La recuperación inorgánica

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Hay algo afectado, algo no creíble, algo propio del agit-prop, acerca de todos los parabienes por la gloriosa recuperación económica que se supone estamos experimentando. Incluso algunos de los más entusiastas de la recuperación no llegan a creérsela.

Pienso en el reportero de la Nacional Public Radio, quien hace unos días, al final de una sección, ofreció un aviso de pasada advirtiendo que la crisis no había llegado a un final “orgánico”, sino que más más bien se había detenido artificialmente por la intervención gubernamental.

Es una aceptación intrigante, que sugiere que ni siquiera este reportero cree realmente en lo que se anuncia. Está claro que yo no. De hecho, tengo serias dudas acerca de que ni siquiera los defensores de esta trola se la traguen.

Lo que daba a entender ese reportero es la diferencia crucial entre una recuperación que surge de la estructura de la economía de mercado y una que viene impuesta desde fuera. La primera es sostenible, una base para un crecimiento futuro. La segunda no es sostenible. Sólo dura lo que dura el estímulo.

El problema más grave sigue siendo el desempleo, que está cerca de los dobles dígitos según los datos oficiales, aunque los no oficiales, incluso de economistas del Fed, sugieren que en realidad están cerca del 16%. Entre los jóvenes, la cifra está en el 25% y subiendo.

Mes tras mes, la prensa anuncia las “buenas noticias” de que el desempleo no es tan alto como se esperaba. Y aún así, si se examina la tendencia, estamos en un ascenso ininterrumpido constante de pérdidas de empleo que no hemos visto en nuestra vida.

En realidad, esto es sólo un síntoma. Cuando una economía va de la expansión a la crisis, en inevitable una pérdida de empleos. Incluso esta pérdida puede significar una buena tendencia, al abandonar los trabajadores los sectores en crisis para entrar en los que tienen visos de prosperar. La política no debería intentar frenar esta tendencia.

Lo que preocupa en este caso es el tiempo. El problema va empeorando, lo que sugiere que en realidad la crisis no se desarrollado completamente. Y hay otras tendencias que apoyan esta conclusión.

Hablemos primero de las estadísticas inmobiliarias, que están al borde del abismo. Consideremos el inicio de construcción de viviendas. En un año, han bajado de un máximo de 1,8 millones por mes a 390.000. El último repunte es como un pequeño destello en una pantalla de radar.

El número de ejecuciones hipotecarias de julio es el peor de la historia y el tercer máximo en cinco meses. Ya se han ejecutado 2,9 millones de viviendas y probablemente haya al menos la misma cantidad a punto de caer. Los bancos se resisten a conceder hipotecas porque las ejecuciones son letales para sus cuentas, así que tratan de retrasarlas todo lo posible.

También está el gigante dormido del comercio inmobiliario, que ha construido demasiada vivienda residencial, triplicando los dólares prestados en sólo 10 años. Pero aquí no ha llegado todavía el crash. Viendo la cifra, se tiene la impresión de un avión en el aire a punto de quedarse sin combustible.

Y cuando ampliamos la perspectiva más allá de la vivienda a toda la inversión doméstica, parece un salto olímpico de trampolín sin que se vea el fondo. De hecho han desaparecido diez años de inversión. Ahora mismo estamos donde estábamos en 1999.

La inversión en un dato muy importante para asegurar nuestro futuro, pues siempre mira hacia delante. En este caso, no parece haber ningún progreso e el futuro. Incluso en el momento en que esta cifra se dé la vuelta, tenemos por delante algunos años antes de que vuelva el crecimiento económico real.

¿Por qué parecen mejores las cosas en el sector financiero? Es consecuencia de billones de estímulos artificiales, un mercado remasterizado y falsificado mediante creación de dinero, nacionalización parcial y rescates. Esto no durará.

Hace pocos meses mucha gente se preocupaba por el futuro inflacionario que sugería el asombroso incremento de falsas reservas bancarias en el pasado año. Sin embargo, al día de hoy las cosas han cambiado. Ahora se alaba a Bernanke como el gran genio de nuestro tiempo.

Lo que esto sugiere es que no se van a hacer esfuerzos para sacar el falso dinero del sistema. Las reservas van a permanecer en éste y se harán esfuerzos para convertir las reservas en incrementos reales de la oferta monetaria. Y si esto ocurre, prepárense para una inflación desbocada.

¿Necesito mencionar los problemas del presupuesto federal? Los ingresos continúan bajando mientras los gastos aumentan, creando un gigantesco agujero en el presupuesto al tiempo que hay una mayor presión para el gasto por la recesión. No se habla de recortes presupuestarios. Estamos entrando en un territorio desconocido.

Hace un año, este mismo mes todo el país estaba de acuerdo en que habíamos estado viviendo una ilusión durante los últimos diez años y que la prosperidad de la que gozábamos no era sostenible. No había desacuerdo en este punto. Incluso Obama lo admitía. Hoy la ilusión es aún más notable y la gente de nuevo la acepta como si no fuera a acabar nunca.

La respuesta política a la crisis ha sido una de las más miopes y económicamente irracionales de la historia de la humanidad. ¿Por qué se ha hecho así? Por una visión política a corto plazo.

Se ha falseado toda la estructura económica para que el culto a Obama tenga éxito. Éste es el motivo principal, junto con el evidente deseo de empresas financieras y bancos de obtener su parte en el rescate.

Por favor, imprima y guarde esta columna, reléala dentro de 18 meses. Entre tanto, no esté entre los que creen que el gobierno ha decubierto el secreto de la prosperidad en las oficinas de la Fábrica de Moneda.


Publicado el 9 de septiembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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