La seguridad del mundo es noticia. La administración Bush ha dado un cambio en su política sobre Irak. Ahora se requieren 3.000 millones de dólares para ser gastados en “seguridad”. Podemos encontrar una lección de ciencia política en esta forma de actuar.
La razón del cambio, por supuesto, es poder ordenar la complicada situación iraquí: bombardeos, asesinatos y combates incontrolados que se producen en todas partes. Todas las regiones de Irak escapan del control americano, incluso Bagdad. De los 18 mil millones de dólares destinados por el congreso a gastos públicos, la administración Bush defiende que es evidente desviar una parte del presupuesto para reforzar la estabilidad de Irak.
Pero ¿qué queremos expresar realmente con este tipo de “seguridad”? Esta seguridad es dinero que se nos ha arrebatado a usted y a mí. Dinero usado para someter a la población al estado. Con ese dinero el estado pagará más policías, armas, munición, bombas, espías, arrestos, torturas, encarcelamientos, mutilaciones y asesinatos.
La teoría del gobierno sostiene que si aumenta el miedo y hay más temor al derramamiento de sangre, las guerrillas acabarán cediendo y dejarán de colocar bombas, disparar y asesinar. El dinero compra el sometimiento de los iraquíes al estado y también paga los gastos de esos que usan la fuerza para intentar traer la seguridad. Mucha gente desearía que acabase la violencia; pero el principal objetivo de ese dinero no es la seguridad, sino la consolidación del estado contra los rebeldes.
Sumisión y obediencia: eso es lo que significa seguridad en el léxico del estado. Es un interesante juego de palabras. El uso de la palabra seguridad pública proviene de los inicios de la seguridad social. La seguridad social es un esquema impositivo que promete llevarle al bienestar cuando sea un anciano a cambio del 14% de sus ingresos. Pero en realidad con este dinero sólo se están financiando los actuales retiros de aquellos que constituyen la facción demográfica más rica de la población. Incluso en este caso, el término seguridad significa obediencia y sumisión.
Ahora tenemos un Departamento de Seguridad Nacional (DSN). Una enorme agencia que administra el espionaje exterior e interior enviando agentes para molestarnos en los aeropuertos, dirigir nuestra conducta según lo que el estado decida, imponer la ley marcial como única opción, y suprimir cualquier signo de insurrección en cualquier parte del mundo. Aquí también el término seguridad significa sumisión, control, servidumbre, obediencia, y seguridad para el estado.
¿A quien intenta proteger la seguridad? Se nos dice que es para nuestro propio beneficio. El estado es quien nos hace más seguros de las terribles amenazas. Y otra vez, si nos lo miramos detalladamente, nos damos cuenta que el principal beneficiado de la seguridad sólo es el estado.
Imaginemos que usted sabe que alguien le persigue —su antiguo cónyuge por ejemplo— y que es una amenaza para su vida. ¿Llamará al Departamento de Seguridad Nacional y esperará que le den una respuesta? No, el DSN está para proteger al estado. Como proteger la vida del presidente si está en peligro por ejemplo.
Por supuesto, hay necesidades de verdad que demandan seguridad de verdad. Todos buscamos la seguridad. Colocamos cerraduras en nuestras puertas, disuadimos a los criminales con alarmas, compramos armas sino tenemos suficiente con las alarmas, nos prepararemos para lo peor en el caso de un desastre natural, ahorraremos para el futuro, y construimos nuestras vidas profesionales para minimizar el riesgo de futuros acontecimientos imprevistos. Eso es lo que significa para nosotros la palabra seguridad.
No es sorprendente que el estado busque lo mismo: seguridad, pero no para nosotros, sino para sus empleados. El estado tiene una motivación especial para desear la seguridad: sus agentes son una minoría de la población que no se financian ellos mismos. Cuanto más control posean sobre la población, más privilegios y poder tendrán los agentes sobre usted.
¿Hasta dónde llega nuestra demanda de seguridad? En el mundo de las ideas se ha abierto un vigoroso debate para expandir la seguridad privada a todas las ramas de la protección. No sólo como un suplemento adicional a la seguridad pública, sino como la sustitución total de seguridad pública por seguridad privada.
Los que están a favor de la total seguridad privada dicen que, en el mundo real, la seguridad es proveída por el sector privado: una enorme red de distribución de alimentos nos protege contra del hambre, los agentes privados velan por nuestros hogares, las compañías de seguros nos proveen de compensaciones ante incidentes imprevistos, existen cerrojos, armas y comunidades valladas que nos ofrece el empresario privado. En el mundo real, toda la protección la ofrece la empresa de seguridad privada.
En nuestra comunidad, hemos gastado días enteros preparándonos para el huracán Iván[1]. No ha hecho mucho daño aquí, pero en todas las preparaciones, algo está muy claro: nadie ha contado con el estado para que nos proteja. Dependemos totalmente de nuestro esfuerzo, y cuando haya pasado el peligro, el desastre será totalmente reconstruido a través de acuerdos privados.
El mensaje de esta escuela del pensamiento es que la libertad y la seguridad (la seguridad real) no son términos opuestos, sino que son caras de la misma moneda. Van de la mano. Libertad es la esencia del sistema de libre empresa que nos provee de bienes materiales, nos protege del futuro incierto y de las contingencias de la vida.
En lo que se refiere a las agencias públicas, ¿cómo actúan estas en situación de crisis? Se limitan a enviar advertencias como “estado de emergencia”, y por otra parte difunden grandes alarmas como si nadie viese lo que está ocurriendo detrás de su ventana, escuche la radio, o se conecte a Internet. Esto es lo que hace el irrisorio sistema de códigos de colores de la DSN. También nos ordenan que nos vayamos de nuestras casas, nos buscan, y nos amenazan con el arresto para protegernos.
La verdad, es que nosotros mismos tenemos mayor capacidad de protección que no la que nos da el estado. Lo mismo ocurrió en el 11-S. La propaganda difundida sobre la valentía de los trabajadores públicos es falsa. En el fondo, el 11–S, representa el mayor fallo del estado en materia de seguridad desde hace mucho tiempo. Esa es la lección real que podemos tomar ahora.
Irak también demuestra una lección que hace referencia a la seguridad pública y privada. Cuando es políticamente realizable, los grandes políticos de Irak prefieren seguridad de empresas privadas para que les protejan. Esta fue la principal tarea de los mercenarios cuando el gobierno civil de Estados Unidos irrumpió en el país. Cuan irónico es que incluso el estado recurra al sector privado cuando puede. Cuando se busca seguridad de verdad, el estado va a buscarla al libre mercado.
Tenemos algo en común con los iraquíes: la experiencia nos dice que cuando el estado nos promete seguridad, sólo quiere aumentar el control de nuestras vidas y sacarnos nuestra paz para quedársela él. La auténtica elección no está entre libertad y seguridad, sino que radica en si queremos nuestra seguridad o la del estado.
[1] Llewellyn H. Rockwell vive y trabaja en Alabama. Lugar por donde ha pasado el huracán Iván. Cuando se refiere a “nuestra comunidad” se refiere pues, no a los Estados Unidos, sino a los habitantes de Alabama. [Nota del traductor].
Traducido por Jorge Valín.
[Fuente]