Continuamente se está discutiendo en la prensa económica y campañas políticas sobre la economía del empleo y desempleo. Centraremos ahora nuestra atención para encontrar los fundamentos y raíces del fenómeno y desmentir sus sofismas.
Si los medios de comunicación nos dicen “la apertura de la fábrica XYZ ha creado 1.000 nuevos puestos de trabajo”, nos alegramos. Pero cuando la empresa ABC cierra y se pierden 500 empleos, entonces lo lamentamos. Los políticos con capacidad para dar subsidios y salvar la empresa ABC seguramente cuenten con el favor general del público.
Pero el trabajo en sí mismo no garantiza el bienestar. ¿Realmente suponemos que trabajar es cavar agujeros profundos y luego volverlos a tapar? ¿Qué ocurre si los trabajadores manufacturan bienes y servicios que nadie quiere comprar? En la Unión Soviética, que hacían alarde de dar a cada trabajador un puesto de trabajo, muchos trabajos eran improductivos. La producción lo es todo, y el trabajo no es más que un medio para alcanzar este fin.
Imagine la familia suiza Robinsón aislada en una isla desierta del Mar del Sur. ¿Necesitan trabajar? No. Lo que necesitan es comida, ropa, refugio, y protegerse de los animales salvajes. Cada tarea que asignan es sustraída del limitado y valioso trabajo del que disponen. El trabajo ha de ser racionado —no creado— de modo que el mercado pueda crear el mayor número de productos posibles fuera de la limitada fuente de la oferta de trabajo, bienes de capital y recursos naturales.
Lo mismo es cierto para nuestra sociedad. La oferta de trabajo es limitada. No hemos de permitir que el Estado cree empleos, de lo contrario no se crearán los necesarios bienes y servicios que podrían haber nacido sin la intervención estatal. Hemos de reservar el valioso trabajo para las cosas importantes que aún están pendientes de hacer.
Imagínese un mundo donde las radios, pizzas, zapatos deportivos, y todo el resto de bienes llovieran del cielo como maná. ¿Querríamos trabajar en tal Utopía? No, nos dedicaríamos a otras cosas que nos reportasen mayor placer —estudiar, jugar al básquet bajo el sol, etc.
En lugar de alabar el trabajo por si mismo, nos hemos de preguntar por qué el trabajo es tan importante. La respuesta es porque vivimos en escasez económica y debemos trabajar para vivir y prosperar. Ésa es la razón por la que sólo celebraremos aquel tipo de trabajo que produce bienes que la gente realmente valora, es decir, aquellos bienes que la gente espera comprar con el dinero que ha ganado con el sudor de su frente. Y eso, es algo que sólo puede ser efectivo en un mercado libre y no en un mundo de burócratas y políticos.
Pero, ¿y sobre el desempleo? ¿Y que pasa si la gente quiere trabajar, pero no encuentra trabajo? En la mayoría de los casos, los programas del Estado son la causa del desempleo:
Salario mínimo
Las leyes del salario mínimo mantienen que los sueldos han de ser fijados al nivel que determine el Estado. Para explicar por qué es dañino, podemos usar una analogía tomada de la biología: hay ciertos animales que son débiles comparados con los otros. Por ejemplo, el puerco espín está indefenso sino fuese por sus púas, el ciervo o gamo serían presa fácil sino fuese por su rapidez.
En economía hay gente que también es relativamente débil. Los minusválidos, los jóvenes, minorías, personas sin estudios —todos ellos son actores económicamente débiles. Pero tal debilidad, a igual que en el reino animal, es contrarrestada con una habilidad especial: la de trabajar por salarios bajos. Cuando el Estado prohíbe esta habilidad forzando al alza los salarios, es como si al puerco espín se le esquilasen sus púas. El resultado de tal proceso es el desempleo que crea soledad, aislamiento, y dependencia.
Imagínese un joven, sin estudios, alguien sin especialización alguna, cuya productividad es de 2,50 dólares la hora según precio de mercado. ¿Qué ocurre si los legisladores aprueban una ley que dice que se le han de pagar 5 dólares a la hora? El empresario que lo contrate perderá 2,50 dólares la hora.
Imagínese a un hombre y a una mujer con una productividad de 10 dólares la hora, y suponga, que por temas de discriminación o cualquier otra causa, al hombre se le pagan 10 dólares y a la mujer se le pagan 8. Esto es como si la mujer tuviese una pequeña señal en la frente que dijera: “contráteme y ahorrase 2 dólares la hora”.
Esto la convierte en una empleada deseable incluso para el jefe más sexista. Pero cuando una ley que pretende igual los sueldos estipula que la mujer debe cobrar lo mismo que el hombre, entonces el empresario puede satisfacer su tendencia discriminadora y no contratarla.
Discriminación en el valor cualitativo
¿Qué pasa si al Estado se le ocurre la genial idea de que las enfermeras y camioneros cobren lo mismo porque su labor es “intrínsicamente” de igual valor? Se decreta que los salarios de las enfermeras se suban al mismo nivel, en consecuencia se creará desempleo para la mujer.
Condiciones de trabajo
Las leyes que fuerzan a mantener ciertos tipos de condiciones de trabajo también crean desempleo. Por ejemplo, los recolectores inmigrantes de fruta y vegetales deben tener agua corriente, fría y caliente, en sus modernos inodoros provisionales. Esto es económicamente equivalente a las leyes que regulan los salarios porque, desde el punto de vista del empresario, las condiciones laborables son cosas idénticas desde el punto de vista monetario. Y si el Estado fuerza al empresario a pagar más, éste tendrá que contratar a menos personas.
Sindicatos
Cuando el Estado fuerza a las empresas a contratar sólo trabajadores afiliados a sindicatos, se discrimina a los trabajadores no afiliados causando una grave desventaja o permanente desempleo. Los sindicatos existen principalmente para impedir la competencia. Son un cartel proteccionista del Estado como cualquier otro.
Protección del empleo
Las leyes de desempleo, cuya imposición consiste en que nadie sea despedido sin el debido trámite, supuestamente protegen a los trabajadores. Sin embargo, si el Estado dice que el empresario debe mantener en plantilla a sus trabajadores hagan lo que hagan, el empresario intentará en un primer momento no contratarlos. Esta ley, que parece beneficiar al trabajador, en realidad crea desempleo. Y por lo tanto, este tipo de impuestos sobre el trabajo, que no son más que un coste para las empresas, desalientan la contratación de más trabajadores.
Impuestos sobre el salario
Los impuestos sobre el salario, como la Seguridad Social, imponen fuertes costes monetarios y administrativos a las empresas aumentando drásticamente el coste marginal [1] para la creación de nuevos empleos.
Subsidio de desempleo
El subsidio de desempleo del Estado causa desempleo subvencionando la ociosidad. Cuando un determinado comportamiento es subvencionado —en este caso no trabajar— entonces incrementamos este comportamiento, la ociosidad.
Las licencias
Las regulaciones y las licencias causan desempleo. La mayoría de la gente sabe que los doctores y abogados han de tener licencias. Pero pocos saben que un criador de hurones, halcones, y un cultivador de fresones también las necesitan. De hecho, el Estado controla más de 1.000 tipos de profesiones en los Estados Unidos. Recientemente en Florida, a una mujer que cocinaba alimentos para indigentes, se le clausuró el local por no tener la licencia de restaurante; consecuentemente, muchos indigentes ya no comen gracias a tal medida.
Cuando el Estado aprueba una ley diciendo que ciertos trabajos no se pueden emprender sin licencia, se levanta una barrera legal de entrada. ¿Por qué ha de ser ilegal para alguien intentar montar una peluquería por si mismo? El mercado ya proveerá de la información necesaria al consumidor.
Cuando el Estado confiere alguna categoría legal sobre una profesión y aprueba una ley en contra de la competencia se crea desempleo. Por ejemplo, ¿quién influye sobre las leyes dificultando la creación legal de peluquerías? El gremio de peluqueros no intenta proteger al cliente de los malos cortes de pelo, sino a ellos mismos de la competencia.
Venta ambulante
Las leyes en contra de los vendedores ambulantes impiden que la gente obtenga aquellos alimentos que quieren consumir. En la ciudad de Nueva York y Washington, los mayores alborotadores en contra de la venta ambulante son los propios restaurantes y almacenes.
Trabajo infantil
Hay muchos trabajos que requieren poco aprendizaje —como el de los cortadores de césped— que son perfectos para la gente joven que quiere ganar dinero. Además de los beneficios, trabajando también se enseña a los jóvenes que un trabajo es manejar dinero, ahorrar y tal vez invertir. Pero en la mayoría de lugares, el Estado discrimina a los menores y les impide participar del sistema de libre empresa. Un muchacho joven, incluso, ya no puede montar un puesto de venta de limonadas.
El banco central (Federal Reserve)
El Banco Central crea ciclos económicos y éstos llevan al desempleo. La inflación no sólo hace subir los precios, también estanca el trabajo. Durante los booms económicos, las empresas contratan nuevos trabajadores, muchos de ellos son traídos desde otras ramas laborales motivados por los altos sueldos. La subvención del Banco Central a estas industrias sólo dura hasta la explosión del boom económico. Entonces, los trabajadores son despedidos y los empleos destruidos.
El libre mercado
El libre mercado, por supuesto, no significa que todo sea utópico. Vivimos en un mundo de variada inteligencia y capacidades, donde las preferencias del mercado son cambiantes, y la información imperfecta. Ello conduce al desempleo temporal. Mises lo llamó “cataláctica”. Y algunos optan por el desempleo para después obtener un trabajo con mayor remuneración.
Sin embargo, como sociedad, podemos asegurar que cada uno de nosotros que quiera trabajar tenga la ocasión de hacerlo anulando las leyes del sueldo mínimo, discriminación del valor cualitativo, las leyes sobre las condiciones laborales, la afiliación obligatoria a sindicatos, la protección laboral, los impuestos sobre el trabajo y sobre el salario, los subsidios de desempleo, las regulaciones, licencias, leyes anti–venta ambulante, leyes contra el trabajo infantil, y la creación del dinero gubernamental. El camino hacia la creación de empleo, en realidad, sólo es posible a través del libre mercado.
[1] El coste marginal, en este caso, es el costo “de más” no productivo que ha de desembolsar la empresa para la contratación de un nuevo trabajador. En este caso, tal coste adicional creará o menos contratación de trabajadores o bien sueldos más bajos. [Nota del Traductor].
El artículo original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Jorge Valín.