La economía del apocalipsis: Historia de dos CDC

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Esta es la parte final de una serie. Leer la parte 1 y la parte 2.

Al comparar el cómic Zombie Pandemic con la serie de TV The Walking Dead, hemos visto imágenes contrapuestas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). En su propio cómic, el CDC se presenta como capaz de conseguir una vacuna contra una epidemia zombi en unos pocos días y solo en una pesadilla fracasarían sus planes. En The Walking Dead, la CDC es ella misma una pesadilla, incapaz de analizar el virus zombi y acabando como una fuerza de destrucción, de la que deben huir los personajes de la serie. Así que tenemos dos modelos de respuesta a una catástrofe a gran escala: planificación pública centralizada frente a una existencia dispersa, descentralizada y nómada.[1] A primera vista, el modelo de planificación pública centralizada es lo que la mayoría de la gente tiene en mente cuando piensa en “resolver un problema” (por eso tantos se inclinan por pedir al gobierno que actúe cuando hay un desastre; quieren una solución rápida y total). Una institución pública centralizada (el CDC) recoge todos los datos sobre la plaga zombi y los analiza científicamente con la esperanza de encontrar una vacuna. Solo una respuesta centralizada a todos los niveles y en todas las etapas parece capaz de ocuparse de la crisis en su conjunto y de hecho el objetivo es encontrar una única solución al problema total, que restaure la situación antes de la plaga.

Pero el cómic de CDC se basa en muchos supuestos no citados: que pueda encontrarse una cura para la plaga y pueda encontrarse rápido, que los problemas y retrasos de producción o distribución no impidan que la vacuna llegue a tiempo a las manos apropiadas y que la población en general siga las instrucciones del CDC a pie de la letra y se presente ordenada y puntualmente a la vacunación. Si cualquiera de estos supuestos resulta ser incorrecto, la aproximación del CDC puede empeorar mucho las cosas. Como hemos visto en The Walking Dead, la solución centralizada, a pesar de su promesa definitiva, corre el riesgo de exponer a toda la población a la plaga zombi más rápido de lo que hubiera sucedido si se hubiera mantenido dispersa. Y el CDC y el gobierno no tienen otro recurso si fracasa la solución médica. Incluso el propio cómic del CDC culmina en desastre cuando los zombis entran en el centro de vacunación, obligando a sus autores a recurrir al cansino cliché de “todo era un sueño”. En un momento extrañamente ingenuo, el CDC admite que incluso el mejor de los planes centralizados puede fallar al aplicarlo en el mundo real, con todos sus elementos impredecibles e incontrolables.[2] En resumen, la solución centralizada es una arriesgada propuesta de todo o nada. Como solución sistemática aparentemente apropiada para un problema masivo, corre el riesgo de un fracaso masivo del sistema. En la práctica se juega todo a una tirada de dados.

La respuesta descentralizada a la plaga zombi a primera vista podría no parecer una verdadera respuesta en absoluto. Ni siquiera intenta ocuparse del problema en su conjunto o buscar una solución total para el mismo (lo que explica por qué la gente prefiere en principio la aproximación del gobierno para los desastres). La aproximación sin gobierno se basa en la idea de dispersar la población remanente tanto como sea posible y confiar en sus habilidades de supervivencia como individuos o en pequeños grupos para mantenerse vivos tanto como sea posible. Si hubiera una teoría tras lo que equivale a una respuesta improvisada e instintiva a la crisis, podría ser algo así: “No sabemos qué causo esta plaga o qué podría curarla. Todo lo que podemos hacer es sobrevivir mientras podamos. Tal vez la plaga siga su curso. O tal vez pueda encontrarse una solución en algún lugar. Lo importante es seguir vivos para que algún resto de humanidad esté disponible para repoblar la tierra si esto resulta posible. Todos debemos seguir nuestras propias estrategias de supervivencia, solos o en pequeños grupos. Cuanto mayor sea la variedad de estrategias que sigamos, más probable es que al menos algunos sobrevivamos. Si vemos estrategias que funcionan para otros, podemos adoptarlas. Pero no debemos poner todos los huevos en la misma cesta. Si adoptamos una estrategia uniforme de supervivencia, nos arriesgamos a perder todo y a todos”.[3] No estoy afirmando que esta sea indudablemente la respuesta apropiada a una plaga zombi o que la gente que creó The Walking Dead la apoye explícitamente. Pero creo que es la estrategia que apoya implícitamente la serie y que no es simplemente una respuesta irracional, sino que de hecho tiene una lógica genuina tras ella.

Es verdad que la existencia nómada y dispersa que retrata The Walking Dead no da muchas esperanzas en restaurar el mundo a la forma que tenía antes del apocalipsis zombi. Por el contrario, esta aproximación reconoce que el extraño giro de los acontecimientos puede haber alterado irrevocablemente el mundo o al menos para el futuro previsible y que ahora la tarea es adaptarse como se pueda a la nueva realidad. Deben cambiar la forma en que viven y sacrificar mucho de lo que habían valorado en sus vidas anteriores para poder sobrevivir. Advirtamos que el cómic de CDC evita mostrar alternativas difíciles. Bajo la guía magistral del CDC, todo se produce suave y eficientemente. Zombie Pandemic podría incluir la advertencia: “Ningún zombi fue lesionado o muerto al crear esta novela gráfica”. Los militares no responden, ni siquiera cuando los zombis amenazan con invadir la “zona segura”. El relato se interrumpe cuando hay que tomar decisiones duras. Como una típica visión socialista, Zombie Pandemic huele a utopía: presenta un mundo en que todos los problemas pueden resolverse milagrosa y completamente con una combinación de conocimiento científico y cuidadosa supervisión pública. Cualquier evidencia en contrario es solo una pesadilla de un ciudadano privado que no confía en que su gobierno le protegerá.

La razón por la que The Walking Dead es más dramática que Zombie Pandemic es que trata obsesivamente las duras decisiones que la gente tiene que tomar en tiempos de crisis. Se ocupa más realistamente de lo que sería un apocalipsis zombi. Es muy posible que la gente no pueda permitirse esperar a ser rescatada por las fuerzas públicas. Es probable que estén solos para luchar por sobrevivir. Quiero destacar una última diferencia entre Zombie Pandemic y The Walking Dead: sus visiones opuestas de la humanidad como pasiva o activa. El cómic del CDC retrata una población pasiva: la gente hace lo que el gobierno le dice que haga y permite que le agrupen en lo que el gobierno llama “zonas seguras”. Por el contrario, en The Walking Dead los protagonistas se convierten en héroes y heroínas precisamente porque rechazan aceptar un rol pasivo en respuesta a la crisis. Llevan una existencia terrible, pero al menos toman la responsabilidad de su propio destino y crecen como consecuencia de ello. La serie trata las formas en que las vidas de los personajes tienen más sentido una vez deciden afrontar los retos por sí mismos.

Dejadme que lo repita: no afirmo que la respuesta de los personajes en The Walking Dead sea necesariamente la forma correcta de ocuparse de un apocalipsis zombi. Una crisis sanitaria pública ofrece probablemente el mejor caso para argumentar las virtudes de la planificación pública centralizada. Una epidemia parece reclamar una solución científico-tecnológica y el gobierno de vez en cuando se ha mostrado adecuado para esas tareas concretas. Tendríamos que dar al CDC lo que le corresponde: al contrario que muchas agencias públicas, ha servido para fines útiles. Si yo estuviera en medio de un ataque zombi, creo que pegaría mis ojos al sitio del CDC. A pesar de todo, cuando comparamos The Walking Dead con Zombie Pandemic y contemplamos las imágenes de la humanidad que proyectan, queda clara una diferencia evidente, el fuerte contraste entre la visión de independencia del gobierno de la primera y la visión de dependencia del gobierno de la segunda. Una razón por la que la serie de televisión es más conmovedora es que defiende la causa de la libertad humana y la independencia.[4]


[1] La misma alternativa se ofrece en lo que equivale a la primera novela de “zombis”, Diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe, una de las primeras narraciones de “muertos andantes” (en realidad es un relato de la gran peste de Londres de 1665). Defoe compara el plan del gobierno de confinar a la población de Londres, mediante cuarentenas supervisadas por un complejo sistema panóptico, con los planes improvisados de los ciudadanos normales para eludir el encierro municipal abandonando la ciudad y dispersándose en el campo. No está claro qué postura defiende Defoe: muestra las ventajas y desventajas de cada una. En particular, alaba repetidamente a los cargos municipales en Londres por sus draconianos esfuerzos en contener la peste convirtiendo a la ciudad en la práctica en una prisión, apuntando al mismo tiempo lo a menudo que falla esta política; como en The Walking Dead, concentrar a la población en la ciudad solo empeoró las cosas.

[2] Mi explicación de plagas zombis de ficción puede parecer puramente académica. Pero estos desastres imaginarios tienen paralelismos con el mundo real. Por ejemplo, los críticos de la respuesta del gobierno federal al huracán Katrina han destacado que la insistencia del gobierno en concentrar a la gente en centros como el New Orleans Superdome hizo que las cosas empeoraran, mientras que soluciones espontáneas e improvisadas ofrecidas por ciudadanos normales y organizaciones de voluntarios consiguieron salvar vidas y mejorar la condiciones. Sobre este tema, ver mi libro The Invisible Hand in Popular Culture: Liberty vs. Authority in American Film and TV (Lexington: University Press of Kentucky, 2012), pp. 423-424, nota 33 así como Neille Ilel, “A Healthy Dose of Anarchy”, Reason 38, nº 7 (Diciembre de 2006): 48-56 y Rebecca Solnit, A Paradise Built in Hell: The Extraordinary Communities That Arise in Disaster (Nueva York: Penguin, 2010), pp. 231-304. Como demuestran estos estudios, la aproximación pública a los desastres se basa en un modelo de orden de arriba abajo, una visión generalizada, y por tanto abstracta, del problema, que a menudo resulta ciega a las necesidades y preocupaciones locales. The Walking Dead, retrata a gente individual ocupándose de sus problemas personales inmediatos en circunstancias concretas: una respuesta de abajo arriba que puede estar mejor adaptada a la supervivencia en una situación catastrófica.

[3] En términos de un libro reciente, la aproximación de The Walking Dead es “antifrágil” (o “resistente” como dirían otros”, mientras que la de Zombie Pandemic es “frágil”. Ver Nassim Nicholas Taleb, Antifragile: Things That Gain from Disorder (Nueva York: Random House, 2012). [Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden (Barcelona: Paidós, 2013)]. Sobre el escepticismo de Taleb sobre las afirmaciones de la ciencia médica moderna, ver pp. 336-356.

[4] Para más ideas sobre The Walking Dead y la importancia de las narrativas sobre zombis, ver mi ensayo “The Apocalyptic Strain in Popular Culture: The American Nightmare Becomes the American Dream”, Hedgehog Review 15, nº 2 (2013): 23-33.


Publicado el 9 de octubre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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