El reciente derrumbamiento de una fábrica de ropa en Bangladesh, que ocasionó la muerte, en grandes cifras, de más de 1.100 trabajadores que estaban allí empleados, ha llevado a una furia internacional no solo contra el propietario del edificio sino asimismo contra los diversos vendedores en Estados Unidos y Europa, muchos importantes, que han vendido ropa fabricado en dicho edificio. Se reclama que asuman responsabilidades por las condiciones de trabajo en las fábricas que les proveen y no operen con fábricas que no proporcionen condiciones seguras y humanas y paguen salarios justos.
Esas demandas se basan en la creencia de que, si se les deja libres de interferencia pública, el ánimo de lucro de empresarios y capitalistas les lleva a pagar salarios de subsistencia a trabajadores obligados a trabajar un número intolerable de hora en condiciones infrahumanas. Y además que los beneficios extraídos de los trabajadores de esta manera son en las manos de los capitalistas como una especie de fondo desechable para usos ilícitos, del que al menos una porción más o menos sustancial puede devolverse a los trabajadores de los que se tomó, o usarse en favor de esos trabajadores, sin ningún efecto negativo salvo privar a los capitalistas de parte de sus ganancias impropias. Se da por sentado habitualmente que la razón de que el tipo de condiciones que prevalecen en Bangladesh y el resto del Tercer Mundo no existan en Estados Unidos y Europa Occidental es la existencia de legislación laboral y social y que lo que hace falta es extender esa legislación a los países que aún no la tienen.
Todos los aspectos de esta serie de creencias es incorrecto y sus consecuencias son enormemente destructivas, sobre todo para las masas de trabajadores en el Tercer Mundo que aún viven al borde de la hambruna y que están en peligro de caer en ella al aumentar innecesariamente el coste de emplearlos aumentando arbitrariamente sus salarios u obligando a que se les proporcionen mejores condiciones laborales que deben darse a su costa y que no pueden pagar.
Uno de los principios elementales de la ciencia de la economía es que cuanto mayor sea el precio de algo, menor será la cantidad de ello que se comprará. Esto se aplica a la mano de obra igual que a los bienes. Si los salarios en Bangladesh se aumentan arbitrariamente, se empleará a menos trabajadores en Bangladesh. En ese caso, los trabajadores que habrían ganado salarios bajos no ganarían ningún salario. Se morirán de hambre. Si se obliga a los empresarios en Bangladesh a hacer mejoras en las condiciones laborales de un tipo que no merezca la pena, el coste de estas mejoras representa el equivalente a un aumento en los salarios. Aquí también habrá desempleo. El desempleo solo podría evitarse si los salarios netos de los trabajadores pueden bajar lo suficiente como para compensar el coste de las mejoras. En ese caso, la situación sería comparable a hacer que los trabajadores usen sus salarios ya magros para pagar mejoras que sencillamente no pueden pagar.
No son consecuencias que quieran los defensores de imponer estándares laborales. Lo que quieren son salarios más altos y mejores condiciones laborales. El problema es que no se dan cuenta de lo que es realmente necesario para lograr estos resultados.
Lo que lograría esos resultados es dejar en paz a las empresas en Bangladesh y todo el Tercer Mundo, para que sean todo lo rentables que puedan. (Debería ser evidente que la pérdida de una fábrica y su maquinaria no fue rentable y que aunque pueda ser legítimo denunciar al propietario del edificio por imprudencia y negligencia criminal, es sencillamente absurdo denunciarlo por buscar un beneficio, cuando lo que realmente consiguió y solo podía conseguir mediante esa conducta, fue una pérdida total).
Los altos beneficios que pueden obtenerse en un país del Tercer Mundo, si no lo impiden demasiados obstáculos, se ahorrarían e invertirían con vigor, principalmente en ese país del Tercer Mundo. Como demuestra la experiencia de Taiwán, Corea del Sur y ahora incluso de China, una generación o más de tal proceso generan una enorme acumulación de medios de producción en el país, es decir, numerosas fábricas nuevas, con un equipamiento cada vez mejor. Esto genera una competencia intensa por la mano de obra y así aumenta los niveles salariales. Al aumentar los niveles salariales, los trabajadores pueden permitirse cada vez más aceptar aumentos menores a cambio de mejoras condiciones de trabajo del tipo que debe hacerse a su costa.
La libertad económica, no la interferencia del gobierno, es la vía que sigue la riqueza de las naciones.
Publicado el 23 de mayo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.