El problema del acaparamiento
Los críticos de la libertad monetaria no son silenciados tan fácilmente. Existe, en particular, la vieja pesadilla del “acaparamiento”. Se conjura así la imagen del viejo egoísta y avaro que, quizás irracionalmente, quizás por malvados motivos, acumula oro sin usar en su sótano o en el escondite de su tesoro – deteniendo con ello el flujo de su circulación y del comercio, causando depresiones y otros problemas ¿Es realmente el acaparamiento una amenaza?
En primer término, lo que ha pasado es que simplemente ha habido un aumento de la demanda de dinero generada por el avaro. Como resultado, los precios de los bienes bajan y el poder de compra de la onza de oro aumenta. No ha habido pérdida para la sociedad, que continúa funcionando solo que con una menor cantidad activa de unas, ahora, más “valiosas” onzas de oro.
Incluso mirando el asunto de la peor manera posible, nada malo ha ocurrido, y la libertad monetaria no ha creado dificultades. Pero el problema no es ése, hay más. Ya que no es en absoluto descabellado que la gente desee tener más o menos efectivo en su haber.
Llegados a este punto, estudiemos con más detenimiento los saldos de efectivo ¿Porqué guarda la gente dinero en efectivo? Supongamos que todos nosotros fuésemos capaces de prever el futuro con absoluta certeza. En ese caso, nadie necesitaría tener dinero en la cartera. Cualquiera sabría con exactitud cuanto tendría que gastar y cuantos ingresos recibiría, en cualquier fecha futura. No necesitaría tener ningún dinero en mano, sino que prestaría su oro para percibir sus ingresos y cobros en las cantidades precisas los mismos días en que realizase sus gastos o pagos. Pero, por supuesto, vivimos necesariamente en un mundo de incertidumbre. La gente no sabe con precisión qué le sucederá o cuales serán sus futuros ingresos o costes. Cuanto más temerosos y preocupados estén, más dinero querrán tener en mano; cuanto más seguros, menos dinero efectivo querrán tener a su disposición. Otra razón para tener efectivo es también función de la gran incertidumbre que existe en la realidad del mundo. Si la gente espera que el precio del dinero descienda en el futuro inmediato, gastará su dinero ahora mientras el dinero sea más valioso, “desacaparando” así y reduciendo su demanda de dinero. Inversamente, si esperan que el precio del dinero suba, esperarán para poder así gastar su dinero más tarde, cuando sea más valioso y su demanda actual de efectivo aumentará. Así que la demanda de la gente para mantener saldos de dinero efectivo sube y baja por buenas y fundadas razones.
Los economistas se equivocan cuando creen que hay algo erróneo en que el dinero no se encuentre activamente circulando en todo momento. El dinero solo es útil por su valor de cambio, pero no lo es solo en el momento presente, cuando se puede intercambiar. Esta verdad ha sido con frecuencia ignorada. El dinero es también valioso cuando descansa y está “quieto” en manos de alguien, incluso cuando lo acapara un avaro [1]. Aunque el dinero se mantenga ahora a la espera de un posible intercambio futuro, otorga a su dueño, en el momento actual, la utilidad de permitirle intercambiarlo en cualquier momento, presente o futuro, en que aquél lo desee.
Debe recordarse que el oro debe tenerlo alguien, por consiguiente todo el oro debe formar parte del saldo monetario de la gente. Si la sociedad tiene 3.000 toneladas de oro, todo ese oro debe estar, en cualquier momento que se considere, integrado en el saldo monetario de alguien. La suma total de esos saldos es siempre idéntica a la oferta total de dinero de la sociedad. Así que, irónicamente, ¡ De no ser por la incertidumbre del mundo real, en absoluto podría haber un sistema monetario ! En un mundo sin incertidumbre, nadie querría tener dinero efectivo, así que su demanda en esa sociedad caería hasta el infinito, los precios subirían sin parar, y todos los sistemas monetarios quebrarían. Aunque la existencia de saldos de efectivo parezca un factor molesto y problemático, que interfiere con el intercambio monetario, es absolutamente necesaria para cualquier economía monetaria.
Más aún, induce a confusión decir que el dinero “circula”. Como todas las metáforas procedentes de las ciencias físicas, tiene la connotación de que existe algún tipo de proceso mecánico, independiente de la voluntad humana, que tiene un flujo de cierta rapidez o “velocidad”. En realidad el dinero no “circula”; se transfiere de vez en cuando del saldo de una persona al de otra. La existencia del dinero, una vez más, depende de la voluntad que tenga la gente de mantener saldos de dinero efectivo. Al principio de esta sección, vimos que el “acaparamiento” nunca supone pérdida alguna para la sociedad. Ahora veremos que el movimiento que en el precio del dinero causan los cambios en su demanda aporta un beneficio social positivo – tan positivo como el que deriva de que se produzca un incremento de la oferta de bienes y servicios. Hemos visto que la suma total de dinero de una sociedad es igual e idéntica a la oferta total de dinero. Asumamos que la oferta permanece constante, digamos, en 3.000 toneladas. Ahora, supongamos, que, por la razón que sea -quizás la creciente aprensión del público- la demanda de dinero aumenta. Seguramente satisfacer esa demanda sea un beneficio social positivo ¿ Pero cómo puede ser satisfecha cuando la suma total de dinero ha de permanecer siendo la misma ? Simplemente como sigue: si hay gente que valora en mayor medida poder disponer de saldos de dinero efectivo, la demanda de dinero crecerá y los precios (de los bienes y servicios) caerán. Como resultado, la misma suma total de saldos dinerarios ahora confiere un saldo “real” mayor, es decir, es proporcionalmente mayor que los precios de los bienes, al trabajo que el dinero ha de realizar. En resumen, los saldos de dinero en poder del público han aumentado. Inversamente, una caída en la demanda de efectivo causará un aumento del gasto y aumentos de precios. El deseo del público de reducir sus saldos monetarios se verá satisfecho por la necesidad de que el dinero total existente realice más trabajo.
Así que mientras un cambio en el precio del dinero resultante de cambios en la cantidad disponible u oferta monetaria meramente altera la efectividad de la unidad monetaria y no confiere ningún beneficio social, una caída o un aumento causado por un cambio en la demanda de dinero si que supone un beneficio social -ya que satisface el deseo del público por mantener, una mayor o una menor proporción de saldos de dinero respecto al trabajo que el dinero ha de cumplir. Por otra parte, un aumento en la oferta de dinero frustrará la demanda que tiene el público por disponer de una suma total de dinero más efectiva (en términos de poder de compra).
Si se pregunta a la gente casi siempre dirá que: ¡Quiere tener tanto dinero como pueda conseguir ! Pero lo que realmente quiere no son más unidades monetarias -más onzas de oro o dólares- sino unidades monetarias más efectivas, es decir, la mayor capacidad de obtener bienes y servicios que el dinero proporciona. Hemos visto que la sociedad no puede satisfacer su demanda de dinero incrementando su oferta – porque una oferta incrementada simplemente diluirá la efectividad de cada onza, y el dinero no será realmente tan valioso como antes. El nivel de vida de la gente (excepto en los usos no monetarios del oro) no puede aumentar por el hecho de que las minas produzcan más oro. Si la gente quiere tener onzas de oro en sus saldos de dinero que sean más efectivas, sólo lo pueden lograr mediante una caída de precios (de los bienes y servicios que se compran con dinero) y un aumento en la efectividad o poder de compra de cada onza.
[1]Llegados a ese punto ¿Se convierte el dinero que un hombre tiene simplemente en un vergonzante acaparamiento? o lo que es lo mismo ¿Es el hombre prudente un avaro? Es imposible fijar cualquier criterio definitivo: por lo general, la acusación de acaparamiento significa que A mantiene más dinero del que B considera que es apropiado que A tenga.
Traducido del inglés por Juan Gamón Robres.