Los Angeles Times informa de que el oeste se está quedando sin agua. Los artículos sobre escasez de agua son algo perenne en la cobertura periodística del oeste estadounidense, pero Los Angeles Times tiene razón. El oeste realmente no tiene suficiente agua para mantener la situación actual.
No son el calentamiento global ni la extensión suburbana las fuentes principales del problema. En realidad, el oeste no está ahora más seco de lo que ha estado en distinto momentos a lo largo de los siglos de los que tenemos un poco de conocimiento acerca de sus condiciones climáticas. Y los residentes suburbanos y urbanos utilizan solo una fracción del agua consumida en el oeste.
Para encontrar una pista acerca del origen real del problema, solo tenemos que mirar en el propio artículo del Times:
Gracias a grandes y pequeños embalses, múltiples presas, incluyendo colosos como la Hoover y la Glen Canyon, más de 1.500 kilómetros de acueductos e innumerables bombas, sifones, túneles y canalizaciones, el oeste ha sido completamente reencauzado y rediseñado.
No llueve mucho en el oeste, así que, para conseguir agua, la gente tiene que acudir al agua de los ríos o el agua de los ríos tiene que enviarse a la gente. Aquí es donde entran en juego todos esos acueductos y túneles y canalizaciones.
En unos Estados Unidos sin el masivo poder coactivo del gobierno federal, los centros de población del oeste estarían generalmente cerca de los recursos acuíferos donde el agua de regadío y potable sería más barata y fácil de emplear. Cuando grupos poderosos de intereses poseen terrenos lejos de los recursos acuíferos, por el contrario, no hay “solución” tan impracticable que miles de millones de dólares del contribuyente no puedan aplicar. Los políticos sencillamente verán que el agua se traslada donde los cabilderos les dicen que debería estar. La consecuencias es que los granjeros cultivarán cosechas sedientas de agua en el centro de Arizona y en el centro de California, donde el agua ha de transportarse cruzando montañas y a través de cientos de millas de árido paisaje.
Las escaseces de agua se producen en el oeste, no porque haya demasiada gente tirando de la cadena del retrete demasiado a menudo, sino porque la agricultura, fuertemente subvencionada mediante agua barata que posibilita el gobierno federal, continúa cultivando en lugares que nunca soportarían una agricultura a escala similar en un mercado libre. De hecho, la agricultura emplea más del 80% de toda el agua usada en los estados occidentales, y la mayoría de esa agua se almacena, bombea y canaliza mediante presas, bombas y acueductos pagados por el contribuyente de EEUU.
Como consecuencia, los cultivadores no tienen que afrontar los costes reales de transportar agua a sus granjas. Solo tienen que considerar el precio subvencionado, que está muy por debajo del que tendría en un mercado privado. Consecuentemente, el uso de agua por los cultivadores en todo el oeste es mucho mayor del que sería si hubiera un mercado de agua funcionando en la región.
Aunque hay algunos casos históricos de grandes proyectos acuáticos financiados localmente, como el acueducto de Los Angeles original, el dirección de los recursos acuíferos en el oeste ha estado dominada por la Oficina de Recuperación de Tierras del gobierno federal. Aunque creada en 1902, la Oficina explotó en tamaño en importancia durante la Gran Depresión, como parte del New Deal. De la Presa Hoover a incontables presas más pequeñas y proyectos de canalización, la Oficina se convirtió en una burocracia influyente con un poder inmenso en el oeste.
Naturalmente, el hecho de que los contribuyentes paguen todo no significa que los contribuyentes controlen el agua. El recurso más importante del oeste está en realidad principalmente controlado por el Congreso y la Oficina de Recuperación de Tierras, e indirectamente por cultivadores y otros intereses especiales. El agua se distribuye en el oeste, no mediante mercados y precios de mercado, sino mediante el proceso político.
En un lugar árido como el oeste, el control político del agua se traduce en el control político de sectores enteros de la economía. Escribiendo en 2004, el economista William Anderson apuntaba:
Ninguna empresa privada distribuiría una materia prima tan preciosa como el agua en un desierto de la forma en que lo ha hecho la Oficina de Recuperación de Tierras. Aunque las granjas subvencionadas en el oeste son privadas, el gobierno federal posee el producto principal que se necesita para sus cosechas: el agua. Además, la expresión “empresa privada” aquí no tiene sentido, y que las granjas está tuteladas por el estado.
El hecho de que muchas granjas estén “tuteladas por el estado”, como dicen Anderson, no preocupa mucho a los cultivadores más influyentes, ya que los intereses agrícolas siguen siendo extremadamente influyentes en los estados del oeste y controlan indirectamente la mayoría del agua.
¿Qué justifica esta situación? Las virtudes del agua subvencionada se cantan usando los argumentos habituales para las grandes empresas y el capitalismo de compinches. Se nos dice que lo que es bueno para el granjero del oeste es bueno para Estados Unidos. Es un asunto de seguridad nacional. Las economías locales se desplomarían sin agricultura. El agua subvencionada “crea empleos”. Es un modo de vida que debe conservarse. Y así sucesivamente.
El apoyo político detrás del uso continuo de los cultivadores de la inmensa mayoría de los recursos acuíferos para cultivar algodón y pacana en un desierto sediento y brutalmente caliente es un caso clásico de políticos apoyando lo que se ve frente a lo que no se ve.
Podemos mirar por encima de los enormes campos de cultivo en la California central y Arizona, donde poco podía cultivarse antes de que el gobierno gravara a familias y trabajadores para hacerlo posible, y afirmar que la alternativa es impensable. Por supuesto, la alternativa se desconoce y no se ve.
Los cientos de miles de millones de dólares gastado a lo largo de años de dar agua a cultivadores y otros intereses políticamente bien relacionados podrían haberse gastado en otras cosas. ¿Qué otras cosas? Nunca lo sabremos, pero el Central Arizona Project, que bombea agua a 900 metros de altura y la traslada a través de 250 kilómetros de desierto desde el río Colorado al centro de Arizona con un coste de al menos 4.700 millones de dólares probablemente no sería una de ellas. La mayoría lo paga gente que nunca vivirá en Arizona.
Aunque los grupos de intereses especiales no lo vean así, permanece el hecho de que el desarrollo del oeste, dictado por el agua, ha estado dominado por el gobierno federal y sus amigos durante al menos 75 años. Promociona industrias inapropiadas para las realidades de los desiertos occidentales, mientras que las poblaciones confían cada vez más en un recurso en disminución controlado por una estructura envejecida de despilfarros financiados por los contribuyentes. ¿Resulta una sorpresa que el oeste afronte ahora problemas graves de agua? A pesar de esto, hay una cosa que podemos saber con seguridad: se nos dirá que el gobierno federal es nuestra mejor apuesta para resolver el problema.
Publicado el 28 de octubre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.