Hay tres razones importantes por las que la libertad no se puede alcanzar argumentando a favor de la eficiencia económica. Tal eficiencia es siempre debatible, inevitablemente descansa sobre detalles técnicos obscuros para la mayoría de personas y es uno de los temas más expuestos a la desinformación gubernamental. En Canadá, el argumento de que un libre mercado produce costos menores en cuestiones de salud, por ejemplo, siempre provoca el ejemplo contrario de Estados Unidos y su alto nivel de gasto en salud. Refutar esta estadística engañosa requiere un exhaustivo nivel de detalle, que el oyente muy probablemente no ha escuchado antes y que son fáciles de descartar. Argumentar que la atención medica era más barata antes de que el gobierno se involucrara también es improductivo, ya que la gente puede fácilmente argumentar que la tecnología era también mucho menos avanzada en el pasado, o que habían menos personas viejas, o menos procedimientos y medicamentos que extendían la vida. El argumento desde la eficiencia no es nunca concluyente, ya que requiere estadísticas, una montaña de conocimiento especializado, una paciencia enorme y se puede descarrilar en cualquier momento debido a información falsa, incompleta o escasa.
El argumento desde la eficiencia también requiere una casi omnisciencia. Argumentar que el libre mercado es más eficiente, y como cada una de sus supuestas “ineficiencias” es siempre resultado de la intervención estatal, requiere conocimiento detallado de literalmente docenas de áreas de conocimiento. Explicarle a alguien por que la crisis energética de California fue resultado no de la privatización sino del control estatal, requiere al menos media hora de explicaciones en economía, historia y regulación. No es una perspectiva agradable. Incluso si el oyente llega a escuchar la conclusión, él o ella simplemente aprendieron un dato interesante de la historia. No tendrá la habilidad para explotar estos hechos en principios generales de economía, incluso con ayuda, mucho menos axiomas morales referentes a la violencia.
Usted puede ser adepto a argumentar en contra de políticas antimonopolísticas haciendo referencia a la industria de software. ¿Pero qué pasa si su interlocutor es conocedor de la industria de acero, o telecomunicaciones o de librerías? En algún punto su conocimiento será escaso y tendrá que acordar discutir luego, cuando tenga más información. Es por esto que muchos proponentes de la libertad acuden rápidamente a libros, conferencias y sitios web buscando evidencia y corren el riesgo de convertirse en aburridos terminales. Es una tarea imposible.
Imagine en cambio que es usted un abolicionista del siglo 19 argumentando en contra de la esclavitud. Usted dice que los esclavos deberían de ser liberados y basa sus argumentos en eficiencia económica. Las objeciones a las que debe sobreponerse incluyen las siguientes
- ¿Cómo será posible que los esclavos liberados encuentren trabajos cuando la economía va tan mal?
- Es imposible educar a los esclavos, es por eso que son esclavos.
- Esclavos liberados no tienen habilidades de trabajo y sucumbirían al crimen.
- Los esclavos son la única forma eficiente de tener agricultura.
- Los esclavos no tienen ningún sentido de responsabilidad, seria cruel darles su “libertad”.
- No hay forma de hacer funcionar una plantación sin esclavos.
- No tienen ninguna propiedad, así que tendrían que vender su trabajo al deño de la plantación de cualquier forma. ¿Cómo serían así más libres?
Como puede ver, tendría que ser un experto en media docena de campos solo para responder unas cuantas de las objeciones que podrían ser planteadas en contra de su argumento. El debate llegaría rápidamente a un punto muerto, como lo hacen todos los argumentos a favor de la libertad que se basan en eficiencia económica.
La segunda razón por la que este enfoque falla es que las personas nunca aceptarían el riesgo de un desgarrador cambio social a favor beneficios económicos teóricos en el futuro. Los proponentes de la libertad deben recordar siempre que están jugando con fuego cada vez que hablan acerca de una reorganización social fundamental. La mayoría de estas “reorganizaciones” resultan en peores condiciones para el ciudadano promedio. La gente está generalmente aterrorizada del cambio fundamental y por buenas razones. Un posible incremento en eficiencia económica nunca los motivara para arriesgar terriblemente por completo su forma de vida.
La tercera razón por la que el argumento desde la eficiencia nunca podrá ganar es que a las personas realmente no les interesa mucho la eficiencia económica. Dos ejemplos rápidos: El primero es la paternidad. ¿Cómo podría alguien argumentar que tener hijos es económicamente eficiente? Los hijos son caros, agotadores y consumen tiempo. Pocos de los beneficios de tener hijos pueden ser medidos por estadísticas económicas. Esto es un ejemplo de lo que generalmente motiva a las personas. No es la eficiencia económica sino algo más.
Otro ejemplo es el reclutamiento forzoso en tiempo de guerra. Cuando son reclutados por su líder, las personas generalmente acuden a la masacre sin oponer resistencia. ¿Qué tiene eso de eficiente? Una verdad fundamental de la naturaleza humana es que si la gente cree que algo es moral, llevaran casi cualquier carga para apoyarlo. Mujeres mandan a sus hijos a la guerra. Esposas mandan a sus esposos despidiéndolos con besos. Los hijos están orgullosos del asesinato de sus padres.
De la misma forma que funciona en la guerra, funciona con el poder estatal. Si la gente cree que el estado ayuda al pobre, o sana al enfermo, o educa al ignorante, llevaran cualquier carga para apoyarlo. Podrá que se quejen de los niveles de impuestos, pero se ofrecerán a la causa de cualquier forma.
Así que si el argumento desde la eficiencia económica no funciona, ¿Qué funciona? Existen, en mi forma de verlo, dos enfoques más. Solo trataremos uno aquí, el argumento desde la consistencia y dejaremos el otro para el siguiente artículo.
¿Qué es el argumento desde la consistencia? Bien, la gente cree que es moral que el gobierno utilice fuerza para quitarle al rico y darle al pobre. Un argumento efectivo en contra de esto es preguntar si esto es un principio moral universal. Si la persona dice “si”, entonces tiene que estar de acuerdo con que cualquiera puede hacerlo. Un hombre pobre puede robar con una pistola a un hombre rico. Cualquiera que tenga menos que otro puede robarle y dispararle si se resiste. ¿Es ese el tipo de mundo que creen que sería bueno y justo? Por supuesto que no. Así que, el principio de que está bien usar violencia para transferir riqueza ha sido demolido. Ya no es un principio moral universal, sino algo completamente distinto.
Este tipo de argumento no requiere un conocimiento sofisticado de historia, economía, política o de ninguna otra disciplina detallada. Más importantemente, Tampoco requiere que el interlocutor sepa sobre ninguna de estas materias. Lo único que se requiere es un poco de persistencia socrática gentil.
Por supuesto, la discusión nunca termina allí. Las personas contestaran con todo tipo de tonterías acerca de democracia, decisiones colectivas y transferencia de autoridad moral al estado, pero todos esos argumentos son fáciles de demoler. Mientras que uno no olvide que el estado no es más que una colección de individuos. Además, los contratos que se aceptan voluntariamente son moralmente vinculantes. Contratos que se imponen sin consentimiento no lo son. Un hombre que compra un coche debe pagar por él. Un hombre que compra un coche para una mujer sin su consentimiento no puede obligarla a pagar por él. Es por eso que las “decisiones” democráticas centralizadas e impuestas son inmorales.
Entonces, ¿Cómo funciona esto en la práctica? Tomemos un ejemplo común: la asistencia médica. La mayoría de proponentes de la libertad se han topado con la dificultad de desenmarañar el desastre estadounidense en particular. El argumento desde la consistencia podría ser así:
- El cuidado médico debe ser completamente privatizado.
- Pero es más caro cuando no lo administra el estado. ¡Vean a Estados Unidos!
- No lo creo. ¿Pero qué importa si es así? ¿Puedo yo decirle cuanto debe gastar en asistencia médica? Tal vez, en una sociedad libre, la gente escogería gastar la mitad de sus ingresos en asistencia médica. ¿Les diría usted que no pueden?
- Pero en los Estados Unidos, 30 millones de personas no tienen seguro médico.
- Ese es resultado de terribles leyes gubernamentales que incrementan el precio de los seguros y reducen sus beneficios, pero supongamos que es puramente voluntario, que mucha gente no quiere tener seguro médico. ¿Y qué? ¿Los obligaría usted a obtener seguro médico?
- ¡Pero la gente debe tener seguro médico!
- ¿Por qué? ¿Qué tal si cuesta la mitad de sus ingresos y alguien tiene 18 años y es muy saludable y toma el autobús y no practica paracaidismo y siempre atraviesa la calle como lo indica el semáforo, etc.? Para esa persona, el seguro médico probablemente no tendría sentido. Estarían mucho mejor obteniendo una educación, o ahorrando su dinero, o simplemente tomando el riesgo de enfermarse. El seguro médico es una decisión muy personal. Yo nunca me sentiría cómodo tomando esa decisión por alguien más.
- Pero si esa persona de 18 años se enferma, tienen que ir a un hospital público así que incurren en un gasto social.
- Si, actualmente eso es cierto, pero no sería el caso si la asistencia médica fuera privatizada.
- ¿Así que simplemente morirán en las calles?
- ¿Le molestaría eso? ¿Le molestaría ver a gente pobre morir en las calles por falta de cobertura médica?
- ¡Por supuesto!
- Así que los ayudaría, ¿No es así?
- Sí, pero…
- Y así lo haría casi cualquier otra persona. A todos les importa este tipo de cosas. La presencia y aceptación de la asistencia médica financiada por el estado es prueba de que a la gente le importa la gente enferma que no puede cuidarse a sí misma. Así que eso no será un problema, pero aun si lo es, digamos que a ninguna persona en la sociedad le importa la gente pobre enferma, y que si mueren en las calles. Si es así, entonces dándole al gobierno más poder no les ayudaría por que tales ciudadanos apáticos nunca votarían por políticos a los que les importaran los pobres, y a los políticos mismos no les importarían los pobres, ya que a nadie le importa. Así que, o a la gente le importa la gente pobre y enferma y les ayudaran sin el gobierno, o no. En ese caso el gobierno no puede ayudar tampoco. El punto de la privatización es que no podemos forzar nuestras propias preferencias en otras personas. Si usted prefiere que todos tengan seguro médico, creo que eso es maravilloso. Usted debería empezar una empresa de seguros y buscar como proveerlo, o apoyar a alguien que lo haga o dar a caridad o volverse médico trabajar gratis dos días a la semana o pagar de más por su propio seguro para que otros puedan pagar primas menores. Existen miles de formas de ayudar, pero el gobierno no puede forzar moralmente a la gente a dar dinero al pobre o proveerles con seguro gratis pro que si es moral forzar la caridad, entonces cualquiera puede hacerlo. Debemos entonces otorgarle al pobre el derecho moral de coger armas y robarle a médicos y hospitales ellos mismos.
Este enfoque, por su puesto, rara vez gana un debate, pero puede ser instructivo para darse cuenta que el debate anterior no apela a la eficiencia del mercado libre. Uno de las técnicas de debate más poderosas es asumir que las premisas de sus oponentes son ciertas y luego probar que conducen a consecuencias absurdas. Así, el argumento que dice que algunas personas pueden usar violencia en nombre de otras, por medio de tributación y estado benefactor, puede ser contrarrestado fácilmente diciendo que si es lo correcto, entonces todos deberían animarse a hacerlo. El gobierno no es necesario, una persona moral debería simplemente armar a los pobres directamente y someterse a su inevitable depredación.
En conclusión, es tiempo que los precursores de la libertad le den el adiós al argumento desde la eficiencia económica. Ha sido un ejercicio instructivo para probarnos, aunque sea a nosotros mismos, que el mercado libre puede proveer bienes y servicios que actualmente se infligen en la sociedad por el poder bruto del estado, pero nunca será tan agitador como para motivar un movimiento mayor. En la difícil marcha hacia un mundo más libre, necesitamos una bandera más poderosa. El argumento desde la consistencia es un buen primer paso, pero nuestra verdadera bandera no es la eficiencia o la consistencia, sino la moralidad y bondad que naturalmente se muestra en acción en cada noble intento en los corazones de las personas.
El original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Alex Quinones.