Economía de la burbuja: La ilusión de riqueza

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La posición económica en la que está ahora Estados Unidos es el resultado de una serie de burbujas económicas. Para explicar la naturaleza de las burbujas, voy a empezar hablando de su historia; no voy a remontarme totalmente a la manía de los tulipanes y a John Law, pero sí quiero mencionar algunas cosas de los felices veinte que nos podrían resultar familiares hoy.

A lo largo del periodo de ocho años de ese auge, la oferta monetaria aumentó en un 62%. Se vendieron todo tipo de nuevos electrodomésticos y dispositivos: neveras, fonógrafos, planchas eléctricas, tostadoras y aspiradoras. Se construyeron muchos coches: más del doble en 1929 que en 1919. Se hicieron populares cada vez más actividades de ocio. Se construyeron más hoteles, igual que se cenaba más fuera de casa. Hubo una explosión de cines y novedades en Hollywood. El deporte profesional se convirtió en un gran negocio. Se iniciaron rascacielos, como edificio Chrysler y el  Empire State Building. Hubo un auge especulativo en la propiedad inmobiliaria en Florida. La bolsa se disparó. Hoover prometió un pollo en cada olla. No sé qué va a prometer Obama, tal vez una olla en cada cocina.

Siempre hablo de la economía de auges y burbujas en el marco de lo que indicaba  Murray Rothbard en su gran libro ¿Qué ha hecho el gobierno de nuestro dinero? Apunta que la inflación no confiere ningún beneficio social general. Solo crear dinero no crea más beneficio para el público en general. Simplemente redistribuye la riqueza a la primera persona que recibe el nuevo dinero.

Desde 1998, la oferta monetaria (medida por el M2) se ha doblado. De hecho, se ha multiplicado por once desde 1971, cuando renunciamos a los últimos lazos con el patrón oro. Así que tenemos ahora una expansión en la oferta monetaria que es similar a la que tuvimos en los felices veinte. Tenemos asimismo un serie de burbujas: una burbuja tecnológica, luego una burbuja inmobiliaria, todo parte de lo que Bill Fleckenstein llama “Operación Burbuja Resistente”. Por supuesto, la inflación y las burbujas resultantes tienen efectos económicos desastrosos. Pero el La acción humana Mises escribía que

El auge produce empobrecimiento. Pero aún más desastrosos son sus destrozos morales. Hace a la gente abatida y desanimada. Cuanto más optimistas fueran bajo la prosperidad ilusoria del auge, mayor será su desesperación y su sentimiento de frustración. El individuo siempre está dispuesto a atribuir su buena suerte a su propia eficacia y a tomarla como una merecida recompensa a su talento, aplicación y probidad. Pero las adversidades de la fortuna las atribuye siempre a otra gente, y la mayor parte de las veces al absurdo de las instituciones sociales y políticas. No acusa a las autoridades por haber alimentado el auge. Las denigra por el inevitable colapso.

Esto es exactamente lo que está haciendo hoy la mayoría de la gente. Acusan a Wall Street. Todos se felicitaban cuando sus casas doblaban su valor. Todos pensaban ser listos al elegir esas acciones en sus planes de jubilación. Pero ahora que la burbuja ha estallado, es todo culpa de Wall Street.

He trabajado 22 años en banca en Las Vegas (creo que eso significa que yo mismo estaba un poco en el negocio de la burbuja). Había una pareja en Las Vegas: el hombre era pintor de casas y su mujer era peluquera. Un día llegó una mujer a cortarse el pelo. La peluquera le dijo: “Bueno, sabes, me interesa mucho entrar en el mercado inmobiliario”. Esto fue en 2004, en lo más alto de la burbuja inmobiliaria en Las Vegas.

Bueno, la mujer que se estaba cortando el pelo dijo: “Vaya, tengo a la persona que necesitas. Mi marido es agente inmobiliario y gestor de hipotecas; puede encontrarte inquilinos; puede hacerlo todo, de cabo a rabo”. El pintor y la peluquera tenían una renta conjunta de 60.000$. Sin embargo, creían en ese momento que podían comprar siete viviendas. Por supuesto, el tipo que era vendedor inmobiliario y gestor de hipotecas les encontró, no una hipoteca sin entrada, sino siete hipotecas sin entrada. Y resultó que la esposa del gestor era asimismo una procesadora de préstamos hipotecarios. Fue realmente todo de un golpe.

Así que el pintor y la peluquera compraron siete casas, con una deuda de 2,6 millones de dólares. Y el agente inmobiliario dijo: “Sabéis, habéis hecho una gran inversión porque, según mis cálculos sobre hacía dónde va la propiedad inmobiliaria en Las Vegas, en cinco años vais a tener un patrimonio inmobiliario de 1,3 millones de dólares”. Bueno, ya sabéis cómo acabó esto.

Su pago mensual de deuda era de 5.772$. Si tomáis sus 60.000$ y los divides por 12, obtienes 5.000$, así que sus pagos eran más que su renta bruta común. Así que tomaron una deuda equivalente a 2,6 millones, con la esperanza de que las propiedades valdrían 4,4 millones en un par de años. Esa suposición significaba que el precio de estas siete viviendas tenía que alcanzar los 286$ por pie cuadrado. Ahora, os puedo decir que estas viviendas en Las Vegas hoy se están vendiendo por menos de 86$ por pie cuadrado.

Podríais pensar que, al final, estos tipos simplemente se fueron a la quiebra y aprendieron una lección: “Bueno, supongo que no somos tan listos como pensábamos”. No. Presentaron una demanda. Demandaron al agente, que era por supuesto el gestor hipotecario cuya esposa era procesadora de préstamos hipotecarios.

La historia refleja realmente aquello de lo que hablaba Mises en La acción humana. En un auge, cuando las cosas van bien, todos nos sentimos realmente listos; creemos que todo lo bueno que parece estar ocurriendo de debe a nuestras acciones.  Luego, cuando las cosas no funcionan, echamos la culpa a otra gente.

La ilusión de la eficacia

Durante un auge, la inflación distorsiona los cálculos empresariales. Se crean planes completos de negocio en un auge, basados en la capacidad de la gente de tomar prestado y consumir. Fijaos en las quiebras recientes que hemos tenido: Circuit City, Sharper Image, Goodies, Gottschalks, CompUSA y Levitz Furniture. En Las Vegas, Herbst Gaming ya ha quebrado en incluso la Riviera habla de ello. Todos estos planes de negocios que parecían una buena idea durante el auge no funcionaron. Los efectos más evidentes esta vez están en la propiedad inmobiliaria. Todos sabemos lo que pasa con la propiedad inmobiliaria.

De lo que puede que no os deis cuenta es de que más exceso de propiedad inmobiliaria en marcha. Hay 93.000 edificios de pisos en marcha este año. Es un aumento del 28% en el inventario de edificios de pisos en EEUU. Cuando estas construyendo un cilindro grande y alto, no es posible que renuncies a la mitad. Tienes que acabarlo. Puede haber parecido una buena idea durante el auge, pero ahora tienes que acabarlo durante el declive. Hay están esos 93.000 edificios; 12.000 de los cuales están en Nueva Jersey y Nueva York (no creo que se estén creando muchos nuevos empleos en Nueva York ahora mismo), 4.000 en Las Vegas, 5.500 en Chicago y 3.500 en Florida. Así que veremos cada vez más desplomes inmobiliarios.

La principal dificultad es hacer que la gente cierre compras inmobiliarias. Es un problema incluso si eres Donald. Donald Trump construyó una magnífica torre en Las Vegas y esta se vendió completamente en días. Sin embargo ahora que el proyecto está listo para que la gente se mude allí, solo ha cerrado un 25% de sus ventas. Se le ha citado diciendo: “Estamos haciéndolo realmente bien en Las Vegas, si tenemos en cuenta que Las vegas está en depresión”. Es ver el lado bueno de las cosas, diría yo.

Leí recientemente en el  Wall Street Journal que la recesión será menos severa porque la economía de servicios es más estable que la agricultura en la Gran Depresión. Y pensé que eso no tenía sentido. ¿Significaría eso que los masajistas y los crupieres de blackjack es más probable que mantengan sus trabajos que los granjeros, la gente que cultiva alimentos? Parece una tontería, pero de eso es de lo que habla la gente.

Durante un auge, la inflación crea ganancias ilusorias y distorsiona el cálculo económico. Lo que hace mejor el mercado libre es penalizar al ineficaz y recompensar al eficaz. Pero cuando tienes un auge, la marea alta hace flotar todos los botes- Yo solía tener prestatarios que construían casas. Estaban continuamente excediendo el presupuesto y nunca conseguían que se hiciera nada a tiempo. Pero durante el auge, ¿se veían penalizados? No, porque el precio subía con el tiempo. De hecho pensaban que estaban haciendo lo correcto: eran listos por exceder el presupuesto y tomarse seis meses extra para construir una casa: ¡el precio subía! Bueno, eso no es lo que se suponía que pasaría y, al final, el declive los penalizó.

Debido a estas ganancias ilusorias, todos quieren participar del auge. Todos piensan que pueden hacer de todo. Mi ejemplo favorito es que los doctores se convierten en promotores inmobiliarios. Vas a un doctor y de lo único de lo que quiere hablar es de su proyecto inmobiliario.

Además, durante la inflación, la calidad del trabajo empeora. Todos tratan de fabricar productos tan rápidamente como puedan. No importa lo que duren las cosas. Ese fue indudablemente el caso de las nuevas viviendas en Arizona, California y Nevada.

En general, la gente se enamora de los planes de “hágase usted rico rápidamente”. De hecho, países enteros han hecho estos en el mercado de Obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés). Por ejemplo, Islandia se ha convertido en un gran fondo de capital riesgo. Y ahora vamos a tener países enteros en quiebra.

La gente desdeña el simple esfuerzo frente a implicarse en la locura de la vivienda. Los camareros se convierten en agentes inmobiliarios e intermediarios hipotecarios. Recuerdo a un tipo en los vestuarios del club de campo, hablando por teléfono, diciendo a alguien que estaba en la lista para comprar una casa en nueve nuevos espacios inmobiliarios distintos. Ese era todo su plan de negocios. Si entraba en la lista de espera inicial, estaba seguro de que inmediatamente después de que se construyera cada casa iba a poder revenderla y ganar 50 o 100 mil dólares. Planeaba convertirse así en millonario.

Tuve un prestatario que era promotor inmobiliario. Fue una noche a una cena y se trajo a su novia. Le pregunté: “Harry, ¿dónde conociste a tu novia?”

“Bueno”, dijo, “estaba conduciendo por nuestro proyecto una noche y vi a una chica saltando una valla, mirando las casas”. Resultó que era maestra de escuela y quería comprar una casa, pero no tenía tiempo para ver las casas piloto durante el día.

Por supuesto, cuando conocí a la novia de Harry en la cena ya no era una maestra de escuela. Ahora vendía inmuebles para Harry. ¿Era eso una sorpresa en Las Vegas durante el auge? Había 17.700 agentes inmobiliarios: uno por cada 100 personas en la ciudad. Era difícil no tener varios amigos que vendieran inmuebles. Hoy en día, una de cada 60 viviendas en Las Vegas está embargada. Esas dos cifras probablemente estén relacionadas de alguna manera.

Durante un auge, todos quieren también relacionarse con bancos. Invertir en nuevos bancos fue una locura en todo el país. Los inversores en pequeños bancos comunitarios en Las Vegas hicieron mucho dinero. Así que todos simplemente suponían que una vez que se conseguía que abriera tu banco, valdrían una vez y media lo que pusiste en él. Y para cuando mostrara un beneficio, tu inversión probablemente se habría doblado. En 2006 hubo 17 nuevos bancos en Nevada y 50 en California, buscando aprobación regulatoria. Recuerdo estar en Phoenix en un viaje de negocios y tropezarme con un anuncio en una revista de negocios que decía: “Empiece su propio banco”.

Los auges inflacionistas penalizan el ahorro y recompensan la deuda. La historia más emotiva respecto de esto fue la de un hombre llamado Scott Coles, que era un prestamista de dinero fuerte en Phoenix, Arizona. Tenía un enorme negocio que había heredado de su padre. Dinero fuerte es prestar dinero (que los inversores han ahorrado realmente) a promotores inmobiliarios que no pueden conseguir financiación bancaria. Prestamistas como Mr. Coles pueden cobrar generalmente del 10% al 15% por estos préstamos. Los bancos pueden ser mucho más baratos, pero los prestamistas de dinero fuerte son mucho más fáciles para trabajar con ellos. En ese momento los inmuebles en Phoenix estaban tan calientes que la gente estaba tomando prestadas sus líneas de crédito vivienda al 5% para tomar el dinero y prestarlo como dinero fuerte en 10% y arbitrarlo. Por supuesto, todo esto no funcionó: los proyectos no se realizaron, los préstamos no se devolvieron y, por desgracia, Mr. Coles se suicidó.

La inflación también rebaja el nivel general de vida. En el mismo curso de crear una falsa atmósfera de prosperidad, la gente tiene que trabajar más duro. Tienen que ser familias con dobles rentas solo para mantenerse. Todos creemos que nos va mejor: estamos comprando más cosas y estamos comprando casas más grandes para poner allí nuestras cosas. Pero en realidad no estamos haciendo menos prósperos y eso es lo que hace la inflación durante un auge.

Mises escribió:

Si se permite que la crisis siga despiadadamente su curso, produzca la destrucción de empresas que fueron incapaces de cumplir con sus obligaciones, entonces todos los empresarios (no solo bancos, sino también otros hombres de negocios) mostrarían más cuidado en conceder y utilizar crédito en el futuro. Por el contrario, la opinión pública aprueba dar ayuda en la crisis. Entonces, tan pronto como pasa lo peor se empuja a los bancos a una nueva expansión del crédito circulante.

Y ahí es donde estamos hoy. Eso es exactamente lo que la administración Obama y Ben Bernanke en la Fed están tratando de hacer.

Hubo una vez un secretario del tesoro, en 1929, llamado Andrew Mellon. Este dijo a Herbert Hoover:

Liquide mano de obra, liquide acciones, liquide a los granjeros, liquide inmuebles. (…) Se purgará toda la podredumbre del sistema. Los altos costes de la vida y la buena vida disminuirán. La gente trabajará más duro, llevará una vida moral. Los valores se ajustarán y la gente emprendedora elegirá de entre la gente menos competente.

Herbert Hoover no escuchó a Andrew Mellon. Y, creedme, Tim Geithner no es Andrew Mellon.


Publicado el 12 de agosto de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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