadounidenses acostumbraban a beber su whisky “solo” o con agua. Sin embargo, mucha de la ginebra casera e ilegal que se fabricó durante la Ley Seca era de alta potencia, pero baja calidad. El whisky desviado durante los felices 20 llegaba por tanto a altos precios, generando enormes ganancias a propietarios de droguerías como Gatsby.
Para ocuparse de la alta potencia, el mal sabor y a veces los malos olores, los bares clandestinos experimentaron con “cócteles”, que combinaban alcohol con zumos, lácteos y alimentos. Como resultado, se inventaron miles de cócteles distintos al competir los bares clandestinos por el dinero de los clientes.
La Edad del Cóctel podría ser lo único salvable de la Ley Seca, aparte de El Gran Gatsby de Fitzgerald, un testamento de en qué puede convertirse una sociedad torcida y como los Jay Gatsby del mundo pueden alcanzar las estrellas con ayuda de las prohibiciones del gobierno.
Publicado el 15 de mayo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.