De cómo la Fed aprendió a dejar de preocuparse y a amar el dinero fácil

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[Extraído de Reassessing the Presidency]

No fueron en último término los déficits presupuestarios los que permitieron a Kennedy iniciar la planificación corporativa y la militarización de la economía de EEUU que dieron sus primero frutos con la aparición de estado de bienestar y guerra durante la Gran Sociedad de Johnson y culminaron con la fascista Nueva Política Económica de Nixon. La política que facilitó simultáneamente a Johnson afrontar gastos extravagantes en programas sociales y la aventura militar en Vietnam y puso las bases para la imposición de controles de salarios y precios por Nixon no fueron unas finanzas funcionales modernas, sino al antigua inflación monetaria. Como ha apuntado el historiador de las políticas macroeconómicas Kenneth Weiher, no fue la muy cacareada “revolución fiscal”, sino la olvidada “revolución monetaria” que tuvo lugar durante la administración Kennedy la que resultó ser la influencia predominante en los acontecimientos económicos de las décadas de 1960 y 1970. Como decía Weiher: “Hubo una revolución, es cierto, pero el cambio más importante se produjo en la Reserva Federal; sin embargo, pasaron 10 años antes de que más de un puñado de personas entendiera lo que estaba pasando”.

En los tres años de la administración Kennedy, el crecimiento de la oferta monetaria medida por el M2 fue de media en torno al 8% anual. Si tomamos los once años anteriores, remontándonos a 1950, la tasa de crecimiento del M2 fue de media un 3,6% anual; si nos remontamos cuatro años más, al primer año de postguerra de 1946, la tasa anual de crecimiento medio del M2 en un periodo de quince años cae al 3,3%.

Hubo básicamente dos razones por las que el papel de la política monetaria tendió a ser tan groseramente infravalorado en las historias económicas del periodo. La primera fue que los propios nuevos economistas, como keynesianos reconstruidos, denigraron uniformemente la potencia de la política monetaria mientras vendían lña eficacia de la política fiscal. Así que la ley de recorte de impuestos de Kennedy, que ni siquiera tuvo efecto hasta 1964, recibe la parte del león del crédito de estimular la recuperación de la recesión de 1960-1961. Segundo, como la mayoría de los economistas desde la década de 1930, incluyendo y especialmente los de orientación keynesiana, identificaban inflación con aumentos en el nivel de precios e interpretaban la tasa de aumento anual medio del 1,2% del IPC durante el periodo 1961-1963 como evidencia de la ausencia de inflación. (…)

Sin embargo, a pesar del mínimo aumento del IPC, los efectos de la rápida, e inicialmente imprevista, inflación monetaria se hicieron visibles en los mercados del crédito como tipos reales de interés tendiendo constantemente a la baja a lo largo de la década. Por desgracia, tanto la ortodoxia keynesiana como la del banco central en la década de 1960 se centraba en el tipo nominal de interés como indicador importante del grado facilidad o restricción de la política monetaria, sin margen para el efecto de las expectativas inflacionistas en el tipo nominal de interés. Consecuentemente, no los nuevos economistas ni las autoridades monetarias creían que la política monetaria fuera “inapropiadamente” expansionista, porque los tipos nominales de interés a corto plazo aumentaran desde 1961 a 1963. En realidad, los nuevos economistas estuvieron bastante contentos con la política monetaria durante este periodo, una actitud expresada en la observación de Seymour Harris de que “el consejo [de la reserva Federal] proporcionó al país una política monetaria razonablemente laxa”.

Dado que la política monetaria fue realmente muy inflacionista durante los años de Kennedy, ¿qué produjo el cambio súbito y radical en la política de la Reserva Federal frente al inflacionismo moderado bajo la administración Eisenhower? La respuesta es Kennedy y sus nuevos economistas, que llevaron a cabo una campaña incesante a favor del dinero fácil desde el mismo inicio de la administración. Esta campaña tomaba la forma de repetidas declaraciones públicas por parte del presidente y sus consejeros económicos, así como de presión presidencial directa sobre William McChesney Martin, que fue presidente de la Fed bajo Eisenhower y continuó en esa posición hasta 1970.

Kennedy y miembros claves de su administración también acosaron tenazmente a la Fed, tanto pública como privadamente, para que relajara la política monetaria, incluso amenazando con acabar con su situación de independencia si no aceptaba. Ya en la campaña presidencial, Kennedy expresaba su desagrado con la tendencia de la Fed  a recurrir a una política monetaria restrictiva para contener la inflación y su intención de acabar con esa política. En abril de 1962, Kennedy pidió al Congreso un revisión de las condiciones de la presidencia de la Fed que permitiría al presidente nombrar un nuevo presidente al inicio de su mandato. Hller, el secretario del Tesoro, Dillon, y el subsecretario del Tesoro, Roosa, también intervinieron reclamando a la Fed que relajara su política monetaria. A pesar de algún arrastrar inicial de pies y repetidas advertencias de que la Fed solo financiaría crecimiento financiero real y no déficits presupuestarios, su presidente Martin acabó capitulando ante las insistentes demandas de Kennedy y los nuevos economistas para una política de dienro barato. De hecho, en febrero de 1961 la Fed abandonaba su veterana “política de solo valores”, que dictaba que las operaciones de mercado abierto se realizarían exclusivamente en el mercado de valores a corto plazo. Al hacerlo, la Fed estaba ajustándose a la solicitud de la administración para reducir los tipos de interés a largo plazo comprando títulos a largo plazo vendiendo al tiempo títulos a corto plazo para impulsar al alza los tipos de interés a corto plazo. Este intento de retorcer artificialmente la estructura de los tipos de interés (bautizada como Operación Twist) fue ideada por los nuevos economistas para lograr dos objetivos: estimular la inversión empresarial nacional y las compras de nuevas viviendas y desanimar la salida de capital nacional a corto plazo y estimular la entrada del extranjero como medio para mitigar el déficit de la balanza de pagos de EEUU. No hace falta decir que este intento de quedarse con el pastel y comérselo al tiempo (seguir una política de dinero fácil en el interior y evitar sus consecuencias adversas para la balanza de pagos) resultó un fracaso. (…)

Así que nuestra conclusión es entonces que Kennedy y los nuevos economistas tuvieron éxito en sonsacar a la Fed precisamente la política inflacionista que deseaban y que esta política representaba una quiebra radical de la política monetaria seguida en la década de 1950. Esta conclusión, que se refleja indudablemente en las tasas de crecimiento de la oferta monetaria citadas antes, también está de acuerdo con las percepciones de los propios nuevos economistas. Seymour Harris, durante mucho tiempo consejero económico de Kennedy y principal consultor académico en el Tesoro de Kennedy, dejó esto extremadamente claro en su libro sobre las políticas económicas de los años de Kennedy. Harris concluía que:

En resumen, la política monetaria bajo Kennedy fue mucho más expansionista que bajo Eisenhower. (…)

La política de la reserva Federal en 1961-1963 no fue como la de 1952-1960. En las primeras etapas de  la recuperación en la década de 1950, la Reserva Federal, excesivamente sensible a los peligros inflacionistas, truncó recuperaciones. Fuera la explicación la creciente convicción de que la inflación ya no era una amenaza o fuera una concienciación de que la administración Kennedy no toleraría políticas monetarias sofocantes, el caso es que la Reserva Federal no hizo ningún intento serio por desinflar la economía después de 1960. De hecho, el 1963, Mr. Martin presumía de las grandes contribuciones realizadas a la expansión.

Así que la política monetaria inflacionista era el sine qua non para el régimen de déficits presupuestarios permanentes que se inició a principios de la década de 1960 y continuó ininterrumpidamente casi hasta el fin del siglo XX. El que esa inversión privada fuera capaz de expandir continua y concurrentemente con un enorme aumento en el gasto público militar y en otros programas fue atribuible en buena medida al hecho de que, durante los años de Kennedy, se indujo a la Fed a “cooperar” monetizando constantemente los déficits que se acumulaban y resultaban necesarios para financiar estos programas.


Publicado el 2 de noviembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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