¿Por qué los mercados alivian la pobreza y los gobiernos fracasan?

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La gobernadora Blanco, de Luisiana, celebra ahora audiencias sobre el problema de la pobreza. Dado que es una político corriente, probablemente llegará a las conclusiones equivocadas para su causa y adoptará soluciones de corte fascista para su solución. Lo que es peor, esta iniciativa costará centenares de miles de dólares o más y exacerbará la misma pobreza que se supone que está combatiendo.

En 1776, Adam Smith escribió Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. La gobernadora haría bien en cancelar sus reuniones y leer en su lugar este libro. Smith dijo que aquellos países que dependen principalmente del sistema de libre empresa, de los derechos de la propiedad privada y del mandato de la ley prosperan, mientras que los que no, se encomiendan a una vida de demoledora pobreza.

La investigación que conduje (Gwartney, James; Lawson, Robert; y Block, Walter. 1996. La libertad económica del mundo, 1975–1995) concluye que existe una relación significativa estadística no sólo entre el grado de libertad económica de un país y sus ingresos per cápita, sino entre libertad e igualdad de la renta.

Smith, que no estaba tan orientado hacia la libre empresa como su reputación implica, rodeó este examen básico con demasiadas excepciones y demasiadas concesiones al gobierno, pero la regla general que articuló es tan cierta en el siglo XVIII como en el nuestro, y se aplica en igual medida a países como a estados y ciudades.

¿Por qué los mercados alivian la pobreza y los gobiernos fracasan?

El principal motivo es el sistema de pérdidas y beneficios, el mecanismo automático del ciclo de regeneración de la libre empresa. Si un empresario realiza un trabajo malo, la gente evita a su firma. Si no repara el error de su camino, la bancarrota es inevitable y generalmente rápida. En claro contraste, si un político comete errores a la hora de satisfacer a un electorado, puede permanecer en el puesto hasta cuatro años; un burócrata, prácticamente para siempre.

La situación con respecto a la pizza, las plumas y las conservas es bastante satisfactoria; aquellos que no podían proporcionar estos bienes a una calidad y precio competitivos fueron a la quiebra. ¿Pero qué hay del servicio de correos y la oficina de tráfico? Servicio pobre durante décadas, y no hay nada que los consumidores podamos hacer al respecto.

¿Por qué los mercados libres tienden a igualar las rentas? El único modo legítimo de ganar vastas sumas de dinero bajo la libre empresa es enriqueciendo a otros. Sí, Bill Gates, Sam Walton, Henry Ford o Ray Kroc hicieron billones, pero lo hacen elevando económicamente a aquellos con los que tratan. Si la gente no se beneficiara de tratar con Microsoft, Wal-Mart, Ford o McDonalds, no continuarían haciéndolo.

En cambio, en política, las grandes fortunas no se amasan atrayendo clientes, sino incrementando los impuestos y sacando tajada de ellos. La riqueza del político se incrementa, y la de todos los demás decrece.

¿Pero los gobiernos no dan dinero a los pobres bajo la forma de asistencia social? ¿No ayudan sólo a los pobres? En primer lugar, a los pobres sólo van las migajas. Los ricos, después de todo, controlan el gobierno. Orquestar las cosas en contra de sus propios intereses requeriría algo más de benevolencia de la que tienen.

En segundo lugar, lo que hace el poco dinero que va a los pobres es empobrecerles; no les saca de la pobreza. La clave para comprender la dirección de la causalidad en esta situación paradójica es la familia; todo lo que apoye esta institución vital reduce la pobreza; todo lo que la mine aumenta la pobreza.

La ruptura de la familia está vinculada causalmente a toda suerte de índices de pobreza además de la falta de dinero; el encarcelamiento, la falta de educación, el paro, los ahorros menores, la ilegitimidad, etc.

¿Y cuál es el efecto de la asistencia social en la familia? Preguntar esto es responder. Como ha demostrado Charles Murray en su profundo libro Losing Ground, el trabajador social hace una oferta financiera por la niña embarazada que el padre de su bebé ni siquiera puede acercarse a igualar. Pero lo hacen a condición de que el joven salga de la foto. Una receta para el desastre familiar, en caso de que alguna vez hubiera habido una.

La esclavitud no pudo arruinar a la familia negra (la pobreza es desproporcionadamente un problema de color), pero el insidioso bienestar social tuvo precisamente ese efecto. La familia negra era igual de fuerte que la blanca en los años previos a la guerra de la agresión del norte, pero se descolgó tras la guerra contra la pobreza de Johnson.

De manera similar, la seguridad social debilita los vínculos familiares intergeneracionales. La vivienda pública, con sus puntos de recorte de ingresos, desahucia a familias intactas. Las cabezas de familia que quedan no son lo mismo para las pandas de adolescentes carentes de modelo masculino adulto.

El gobierno es también una fuente directa de pobreza. Sus sueldos mínimos y legislación sindical dificultan, por no decir imposibilitan, que los jóvenes tengan empleo. Su control de la renta hace que la vivienda barata sea escasa. Sus aranceles encarecen todas las necesidades básicas, y sus subsidios a negocios tienen el mismo efecto.

¿Quiere curar la pobreza, gobernadora Blanco? Reduzca la interferencia gubernamental con el sistema de libre empresa.


El artículo original se encuentra aquí.