Quién se beneficia del libre comercio y cómo

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Internet ha sido últimamente un hervidero con discusiones sobre el libre comercio. Este estallido más reciente de intelectualidad se desencadenó por un artículo conjunto del senador Charles Schumer y el economista Paul Craig Roberts en el New York Times, “Second Thoughts on Free Trade”. En este artículo, Roberts reiteraba su opinión de que “la defensa del libre comercio” se basa en la suposición de que los factores de producción pueden moverse entre países (o al menos no pueden moverse tan fácilmente como los productos finales).

Según Schumer y Roberts, en el mundo moderno de empresas multinacionales, costes reducidos de envío y telecomunicaciones de alta velocidad, los factores de producción son realmente bastante móviles. Ya no podemos estar seguros de que el “libre comercio” funcione en el nuevo entorno. En lugar de la ley clásica de la ventaja comparativa de David Ricardo (que demostraba que los trabajadores en diversos países se especializarían en aquellos sectores en los que fueran relativamente superiores), que Roberts reconoce que produciría ganancias compartidas entre todas las naciones comerciantes, en la nueva economía global afrontamos la ley de la ventaja absoluta: Capital y mano de obra se moverán a aquellos países con los menores costes de producción, lo que significa que algunas naciones ganan y otras pierden.

Naturalmente, los libertarios se enfurecieron con estas afirmaciones. Indudablemente parecía como si Paul Craig Roberts estuviera dando justificaciones intelectuales para aumentar aranceles y otras barreras a las importaciones extranjeras para impedir que las empresas estadounidenses “exporten puestos de trabajo” a naciones con salarios bajos. Yo mismo salté al vagón de la crítica del artículo de Schumer-Roberts y para colmo mandé correspondencia electrónica a Roberts.  En respuesta a estos ataques libertarios, Roberts ofreció una aclaración de su postura en su blog.

El presente artículo es mi intento de dar una respuesta rápida a las aclaraciones de Roberts. Naturalmente este artículo no convencerá al propio Roberts, pero puede atender las preocupaciones de algunos que siguen aún indecisos (y particularmente a quienes me han escrito en respuesta al artículo antes enlazado).

Libre comercio

Primero, dejemos claro a qué llamo libre comercio. Cuando dio que estoy “a favor del libre comercio” creo que el gobierno de EEUU no debería imponer aranceles  u otras barreras (como cuotas de importación) a la importación de bienes extranjeros de consumo para consumidores de EEUU. Es verdad que soy un antiestatista filosófico y por tanto me opongo a la misma existencia del gobierno federal de EEUU, pero más allá de eso hay razones muy prácticas para ser librecambista. En concreto, creo que imponer aranceles hace más pobres a los estadounidenses en general. Es verdad que los trabajadores en un sector “protegido” pueden tener salarios superiores de los que tendrían bajo el libre comercio, pero los consumidores de EEUU estarían peor debido a los precios más altos. La mayoría de los economistas están a favor del libre comercio (al menos bajo supuestos clásicos) porque cuando el gobierno impone un arancel, las ganancias monetarias para los ganadores superan a las pérdidas monetarias para los perdedores.

Roberts dice que está de acuerdo con este análisis económico en el caso en que los bienes de capital no puedan enviarse fácilmente de un país a otro. Sin embargo Roberts argumenta que los beneficios del “libre comercio” no se mantienen necesariamente cuando los bienes de capital son móviles internacionalmente. En sus palabras, esta posibilidad significa que algunos países ganan y algunos pierden.

Aquí está el truco: Afirmo que incluso aunque sea verdad que el cambio de factores de producción móviles a inmóviles “dañe” a una nación concreta (lo que para un economista ortodoxo significa que baja la media de renta real de la gente en una nación concreta), esto no altera la defensa del “libre comercio” salvo que podamos demostrar que un arancel protector u otra barrera a las importaciones mitigue o elimine este “daño”.

Por usar una analogía tonta, es indudablemente cierto que un terremoto en California daña a los ciudadanos de EEUU. En otras palabras, los estadounidenses serían más ricos i no hubiera habido ningún terremoto. Pero eso no altera la defensa del libre comercio, porque abofetear con aranceles haría empeorar a los estadounidenses. Esto es verdad incluso si los estadounidenses hubieran estado mejor sin ningún terremoto y con un arancel pequeño.

Esta es mi postura sobre libre comercio y movilidad de factores. Aunque fuera verdad que el cambio de factores inmóviles a móviles haya hecho a algunos países más pobres y a otros más ricos, salvo que puedas demostrarme que los países perdedores podrían haberse protegido imponiendo aranceles, entonces este hechos (es decir, que el cambio en la movilidad causo dolor) no socava en absoluto la defensa del libre comercio. El libre comercio es aún la mejor política. Imponer un arancel todavía haría a la gente del país “perdedor” más pobre de media en relación con lo pobre que sería con el cambio en los factores de movilidad y libre comercio.

¿Puede “dañar” la innovación?

Antes de continuar, dejadme hacer una pausa para ocuparme de cierto asunto. Tal vez el lector crea que estoy concediendo demasiado a Roberts. Después de todo, ¿cómo puede ser que la mejorada tecnología de envíos o transmisión de datos pueda “dañar” a un país? Es verdad que los trabajadores en un empleo obsoleto podrían verse dañados, pero los consumidores en su conjunto se beneficiarían, ¿no?

Bueno, eso probablemente sea cierto empíricamente; yo, por ejemplo, apostaría sin duda a que los estadounidenses en general son más ricos debido, por ejemplo, a Internet. Pero es teóricamente posible que la renta real media en un país pequeño pueda reducirse debido a una innovación tecnológica. Por ejemplo, supongamos que hay una pequeña nación isleña en la Pacífico compuesta por 10.000 personas. Supongamos además que esta gente es experta en construir fotocopiadoras y que su única exportación son fotocopiadoras enviadas a gente en otros países.

Imaginemos ahora que la aparición de los faxes y las comunicaciones por correo electrónico reducen la cantidad de copias en papel que han de hacerse. Los oficinistas que antes importaban fotocopiadoras de nuestra hipotética isla (para hacer copias de documentos importantes y enviarlas a sus socios en otros países, por ejemplo) ahora dejan de comprar tantas fotocopiadoras. Simplemente envían por fax o e-mail los documentos importantes a sus socios en otros países. Así que la demanda internacional de fotocopiadoras disminuye y las 10.000 personas de nuestra hipotética isla ahora tienen que recoger plátanos en lugar de exportar fotocopiadoras. Está claro que se han visto “dañadas” por la mejora tecnológica.

¿Cómo funciona este ejemplo hipotético? Concentra a los trabajadores que se ven dañados por una innovación en un país (imaginario) y pone a todos los clientes beneficiados en el resto del mundo. Está claro que la renta real media en todo el mundo ha subido debido a los faxes y correos electrónicos: la ganancia para el resto del mundo supera las pérdidas de la gente que solía fabricar fotocopiadoras. Pero de lo que se trata es de que es al menos concebible que una innovación tecnológica pueda reducir en neto la renta real media en un país concreto. (Para un ejemplo distinto, imaginemos que alguien inventara una forma de hacer café gourmet barato a partir de piedras. Esto haría a los brasileños más pobres de media).

Los aranceles no ayudan

Volvamos entonces al argumento original: Digo que incluso en un caso como el anterior, en el que una innovación realmente daña a la persona media en un país, sigue resultando que alejarse del libre comercio no tendría ningún efecto en absoluto o dañaría a este país aún más.

En nuestro caso de la pequeña isla, es evidente que se ve que un arancel a faxes o computadoras no impediría el desplome de la industria local de fotocopiadoras. Son los consumidores extranjeros los que están cambiando a los nuevos productos (alejándose de las fotocopiadoras en papel) y por tanto el gobierno de la pequeña isla no puede hacer nada por evitarlo.

¿Pero qué hay de los casos en que son los consumidores del propio país los que están cambiando de lealtad hacia fabricantes extranjeros de bajo coste? Por ejemplo, qué ocurre cuando los fabricantes de EEUU despiden a trabajadores de EEUU, trasladan físicamente sus fábricas a México y contratan mexicanos para fabricar el mismo producto, que luego se importa y vende a consumidores de EEUU? ¿No es posible que un arancel a las importaciones desde México impida esto, salvando así puestos de trabajo?

Sí, un arancel a las importaciones desde México (si es suficientemente alto) podría convencer a los capitalistas de EEUU a mantener su fábrica en EEUU. Pero entonces eso significa que los precios serían más altos para los consumidores de EEUU: después de todo, así funcionan los aranceles. En este caso, en el que los consumidores se encuentran en el país que estamos considerando, la única política comercial que alteraría la situación es perjudicial para los consumidores. Y como hemos visto, la noma general es que un arancel daña más a los consumidores de lo que ayuda a los fabricantes.

Por resumir: Si los consumidores que se benefician de una innovación están en buena parte fuera de un país concreto, entonces sí es verdad que la gente en ese país podría realmente empobrecerse como consecuencia de la innovación. Pero en ese caso ninguna política comercial puede cambiar las cosas. Por otro lado, si hay bastantes consumidores beneficiados dentro de un país concreto, entonces la gente de ese país se verá (en general) ayudada por la innovación.  La política comercial en este caso puede alterar las cosas (de forma que no se explote la nueva innovación) pero en ese caso la gente en general es más pobre debido al arancel. En conclusión, no importa el escenario, aplicar aranceles solo puede hacer a la gente más pobre de media.

“¿Quién está hablando de aranceles?”

En este punto, Paul Craig Roberts se habría ido por las nubes. Como ha destacado repetidamente, no  está argumentando a favor de los aranceles. Todo lo que hace es apuntar que la defensa del libre comercio no se sostiene cuando los factores son móviles.

Pero por eso he trabajado mucho la definición del “libre comercio” en este contexto. Si Roberts está de acuerdo en que aplicar aranceles u otras barreras a importaciones del extranjero no pueden nunca hacer más ricos a los estadounidenses (sean móviles o inmóviles los factores), entonces podemos dejar de discutir. En mi catón, esto sería una admisión por su parte de que aún puede hacerse una defensa (no la de Ricardo) del libre comercio. (Podría ser como la defensa que hice antes, por ejemplo).

En resumen, mientras Roberts esté de acuerdo conmigo en que poner aranceles u otras barreras a las importaciones del extranjero no ayudarían a los estadounidenses, entonces según mi definición debería dejar de decir que tiene “pensarlo dos veces respecto del libre comercio”.

¿Otras restricciones?

“¿Pero qué pasa con otras medidas del gobierno para impedir la salida de capitales?”, podría preguntar el lector. “Sin duda los aranceles no son la respuesta, pero Schumer y Roberts lo admiten en su artículo. Necesitamos tener un diálogo sincero acerca de cómo impedir la salida de bienes de capital de EEUU”.

Ante este tipo de argumento, solo puedo decir esto: los estadounidenses no se hacen más ricos cuando el gobierno impone restricciones artificiales en el uso de la propiedad. Por ejemplo, si el gobierno grava todos los bienes de capital exportados en un 50%, esto sin duda reducirá la salida de bienes de capital. Pero en estos casos pasará una de tres cosas:

(1) En lugar de trasladar la fabricación a otro país (con costes más bajos) y reimportar el producto para venderlo a consumidores estadounidenses a precios más bajos, los fabricantes continuarán ahora produciendo nacionalmente con costes más altos. Así que los trabajadores en estos sectores ganan pero los consumidores de EEUU pierden. Es lo mismo que si el gobierno impusiera un arancel a los productos reimportados.

(2) En lugar de fabricar un bien en un país extranjero (con costes más bajos) y venderlo a otros países a un precio concreto, las empresas de EEUU continuarán ahora fabricando nacionalmente con costes más altos y vendiendo el producto a otros países por el mismo precio concreto. En este caso, los beneficios de los accionistas de EEUU (es decir, los propietarios de los bienes de capital) serán menores. Las ganancias de los trabajadores de EEUU se compensarán con las pérdidas de los capitalistas de EEUU. A muchos igualitaristas les podría gustar este resultado, pero no nos engañemos creyendo que estamos haciendo así más rico a Estados Unidos. Igual podríamos obligar a todos los millonarios a pagar a alguien 100$ la hora por cortarle el césped y obtener el mismo resultado.

(3) En lugar de enviar las manufacturas a otro país (con costes inferiores), para seguir siendo competitivos en el mercado mundial, el impuesto a la exportación de capital podría hacer que los capitalistas de EEUU mantengan sus bienes de capital en EEUU y dedicarlos a otra línea de producción. (Porque, dados los costes laborales de EEUU, simplemente no pueden competir en el mercado mundial del sector original). En este caso, los bienes de capital se habrían desviado a líneas de producción menos eficientes y por tanto sus rentas de retorno serían inferiores. Sin hacer suposición ad hoc, es difícil ver cómo esto hará más ricos en general a los estadounidenses.

En conclusión, no creo que otras posibles medidas para combatir el supuesto problema de los bienes móviles de capital pueda ayudar a los estadounidenses en general. Como pasa con los aranceles, ciertos grupos podrían beneficiarse, pero también como pasa con los aranceles, las ganancias de los ganadores serían más que compensadas por las pérdidas de los perdedores.

Equilibrio general

Un argumento frecuente aportado por Roberts es de este estilo: Sí, todo lo que dicen los libertarios es verdad, tomando un contexto de equilibrio parcial. Cualquier caso de externalización ayudaría más a los consumidores estadounidenses de lo que daña a los trabajadores estadounidenses desplazados. Pero no podemos suponer que esto seguirá siendo verdad una vez que muchas industrias empiecen a trasladarse.

¿Por qué no? Roberts no ha introducido externalidades en su argumento, sí que incluso en términos neoclásicos ¿por qué por ejemplo 1.000 cambios harían de repente más pobres a los estadounidenses si alguien está de acuerdo en que cada cambio (considerando uno cada vez) hace más ricos a los estadounidenses?

La falacia de la composición funciona así: Es verdad que si una persona en un partido de fútbol se levanta puede ver mejor el partido. Pero si todos se levantan, nadie puede ver mejor.

Pero esto no se aplica en el caso actual. Si Roberts está de acuerdo en que cuando la Industria X se externaliza a Asia los consumidores de EEUU se benefician más de lo que pierden los trabajadores de EEUU y si Roberts admite que lo mismo vale para Industrias Y, Z, etc., entonces también es verdad (sin ningún argumento más sobre externalidades) que, incluso sobre bases neoclásicas, cuando todas estas industrias se externalizan, los consumidores de EEUU se benefician más de lo que pierden los trabajadores de EEUU.

Por supuesto, ahora la respuesta evidente sería: ¿Qué pasa cuando todas nuestras industrias se externalizan? ¡Entonces seríamos una nación de mendigos desempleados, incapaz de permitirse ninguna importación por muy barata que sea!

Pero esperad un momento. Es verdad que después de que las industrias A, B, C, D y Z se externalizan, los estadounidenses son más pobres que si todas ellas hubieran permanecido en EEUU, luego debe ser verdad (repito, sin ningún argumento respecto de las externalidades que Roberts indudablemente no ha aportado) que en algún punto la externalización de una industria concreta hizo a los estadounidenses más pobres de media. Digamos que es la industria J. Así que, en otras palabras, Roberts se ha visto arrinconado argumentando: “Está bien que la industrias de la A a la I se trasladen a Asia, pero a partir de ahí Estados Unidos habría estado mejor si las industrias de la J a la Z hubieran permanecido en EEUU”.

Si esto es verdad, ¿sabéis qué? Eso es exactamente lo que ocurriría en el mercado libre. El funcionamiento de las manufacturas continuará trasladándose a otros países hasta el punto en que ya no les resulte eficiente hacerlo. Y a lo largo de este camino, cada paso (como reconoce Roberts) hace a los estadounidenses más ricos en general, así que eso significa que todo el proceso hace a los estadounidenses mucho más ricos (en general) que si tratáramos de impedir la externalización desde el principio.

(Para entender qué impediría la externalización en algún momento, tengamos en cuenta que la mano de obra extranjera “barata” ya no sería tan barata después de que los salarios nominales o los tipos de cambio cambiaran en respuesta a l continua externalización. Sí, la cantidad real de dólares del salario medio del estadounidense podría ser menor, pero su nivel de vida sería más alto debido a todas las nuevas importaciones baratas debidas a la externalización).

Miscelánea

Antes de empaquetar esta bestia de artículo, dejadme que me ocupe de tres asuntos finales. Uno es este: Si alguien quiere levantarse e irse de EEUU porque percibe una vida mejor en otro lugar, entonces por supuesto en este sentido el aumento de la movilidad podría hacer más pobre a EEUU. Por ejemplo, si Bill Gates dice de repente: “Me mudo a Hong Kong porque ahora es muy fácil enviar allí mi mansión favorita”, entonces esta salida rebajaría la renta media de los (restantes) ciudadanos estadounidenses. Si de lo que está hablando toda la gente es de esto, entonces está bien. En este tipo de casos, por supuesto yo diría que la libertad de una persona de abandonar el país no debería sacrificarse por el objetivo de aumentar una cifra estadística.

Otro tema es la esclavitud. La gente me escribe y dice: “Tus teorías serían ciertas si todos tuvieran un mercado libre, pero China emplea mano de obra esclava”.

Vale, es aceptable. Si no quieres estimular indirectamente la mano de obra esclava, entonces no compres en ningún caso productos que puedan haber sido fabricados bajo circunstancias no completamente voluntarias. Sin embargo, todo lo que estoy afirmando ahora es que no te engañes diciéndote que te estás haciendo más rico al hacerlo. Si decides comprar un producto de una empresa de EEUU por 10$ que podrías importar de Asia por 5$, entonces pierdes 5$ por la decisión. Por supuesto, tal vez sea lo que quieres hacer: tienes el poder. Pero no pienses que estás haciendo a Estados Unidos “más rico” y no acudas al gobierno para obligarnos a los demás a seguir tu decisión.

Finalmente, dejadme que reconozca que los argumentos anteriores no son lo suficientemente rigurosos como para publicarlos en una revista ortodoxa de economía. Paul Craig Roberts ha afirmado repetidamente que los libertarios están discutiendo “teoría económica” y no contra él por sí mismo. Incluso ha dicho que si tuviésemos razón, entonces deberíamos publicar nuestro alegato y ganar el premio Nobel.

Bueno no sé suficiente de teoría comercial moderna como para valorar sus afirmaciones. Pero resulta que un modelo matemático basado en las meditaciones anteriores mercería un Nobel… bueno, podría usar un millón de dólares. (¿Sabéis cuántos televisores podéis importar con ese tipo de dinero?)


Publicado el 23 de enero de 2004. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.