El empacho de ahorro frente a esos bajos tipos de interés

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Cinco años después de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, los economistas siguen claramente divididos respecto de sus causas. Tal vez no sea demasiado sorprendente, ya que han pasado más de 80 años desde la Gran Depresión sin que haya a la vista un final en el debate que rodea a las causas de esa recesión.

La mayoría de los economistas caen en uno de dos bandos cuando explican dónde se originaron los equilibrios que desembocaron en la crisis actual. Los economistas austriacos están en la posición única de ser capaces de reconciliar estos dos bandos, aunque estén más a favor de la primera explicación que de la segunda.

El primer bando, que incluye a la mayoría de los economistas austriacos, mira a los desequilibrios causados por la política de tipos de interés del banco central, considerándolos “demasiado bajos demasiado tiempo”. En este punto de vista, los tipos de interés artificialmente bajos permitieron inversiones erróneas de capital tras el estallido de las punto com de 2001 y continuando hasta el día de hoy.
La reducción artificial de los tipos de interés de la Reserva Federal (por usar a EEUU como representante del mundo occidental) puso en marcha dos cambios en la economía. El primero fue la disminución en el ahorro de los estadounidenses y un correspondiente auge en el consumo (a lo que Mises llamaba “exceso de consumo”). El segundo fue la disminución general en la inversión y la producción en las etapas superiores.

A ese cambio Mises lo llamaba “malas inversiones”. Obsérvese que este cambio no representa un “exceso de inversión” en capital, como afirman común y erróneamente economistas no austriacos, sino por el contrario un traslado de la actividad productiva de las etapas más cercanas al consumo a las más alejadas.
En concreto, vemos malas inversiones en el traslado de capital a gran escala lejos de las manufacturas y a favor de la investigación y el desarrollo de orden superior. El exceso de consumo, por otro lado, se ve en el auge de la cultura de consumo encarnada en las megatiendas y una plétora de centros comerciales y outlets.

En el bando opuesto están los economistas a favor de la “visión del exceso de ahorro” o “hipótesis del empacho global de ahorro”. Estos economistas ven la crisis como resultado de superávits contables corrientes, principalmente en países asiáticos, que llevó a desequilibrios financieros en las economías occidentales.

Como los consumidores consumieron más pero la economía se reestructuró sin producir bienes de consumo, era inevitable un aumento en las importaciones. Quiso la suerte que los países en desarrollo (y especialmente los asiáticos) estuvieran en la posición contraria a la de EEUU y años de subdesarrollo financiero dejaron a muchos con mercados financieros inmaduros. Estos países asiáticos también resultaron ser fabricantes a bajo coste de muchos productos. Al aumentar los estadounidenses sus importaciones desde estos países para alimentar su propio auge insostenible del consumo, los beneficios netos en estos países no tuvieron mercados financieros domésticos en los que invertir.

En respuesta, estos fondos se canalizaron de vuelta a los mercados financieros de EEUU y, en opinión de los que están a favor de la teoría del empacho de ahorro, esto puso en marcha un auge insostenible. Con el paso del tiempo, los superávits comerciales de Asia generaron flujos netos de salida de capital en busca de un mercado en el que invertir. Las economías occidentales que fueron receptoras de estos flujos de capital fueron testigos de tipos de interés notablemente bajos y auges crediticios con una correspondiente acumulación de deuda.

Así que en opinión de los defensores de la teoría del empacho de ahorro, la Reserva Federal no fue la causa de tipos de interés más bajos, sino más bien fue una observadora pasiva, ya que los tipos de interés se rebajaron exógenamente en estas fuentes extranjeras.

Aun así los defensores de la hipótesis del empacho global de ahorro deben afrontar una pregunta no respondida: ¿Qué hizo que los ciudadanos de los países asiáticos aumentaran su tasa de ahorro y desestabilizaran a las economías occidentales con sus flujos de salida de exceso de capitales? Podría opinarse que las tasas de ahorro están determinadas exógenamente (por ejemplo, por espíritus animales), pero esta “explicación” solo lleva al problema un paso más atrás. ¿Qué determina estos espíritus animales?
Para encontrar una respuesta satisfactoria, debemos ver el papel de la política monetaria a la hora de determinar las tasas de ahorro.

No hay necesidad de buscar espíritus animales ni ninguna fuerza exógena poco definida para explicar por qué los países en desarrollo aumentaron tanto sus ahorros durante el auge y canalizaron estos ahorros hacia mercados financieros occidentales. El auge insostenible propagado por los bancos centrales occidentales puso en marcha este proceso al crear una desconexión entre las demandas de consumo y la capacidad productiva nacional de sus economías.

Además, la ira actual dirigida a la pérdida de manufacturación en Estados Unidos no es el resultados de “externalizadores avariciosos” ni de “manipuladores de divisas” en países asiáticos. La pérdida de capacidad productiva en EEUU es el resultado de una política de tipos de interés demasiado bajos de la reserva Federal, que incentiva a los empresarios a trasladar sus inversiones a las etapas superiores de producción (las más alejadas de consumo final), incentivando al tiempo a los consumidores a aumentar su consumo presente a costa del ahorro.


David Howden es presidente del departamento de empresas y ciencias sociales y profesor asociado de economía en la Universidad de St. Louis en su campus de Madrid y ganador del Premio Douglas E. French del Instituto Mises.


Publicado el 28 de agosto de 2013. El artículo original se encuentra aquí.

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