El “peligroso” superávit por cuenta corriente de Alemania

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El gobierno de EEUU y la Comisión Europea (CE) atacaron recientemente a Alemania por tener un elevado superávit por cuenta corriente. Paul Krugman saltó con esta maravilla de cita:

El problema es que Alemania ha continuado manteniendo costes laborales altamente competitivos y enormes superávits desde el estallido de la burbuja, y eso en una economía mundial deprimida hace de Alemania una parte importante del problema.

Solo en el mundo surreal actual de la política económica podría considerarse perjudicial ser altamente competitivo. Esta crítica a Alemania no es nueva, pero ya no estamos viviendo en la década de 1950. Alemania no tiene su propia divisa y hay poco “alemán” en una exportación alemana.

Un BMW fabricado en Alemania pero vendido en España contiene piezas que vienen de todo el mundo. La mayoría, pero no todo, el trabajo será alemán, pero las innovaciones tecnológicas han reducido el coste laboral a en torno al 10% del precio de un coche. El retorno de capital irá a bonistas y accionistas que pueden estar en cualquier lugar del mundo. BMW puede pagar un dividendo a un accionista español que puede usar esos euros para comprar bienes españoles. Decir que un BMW es un producto solo alemán es una exageración.

Alemania es asimismo parte de una divisa común. Hablar de un superávit por cuenta corriente de una región dentro de una zona de moneda común es como quejarse del superávit por cuenta corriente de Florida o el superávit bilateral de Jacksonville con Miami.

Podemos llevar esto al nivel individual para dejar clara esta explicación y destacar lo estúpido de la argumentación. Tenemos un superávit por cuenta corriente con nuestra empresa y un déficit por cuenta corriente con nuestro supermercado. Nuestra empresa compra más de nosotros de lo que le compramos y pasa lo contrario en nuestra relación con nuestro supermercado. Sin embargo, no vamos a supermercado y reclamamos que el dueño nos compre más bienes o servicios.

Además, el superávit por cuenta corriente de Alemania con otros europeos o miembros de la Eurozona se ha reducido a la mitad entre 2007 y 2012 y el superávit de Alemania con el resto del mundo se ha más que triplicado. Es lo que esperaríamos de la apertura del comercio, las ganancias de la división del trabajo y la especialización que se hace posible al centrarse en áreas de ventaja comparativa. Criticar esta tendencia es criticar las razones declaradas para la creación de la propia Unión Europea.

Por razones que son difíciles de entender, la Comisión Europea tiene una norma por la que debe intervenir si un país miembro tiene un superávit por cuenta corriente superior al 6% de la producción durante un periodo de tres años. Alemania estaba en el 7% el año pasado y probablemente registre una cifra similar este año. Si el libre intercambio de bienes y servicios y el libre movimiento de capital llevan a un superávit del 10%, el 20% o más, ¿dónde está el problema? ¿Por qué existe siquiera esta norma? ¿Por qué impondría la CE una restricción que limitara el movimiento de bienes y servicios o capital? ¿No se creó la UE para estimular la eliminación de limitaciones injustificables? A la UE no debería sorprenderle que los países quieran irse cuando impone normas tan ilógicas.

En esta crítica a Alemania subyace un mercantilista que vuelve a mostrar su fea cara. Dentro de la mente mercantilista debemos tener un ganador y un perdedor y no solo ganadores resultantes de un intercambio voluntario mutuamente beneficioso. Se supone que Alemania está produciendo más de lo que consume. Por supuesto, esto es seguir una falacia común que algunos explotan para obtener réditos políticos. Todo euro que se gaste en un coche alemán u otro producto será recibido como renta por alguien que gastará esa renta. Hay una relación directa entre producción y gastos. La ley de Say nos dice que la oferta 8correcta) crea su propia demanda. El consumo nunca necesita estímulos: todo lo que se produce, se consume, ya sea para producir otros bienes (inversión) o para satisfacción personal (consumo).

Por supuesto, la “solución” a este problema imaginario es hacer que Alemania aumente el gasto público para estimular el crecimiento en otros países de la UE. No importa que Alemania ya tenga una deuda del 82% respecto de su PIB, muy por encima del 60% que se había visto anteriormente como excesivo. Es una solución keynesiana normal que constantemente va contra la lógica del efecto “expulsión”. Todo dólar que gaste el gobierno debe ser un dólar que se habría gastado por otro. El gobierno puede alterar quién se lleva un pedazo de la tarta económica, pero no puede aumentar el tamaño de la tarta.

Ni siquiera cuando Alemania tenía su propia divisa tenía justificación esta crítica. Entonces, un superávit por cuenta corriente habría significado un flujo equivalente de salida de capital, financiando el gasto público italiano o francés o inversiones en fábricas y equipamiento en España, Italia, China u otro lugar. Repito que palabra como superávit o déficit son restos de nuestro pasado mercantilista y no tienen absolutamente nada que ver con ser buenos o malos.

Si Alemania tiene costes laborales competitivos y puede fabricar dispositivos mejores, ¿dónde está el problema? ¿No se creó la UE para hacer a Europa más competitiva permitiendo moverse los recursos (por ejemplo, mano de obra a Alemania) a donde se utilicen más eficazmente? Las críticas de la CE y el FMI están incluso más fuera de lugar cuando se mira las razones que se dan para su existencia.

El Ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, miembro de la Unión Democrática Cristiana de la canciller Angela Merkel tenía toda la razón cuando dijo: “El superávit por cuenta corriente de Alemania no da ninguna razón para que se preocupe Alemania, la Eurozona o la economía mundial”. En realidad, debería alabarse y no vituperarse a Alemania. Su pericia productiva es una de las pocas cosas que impulsan la economía mundial.


Publicado el 20 de noviembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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