Esplendor del estado y pobreza pública: De Roma a Washington

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En un reciente viaje a Roma, dedicamos toda una tarde a pasear por el Coliseo y el Foro Romano. Mientras andábamos por la ruinas de 2.000 años que una vez fueron el epicentro de la civilización occidental, mi mente económica empezó a divagar. Entre el mármol que revestía caminos famosos, como la Vía Nova, yacían los restos de grandes edificios administrativos, templos y un estadio deportivo.  El Foro también servía como campo de desfiles en el que las unidades militares marchaban en las celebraciones de victorias. Luego se me ocurrió que las vistas de las que nos maravillábamos y enfrente de las cuales tomábamos fotografías familiares representaban el gasto público.

Pensaba acerca de la cantidad de trabajo, materiales y herramientas gastadas para construir lo deseado por el gobierno. ¿Y cómo se beneficiaba el ciudadano romano medio de estos enormes proyectos de obras públicas? Me imaginaba a un antiguo Keynesius granado una fórmula como C+I+G+X=Y en piedra mostrando el aumento en el crecimiento económico en términos de acuñación romana resultantes de la construcción del Atrium Vestae.

Saltamos al presente, cuando economistas, expertos financieros y banqueros centrales se inquietan por secuestros y austeridad. Después de todo, de acuerdo con las Inscripciones de Keynesius, las disminuciones en el gasto público llevan a menos crecimiento económico. Perdidas en todas las formulas y teoría hay dos preguntas: ¿qué es crecimiento económico y por qué es importante?

Los economistas ortodoxos contemporáneos dirían que el crecimiento económico se produce cuando aumenta el PIB, lo que promueve la creación e empleo. Por el contrario, el argumento clásico/austriaco empieza apuntando que el propósito de toda actividad económica en satisfacer los deseos humanos. La sociedad experimenta crecimiento económico cuando se satisface un número creciente de deseos. Estos e produce cuando los factores producción, terrenos, trabajo y capital (no dinero) se hacen más eficientes y por tanto, rebajan los costes de oportunidad para la producción de bienes y servicios. Los recursos se liberan así para satisfacer deseos adicionales.

En clase uso el ejemplo de cavar una piscina en un patio con las manos. Pregunto a los alumnos cuánta gente haría falta para acabar el hoyo en un día. Luego introduzco palas en el escenario y repito la pregunta. Finalmente, hago entrar en escena una excavadora junto con la pregunta de qué hacer con la mano de obra y palas sobrantes. La respuesta se convierte en evidente para una persona que atienda un curso de principios de economía: fabricar otros bienes. La misma cantidad de recursos puede ahora satisfacer más deseos.

El problema de la terminología moderna para el crecimiento económico es que no tiene en cuenta que todo aumento porcentual del gasto público requiere hordas de burócratas sentados en sus mesas detrás de un teclado dentro de un edificio construido en una parcela de terreno y que todo este terreno, trabajo y capital podrían haberse utilizado para satisfacer deseos del consumidor.

Según la Oficina del Censo, el gobierno federal empleó a 2,8 millones de personas en 2011. Otras 19,2 millones de personas trabajaron para gobiernos estatales y locales. ¿Y qué producen estos 22 millones? Nada, salvo pilas de formularios y regulaciones que gobiernan casi todos los aspectos de nuestras vidas. Una rápida excursión a vuestro ayuntamiento verificará este hecho.

1,4 millones adicionales se levantan cada mañana poniéndose uno de los uniformes asociados con el ejército de EEUU. La gente en las fuerzas armadas no solo produce cero para el consumo humano, sino que en realidad destruyen tierra, trabajo y capital necesarios para la creación de bienes y servicios que ayudan a satisfacer los deseos humanos.

Además, el sector productivo debe contratar a legiones de trabajadores para rellenar papeleo que los burócratas improductivos solicitan que respondan las empresas. Las empresas tienen pisos enteros de personas que no hacen nada en todo el día más que responder a las demandas de los improductivos pasapapeles sentados en los edificios públicos.

El American Action Forum estima que las empresas desperdician 87 millones de horas-hombre al año cumpliendo con regulaciones. Consideremos que los trabajadores de Ford pueden ensamblar un automóvil en unas 33 horas-hombre y que cuesta aproximadamente 3 horas-hombre 100 bushels de maíz. Solo en términos de trabajo, el gobierno nos cuesta 2,6 millones de coches e incontables cestas de comida, además de los demás productos que podrían haberse creado si el personal sentado en las oficinas públicas se empleara en una capacidad productiva.

Respecto de la tierra, The Daily Paul estima que solo el gobierno federal posee el 30% del territorio de Estados Unidos en el que asienta bases militares, edificios públicos, parques nacionales y áreas en las que está prohibida la actividad humana. Aunque las estimaciones sobre propiedades de gobiernos estatales y locales son menos fiables, uno puede imaginar fácilmente que el porcentaje sea de al menos un tercio de lo controlado por el gobierno federal, lo que significa que el gobierno a todos sus niveles controla como mínimo el 40% de la masa territorial del país.

Igual que el romano maravillado ante el Coliseo en los tiempos del emperador Vespasiano, los ciudadanos en países de todo el mundo miran con asombro los edificios públicos, las residencias de presidentes y monarcas y los monumentos conmemorativos de algún acontecimiento nacional o rindiendo homenaje a un personaje político. El material de construcción, cableado, solado y equipamiento utilizados para la construcción podrían haberse usado para hacer un bien que satisfaga los deseos del ciudadano medio. Publicamos fotos en páginas de Facebook que nos muestran de pie antes grandiosos edificios públicos, pero nunca vemos la otra cara de la moneda: algo que no hay, porque los recursos que podrían haber atendido sus necesidades se incluyeron en un tributo a la arrogancia del estado.

Políticos y banqueros centrales dicen que la cura para nuestras condiciones económicas actuales es un crecimiento económico vibrante. ¿Pero cómo puedes tener crecimiento económico cuando una buena porción de tu tierra, trabajo y capital está ligada a trabajos que no producen nada? El ciudadano romano medio de hace 2.000 años probablemente asentiría.


Publicado el 16 de julio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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