[Nota del editor: Este artículo no contiene spoilers]
La popular serie de HBO, Juego de tronos acaba su tercera temporada este domingo, entre preocupaciones por los fans de la rápida desaparición de personajes. La serie se basa en la intricada saga de George R.R. Martin, Canción de hielo y fuego, que se ha convertido en inspiración para comentarios de todas clases. Y aunque sus personajes complejos y ambiguos moralmente hayan atraído a muchos analistas políticos y literarios, hay importantes lecciones económicas también a aprender de los libros.
El relato de Martin toca varios asuntos económicos, desde la implicación de no tener un sistema económico en absoluto a los problemas del dinero y las finanzas públicas. En otro artículo (y en una entrevista) hemos explicado estos últimos problemas y cómo los gobernantes del continente de Poniente recurren a los métodos tradicionales de financiación pública: impuestos, préstamos e inflación.
Los medios políticos y económicos
En este artículo, explicaremos algunas de las demás implicaciones económicas de la serie, especialmente ideas acerca del orden social y el papel de la cooperación pacífica y el dinero desempeñan en la organización de la sociedad. Es conocido que Franz Oppenheimer distinguía entre los “medios políticos” y los “medios económicos” de organizar la sociedad. Los primeros incluyen la redistribución forzosa de la riqueza; sin embargo la riqueza solo la cran los implicados en los medios económicos de organización, que incluyen la producción, el comercio y el intercambio pacíficos (1926, pp. 24-27).
Esta distinción brilla bastante claramente en Canción de hielo y fuego. Por ejemplo, pueblos tan distintos como los dothraki y los hombres del hierro son buenos ejemplos de los medios políticos. Ambas sociedades producen poco o nada por sí mismas, por el contrario se dedica a la violencia y el saqueo. Un ejemplo perfecto se encuentra en el lema de la Casa Greyjoy, que proclama “Nosotros no sembramos”. La consecuencia por supuesto es que los hombres de las Islas del Hierro solo recogen los frutos de lo que otros han sembrado.[1] El lema de los Greyjoy es una descripción muy apropiada del estado, que es una institución fundamentalmente parásita que depende del saqueo de pueblos productivos para su supervivencia.
Pero la distinción entre los medios políticos y económicos aparece también en casos más sutiles. Incluso en las partes relativamente pacíficas del reino en donde se mantiene el orden civil y la explotación es menos evidente, está claro que los intereses de los gobernantes y los gobernados son distintos, como los medios para conseguir la prosperidad. Martin llega al meollo de la cuestión en una conversación entre Daenarys Targeryan y su acompañante, Ser Jorah Mormont. Daenarys cree que el reino que una vez gobernó su familia se alzará en apoyo de la reclamación del trono por parte de su hermano. Señala que “la gente común le espera. El magíster Illyrio dice que cosen insignias de dragones y rezan para que Viserys vuelva cruzando el mar angosto para liberarlos”. La respuesta que recibe es sencilla, pero ingeniosa:
“La gente común reza por la lluvia, la salud de los hijos y que el verano no acabe nunca”, le dijo Ser Jorah. “No les importa si los grandes señores juegan a su juego de tronos, mientras se les deje en paz”. Se encogió de hombros. “Nunca lo hacen”.
La idea de que el comportamiento político es esencialmente saqueo criminal es común en Canción de hielo y fuego. En otro pasaje, Davos Seaworth reflexiona sobre la carrera de su amigo y compañero navegante, Salladhor Saan, que es “un contrabandista (…) así como un comerciante, un banquero, un conocido pirata y se hace llamar el príncipe del Mar Angosto”. Luego Davos concluye para sí: “Cuando un pirata se hace suficientemente rico, hacen de él un príncipe”.[2]
Dinero y sociedad
Además de explicar la esencia del gobierno, la serie contiene también otras ideas económicas. Un ejemplo importante es la fuerte comprensión de la narración del papel que desempeña el dinero en la sociedad. En particular el desarrollo del relato proporciona instantáneas de distintas etapas de desarrollo económico y estas están fuertemente relacionadas con las percepciones de la actividad económica y el dinero de diferentes culturas.
Ejemplos evidentes son los señores a caballo dothraki, el grupo descentralizado de tribus guerreras que vagan por el continente oriental. Los dothraki no comercian en absoluto y los más cerca que llegan a estar de una interacción social pacífica es un sistema algo vago de intercambio de regalos. Por tanto no usan dinero y su civilización refleja plenamente este hecho.
Sin un sistema de intercambio indirecto, son incapaces de desarrollar bienes de capital, basándose por el contrario en las ganancias redistribuidas de la conquista para poder sobrevivir. Son en buena parte nómadas, faltándoles la capacidad (o el deseo) de producir o comerciar. De hecho, las únicas estructuras permanentes en la ciudad de Vaes Dothrak las construyeron esclavos extranjeros, utilizando materiales saqueados. La falta de una sociedad compleja puede atribuirse a su rechazo a dedicarse a la actividad económica y consecuentemente a adoptar un medio de intercambio. Como el dinero hace posibles las decisiones emprendedoras necesarias para el desarrollo económico, el cálculo económico es por tanto igual de imposible para los dothraki como lo es para una sociedad socialista.
Una segunda fase del desarrollo económico se representa con los “salvajes” que viven más allá del Muro, al norte de los Siete Reinos. No tienen autoridad política centralizada y se refieren orgullosamente a si mismos como el “pueblo libre”.[3] Aunque no tan desarrollados como la economía de los Siete Reinos, y asimismo sin dinero, los salvajes están más avanzados que los dothraki. La actividad económica sí existe, en forma de relaciones de trueque entre grupos relativamente pacíficos. Sin embargo, debido a la guerra constante con los pueblos al sur del Muro, los hombres libres no pueden dedicarse a un comercio sostenido, una planificación a largo plazo o a la cooperación social. Obligados al ostracismo por la sociedad, se limitan a sobrevivir en un entorno pobre en recursos, sin alcanzar más que un mínimo desarrollo económico.
En tercer lugar, los hombres del hierro, como los Greyjoy, son un caso intermedio respecto del dinero. Su obsesión por la conquista les lleva a despreciar el comercio y el uso del dinero, de lo que se burlan como “pagar el precio del oro”. Dentro de su cultura, los hombres deben por el contrario pagar el “precio en hierro” por cualquier adorno que vistan o lujo del que disfruten: en otras palabras, todo lo que tenga valor que uno posea debe tomarse del cuerpo de un enemigo matado. A pesar de haber sido integrados parcialmente, por la fuerza, en la vida económica y social de los Siete Reinos, los hombres del hierro hacen un esfuerzo consciente por mantener su antiguo modo de vida basado en la expropiación. Consecuentemente, restringen su uso del dinero a una esfera relativamente estrecha.
Puede encontrarse un nivel más alto de complejidad económica en los Siete Reinos de Poniente. La política de los Siete Reinos es similar a la de una sociedad feudal, en la que “los hombres se hacen ricos por la guerra y la conquista y mediante la generosidad del soberano. Los hombres se vuelven pobres si son derrotados en la batalla o si pierden el favor del monarca” (Mises, 2006, pp. 158). Hayáis leído o no los libros, el relato resulta familiar. Ante la dificultad de financiar una guerra aparentemente interminable, el Maestro de la Moneda (un puesto equivalente a un ministro de finanzas) inventa nuevos impuestos, pero estos solo funcionan si el pueblo es capaz de pagarlos. Los gobernantes son dolorosamente conscientes de que “la mitad de los lores en el reino no podrían diferenciar los impuestos de la tiranía y se volverían al usurpador más cercano en un momento si les ahorrara un cobre gastado”. Tomar prestado también es algo que sirve a la corona. Pero aunque dé la impresión de proporcionar comida gratis, es sin embargo costoso y no ofrece soluciones duraderas. En un momento de la historia, Cersei Lannister sueña con fundar su propio banco como fuente permanente de fondos. Así que el último recurso es crear dinero, lo que hace Lord Meñique mediante la práctica (históricamente habitual) de empequeñecer la moneda.
Aunque no tan militarizadas como los hombres del hierro, las guerras frecuentes entre las familias gobernantes de Poniente destruyen periódicamente la riqueza acumulada del “pueblo bajo”, como lo llaman los nobles. Debido a las luchas casi constantes, mucha gente en los Siete Reinos pugna por vivir de un día para otro. Ahorrar, por ejemplo, es casi imposible para el pueblo llano e incluso caballeros y nobles tienen dificultades en apartar algo. No sorprende por tanto que la economía no evolucione generalmente más allá de las primeras etapas de acumulación de capital y parezca haberse estancado en el mismo nivel de desarrollo durante miles de años. Las industrias que parecen prosperar y muestran un mayor desarrollo tecnológico son las industrias bélicas, en perjuicio de las empresas pacíficas y productivas. Los armeros y constructores de barcos, por ejemplo, se describen claramente como beneficiarios de la confusión política.
Dada la centralización del gobierno en los Siete Reinos y la compleja red de relaciones en busca de rentas y de adquirir poder que conlleva, no sorprende que sean comunes ejemplos obvios de gasto público desperdiciado. El torneo de Robert Baratheon requiere un total de “noventa mil piezas de oro” solo en premios. Además, como Robert quiere una “fiesta prodigiosa”, el Maestro de la Moneda ha de pagar, entre otros, a “cocineros, carpinteros, camareras, cantantes, juglares [y] bufones”. El Consejo se apresura a argumentar (lo que lleva a la falacia de la ventana rota) que “el reino prospera” con esos acontecimientos y que el gasto desaforado en torneos también proporciona “a los grandes la posibilidad de gloria y a los pequeños un respiro en sus problemas”. Se usa el mismo razonamiento para justificar otro gastos exagerados, como la extravagante vado del rey Joffrey.
Las economías más desarrolladas en Canción de hielo y fuego se encuentran en las llamadas Ciudades Libres. Las nueve ciudades-estado al otro lado del Mar Angosto muestran “multitud de templos y torres y palacios”, el doble de grande los que hay en Poniente y son bien famosas por su comercio de tapices, alfombras, encajes, vinos y especias. Cosmopolitas y políglotas, las Ciudades Libres tienen asimismo sectores muy rentables de prestamistas: “Cada una de las Nueva Ciudades Libres tenía su banco y algunas tenían más de uno, luchando por cada moneda como perros por un hueso”. Los bancos proporcionan ayuda financiera a extranjeros, especialmente a las familias nobles de los Siete Reinos y su reputación les hace jugadores clave en el juego de tronos: “cuando los príncipes no pagan al Banco del Hierro, aparecen nuevos príncipes de la nada y les quitan sus tronos”.
Las Ciudades Libres no son ajenas a la lucha política, obteniendo la libertad que tienen con un alto coste. Braavos, ahora la ciudad más joven y poderosa, fue fundada por esclavos refugiados, que desde entonces han prosperado hasta eliminar la esclavitud en todas las Ciudades Libres.
Otros han aprendido también duras lecciones económicas. Volantis era la más antigua y grande de las Ciudades Libres, pero perdió su riqueza en un vano intento de conquistar a las otras. Los gobernantes de Volantis “favorecieron la espada, mientras los mercaderes y prestamistas defendían el comercio. (…) Después de un siglo de guerra, Volantis se encontró rota, quebrada y despoblada”. Solo volvió a la prosperidad después de renunciar a sus aspiraciones militares y reanudar la actividad comercial pacífica.
Para terminar, merece la pena apuntar que Canción de hielo y fuego está basada en buena medida en la historia medieval, que mostraba su parte de guerra y destrucción económica. Ya sea historia o fantasía, el juego de tronos (el uso de medios políticos) impide la expansión de ideas económicas sensatas e impide buenas políticas económicas. Gracias a los Siete Reinos y su adicción al juego de tronos, en lo que se refiere a la paz y la prosperidad de Poniente, lo único que cabe asegurar es que se acerca el invierno.
Referencias
Martin, George R. R. 1996. A Song of Ice and Fire: A Game of Thrones. Nueva York: Bantam Books. [Juego de tronos (Barcelona: Gigamesh, 2005]
Martin, George R. R. 1999. A Song of Ice and Fire: A Clash of Kings. New York: Bantam Books. [Choque de reyes (Barcelona: Gigamesh, 2006]
Martin, George R. R. 2000. A Song of Ice and Fire: A Storm of Swords. New York: Bantam Books. [Tormenta de espadas (Barcelona: Gigamesh, 2013]
Martin, George R. R. 2005. A Song of Ice and Fire: A Feast for Crows. New York: Bantam Books. [Festín de cuervos (Barcelona: Gigamesh, 2007]
Martin, George R. R. 2011. A Song of Ice and Fire: A Dance with Dragons. New York: Bantam Books. [Danza de dragones (Barcelona: Gigamesh, 2013]
Mises, Ludwig von. 2006. The Causes of the Economic Crisis. Auburn Al: Ludwig von Mises Institute.
Oppenheimer, Franz. 1926. The State: Its History and Development Viewed Sociologically. Nueva York: Vanguard Press.
[1] Por ejemplo, Balon Greyjoy se presenta a sí mismo como “lord Segador”. [2] Su sentimiento es similar al que se encuentra en la historia de San Agustín acerca de Alejandro Magno t el pirata: Desparecida la Justicia, ¿qué son entonces los reinos salvo grandes robos? ¿Pues qué son los propios robos, sino pequeños reinos? La propia banda está hecha de hombres, está gobernada por la autoridad de un príncipe, está unida por el pacto de la confederación, el botín se divide por las normas acordadas. Si, por la admisión de hombres dejados, aumenta el mal en tal grado que se consigue lugares, fija moradas, toma posesión de ciudades y somete pueblos, asume más abiertamente el nombre de un reino, porque la realidad se lo permite ahora manifiestamente, no por la eliminación de la codicia, sino por el añadido de la impunidad. De hecho, es una réplica correcta y veraz que dio a Alejandro Magno un pirata que había sido apresado. Cuando el rey le preguntó qué buscaba manteniendo una posesión hostil del mar, respondió con gran orgullo: “Lo que tú buscas apropiándote de toda la tierra, pero como lo hago en un pequeño barco, se me llama ladrón, mientras que los que lo hacéis con una gran flota se os llama emperadores”. [3] El lenguaje utilizado para describir a los pueblos de más al norte revela profundos sentimientos políticos. Los sureños se refieren a los norteños como “salvajes” y consideran bárbaro su insumiso modo de vida. Sin embargo, los norteños se refieren a sí mismos como “pueblo libre” y se burlan de la gente del sur del Muro (que son todos parte de un estado u otro) llamándolos “arrodillados”.
Publicado el 7 de junio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.