El Banco de Japón se acaba de embarcar en una de las políticas más inflacionistas nunca realizadas. Prometiendo inyectar 1,4 billones de dólares en la economía a lo largo de los próximos dos años, la política trata de generar una inflación de precios del 2% y depreciar más el yen. La idea es luchar contra la “deflación” y aumentar las exportaciones.
El resultado final de esta política será seguramente un mayor balance en el Banco de Japón (está previsto que casi se doble hasta 2,9 billones de dólares). A pesar de ser menos de lo que era hace 25 años, el índice de la bolsa japonesa ha aumentado un 70% desde noviembre del año pasado. Por mi feliz que haya sido la gente con los precios bursátiles más altos, los efectos económicos acabarán siendo dañinos; de hecho, la reciente caída en los precios de las acciones anticipa aún más problemas a la vista.
En mi propia contribución al libro recién publicado de Guido Hülsmann, The Theory of Money and Fiduciary Media, hago una crítica de estas mismas políticas: expansiones de la oferta monetaria dirigidas a estimular la producción mediante la manipulación del tipo de cambio. En el centenario de la publicación de La teoría del dinero y del crédito de Ludwig von Mises, podemos ver que Mises ya se había ocupado del tema de la depreciación de la divisa de una forma superior a la economía monetaria moderna. Además, con el refinado de su teoría del ciclo económico en su libro La acción humana, vemos que Mises también explicó los efectos perjudiciales de esas políticas monetarias expansivas.
El tipo de cambio determina el precio que un extranjero tendrá que pagar por un bien producido nacionalmente. Los aumentos en la oferta monetaria generarán presiones inflacionistas en los precios que llevarán a aumentar los precios. Esto lleva a un tipo de cambio más alto, lo que significa que hace falta más divisa nacional para comprar una unidad de divisa extranjera. Esto hace más barato a los extranjeros comprar nuestros bienes, así que aumentan las exportaciones. Conclusión: los países pueden estimular las exportaciones y aumentar el número de empleos en los sectores exportadores inflando su oferta monetaria.
Por desgracia, la historia no acaba aquí.
Depreciar tu divisa sí hace que tus bienes exportados sean más baratos para que los compren los extranjeros. Sin embargo también hace más caro que compres bienes importados. Esto ayuda a cerrar un déficit comercial y reduce la inversión extranjera en tu economía. Sin embargo, si los bienes que vendes a extranjeros están compuestos por muchas entradas que tienes que comprar a extranjeros el efecto será aumentar tus costes de producción.
Por tanto, los exportadores japoneses pagarán más por las entradas que necesitarán importara para fabricar los mismos bienes que pretenden vender a los extranjeros. Este efecto es especialmente notable en países que grandes mercados exportadores, pero con solo una pequeña capacidad de suministrar las entradas de bienes destinados a la exportación. Ninguna economía se ajusta a esta descripción mejor que Japón.
La clave en Mises estaba en mirar los efectos a largo plazo de dicha política y en el proceso examinaba ´también la lógica detrás de los resultados a corto plazo.
La ineficacia de la política a largo plazo se hace evidente cuando uno entiende cómo interactúan los precios (tanto nacionales como extranjeros) para determinar los tipos de cambio. Las exportaciones se promoverán a corto plazo, aunque el efecto se anulará en el largo plazo una vez se ajusten los precios.
Si la política es ineficaz a largo plazo Mises demostró que las ganancias a corto plazo son ilusorias. La misma política monetaria dirigida a depreciar la divisa para promover el comercio internacional traerá caos nacional.
Una mayor inflación monetaria reducirá los tipos de interés. Un resultado de esta política serán mayores gastos de consumo (lo que Mises llamaba “exceso de consumo”) ya que los consumidores ahorran menos y gastan más. El otro resultado de reducción de ventas reales es aquello a lo que Mises se refería como malas inversiones. Los planes de producción deben suministrar no solo la cantidad de bienes que los consumidores quieren en el presente, sino asimismo orientar estos planes de producción a producir bienes en el futuro. El tipo de interés es lo que coordina todos estos planes a lo largo del tiempo y es lo que los empresarios utilizan para determinar cuándo producir bienes y cuánto tiempo debería emplear un proceso de producción. Los efectos negativos de distorsionar el interés solo se manifestarán mucho más tarde.
Alterar el tipo natural de interés mediante una política monetaria inflacionista desequilibra tanto el consumo como los planes de producción. La economía acaba sucumbiendo a un ciclo económico austriaco al tratar de volver a ponerse en pie y de pasar a un patrón más sostenible.
Cuanto más cambien las cosas, más permanecerán igual. Ludwig von Mises fue capaz de identificar correctamente los defectos de las políticas monetarias expansivas hace más de 100 años. Los políticos aún tienen que aprender estas importantes lecciones y consecuentemente continúan perjudicando a sus países con los resultados de estas medidas fracasadas.
Publicado el 3 de junio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.