Catching Fire: Los juegos del hambre revelan los horrores del gobierno malvado

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“Siempre he sabido quién es el enemigo. Quién nos mata de hambre, nos tortura y nos mata en la arena. Quién es quien pronto va a matar a todos los que conozco”. – Katniss Everdeen, Catching Fire, p. 456.

Se ha dicho sobre los ciudadanos de la felizmente desaparecida Unión Soviética, que aquellos que tenían suerte de viajar de vez en cuando fuera de su estado policial se ponían a saltar como “resortes en los cuernos de la abundancia de las tiendas por departamento de occidente”. En la URSS todo el mundo tenía rublos, pero en una sociedad donde el pensamiento innovador, la propiedad y el afán de lucro se abolieron, no había nada que comprar, simplemente porque había muy poco incentivo para producir cualquier cosa.

Las compras eran un asunto cotidiano marcado por colas interminables precisamente porque los estantes estaban casi siempre vacíos. Pensando en el documental “la guerra fría” de CNN, de décadas pasadas, está la escena dentro de una tienda de comestibles rumano en el que dos mujeres se pelean por un corte de carne seguramente en descomposición. El capitalismo ofrece en abundancia, mientras que el comunismo sólo proporciona cosas a las personas con “blat”[1] o “conexiones”.

En la Unión Soviética “los conectados” dentro de Moscú tenían acceso a lo que no estaba disponible para la amplia ciudadanía. Los políticos comían y vivían como los capitalistas que ellos despreciaban, mientras que al parecer el único bien de consumo de fácil acceso a los plebeyos era el Vodka, este último beneficio que se utilizaba para amortiguar su situación famélica y también, presumiblemente, para dejarlos aletargados en la cara de una clase política, que los asesinaba poco a poco física y emocionalmente.

Los vacíos mercados negros creados por el emprendedor con gran riesgo para él y su familia, los bienes ofrecidos por los “mercados” en última instancia creados por el gobierno (¿Me estás escuchando Presidente Obama?) eran cualquier cosa menos buena. Los gobiernos no tienen recursos distintos de los que pueden tomar de la ciudadanía, literalmente y figurativamente a punta de pistola, por lo que, cuando los gobiernos usurpan el papel de producción del sector privado, el resultado final es la escasez, el robo, y una población cuyos miembros se baten entre sí en lugar de  producir rentablemente los unos para los otros.

Todo lo cual nos lleva Catching Fire, el segundo libro de Suzanne Collins “The Hunger Games” (Los juegos del hambre), la trilogía. La versión cinematográfica del libro está, como la mayoría sabe, en las salas de cine en estos momentos. La historia de Collins de una sociedad distópica definida por la miseria, el alcoholismo, el hambre y el miedo del Estado, ha naturalmente generado una gran reacción entre los lectores. Muchos, incluyendo a este escritor, vio The Hunger Games como una polémica evidente sobre los horrores del gobierno sin control, pero a medida que esta serie se hacía tremendamente popular en ambos lados del espectro político, era de esperar algún enojo y rechazo. Se entiende. Además, en defensa de los “negacionistas”, Collins no ha sido exactamente explícita acerca de sus opiniones políticas, si es que las tuviese.

Oh, bueno, cualquiera que sea la verdad acerca de sus ideas políticas, lo que no puede ser negado por aquellos que han leído Catching Fire es lo que su mensaje quiere decir. Catching Fire no tiene nada que ver con una crítica al capitalismo y todo que ver con lo que ocurre cuando este se abole en favor de un Estado todopoderoso.

La segunda novela comienza poco después de que Katniss y Peeta han ganado los Juegos del Hambre N° 74. Este último acontecimiento es una puesta en escena en el Capitolio de Panem, en gran parte para el disfrute de aquellos que Collins denomina como los “privilegiados” dentro de sus límites.

Existen doce distritos en el país de Panem y todos producen para la clase política que se encuentra dentro del Capitolio ¿Les Suena familiar?

Es notable aquí que los ciudadanos de los distritos de Panem sí ven los juegos del hambre, disfrutan de ellos, pero hay que tener en cuenta que su televisor se limita a la visualización forzada de la propaganda del Capitolio. Se dijo anteriormente que los Juegos se organizaban en gran parte para el disfrute de los ciudadanos del Capitolio y ese es el caso, ya que su élite política nunca está “entre aquellos cuyos nombres se colocan en las bolas del sorteo [los individuos elegidos para luchar y morir en los juegos del hambre], cuyos hijos nunca mueren por los supuestos delitos cometidos hace generaciones”. Interesante aquí es que los demócratas y algunos republicanos se resistieron a un complemento para la exrañamente llamada Ley de Asistencia Asequible (” Obamacare “) que habría requerido al Congreso y su personal vivir bajo la ley de salud escrita para el resto de nosotros.

Después de eso, los juegos del hambre hablan a una sociedad carente de incentivos, beneficios, y sí, capitalismo. En una sociedad capitalista, es innegable que estemos trabajando para complacernos los unos a los otros; y que obtenemos beneficios en función de lo mucho que nuestro trabajo elimina el malestar de las vidas de los demás. En Panem, donde los ciudadanos son esclavos del estado, las personas trabajan contra los demás, y robándose entre sí para poder vivir. En ese caso, los Juegos del Hambre es un nombre muy apropiado para  juegos organizados por un Estado poderoso que no permite ganancias. En ese tipo de sociedades, piensen en la antigua Unión Soviética o Corea del Norte en la actualidad, los individuos están trabajan unos contra otros y hasta se matan para poder sobrevivir. Aquellos cruelmente escogidos a participar en los Juegos del Hambre morirán con la excepción de un individuo lo suficientemente hábil para matar (las empresas capitalistas quieren que sus clientes vivan, y que repitan sus negocios) a otros de tal manera que él o ella sea la última en pie. Teniendo en cuenta los 100 millones más recuento de víctimas del comunismo en el siglo 20, está bastante claro lo que Collins está describiendo, ya sea a propósito o sin saberlo.

Por supuesto, los Juegos del Hambre N° 74 tenían una torcedura. Sin echar a perder los relatos a quienes no han leído las novelas o visto las películas, Katniss básicamente jugó una mala pasada al presidente Snow y a la clase dominante de manera que tanto a ella como Peeta se les permitió vivir. Al salvar a Peeta, Katniss avergonzó a Snow y al gobierno, y ella lo sabe muy bien. En sus propias palabras “Snow siempre me despreciará, porque sobrepasé en astucia sus sádicos juegos del hambre, hice quedar al Capitolio como un tonto y en consecuencia socavé su control”.

El control obviamente importa en una sociedad invadida por los políticos, y como resultado de que Katniss expusiera al presidente Snow como a un emperador desnudo, hay disturbios en los diferentes distritos que únicamente trabajan para Snow, el Capitolio y sus ciudadanos. Para decirlo más claramente, una revuelta entre los oprimidos del gobierno está tomando forma; Katniss en el símbolo de la esperanza entre los plebeyos deseosos de retomar el control de una existencia que actualmente se define por la monotonía implacable, el hambre y el miedo de un estado bien armado.

Snow, obviamente, no puede permitir que esto suceda. Él gobierna por el miedo, pero Katniss y la Mockinjay (“La mockinjay es una criatura que el Capitolio nunca tuvo la intención de que existiera”), que simboliza el acto de alzar la voz para decirle sus verdades al poder ha calado entre las personas que sufren bajo los políticos matones. Tratando de aplacar una rebelión emergente, Snow llega sin ser invitado a la casa de Katniss, en cuyo momento ella lo sabe: “Estoy en serios problemas”.

Sí, lo está. Katniss está una vez más el origen de la revuelta y Snow le alerta sobre la cantidad de “personas que morirían” si la revuelta se saliera de control. Como él mismo dice más adelante, “Cualquier problema que alguien pueda tener con el Capitolio, créanme cuando les digo que si se extendiera por los distritos, incluso por un corto período de tiempo, todo el sistema se derrumbaría”. Los desvaríos de un dictador, o mejor aún, de muchos políticos verdaderos. El Presidente Obama quería “liberar” a los norteamericanos de un seguro de salud presuntamente mediocre, pero como suele ser el caso cuando el gobierno interviene en los mercados, nuestro presidente número 44 ha ‘liberado’ a muchos estadounidenses de un seguro de salud por completo.

Las dictaduras brutales como las de la calaña de Snow no pueden tolerar mucho el camino de la disidencia. La ciudadanía en su lugar debe ceder el control a los políticos y en el caso de Panem “No sólo estamos obligados a recordar en los distritos el férreo control del poder del Capitolio cada año, nos vemos obligados a celebrarlo”. De ahí los juegos del hamre y la visualización forzada de la propaganda del gobierno.

Lo que deja estupefacto a este escritor es que algunos asumen que toda esta fuerza es una metáfora de grandes empresas capitalistas. Qué risa. En una sociedad de libre mercado impulsado por  ganancias, las empresas nos sirven a nuestro placer. En vez de obligarnos a comprar lo que ellas producen, las empresas deben darnos lo que queremos o las pondremos fuera del negocio. RIM Blackberry una vez se disparó bien por encima de todos los fabricantes de smartphones hasta que Apple Inc. provocó su declive, con un iPhone que claramente agradaba a los clientes aún más.

Blockbuster una vez gobernó el mercado del alquiler de videos hasta que llegó Netflix y le ofreció a los clientes algo mucho mejor. El Gigante mundial Coca-Cola, una vez trató de imponer “New Coke” a sus clientes insatisfechos, lo que provocó que estos se revelaran de tal manera que los ejecutivos temerosos de Coca-Cola Co se apresurarían a devolver la Coca-Cola Classic al mercado. De Ford Motor Co. hace tiempo introdujo el Edsel, lo que únicamente produjo que sus clientes entornaran sus ojos.

Para tener éxito, las empresas deben volver a darnos lo que queremos y para asegurar su longevidad, deberán continuar haciendo precisamente eso. Cuando las empresas llegan a nuestros hogares no estamos en “serios problemas”, más bien sabemos que han llegado para tratar de complacernos. Notable aquí es que si nosotros no estamos entusiasmados por  su llegada, no les dejamos entrar.

Considerando la alimentación, después de haber ganado los juegos del hambre, comer ya no es un problema para Katniss y su familia. Como Katniss dice, “Ya no importa para mi madre y mi hermanita Prim”. Pueden darse el lujo de comprar carne en la carnicería del pueblo”. Los enchufados siempre pueden, como la historia  soviética pone de manifiesto claramente; y por haber ganado un juego de matar escenificado por un gobierno cuyo poder radica en su capacidad de asesinar, Katniss y su familia ya no tienen que romper la ley y cazar limitados alimentos.

En las sociedades capitalistas los alimentos abundantes son la regla. Aún mejor, en las sociedades definidas por la especialización que el libre comercio nos brinda son los más hábiles en la caza, la pesca y la agricultura los que producen los alimentos que compramos con nuestra propia mano de obra especializada. Eso no es cierto en Panem en donde el hambre es la norma, “La caza en el bosque que rodea el Distrito N°12 viola por lo menos una docena de leyes y se castiga con la muerte”, y donde a pesar de estar cerca de una muerte segura en los Juegos del Hambre, por lo menos trae consigo el alimento abundante gozado por la clase política en el Capitolio ¿Los Mercados negros? Ellos existen en los distritos al igual que lo hicieron en la Unión Soviética, pero en Catching Fire, the Hob, el mercado negro del distrito N° 12, es destruido por un gobierno bien armado mediante sus “fuerzas de paz” quienes ejecutan en todo el país a aquellos que tienen la osadía de rebelarse en contra de un odioso gobierno acosador.

Destacable aquí es que mientras la comida y la vivienda ya no son una consideración para Katniss y su familia, Gale, el amor a su vida, no quiere saber nada de los beneficios obtenidos por el gobierno de Katniss. Como Katniss describe, “aquí estoy con baldes de dinero, mucho más que suficiente para alimentar a nuestras familias ahora, y él no va a tomar una sola moneda”. Como ella explica más tarde en la novela, “Gale ya está tan enojado y frustrado con el Capitolio que a veces pienso que va a organizar su propia rebelión”.

Katniss se siente terrible por haber avergonzado al Presidente Snow ya que si no lo hubiera hecho, ella estaría muerta, pero Peeta, Gale y “todo el mundo estaría a salvo”. En respuesta, Gale, canalizando el espíritu de los inmigrantes norteamericanos (quienes vinieron aquí seguramente no cruzaron el océano  buscando “seguridad”), le preguntó a Katniss, de qué habría servido estar a salvo ¿A salvo para hacer qué? ¿Morir de hambre? ¿Trabajar como esclavos?

El tiempo lo dirá, pero probablemente lo sepamos en el libro tres, Mockinjay, pero Gale, el libertario que aborrece el gobierno probablemente emerja heroicamente. Por ahora, Gale y Katniss están más cómodos en el bosque, porque los “bosques siempre han sido nuestro lugar seguro, nuestro lugar fuera del alcance del Capitolio, donde somos libres de decir lo que sentimos, lo que somos”. Katniss no es exactamente la rebelde que Gale es, pero ella entiende perfectamente que él es el modelo de lo humano en este país inhumano, y, finalmente, considera que si se dispone a desafiar al Capitolio”, es que “es una persona de valor”.

Leer Catching Fire y presuponer que se trata de cualquier cosa que no sea una polémica contra el el gobierno brutal y comunista, es un claro acto de ceguera voluntaria. En un mundo capitalista en gran parte libre del gobierno somos felices dividiendo el trabajo y produciendo en abundancia en nombre del beneficio, todo sin temor a los políticos.

Panem, por el contrario, se caracteriza por tal miseria que todo el mundo es un esclavo infeliz del estado. Esta es la verdadera “carrera hacia el fondo”, y deberíamos estar agradecidos de que Suzanne Collins haya escrito una trilogía tan popular que hará de los horrores del gobierno grande algo evidente para todos aquellos que lean su obra.


[1] Término que apareció en el antiguo Imperio Ruso y luego en la posterior Unión Soviética para referirse al uso de acuerdos informales, conexiones personales, intercambios de servicios, contactos dentro de la estructura burocrática del Partido Comunista, conseguir en el mercado negro algunos productos racionados o no disponibles al público en general en él o simplemente salir del paso (Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Blat).


El artículo original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Mario Antonio Chávez Merino.

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