El capitalismo de compinches de General Electric

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Durante la campaña presidencial de 2012, un comentarista en línea observó que el presidente Obama no se había reunido con su Consejo de Empleo durante seis meses. ¿Cómo podía ser, preguntaba el comentarista, cuando el empleo era lo principal en el programa del presidente? La respuesta no es difícil de descubrir.

El Consejo estaba presidido por el presidente de General Electric, Jeffrey Immelt, un notable patrocinador de Obama. Otros miembros incluyen a Penny Pritzker, heredera que ejerció como presidente de finanzas de Obama en 2008 y Richard Trumpka, presidente de la AFL-CIO, uno de los mayores contribuidores a la campaña de Obama. El grupo se estableció después de las elecciones de la mitad de legislatura de 2010 como un dispositivo para destacar el enfoque de la administración en el empleo, pero más importante resultaba reconocer los aliados políticos y donantes de campaña y prepararse para las elecciones presidenciales de 2012. Esto se reconoció más o menos cuando, después de la reelección del presidente, se disolvió, a pesar que de persistía el alto desempleo.

¿Por qué había elegido en concreto el presidente a Immelt, de General Electric, como jefe de esta arma de campaña? Por una razón: Immelt simpatizaba con el tipo de capitalismo del presidente, liderado por el estado. Llegó a decir de China en una entrevista en televisión: “Lo único que realmente funciona, en el comunismo dirigido por el estado, puede que no sea tu taza de té, pero su gobierno funciona”.[1]

Además, los empleados de General Electric como grupo habían sido el noveno mayor contribuidor a la campaña de Obama en 2008, donando 529.855$. Estas donaciones reflejaban en parte la relación cercana y en la práctica simbiótica con el gobierno en finanzas, defensa, energías verdes, televisión, tecnología y exportaciones y su estatus como beneficiaria principal del estímulo de la administración. Era imposible decir dónde acababa el gobierno y empezaba General Electric y viceversa.

Lo que es más importante, el gobierno rescató a la empresa de lo que parecía ser una bancarrota en 2008-2009. También exoneró a la empresa como una excepcionalmente benigna multa de amonestación de 50 millones de dólares por manipular sus cuentas a finales de la década de 1990 y de 2000, cuando podrían haber recibido una enorme multa y acusaciones criminales de fraude.[2] Como indicación adicional de sus lazos excepcionalmente cercanos, la administración Obama insertó texto en la última propuesta fiscal que permitía a la empresa no pagar mucho impuesto federal de la renta.[3]

¿Cómo había llegado General Electric a necesitar un rescate público durante el crash de 2008? Durante la mayor parte de su historia, la empresa se consideró la más “blue” de todas las “blue chips”, la última compañía que alguien hubiera esperado que necesitara un rescate. Antes del crash de 2008, disfrutaba de la mayor puntuación posible en las agencias de calificación financiera. Sin embargo había un problema: la clasificación era inmerecida, tal vez el resultado de la miopía de la agencia de calificación, tal vez algún acuerdo por debajo de la mesa.

GE Capital, la rama financiera de la empresa, era la parte de esta que crecía más rápido. En 2007, contribuyó en casi el 40% de los ingresos y casi la mitad de los beneficios. Generaba estos ingresos y beneficios utilizando la clasificación financiera triple A de la empresa para tomar prestado dinero a tipo incluso menores de los pagados por bancos para periodos cortos de tiempo y volviéndolo a prestar a los consumidores en periodos más largos, incluyendo a prestatarios subprime. Era un clásico castillo de naipes. Debería haber ocasionado la quiebra de la empresa. Pero cuando, en septiembre de 2008, GE se quedó sin crédito y la supervivencia de la empresa se hizo repentinamente dudosa, Immelt sabía qué hacer.

David Stockman, director de presupuesto con el presidente Reagan e inversor profesional, describió lo que pasó:

El capitalista compinche número uno de la nación (Jeff Immelt, de GE) saltó al teléfono para llamar al secretario [del Tesoro] Paulson y gritó “¡fuego!” Pronto al Fed y el FDIC detuvieron el papel comercial [deuda corporativa a corto plazo] para que quedara en vía muerta, esencialmente nacionalizando todo el mercado. Sin embargo, incluso un vistazo superficial a los datos demuestra que la llamada de SOS de Immelt era una mentira a su servicio.

Así que en el otoño de 2008, EEUU estaba supuestamente al borde del abismo, con un probable cierra de todo el sistema financiero y una depresión de la que podría ser que no saliéramos nunca. Pero esto en realidad era solo una exageración, una forma de atemorizar al presidente George W. Bush y los miembros del Congreso. No sorprende que aquel dijera que “He abandona los principios del mercado libre para salvar el sistema del mercado libre”. Para decir algo tan absurdo en público en una entrevista en televisión, debe realmente haberlo creído.

También se dice que, después de recibir la llamada desesperada de Immelt en septiembre de 2008, el secretario Paulson dijo que pensaba que la crisis se había extendido de Wall Street a Main Street. Pero debe haber sabido que GE era, en aquel momento, la misma encarnación de Wall Street, a pesar de tener su sede central cerca, en Connecticut. No cabe duda que “ayudar a Main Street” proporcionó una buena cobertura para, entre otras cosas, salvar al Goldman Sachs de Paulson.

Para cuando llegó la administración Obama, GE gastaba más dinero en cabildeo que ninguna otra empresa. A Immelt se le ofreció primero unirse a Consejo Asesor de Recuperación Económica del Presidente y luego, como he indicado, a presidir el Consejo sobre Empleo y Competitividad. Cuando la EPA empezó a aplicar nuevas reglas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la primerísima excepción se concedió a una instalación alimentada por GE, el Avenal Power Center en California.[4] Entretanto, GE construyó una parte del coche eléctrico de General Motors, el Chevy Volt, unos de los proyectos favoritos de la administración que había dado subvenciones ocultas de hasta 250.000$ por vehículo junto con deducciones fiscales a los compradores.[5] Cuando resultó insuficiente para hacer que se vendiera el coche, el gobierno compró miles de Volts para su propia flota.

Era potencialmente embarazoso para la administración que GE subcontratara tantos empleos en el extranjero. Por ejemplo, cuando el Congreso prohibió las bombillas incandescentes pasadas de moda, en parte por presiones de GE, la fabricación de las nuevas bombillas fluorescentes se mudó de la las fábricas de bombillas de GE en Ohio y Kentucky a China. También era potencialmente embarazoso, aunque poco conocido, que los fluorescentes contenían mercurio, un riesgo medioambiental y que algunos de los trabajadores chinos se habían envenenado por exposición al mismo.[6] Sin embargo nada de esto impidió que GE se beneficiara, directa o indirectamente, de lo que pueden haber sido miles de millones en concesiones de la Ley de Estímulo.


[1] Entrevista de Charlie Rose en la CBS, http://www.freebeacon.com/ (10 de diciembre de 2012).

[2] Grant’s Interest Rate Observer (5 de octubre de 2012): 1.

[3] Carney, http://www.washingtonexaminer.com (2 de enero de 2013).

[4] http://www.washingtonexaminer.com/ (2 de febrero de 2011).

[5] http://www.againstcronycapitalism.org (21 de febrero de 2012).

[6] Times of London: también http://www.washingtonexaminer.com (17 de mayo de 2011).


[Adaptado de Crony Capitalism in America]

Publicado el 25 de noviembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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