Garantizando depósitos, garantizando insolvencia

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El gobierno de EEUU está tratando de implantar la versión del siglo XXI de la Ley Glass-Steagall de 1933. La propuesta separaría los bancos tradicionales (que están respaldados por el FDIC) de instituciones financieras de más riesgo, que incluyen a empresas centradas en banca de inversión, capital riesgo y otras. Así se da la impresión de que los gobiernos están tomando medidas contra el sector financiero cuyas acciones casi pusieron de rodillas a toda la economía mundial en 2008. La suposición implícita es: si se aprueba esta legislación, el sistema bancario nunca volverá a ser una fuente de pánicos financieros. Nada podría estar más lejos de la realidad.

Primero, la burbuja inmobiliaria habría existido igual sin banca de inversión. Los préstamos mentirosos y sin entrada fueron todos actividades de la banca comercial. Si estos préstamos hipotecarios no hubieran existido nunca, los bancos de inversión no podrían haberlos empaquetado y vendido luego a fondos mutuos y de pensiones y empresas de seguros. Al establecer tipos demasiado bajos durante demasiado tiempo, el banco central creó un entorno para burbujas. La Glass-Steagall habría sido un bache en el camino. Si un niño va a una tienda de caramelos y come hasta empacharse ¿culparíais al niño (los banqueros) o a los padres (el banco central) por llevarles a la tienda en primer lugar?

Segundo, EEUU experimentó varias crisis financieras graves durante el siglo XIX: los pánicos de 1819, 1837, 1857, 1873 y 1893, entre otros. En ese momento la mayoría de las actividades de banca de inversión ni siquiera existían. La capacidad del sector bancario de crear dinero de la nada permitió el excesivo crecimiento del crédito, injustificado por los recursos liberados por el ahorro real, lo que estimuló la actividad económica durante la fase de auge del ciclo económico. Este crecimiento so se podía haber producido sin la banca de reserva fraccionaria. Acabad con eso y acabaréis con la mayoría de los ciclos de auge y declive.

La ley Glass-Steagall fue abolida completamente en 1999 con la ley Gramm-Leach-Bliley, permitiendo a los bancos comerciales entrar fácilmente en actividades de banca de inversión. En otras palabras, la banca de reserva fraccionaria y la garantía de depósitos permitieron a los bancos hacer apuestas arriesgadas y ahora se les permite hacer apuestas aún más arriesgadas. La legislación reciente, como la Dodd-Frank, el informe Vickers en Reino Unido y el informe Liikanen en Europa continental tratan todos de limitar la actividad de la banca comercial dentro de la banca de inversión. La idea esencial de algunas de estas nuevas reglas es que a cada apuesta se le asignaría un peso en riesgo. Luego un banco comercial solo podría hacer tantas apuestas antes de que se le obligue a relegar estas actividades de riesgo a una entidad diferente.

Por supuesto, nadie hace la pregunta crítica: ¿por qué se permite a los bancos hacer estas apuestas de riesgo con depósitos en primer lugar? No deberían hacerlas.

La garantía de depósitos es uno de los dos factores que permiten a los bancos hacer esas apuestas de riesgo. Creada en 1933, es un ejemplo perfecto de política pública que al final resultará hacer más mal que bien. Se supone que reduciría los riesgos, pero ha hecho justamente lo contrario. Cuando los gobiernos proporcionan seguros contra inundación que el sector privado nunca consideraría, la gente construye después casas en áreas propensas a sufrir graves inundaciones.

Antes de la garantía de depósito, la gente cuidaba dónde depositaba su dinero para pagar rentas o facturas de alimentos. Si un banco entra en problemas realizando malas prácticas de préstamo, la gente trataría de sacar rápidamente su dinero fuera del banco. Las corridas bancarias eran algo bueno porque servían para obligar a los bancos a ser extremadamente cuidadosos con sus prácticas de préstamo. La amenaza de una corrida bancaria mantenía incentivos sólidos.

La garantía de depósitos es un ejemplo perfecto de la parábola de Frédéric Bastiat de la ventana rota: lo que se ve y lo que no se ve. Durante unos 70 años, se han eliminado las corridas bancarias, dando a los depositantes lo que algunos dirían que es una ilusión de protección. Es lo que se ve. Lo que no es ve es que, sin garantía, los bancos habrían tomado muchos menos riesgos con los depósitos y los gobiernos habrían sido menos capaces de hacer gasto financiero mediante compras bancarias de sus bonos.

Hoy Europa es un ejemplo perfecto de los desastrosos efectos de la garantía de depósitos. Si no hubiera existido, la crisis de 2008 podría no haber ocurrido nunca o haber sido mucho más suave o se habría producido mucho antes, y la situación de deuda de los gobiernos en todo el mundo sería completamente diferente. Es sorprendente cuántos economistas del libre mercado defienden la garantía de depósitos aunque sea un producto que el libre mercado, antes de 1933, nunca consideró digno de consideración.

¿Por qué estaba Irlanda obligada a rescatar a sus bancos? ¿Por qué no tratan los gobiernos a los bancos como cualquier otro negocio? Si Nokia fuera incapaz de vender teléfonos de forma competitiva, debería ir a la quiebra. El gobierno no debería rescatar empresas privadas. Repito, es culpa de la garantía de depósitos. Aunque un banco pueda dejar de existir, el gobierno sigue siendo responsable de los pasivos de los bancos, sus depósitos, debido a la garantía de depósitos.

Hoy muchos bancos italianos y españoles han utilizado depósitos para comprar grandes porcentajes de su deuda pública. Si España o Italia se ven cerrados los mercados financieros, lo que es cada vez más probable, el valor de su deuda caería significativamente, como pasó con la deuda griega en 2010. Estos bancos irían a la quiebra de inmediato y los gobiernos italiano y español estarán en la picota por los depósitos que sirvieron como fondos para comprar sus bonos, ya que estos depósitos están asegurados.

Estos gobiernos tendrían por tanto que imprimir su salida del problema. Sin embargo esto iría contra el mandato del BCE y afrontaría probablemente un veto alemán. Una ruptura del euro sería entonces inevitable. Se establecería entonces un tipo oficial entre euros y liras o pesetas. Este tipo, sin embargo, no tendría nada que ver con el tipo del mercado. Los depositantes que tuvieran menos de 100.000€ recuperarían su dinero en liras o pesetas. Sin embargo, esta nueva divisa no podría comprar mucho. La garantía de depósitos asegura el valor nominal de los depósitos, no su valor real: de ahí la ilusión de protección.

Las consecuencias económicas de la inevitable hiperinflación en España o Italia tendrían repercusiones mundiales. Nada de esto habría ocurrido sin banca de reserva fraccionaria. La garantía de depósitos habría sido entonces innecesaria.

Tenemos que acabar con esta constante carrera entre bancos y reguladores. Ya tenemos más encargados de cumplimiento que de dar préstamos. Toda esta nueva legislación bancaria probablemente empeore las cosas. Los bancos siempre serán capaces de usar nuevas tecnologías y nuevos instrumentos financieros para estar un paso por delante de los reguladores. Continuamos poniendo vendas a un sistema que está podrido hasta el tuétano. La banca en su forma actual no es capitalismo. Es fraude y capitalismo de compinches, que se mantiene a flote con intervenciones del gobierno cada vez más desesperadas. Debería desmantelarse.


Publicado el 24 de julio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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