La corrupción friedmanita del capitalismo

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A lo largo de todo su nuevo libro, The Great Deformation: The Corruption of Capitalism in America, David A. Stockman critica a la Escuela de Chicago, especialmente a su lider intelectual durante la última mitad del siglo XX, Milton Friedman. Recoge la paradoja de la llamada Escuela de libre mercado de Chicago ya en la primera página de su prólogo, cuando escribe acerca dela “captura del estado, especialmente de su banco central, la Reserva Federal, por las fuerzas del capitalismo corporativo profundamente adversario a los mercados libres y la democracia”.

Esto es profundamente paradójico porque fueron economistas de la Escuela de Chicago, como George Stigler, los que escribieron de la “teoría de la captura de la regulación” respecto del sector camionero, el sector aeronáutico y muchos otros. Es decir, generaron docenas de artículos de investigación demostrando cómo las agencias regulatorias públicas creadas ostensiblemente para regular sectores “por interés público” se ven más a menudo “capturadas” por el propio sector y luego usadas no para proteger al público sino para aplicar disposiciones de precios de cártel.

Todo esto era economía de libre mercado buena, sólida y aplicada, pero al mismo tiempo los miembros de la Escuela de Chicago ignoraban la captura mayor y más importante de todas: la creación de la Fed. La Escuela de Chicago simplemente ignoraba el hecho evidente de que la Fed se creó como un mecanismo de aplicación e un cártel público para el sector bancario, durante una época en que se crearon muchos otros tipos de instituciones regulatorias para el mismo fin (es decir, regulación del “monopolio natural”).

La Escuela de Chicago no solo ignoraba esta flagrante omisión en su tradición de la “teoría de la captura” de investigación en regulación: también ignoraba el análisis económico realista de la toma de decisiones políticas que era una parte importante de la investigación de los dos más famosos premios Nobel de la Escuela de Chicago después de Friedman: George Stigler y Gary Becker. Stigler y Becker publicaron algunos artículos importantes en el cambio de lo que se conoce como la elección pública o la economía de la toma de decisiones políticas. El propio Friedman fue durante mucho tiempo asesor de políticos republicanos, así que nadie puede argumentar de manera creíble que los economistas de la Escuela de Chicago fueran ingenuos respecto de las realidades de la política.

Sin embargo si el monetarismo friedmanita era ingenuo respecto de la realidad política. El defecto fatal de la famosa “regla monetaria” de Friedman de crecimiento constante de la oferta monetaria en el rango del 3-4% se basaba en la suposición de que un presidente de la Fed similar a una máquina buscaría altruistamente el interés público aplicando la regla monetaria de Friedman. Según Friedman, escribe Stockman, “la inflación se extinguiría rápidamente si la oferta monetaria se anclara a una tasa de crecimiento fija e inquebrantable, como un 3% anual”. Esta era la suposición esencial detrás del monetarismo y desmentía todo lo que se suponía que sabían los miembros de la Escuela de Chicago acerca de la realidad política. En otras palabras, el monetarismo friedmanita nunca fue una posibilidad realista, pues como decía frecuentemente el propio Friedman de todas las instituciones públicas salvo la Fed, una institución pública que no sea política es tan probable como que un gato ladre como un perro. La regla monetaria de Friedman, concluye Stockman, era “básicamente una necedad académica”. Se burla de la idea de una “regla monetaria” como la “idea de que el FMOC [Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal] funcionaría como un fiel eunuco monetario, prestando atención a la evolución del M1 y ajustando hábilmente el dial en cualquier dirección ante cualquier desvío del objetivo del 3%”. Era una “completa fantasía”, dice Stockman, y un ejemplo extremo de “ingenuidad política”.

Stockman también pone en vereda a Friedman y la Escuela de Chicago al escribir que “Friedman se equivocó completamente sobre la Gran Depresión y concluyó erróneamente que un respeto indebido a la normas del patrón oro por la Fed durante 1929-1933 habría generado su fallo en no realizar compras agresivas de deuda pública en el mercado abierto”. Stockman rebate la idea de que la Fed no inyectó suficiente liquidez en el sistema bancario apuntando sencillamente que “no había escasez de liquidez” durante este periodo y “los bancos comerciales no estuvieron limitados en absoluto en su capacidad de hacer préstamos o generar depósitos a la vista (M1). “Así que Friedman se alineó con los planificadores centrales”, escribe Stockman, en “pretender que los (…) miles de bancos que ya tenían reservas extraordinarias deberían haber recibido más y más reservas hasta que empezaran a prestar y crear depósitos de acuerdo con los dictados del evangelio monetarista”. Como hecho histórico, apunta Stockman, “las reservas extraordinarias en el sistema bancario crecieron enormemente durante el periodo de cuarenta y cinco meses, lo que significa exactamente lo contrario a una severidad monetaria” (es decir, el principal argumento de Friedman). Así que “simplemente no es posible que la severidad monetaria causara la Gran Depresión”.

El actual presidente de la Fed, Ben Bernanke, basó su carrera académica en la falsa teoría friedmanita de la Gran Depresión, escribe Stockman. “La única contribución [de Bernanke] a esta proposición verdaderamente equivocada fueron unos pocos ensayos que consistían principalmente en densas ecuaciones matemáticas. Mostraban la innegable correlación entre el desplome del PIB y la oferta monetaria, pero no probaban ninguna causalidad en absoluto”. Así que al viejo dicho sobre “cómo mentir con estadísticas” se unía “cómo equivocar con modelos matemáticos”.

Stockman defiende que la teoría austriaca del ciclo económico es una fuente mucho más fiable de comprensión de la Gran Depresión. “La Gran contracción de 1929-1933 se basó en la burbuja de deuda y especulación financiera que se creó en los años previos a 1929”, escribe, y “no a errores cometidos por la Fed después de que estallara la burbuja”. La teoría monetaria de Friedman, en otras palabras, no se basaba en “economía positiva” o realidad histórica, sino que se suponía que era “una verdad a priori”, sencillamente porque su autor era el “gran” Milton Friedman. En todo caso, toda la teoría de la Gran Depresión de Friedman ha sido “demolida” por su discípulo intelectual, Ben Bernanke, que aumentó las reservas extraordinarias del sistema bancario de EEUU de 40.000 millones de dólares a 1,7 billones en 2012 con pocos o ningún efecto apreciable en la economía real.

Tal vez el mayor pecado de Friedman, según Stockman, fue ser el “cerebro” tras la orden ejecutiva de Richard Nixon de 1971 que eliminó las limitaciones del patrón oro sobre la impresión de dinero. Friedman por tanto ayudó a la institucionalización de “un régimen que permitía a los políticos gastar crónicamente sin impuestos”, escribe. Paradójicamente “el economista conservador moderno más famoso de la nación se convirtió en el padre del Gran Gobierno, los déficits crónicos y la quiebra fiscal nacional”. “A todos los efectos prácticos (…) fue Friedman que cambió el fundamento de la oferta monetaria de la nación del oro a los bonos del Tesoro”.

Stockman describe la ingenuidad política de Friedman como alucinante. “Friedman nunca contempló la posibilidad de que una vez que el banco central se hubiera librado de la férrea disciplina de proteger sus reservas de oro, caería en las manos de activistas monetarios y planificadores centrales” y de que la Fed “se convertiría en una fuente de justificaciones para una incesante intromisión e intervención en los mercados financieros”. Imprimiendo dólares con abandono imprudente, la Fed alimento los auges de materias primas en la década de 1970, seguidos por declives y crashes y luego hizo los mismo con los mercados bursátiles e inmobiliarios en las posteriores décadas.


Publicado el 31 de mayo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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