La “regla de precio” del oro caracteriza a la propuesta de reforma monetaria expuesta en diversas maneras por una serie de economistas de la oferta, que incluye a Arthur Laffer,[1] Robert Mundell[2] y Jude Wanniski.[3] La formulación detallada de la propuesta de Laffer también sirvió como base de la proposición de la Reserva de Oro, presentada en el Senado por Jesse Helms en enero de 1981.[4]
El plan a alzado de nuevo la cabeza en la H.R. 1576, la “Ley del Billete de Dólar de 2013”, presentada por el congresista Ted Poe y apoyada firmemente por Steve Forbes.
De acuerdo con el esquema de Laffer de la década de 1980, el final de un periodo de transición de tres meses previamente anunciado, la Reserva Federal establecería un precio oficial del oro en dólares “en el precio medio de transacción de ese día en el mercado del oro de Londres”.[5] A partir de esa fecha, la Fed estaría lista para convertir libremente dólares a oro y oro a dólares el precio oficial. Además, “cuando se valoren al precio oficial, la Reserva Federal intentará establecer con el tiempo un valor medio de las reservas de oro en dólares igual al 40% del valor en dólares de su pasivo”.[6] A este nivel de reservas de oro lo llama Laffer, la “cantidad objetivo de reserva”.
Una vez el plan de Leffer estuviera completamente operativo, la Fed tendría completa libertad para dirigir la política monetaria mediante descuentos, operaciones en el mercado abierto, etc., siempre que: el dólar permanezca completamente convertible en oro al precio oficial y la cantidad de reservas reales de oro no se desvíe de la cantidad objetivo de reservas en más de un 25% en cualquier dirección, es decir, la reservas de oro no caigan por debajo del 30% o aumenten por encima del 50% en el pasivo de la Fed, lo que se conoce asimismo como “base monetaria”. Sin embargo, si las reservas de oro disminuyeran a un nivel entre el 20% y el 30% de su pasivo, la Fed perdería toda libertad para determinar la base monetaria, que, en ese caso, estaría completamente paralizada el nivel existente. Si, a pesar de esto, la reservas de oro continuaran disminuyendo hasta entre un 10% y un 20% del pasivo de la Fed, esta estaría obligada legalmente a reducir la base monetaria a un ritmo de un 1% mensual.
Si estas medidas resultan incapaces de detener la caída del valor en dólares de las reservas de oro antes de que llegue a menos del 10% del pasivo de la Fed, entonces:
La convertibilidad del dólar se suspendería temporalmente y el precio del oro en dólares se dejaría libre para un periodo de ajuste de tres meses.
Durante este periodo temporal de inconvertibilidad, se obligará a las autoridades monetarias a suspender todas las acciones que afecten a la base monetaria. Repito que el precio del oro se restablecería como antes y se reinstauraría la convertibilidad.[7]
El plan de Laffer también incluye “una serie simétrica de políticas indicadas” que se implementarían en el caso de que las reservas reales de oro excedan la cantidad objetivo de reserva.
Debe apuntarse primero que la propuesta de reforma monetaria de Laffer, independientemente de sus méritos y defectos, no es una copia del patrón oro. Más bien es un esquema de un plan complejo para limitar legalmente a la autoridad monetaria para que siga una “regla de precio” al determinar la oferta de dinero fiduciario en la economía. De hecho, como ha dejado claro recientemente el propio Laffer, el oro no tiene ningún papel necesario en la implantación de esa regla de precio. Según Laffer y Miles:
La Fed instituiría su “regla de precio” del dólar, estabilizando el valor del dólar en términos de un patrón externo. Este patrón sería un solo material o una cesta de materiales (un índice de precios). (…)
Independientemente de qué patrón externo se elija, hay dos reglas básicas del comportamiento de la Fed bajo la regla del precio. Primero, si el precio en dólares del patrón empieza a aumentar (el dólar empieza a perder valor), la Fed debe reducir la cantidad de dólares mediante ventas de bonos, moneda extranjera, oro u otros productos en el mercado abierto. Segundo, si el precio en dólares empieza a caer (el dólar aumenta de valor) el Fed debe aumentar la cantidad de dólares mediante compras de bonos, moneda extranjera, oro u otros productos en el mercado abierto. La Fed está a cargo de mantener el valor o precio del dólar estable con respecto al patrón externo.[8]
Comparemos esto con la explicación de Forbes del plan de Poe de 2013:
Al contrario que en los viejos tiempos, no necesitamos montones del metal amarillo para que opere un nuevo patrón. Según el plan de Poe (una postura que apoyo desde hace mucho tiempo), el dólar de fijaría en oro a un precio concreto. Digamos que se hace a 1.300$, por ejemplo. Si el precio del oro llegara a estar por encima de eso, la Reserva Federal vendería bonos de su cartera, eliminando así dólares de la economía para mantener el nivel de 1.300$. Por el contrario, si el precio del oro estuviera por debajo de los 1.300$, la Fed “imprimiría” nueva moneda comprando bonos, inyectando así efectivo en el sistema bancario.
Aunque se elija al oro como el “patrón externo” en el régimen de regla de precio, no es en sí mismo dinero, como en el caso de un verdadero patrón oro, sino simplemente “el activo de intervención” o “la cosa por la que se intercambian dólares”.[9]
Cuando eliminamos esta pátina de oro, la regla del precio de Laffer y Poe resulta ser una técnica pensada para controlar la inflación bajo el actual patrón de dinero fiduciario. Así que difiere solo en detalles técnicos de la regla cuantitativa defendida por los monetaristas. Laffer y Miles lo admiten cuando dicen: “en un mundo sin cambios en el que toda la información está disponible libremente, por supuesto habría una ‘regla cuantitativa’ que se correspondería con una ‘regla de precio’ concreta”.[10] De hecho, Miles y Laffer prefieren una regla de precio a una regla cuantitativa porque creen que, bajo el actual sistema monetario, la primera es técnicamente superior a la segunda a la hora de “restringir la oferta de dólares”.[11]
En un examen más detallado, la postura de Laffer/Poe/Forbes resulta ser, en esencia, una especia de “monetarismo de regla de precio”, a pesar de sus referencias al oro. El defecto más serio en ambas variantes del monetarismo es que no se ocupan de la causa subyacente de la inflación, que es el monopolio público de la oferta de dinero. Es verdad en el plan de Laffer a pesar de la compleja serie de sanciones legales que se invocarían contra las autoridades legales por sus violaciones de la regla de precio. Pues, al final, esas sanciones, aunque se aplicaran rigurosamente, no impiden la inflación, sino que responden meramente a un fait accompli. Esto es reconocido implícitamente Laffer, que incluye en su plan una provisión para “periodos temporales” de inconvertibilidad del dólar. Estos reajustarían el precio oficial del oro tras episodios sostenidos de inflación monetaria que hagan que las reservas de oro caigan por debajo del nivel más bajo legalmente permisible.
Además, como en el caso de la reserva de certificados de oro, podemos apelar a la historia para evidencias respecto del éxito de la regla de precio del oro en frenar el flujo de la divisa fiduciaria del gobierno. No tenemos que ir más allá del no lamentado final del sistema de Bretton Woods (1946-1971). Bajo este sistema de “tipo de cambio fijo”, la autoridad monetaria de EEUU seguía una regla de precio del oro, comprando y vendiendo oro a un precio fijado artificialmente en 35$ la onza. Las autoridades monetarias extranjeras, por otro lado, buscaban una regla de precio del dólar, manteniendo sus respectivas divisas nacionales convertibles en dólares e un precio fijo. Según Laffer y Miles, “mientras se siguieran las reglas del sistema, la oferta de todas las divisas estaría limitada a una relación estricta de precios entre sí y con el oro”.[12]
Por desgracia, “las reglas del sistema” estuvieron sometidas a numerosas y repetidas violaciones y evasiones del gobierno, incluyendo frecuentes “reajustes” abiertos de las reglas de precio, es decir, devaluaciones en los tipos de cambio, cuando se convertían en restricciones incómodas para las políticas inflacionistas seguidas por gobiernos concretos.[13] No hace falta decir que el sistema de Bretton Woods no impidió el desarrollo de una inflación mundial que puso de rodillas al sistema en 1968 y llevó a su desplome final en 1971.
Después de apuntar correctamente las manipulaciones políticas implicadas en el destrucción del sistema Bretton Woods,[14] Laffer y Miles explican claramente las razones por las que los gobiernos prefieren y se benefician de la eliminación de todos y cada uno de los controles sobre su poder para inflar la oferta monetaria:
¿Por qué deberían inclinarse los gobiernos hacia el aumento de la oferta monetaria a un ritmo más rápido? Hay esencialmente dos incentivos: un incentivo político y otro financiero. El incentivo político es la supervivencia política. Muchos políticos, especialmente los que buscan la reelección, están familiarizados con la teoría de que aumentos en la oferta monetaria promueven el gasto, aumentan el PIB y reducen del desempleo. Estos cambios a su vez se supone que hacen que los ciudadanos del país vean más amablemente al gobierno responsable. Aunque pueda haber cierta validez en esta teoría, por desgracia se implanta a menudo bajo la idea de que si una pequeña creación de dinero es buena, una grande debe ser aún mejor.
El motivo financiero para imprimir dinero es el hecho de que mientras que la moneda prácticamente no tiene costes de fabricación, puede utilizarse para comprar bienes y servicios. El señoreaje resultante representa ingresos para el gobierno. Los ingresos así conseguidos significan menos ingresos conseguidos de otra manera, por ejemplo, mediante impuestos directos.
Dados estos incentivos para imprimir dinero, puede verse por qué la eliminación de las restricciones monetarias a los gobiernos tiende a crear inflación en lugar de deflación.[15]
Dado este reconocimiento de la poderosa inclinación inflacionista creada en el proceso político y del fracaso histórico de las reglas monetarias de precio para controlar esa inclinación, al defensa de Laffer de una regla renovada de precio del oro ha sido siempre algo misterioso.
A la vista de los defectos propios de todas las variedades de la regla de precio del oro, Forbes y Poe deberían revisar seriamente su defensa de su resurrección.
[Este artículo se ha adaptado de un extracto de Money Sound and Unsound, de Joseph T. Salerno]
[1] Arthur Laffer, Reinstatement of the Dollar: The Blueprint (Rolling Hill Estates, Calif.: A.B. Laffer Associates, 1980). Ver también Arthur B. Laffer and Charles W. Kadlec, “The Point of Linking the Dollar to Gold”, Wall Street Journal (13 de octubre de 1982): p. 32. [2] Robert A. Mundell, “Gold Would Serve into the 21st Century”, Wall Street Journal (30 de septiembre de 1981): p. 33. [3] Jude Wanniski, The Way the World Works (Nueva York: Simon and Schuster, 1978), especialmente pp. 161-167. Ver Wanniski, “A Job Only Gold Can Do”, New York Times (27 de agosto de 1981): p. A31. [4] El texto de la proposición se reproduce en Ernest P. Welker, “Plans to Revive the Gold Standard”, Economic Education Bulletin 20, nº 10 (Great Barrington, Mass.: American Institute for Economic Research, 1980), pp. 7-9. [5] Laffer, Reinstatement of the Dollar, p. 4. [6] Ibíd. [7] Ibíd, p. 5. [8] Arthur B. Laffer y Marc A. Miles, International Economics in an Integrated World (Glenview, Ill.: Scott, Foresman and Co., 1982), pp. 399-400. [9] Ibíd., p. 400. [10] Ibíd., p. 401. [11] Ibíd. [12] Ibíd., p. 260. [13] Para explicaciones de la quiebra del sistema de Bretton Woods, ver Jacques Rueff, The Monetary Sin of the West, trad. Roger Glémet (Nueva York: Macmillan Co., 1972) [El pecado monetario de Occidente (Barcelona: Dopesa, 1971)] y Guillaume Guindey, The International Monetary Tangle: Myths and Realities, trad. Michael L. Hoffman (White Plains, N.Y.: M.E. Sharpe, Inc., 1977). [14] Laffer y Miles, International Economics, pp. 259-262. [15] Ibíd., pp. 397-398.
Publicado el 29 de mayo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.