The Walking Dead y un refugio del estado moderno

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Ver la parte 1: Apocalipsis zombi en un cómic de ‘DC’.

La serie de éxito de AMC, The Walking Dead, retrata un mundo desagradable y deprimente en el que la rápida extensión de una plaga zombi ha puesto de rodillas a la humanidad. Con seres caníbales vagando por todo el territorio, la gente que queda no está segura de cómo protegerse o cómo procurarse un nivel de subsistencia de alimento y otras necesidades. La historia se narra en buena parte desde la perspectiva de un pueblo pequeño semi-rural de Georgia. Al principio mantienen su fe en las autoridades públicas; el mismo personaje protagonista, Rick Grimes, es ayudante del sheriff. En particular, los personajes ponen sus esperanzas en el gobierno federal. Por ejemplo, uno de sus planes es llegar a Fort Benning, suponiendo que el ejército de EEUU proporcionaría un refugio seguro frente a los agresivos zombis. Los personajes nunca llegaron a Fort Benning o a cualquier otra instalación militar, pero puede haber sido una suerte. Por lo que oyen por el camino, Fort Benning ha sido arrasado por los zombis y en general el ejército de EEUU ya no está funcionando.

En los dos últimos episodios de la Primera Temporada de The Walking Dead, los personajes principales se dirigen nada menos que a las oficinas centrales del CDC de Atlanta, creyendo que, si algún lugar puede tener una cura para la plaga zombi, serán los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Pero el edificio del CDC resulta ser una trampa mortal. Solo queda vivo uno de los científicos y, en su desesperada búsqueda de una cura para la infección zombi, parece estar al borde de la locura y se ha convertido en un suicida. Lejos de presentarse como una fuerza benigna para lo bueno, la ciencia pública se muestra como un poder siniestro en The Walking Dead. Sabemos, por ejemplo, que el CDC hizo de la viruela un arma. En realidad, los laboratorios del CDC contienen tantos especímenes de gérmenes peligrosos que está programado para autodestruirse cuando se pierda la energía (aunque los gérmenes se echen al aire). Recordando a HAL, en la película de Stanley Kubrick, 2001, la computadora del CDC ha quitado el control al científico superviviente en las oficinas. Siguiendo sus protocolos y procedimientos operativos estandarizados, el sistema computarizado de contención destruye el espécimen zombi más importante que posee el CDC, para desesperación de científico que había estado experimentando con él.

Tal y como lo retrata la serie, el CDC parece representar la ciencia pública como mínimo como inhumana y aterradora, una fuerza abrumadora con un piloto automático, indiferente a los sentimientos o preocupaciones de la gente común. Los humanos han perdido el control del aparato científico del CDC y ahora se encamina a la destrucción. Nuestro grupo de héroes y heroínas a duras penas consigue escapar vivo y en realidad el científico que queda y uno de los personajes principales mueren en una gran explosión. El CDC normalmente sirven como un símbolo principal de la competencia de las instituciones del gobierno al ocuparse de catástrofes a gran escala. La manera en que falla a los personajes de The Walking Dead y casi los destruye revela cómo la serie enmienda la historia de desastres normal a favor del gobierno en la cultura popular.[1] No sorprende que el CDC real pensara que tenía que presentar su propio cómic de zombis para contar la verdad.

The Walking Dead sugiere que el gobierno y otras instituciones modernas relacionadas con él no ofrecen soluciones a problemas catastróficos sino que en realidad solo los agrandan. Ofrece una serie de imágenes de terror en hospitales, revelando las salvajes batallas que tuvieron lugar entre zombis y fuerzas militares (al contrario que en el cómic del CDC, The Walking Dead no se niega a mostrar al gobierno usando la fuerza contra sus ciudadanos). Siendo supuestamente los lugares en lo que podría curarse o al menos contenerse la infección zombi, los hospitales resultan ser un medio para extender la enfermedad sobre poblaciones concentradas. Como se explica en la serie de televisión y aún más claramente en la anterior versión en cómics, la principal estrategia del gobierno para ocuparse de la plaga era concentrar a la gente en grandes ciudades, como Atlanta, donde se esperaba que se pudiera protegerla más fácilmente por parte de las autoridades civiles y militares.[2] Muchos de los personajes se ven atraídos hacia Atlanta por la promesa de seguridad mediante el número, solo para descubrir para su pesar que eran los zombis los que prevalecían en número en el conflicto urbano. La planificación pública centralizada lleva a la centralización de la población como solución del problema: concentrar a la gente y colocarla dentro de un perímetro supuestamente defendible. Pero en The Walking Dead este procedimiento normal de operar de los gobiernos resulta contraproducente y solo facilita a la creciente horda de zombis atacar a los humanos restantes.[3]

En lugar de una existencia confinada en centros de población, The Walking Dead ofrece la descentralización y una forma nómada de vida como la mejor respuesta a una plaga zombi. En la segunda temporada, los personajes llegan a la carretera y se mantienen en movimiento para no ser presa de los zombis vagabundos. Su existencia móvil se centra en una caravana que simboliza perfectamente la nueva vida de los personajes como nómadas. Cuanto más se alejan de gobierno y las instituciones modernas, más seguros parecen estar. En su existencia nómada de la segunda temporada podría incluso decirse que vuelven atrás en el tiempo. Se tropiezan con una escena sacada de los Estados Unidos del siglo XIX: una granja aislada, dirigida por una figura patriarcal llamado Hershel. Al principio están más seguros con él y su hogar tradicional que antes en Atlanta, con todos los recursos científicos modernos del CDC. El hijo de Grimes, Carl, recibe accidentalmente un disparo y solo Hershel puede salvarlo. Es verdad que Hershel resulta ser un veterinario, no un médico ni por supuesto un cirujano certificado. Pero lo que le falta en conocimiento médico lo suple con su trato al paciente. Carl no tiene la ventaja de todas las instalaciones de un hospital de una gran ciudad, pero Hershel está dispuesto a velar por él toda la noche para asegurarse de que sobrevive. Aunque a Hershel le falte la base científica que podría tener un especialista médico, su conocimiento y preocupación personal por el niño hacen de él el mejor doctor. En The Walking Dead la atención sanitaria en casa pasada de moda parece triunfar sobre los complejos programas de medicina pública representados por el CDC.

Por desgracia, el bucólico idilio en la granja de Hershel no puede durar eternamente y en la segunda temporada el lugar acaba siendo arrasado por zombis. Disminuidos en número, los principales personajes vuelven a la carretera para sobrevivir. Constantemente obligados a recurrir a sus propios recursos, demuestran un notable grado de resistencia y aprenden a ocuparse ellos mismos de sus problemas, sin ninguna ayuda del gobierno. Descubren cómo protegerse a sí mismos y a buscar la comida que necesitan. Su conocimiento del lugar les sirve de utilidad: un joven repartidor de pizzas llamado Glenn, que no era nadie en el mundo anterior al apocalipsis se convierte ahora en una figura heroica, con su capacidad de moverse en entornos urbanos durante misiones de reabastecimiento.[4] Las habilidades individuales de supervivencia de los personajes (especialmente la capacidad de usar un arco, una espada samurái o todo tipo de armas de fuego) resultan ser la clave para la seguridad del grupo.

La tercera temporada presenta dos modelos de orden: una prisión y una especia de comunidad cerrada llamada Woodbury. En los términos paradójicos de The Walking Dead, la prisión resulta ser preferible al pueblo modelo de Woodbury. Se piensa normalmente en una prisión como la imagen última del control público, un lugar en el que se retiene a los convictos y se les somete a una dura regulación por parte de sus guardianes. Pero lo que descubren los personajes de The Walking Dead es una prisión que ha sido devastada por la plaga zombi. Alcaide, personal y guardias, o han huido o se han convertido en zombis. Bajo el mando de Grimes, los personajes consiguen ocuparse de los prisioneros supervivientes y los zombis que permanecen en la prisión y asegurarse un perímetro seguro. Una construcción diseñada originalmente para mantener dentro a los internos se convierte en un medio para mantener fuera al mundo hostil que rodea a nuestros héroes y heroínas. La prisión se convierte en su nuevo refugio.

La mayor amenaza que afrontan los personajes proviene de Woodbury. Típico pequeño pueblo estadounidense, Woodbury se ha aislado del mundo exterior y sus zombis, convirtiéndose en la comunidad cerrada por excelencia. La situación en el pueblo revela lo ominosa que puede ser la reaparición del gobierno en el mundo postapocalíptico. Woodbury está presidido por una figura conocida simplemente como el Gobernador. En parte un político sureño estrechador de manos y en parte un dictador paranoico, el Gobernador dirige Woodbury con mano de hierro. Afirma ser un déspota benevolente, pero vemos poca de su benevolencia. En otro ejemplo de los defectos de la planificación centralizada, no ocurre nada en Woodbury que escape del mano del Gobernador. Su obsesión por el control acaba llevándole a echar del pueblo a prácticamente toda su población por no seguir sus órdenes de atacar a Grimes y sus socios en la prisión. Es la comunidad planificada de Woodbury la que resulta ser la verdadera prisión en la tercera temporada de The Walking Dead: y otra trampa mortal. El personaje del Gobernador parece reflejar el escepticismo de The Walking Dead respecto de los gobiernos: en nombre de proteger y controlar a sus ciudadanos, principalmente parece dedicarse a aniquilarlos.


[1] Alex Hadju, diseñador de producción de la serie de TV, decía acerca de las escenas del CDC: “Cuando leí el guion, me pareció muy de Guerra Fría, de un estilo Kubrick. Por supuesto, me vino a la mente la imagen de la sala de guerra de ¿Teléfono Rojo?  Creo que nada ilustraba mejor la futilidad de una poderosa institución pública ante un dilema irresoluble que esa referencia cinematográfica simbólica”. Citado en Paul Ruditis, The Walking Dead Chronicles: The Official Companion Book (Nueva York: Abrams, 2011), p. 174.

[2] Ver Ruditis, Walking Dead Chronicles, en el número 2 del cómic: “Glenn dice a Rick que el plan del gobierno de agrupar a todos en las ciudades fue un fracaso. Todo lo que hizo puede proporcionar comida a los no muertos, convirtiendo a todos dentro de los límites de la ciudad en estas criaturas” (p. 25).

[3] El cómic del CDC reconoce esta posibilidad, pero en la práctica la rechaza como una simple pesadilla.

[4] Los lectores familiarizados con la economía austriaca reconocerán esto como un argumento hayekiano acerca de la importancia del conocimiento local y disperso (que inevitablemente se niega a los planificadores centrales). Ver Friedrich Hayek, “El Uso del Conocimiento en la Sociedad”, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), pp. 77-91. Para otro marco teórico que ayude a entender The Walking Dead, ver James C. Scott, The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia (New Haven, CT: Yale University Press, 2009). Al analizar estrategias para eludir el control del estado, Scott proporciona ideas sobre The Walking Dead que en efecto tiene lugar en lo que Scott llama “zonas destrozadas”, intersticios entre espacios estatales.


Publicado el 26 de septiembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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