[Libertarian Analysis, Invierno de 1970, Vol. 1, Nº 1., pp. 14-28]
Los libertarios tienden a caer en dos errores opuestos sobre el pasado estadounidense: la familiar visión de la “edad de oro” de la derecha de que todo era dichoso en Estados Unidos hasta algún momento de precipitada decadencia (a menudo fechada en 1933) y la profundamente pesimista visión minoritaria que rechaza de raíz todo el pasado de Estados Unidos, desdeñando todas las instituciones estadounidenses y prácticamente todos sus pensadores excepto los anarquistas individualistas de finales del siglo XIX como Benjamin R. Tucker y Lysander Spooner.
La verdad está en un punto intermedio: Estados Unidos no fue nunca la dorada “tierra de los libres” de la leyenda conservadora-libertaria y aun así consiguió durante mucho tiempo ser más libre, en instituciones y en ambiente intelectual, que cualquier otra tierra.
La América colonial no pretendía deliberadamente ser la tierra de los libres. Por el contrario, empezó siendo una mezcolanza de tiranía, privilegios especiales y vastos monopolios territoriales. Los territorios se configuraron o como colonias sujetas directamente a la corona inglesa, o como enormes apropiaciones de tierras para empresas privilegiadas o propietarios feudales.
Lo que derrotó a estos impulsos despóticos y feudales en el nuevo territorio fue, en el fondo, bastante sencillo: la vastedad del territorio fértil y deshabitado que estaba esperando a ser colonizado. No solo una relativa libertad, sino incluso instituciones abiertamente anarquistas se desarrollaron pronto en los intersticios entre las colonias inglesas organizadas y despóticas.
Albemarle
Hay muchas posibilidades de que durante un par de décadas a mediados del siglo XVII, el área costera al norte del estrecho de Albemarle, en lo que ahora es la costa nordeste de Carolina del Norte estuviera en un estado de cuasianarquía. Técnicamente parte de la colonia de Virginia, pero en la práctica virtualmente independiente, el área de Albemarle era un refugio para personas que huían del gobierno despótico de la corona inglesa, la iglesia anglicana y la aristocracia de los grandes terratenientes de Virginia. Roger Green lideró un grupo presbiteriano que abandonó Virginia por Albemarle y muchos cuáqueros se establecieron en la zona, que se especializó en el cultivo de tabaco.
Esta condición semilibertaria llegó su fin en 1663, cuando la corona inglesa incluyó a Albemarle en la gigantesca concesión territorial de Carolina, otorgada a un grupo de ocho propietarios feudales. Se sabe poco de la Albemarle anterior a 1663, ya que los historiadores muestran poco interés en las sociedades sin estado.[1]
“Rogue’s Island”
Indudablemente la colonia más libre de América y la mayor fuente de pensamiento e instituciones anarquistas, fue la pequeña Rhode Island, que se creó como una serie de asentamiento más o menos anárquicos fundados por gente que huía de la brutal tiranía político-religiosa de los puritanos de la bahía de Massachusetts (que se referían al nuevo territorio como Rogue’s Island [“La isla de los granujas”]. No colonizada ni afectada por los territorios concedidos por la corona, el área de Rhode Island proporcionaba un refugio cercano al asentamiento de la bahía de Massachusetts.
Providence, el primer asentamiento de refugiados, fue fundado en 1636 por el joven reverendo Roger Williams. Libertario político y especialmente religioso, Williams estaba cercano a los niveladores, ese gran grupo de individualistas ingleses de laissez faire que constituyó la “extrema izquierda” del bando republicano en la Guerra Civil Inglesa. Al principio, el asentamiento de Williams fue virtualmente anarquista. Como los describía Williams: “los jefes de familias normalmente se reúnen cada dos semanas y comentan sobre nuestra paz, atención y plenitud común y el consentimiento mutuo ha concluido todos los asuntos de velocidad y ritmo”.
Pero este idilio anarquista empezó a tropezar con una trampa trágicamente irónica que el propio Williams y sus seguidores se habían puesto. Williams había defendido la compra escrupulosa de todo el territorio voluntariamente a los indios (un método de adquisición de tierras que contrastaba radicalmente con los métodos brutales de exterminio preferidos por los puritanos de la bahía de Massachusetts). Pero el problema era que los indios tenían teorías erróneas de la propiedad. Como tribus colectivas reclamaban enormes porciones de terrenos en las que se limitaban a cazar. Al no haber transformado el propio terreno, no tenían derecho a todo el territorio que vendían.
Por tanto, Williams y su grupo, al comprar todo este territorio no colonizado, adquirieron queriéndolo o no estos títulos ilegítimos sobre la tierra. Pensando que habían sido generosos, voluntaristas y libertarios, Williams (y su grupo) cayeron en la trampa de convertirse en un grupo feudal de terratenientes. En lugar de adquirir automáticamente el terreno en Providence que ocupaban, los posteriores colonos tenían que comprar o alquilar dichos terrenos a los demandantes originales de Williams. El resultado fue que Williams y sus colegas originales, que habían formado “La Hermandad”, se encontraron en disposición de ser gobernantes oligárquicos de Providence, así como “monopolistas” de las tierras de Providence. De nuevo, como muchas veces en la historia, monopolio territorial y gobierno fueron de la mano.
Aunque libertario, Williams nunca se convirtió en un anarquista explícito, aunque estableciera una comunidad anarquista en Providence. El honor de ser el primer anarquista explícito en Norteamérica corresponde a la sucesora de Williams, una importante refugiada religiosa de Massachusetts, Anne Hutchinson. Anne y sus seguidores, que se habían convertido en una banda de herejes mucho más numerosa que la que había reunido Williams, emigraron al área de Rhode Island en 1638 por sugerencia del propio Williams. Allí compraron la isla de Aquidneck a los indios y fundaron el asentamiento de Pocasset (hoy Portsmouth).
Anne se inquietó pronto en Pocasset, al ver que su seguidor y principal fundador del asentamiento, el rico mercader William Coddington, había establecido rápidamente su propio gobierno teocrático sobre la naciente colonia. Pues Coddington, como “juez” del asentamiento, basaba sus decretos y normas en la “palabra de Dios”, interpretada arbitrariamente por él mismo.
Coddington, esta vez mucho más explícita y conscientemente que Williams, fundaba su poder dictatorial en su título de compra de la isla a los indios. Como era el único nombre en el título de compra, Coddington se atribuía todos los “derechos” de monopolista del terreno y señor feudal, sin otorgar ningún derecho a los colonos ocupantes.
Anne Hutchinson, que todavía no era una anarquista, lanzó una lucha política contra Coddington a principios de 1639, obligándole a conceder a todo el cuerpo de hombres libres un veto sobre sus acciones. En abril, Coddington fue obligado a aceptar elecciones para su puesto como gobernador, un puesto que había esperado que fuera suyo permanentemente por derecho feudal. El marido de Anne, William Hutchinson, derrotó a Coddington en las elección y este y sus seguidores abandonaron Pocasset para fundar un nuevo asentamiento llamado New Port en el extremo sur de la isla. Los hutchinsonianos victoriosos adoptaron una nueva constitución, cambiando el nombre del pueblo a Portsmouth y estableciendo que (1) todos los habitantes varones eran iguales ante la ley; (2) iglesia y estado se mantendrían separados y (3) se establecía el juicio por jurado para todos.
Inmediatamente después, Coddington declaró la guerra contra Portsmouth y al final de un año de confusión, los dos grupos acordaron unir los dos asentamiento. Coddington fue elegido de nuevo como gobernador, pero con instituciones democráticas y libertad religiosa garantizada.
Sin embargo, desde el punto de vista de la filosofía política, la consecuencia importante de esta lucha con Coddington fue que Anne Hutchinson empezó a reflexionar profundamente sobre toda la cuestión de la libertad. Si, como había enseñado Roger Williams, debe haber una absoluta libertad religiosa para el individuo, ¿entonces qué derecho tiene en absoluto el gobierno para gobernar al individuo? En resumen, Anne Hutchinson había llegado a la conclusión de la “injusticia del gobierno del magisterio”.
Como decía el biógrafo de Anne, Winifred Rugg: “Estaba absolutamente convencida de que el cristiano albergaba en su propio pecho la garantía de salvación (…) Para esas personas, los magistrados eran evidentemente superfluos. Respecto de los demás, tenían que ser convertidos, no obligados”.
Anne convenció a su marido para que dimitiera como uno de los principales asesores de Coddington en la colonia. En 1642, poco después de su renuncia, William Hutchinson murió. Privada de su marido y disgustada con todo gobierno, Anne abandonó Rhode Island para establecerse en Pelham Bay, cerca de Nueva york. Allí, a finales del verano de 1643, Anne y su familia murieron a manos de una banda de indios que habían sido atacados por los holandeses de Nueva York.
Pero aunque Anne Hutchinson estaba muerta, sus ideas vivían. Algunos de sus seguidores, encabezados por la hermana de Anne, Mrs. Catherine Scott, encabezaron el nuevo movimiento baptista en Rhode Island, que, como veremos, iba a hacer erupción posteriormente como un movimiento importantísimo de anarquistas baptistas.
Uno de los individualistas más interesantes del periodo colonial americano fue Samuell Gorton. Era un sastre inglés, cuyas opiniones políticas y religiosas libertarias y espíritu individualista le hicieron ser perseguido en todas las colonias de Nueva Inglaterra, incluyendo Providence y Portsmouth. Opositor a la teocracia y en realidad a todas las organizaciones religiosas formales, Gorton se oponía a todas las transgresiones del gobierno contra los derechos garantizados por el derecho común inglés. Tras abandonar la Inglaterra anglicana, Gorton tuvo que escapar sucesivamente de la bahía de Massachusetts, Plymouth, Portsmouth y Providence. En el incidente de Providence, Roger Williams empezó a mostrar su temperamento totalitario, esa impaciencia con cualquier más individualista que él, que posteriormente le iba a alejar completamente de la libertad y acercar al estatismo. Williams aceptó la expulsión de Gorton de Providence, declarando que este estaba “hechizando y enfureciendo a la pobre Providence (…) con sus confusas y repugnantes censuras a todos los ministros de este país”.
Acusados de ser “anarquistas”, denunciados por el gobernador Winthrop de la bahía de Massachusetts como un “hombre inapropiado para vivir sobre la faz de la tierra”, Gorton y sus seguidores se vieron obligados a finales de 1642 a fundar ellos mismos un asentamiento completamente nuevo: Shawomet (posteriormente Warwick), que compró a los indios. Allí el pequeño asentamiento estuvo bajo continuas amenazas de agresión por parte de su poderoso vecino de Massachusetts. Aunque Gorton no era explícitamente un anarquista, el pequeño pueblo de Shawomet vivió en un paraíso anarquista en los años que permaneció como asentamiento independiente.
En palabras de Gorton, durante más de cinco años el asentamiento “vivió junto apaciblemente, sin desear y practicar ningún mal a nadie, ni inglés ni indio, resolviendo todas nuestras diferencia en una forma de arbitraje cercana y amorosa, elegida mutuamente de entre nosotros”. Pero en 1648 Warwick se unión con los otros tres pueblos de Rhode Island para formar la colonia de “Providence Plantation”. A partir de ese momento, Warwick tuvo un gobierno, aunque fue un gobierno mucho más democrático y libertario que el que existiera en cualquier otro lugar. Como líder respetado de la nueva colonia, ahora considerado “apropiado para vivir” en Rhode Island, Gorton consiguió abolir la prisión por deudas, rebajar el plazo de servicios de servidumbre e incluso fue el primero en abolir la esclavitud en América, aunque la abolición resultara ser letra muerta.
Después de dos décadas de lucha contra las agresiones de Massachusetts, Roger Williams fue por fin capaz, a mediados de la década de 1650, de conseguir inmunidad para Rhode Island, al obtener la protección de los victoriosos revolucionarios republicanos de Inglaterra. En el momento de conseguir su protección frente a Massachusetts, Williams describía la colonia como habiendo “bebido mucho de la copa de tan grandes libertades como cualquier pueblo del que hayamos podido oír por debajo del mismo cielo”. “Sir”, añadía Williams, escribiendo a su amigo libertario inglés, Sir Henry Vane, “no hemos sabido lo que significaba una tasa, casi hemos olvidado lo que son los diezmos, sí, o los impuestos, a la iglesia o la comunidad”.
Pero fue casi inmediatamente después de este triunfo cuando Williams trastocó salvajemente la libertad de la colonia que había fundado. ¿Por qué el cambio? Pueden darse varias razones: primero, las inevitables corrupciones del poder gubernamental incluso sobre el más libertario de los gobernantes, y segundo, la impaciencia de Williams con los que eran aún más libertarios que él. Pero una tercera razón tiene que ver con la pérdida de libertad en Inglaterra.
Durante dos décadas, Roger Williams había trabajo de cerca con los los grupos más libertarios e individualistas en el movimiento revolucionario en Inglaterra, pero ahora, justo cuando la “izquierda” individualista de laissez faire parecía haber triunfado, Inglaterra se movió repentinamente hacia la derecha y el estado bajo la nueva dictadura del independiente Oliver Cromwell. El cambio alejándose de la libertad en Inglaterra se encarnaba en la represión brutal por Cromwell de los niveladores, los líderes del libertarismo en la Revolución. Con la madre patria alejándose de la libertad y yendo a la dictadura, el envejecido Williams sin duda perdió mucha de su anterior firmeza sobre los principios libertarios.
El alejamiento de la libertad de Williams se reveló por primera vez en 1655, cuando impuso repentinamente un sistema de servicio militar obligatorio a la gente de Rhode Island. Fue como reacción a esta violación de todas las tradiciones libertarias de Rhode Island por lo que se desarrolló una vigorosa oposición en la colonia, una oposición que acabaría polarizándose en un abierto anarquismo individualista.
Encabezando este movimiento hacia el anarquismo estaban la mayoría de los baptistas de Rhode Island. Liderados por el reverendo Thomas Olney, antiguo ministro baptista de Providence, e incluyendo también a John Field, John Throckmorton, el imponente William Harris y el propio hermano de Williams, Robert, este grupo hizo circular una petición acusando de que “era una culpabilidad sangrienta e iba contra lo dictado por el evangelio realizar juicios sobre transgresores, contra el bienestar privado o público. En resumen, ¡cualquier sanción a los transgresores o el empleo de armas eran anticristianos!
La respuesta de Williams fue denunciar la petición como causante de “tumultos y desórdenes”. A continuación los anarquistas se levantaron en rebelión contra el gobierno de Williams, pero fueron sometidos por la fuerza de las armas. A pesar del fracaso de la revuelta, las elecciones de 1655 de unos pocos meses después eligieron a Thomas Olney como asesor del inevitablemente reelegido Williams, aunque el propio Olney había liderado el levantamiento.
Williams procedió a aumentar aún más el estatismo. El gobierno central de la colonia decidió prescindir del derecho de autogobierno de los pueblos individuales para financiar la colonia y nombró funcionarios centrales para recaudar impuestos generales directamente del pueblo. También se reforzaron las leyes contra la “inmoralidad”, con castigos corporales para delitos como “vida disipada”. Las leyes contra la inmoralidad fueron probablemente parte de un intento de Williams de obtener el favor del puritano Oliver Cromwell. Lo peor fue que, después de que Cromwell hubiera ordenado a Rhode Island castigar las “conmociones intestinas”, la colonia aprobó rápidamente una ley contra “cabecillas de facciones” que a partir de entonces se enviarían a Inglaterra para ser juzgados.
Sin embargo el anarquismo baptista continuó intensificándose en Rhode Island. Una de las nuevas seguidoras fue nada menos que Catherine Scott, una importante predicadora baptista y hermana de Anne Hutchinson. De esta forma, el anarquismo filosófico pionero de Anne, solitario antes de su muerte, había plantado una semilla que floreció una década y media después. También adoptaron el anarquismo Rebecca Throckmorton, Robert West y Ann Williams, esposa de Robert. Finalmente, en marzo de 1657, llegó la represión de la libertad de expresión y de disidencia. Williams llevó a estos cuatro opositores anarquistas ante los tribunales, acusándoles de ser “opositores comunes de toda autoridad”. Sin embargo, después de este acto de intimidación, Williams cedió y retiró las acusaciones. Pero Williams había alcanzado el propósito único de su represión: los asustados líderes anarquistas cayeron en el silencio.
Sin embargo el formidable William Harris no podía asustarse tan fácilmente. Harris hizo circular un manuscrito en todos los pueblos de Rhode Island, denunciando todos los impuestos y “todos los gobiernos civiles”. Reclamaba al pueblo “gritad, no a los señores, no a los amos”. Harris predecía que el Estado, al que llamaba “la casa de Saúl”, inevitable se haría cada vez más débil, mientras que la “casa de David” (es decir, Harris y sus seguidores) se haría cada vez más fuerte. Harris condenaba asimismo todos los castigos y prisiones, todos los cargos y asambleas legislativas.
William Harris fue llevado entonces ante los tribunales por la administración Williams. Fue acusado de “abierto desafío bajo su mano contra nuestro Estatuto, todas nuestras leyes (…) Parlamento, Lord Protector [Cromwell] y todos los gobiernos”. En lugar de acallarse bajo la represión, como hicieron Mrs. Scott y los demás, Harris juró que continuaría manteniendo su anarquismo “con su sangre”. Rechazando persistentemente retractarse, Harris reiteraba su interpretación de la Escritura, a saber, que “el que pueda decir que su conciencia no tendría que estar sujeta a ningún sometimiento a ningún orden humano entre hombres”. El Tribunal General encontró a Harris culpable de ser “despectivo y sedicioso” y las pruebas contra Harris y su hijo se enviaron a Inglaterra para preparar un juicio por traición.
Ese juicio por traición nunca se materializó, porque por suerte el barco que llevaba las evidencias a Inglaterra se perdió en el mar. Pero Harris fue finalmente suficientemente sometido como para abandonar su anarquismo. Paso entonces a un acoso que duró toda su vida al odiado Roger Williams a través de interminables litigios sobre reclamaciones de tierras.[2]
Pennsylvania: El santo experimento
El tercer gran ejemplo de anarquismo en la América colonial tuvo lugar en Pennsylvania. Fue el “santo experimento” de William Penn de una colonia cuáquera que proporcionaría “un ejemplo [que] pueda inspirar a las naciones”. Aunque la libertad religiosa estaba garantizada y las instituciones eran relativamente libertarias, Penn nunca pretendió que su nueva colonia, fundada en 1681, fuera anarquista o nada parecido.[3] Curiosamente, Pennsylvania acabó en un anarquismo viviente y funcionante por una feliz casualidad.
Atraídos por la libertad religiosa y por los terrenos baratos y abundantes, los colonos, mucho de ellos cuáqueros, llegaron a Pennsylvania en gran número.[4] En ocho años, 12.000 personas se habían asentado en la nueva colonia. El primer toque de anarquía vino en el área de los impuestos. Aunque se habían cobrado bajas tasas sobre productos y exportaciones por parte de la Asamblea de Pennsylvania en 1863, el gobernador Penn eliminó todos los impuestos durante un año para estimular una rápida colonización. Al año siguiente, cuando Penn quiso gravar con impuestos para su propia renta personal, un grupo de líderes de la colonia el convenció para derogar el impuesto a cambio de recaudar para él una donación voluntaria para su propio uso. William Penn volvió a Inglaterra en otoño de 1684, convencido de que había fundado una colonia estable y rentable.
Una de sus mayores expectativas era la recaudación de “quitrents” a cada colono. Iba a ser un pago continuo para la reclamación de Penn con señor feudal de toda la colonia, como le había concedido la corona. Pero Penn, como los propietarios y señores feudales de otras colonias encontró casi imposible cobrar estos quitrents. Había concedido al pueblo una moratoria en los quitrents hasta 1685, pero el pueblo insistió en que se pospusieran aún más y la amenaza de acciones legales de Penn no tuvo éxito.
Además, el pueblo de Pennsylvania continuaba rechazando votar para recaudar impuestos. Incluso infringía el monopolio de producción de cal que se había concedido Penn, abriendo tercamente sus propias canteras de cal. William Penn descubrió que, privado de renta feudal o fiscal, sus déficits por gobernar Pennsylvania eran grandes y su fortuna se estaba disipando constantemente. La libertad y una sociedad sin impuestos habían contaminado a los colonos. Como se quejaba Penn, “el gran defecto es que quienes están allí pierden su autoridad de una manera u otra en los espíritus de la gente y después poco pueden hacer con sus poderes exteriores”.
Cuando Penn volvió a Inglaterra, el gobierno de la colonia recayó en el Consejo de Pennsylvania. Aunque Penn había nombrado a Thomas Lloyd, un cuáquero galés, como presidente del Consejo, este no tenía virtualmente ningún poder y no podía tomar ninguna decisión por sí mismo. El propio Consejo se reunía muy infrecuentemente y ningún cargo tenía poder interino para actuar. Durante estos grandes intervalos, Pennsylvania no tenía gobierno en absoluto, como indica el hecho de que no se estaban recaudando quitrents ni impuestos en la colonia.
¿Por qué se reunía tan poco el Consejo? Para empezar, porque los consejeros, teniendo poco que hacer es esa sociedad libertaria y no estando remunerados, tenían sus propios asuntos privados que atender. Los consejeros, según las leyes de la colonia, se suponía que recibían un pequeño estipendio, pero, como era típico de esta colonia anarquista, resultaba casi imposible obtener estos fondos del pueblo de Pennsylvania.
Si el gobierno colonial dejó de existir, salvo en los días infrecuentes de reuniones del Consejo, ¿qué pasó con los gobiernos locales? ¿Proporcionaron un burocracia permanente, una evidencia visible de la existencia continuada del aparato del Estado? La respuesta es no; pues los tribunales locales se reunían solo unos pocos días al año y los funcionarios del condado eran también ciudadanos privados que no dedicaban casi ningún tiempo a defender la ley. Para rematar la situación, la Asamblea no aprobó leyes después de 1686, estando en continua disputa sobre el alcance de sus poderes.
La colonia de Pennsylvania continuó en este estado de anarquismo individualista de hecho desde el otoño de 1684 al final de 1688: cuatro gloriosos años en los que no hubo ninguna queja de los felices ciudadanos acerca de “anarquía” o “caos”. Ningún habitante de Pennsylvania parecía creerse perjudicado.
Un poco de gobierno llegó a Pennsylvania en 1685, en la persona de William Dyer, que era el recaudador nombrado por las Aduanas Reales. A pesar de las frenéticas apelaciones de William Penn a cooperar con Dyer, los habitantes de Pennsylvania persistieron en su anarquismo eludiendo alegre y constantemente las Leyes Reales de Navegación.
No sorprende que William Penn tuviera la clara impresión de que su “santo experimento” se la había ido de las manos, tomando un giro nuevo y desconcertante. Penn había creado una colonia que pensaba que seguiría dócilmente sus dictados y le daría un buen beneficio feudal. Pero el proporcionar un próspero refugio a los cuáqueros, Penn esperaba a cambio la doble recompensa de riqueza y poder. Por el contrario, se encontraba sin ambos. Incapaz de generar ingresos de los libres e independientes de pensamiento habitantes de Pennsylvania, veía como la colonia se deslizaba tranquila y grácilmente a un completo anarquismo, a una tierra pacífica, creciente y floreciente sin impuestos y prácticamente sin Estado. A partir de entonces, Penn trató de obligar frenéticamente a Pennsylvania volver al molde familiar del Viejo Orden.
En febrero de 1687, William Penn nombró a cinco habitantes de Pennsylvania como comisionados del estado. Asignados para “actuar en ejecución de las leyes, como si yo mismo estuviera presente”, el propósito de este nuevo nombramiento era “que haya una residencia más constante de la parte honorífica y gobernante del gobierno, para mantener todas las cosas en perfecto orden”. Penn nombró a los cinco comisionados de entre los principales ciudadanos de la colonia y les ordenó aplicar las leyes.
Evidentemente los colonos estaban bastante contentos con su anarquismo y astutamente se dedicaron a la resistencia no violenta hacia la comisión. En primer lugar, la noticia sobre la comisión se retrasó durante meses. Luego le llovieron a Penn las protestas sobre la nueva comisión. Penn pronto se dio cuenta de que no había recibido ninguna comunicación del cuerpo supuestamente gobernante.
Incapaces de retrasar más las cosas, los reticentes comisionados del estado asumieron el cargo en febrero de 1688. Se habían acabado tres años y medio de anarquismo sustantivo. El Estado volvía a su Paraíso, de nuevo estaba todo en orden en el mundo de William Penn. Como es normal, el presuntuoso Penn reclamaba a los comisionados que ocultaran todas sus diferencias, para así engañar e impresionar al público: “Mostrad vuestras virtudes pero esconder vuestras debilidades; esto os hará terribles y reverenciados por el pueblo”. Además les urgía a aplicar los impuestos reales y fijar impuestos para mantener el gobierno.
Los comisionados se limitaron a convocar a la Asamblea en la primavera de 1688, y esta vez la Asamblea sí aprobó algunas leyes, por primera vez en tres años. Las propuestas más importantes presentadas en la Asamblea por el Consejo y los comisionados fueron sin embargo para la restauración de impuestos y aquí la Asamblea, en el último minuto, desafió heroicamente a Penn y al gobierno y rechazo las propuestas fiscales.
Por tanto, después de un breve florecimiento de la actividad del Estado a principios de 1688, este se encontraba en situación precaria, se habían rechazado los impuestos y la colonia volvía rápidamente a un estado de anarquismo. De alguna manera, los comisionados, evidentemente exhaustos por su tarea, no se volvieron a reunir y el Consejo volvió a su calendario de escasas reuniones.
Desesperado, Penn actuó para nombrar un gobernador delegado para dirigir Pennsylvania en su ausencia. Thomas Lloyd, presidente del Consejo, rechazó el nombramiento y, como vemos por la reticencia de los comisionados, nadie en la felizmente anárquica Pennsylvania quería gobernar a otros. En este momento, Penn buscó fuera de la colonia para nombrar a un hombre duro de fuera de Pennsylvania y no cuáquero, el veterano soldado puritano John Blackwell, como gobernador delegado de la colonia. Al nombrarlo, Penn dejó claro a Blackwell que su tarea principal era recaudar los quitrents de Penn y su tarea secundaria era restablecer un gobierno.
Si John Blackwell creía que los cuáqueros eran gente dócil, se llevó una gran sorpresa. Blackwell iba a descubrir pronto que una devoción por la paz, la libertad y el individualismo no implica en modo alguno una actitud de resignación pasiva ante la tiranía, sino todo lo contrario.
La recepción inicial de Blackwell como gobernador delegado fue un augurio de lo que iba a pasar. Enviando un aviso para que alguien le recogiera en su llegada a Nueva York, Blackwell arribó allí descubriendo que no había nadie para recibirle. Después de esperar en vano durante tres días, Blackwell fue solo a la colonia. Cuando llegó a Philadelphia el 17 de diciembre de 1688, no encontró escolta, ni desfile, ni comité de recepción. Después de haber ordenado al Consejo reunirse con él a su llegada, Blackwell no pudo encontrar ningún rastro del consejero o cualquier otro cargo oficial. Por el contrario, “encontró la sala del Consejo desierta y cubierta de polvo y papeles desperdigados. Los engranajes del gobierno casi se habían detenido”.[5]
Solo apareció un hosco escolta y este rechazó hablar con su nuevo gobernador. Y cuando Blackwell llegó a la vacía sala del Consejo, su única recepción fue un grupo de niños del barrio que aparecieron para reírse y burlarse.
Los ingeniosos habitantes de Pennsylvania se dedicaron entonces a una campaña astuta y decidida de resistencia no violenta al intento de reimponer un Estado sobre un pueblo contento y sin estado. Thomas Lloyd, como Custodio del Gran Sello, insistía en que ninguna de las órdenes o comisiones de Blackwell eran legalmente válidas sin tener el Gran Sello. Y Lloyd, como Custodio, rechazaba algo tercamente poner ningún sello. Además, David Lloyd, el secretario del tribunal y pariente lejano de Thomas, rechazaba absolutamente entregar los documentos de ningún caso a Blackwell, ni aunque lo ordenaran los jueces. Por este acto de desafío, Blackwell declaró a David Lloyd como no apto para trabajar como secretario del tribunal y le cesó. Thomas inmediatamente volvió a nombrar a David por su poder como Custodio del Gran Sello. Además, de una docena de jueces de paz nombrados por Blackwell, cuatro rechazaron francamente el cargo.
Al intensificarse la situación revolucionaria en Pennsylvania, los tímidos y miopes empezaron a traicionar la causa libertaria revolucionaria. Todo el Consejo, excepto dos, estaba ahora del lado de Blackwell. El líder del bando pro-Blackwell era Griffith Jones, que había permitido a este vivir en su casa de Philadelphia. Jone advertía que “es a la autoridad del rey a la que se opone y me parece como si estuviéramos creando una fuerza para rebelarse”. En el Consejo, solo Arthur Cook y Samuel Richardson continuaban desafiando al gobernador.
Blackwell estaba por supuesto asombrado ante esta situación. Escribió a Penn que los colonos estaban sufriendo de excesiva libertad. Habían comido más de la “miel de vuestras concesiones de lo que podían tolerar sus estómagos”. Blackwell consiguió obligar al Consejo a reunirse cada semana a principios de 1689, pero no consiguió obligarles a designar un consejero continuo en todos los condados de Philadelphia. Arthur Cook lideró la resistencia con éxito, apuntando que el “pueblo no era capaz de soportar la carga de una atención constante”.
El clímax en la lucha entre Blackwell y el pueblo de Pennsylvania llegó en abril de 1689, cuando el gobernador presentó una demanda para la destitución de Thomas Lloyd, acusándole de delitos y faltas. En su discurso, Blackwell proclamó a sus sorprendidos oyentes que los poderes de William Penn sobre la colonia eran absolutos. El Consejo, en su teoría, no existía para representar al pueblo, sino para ser un instrumento de la voluntad de Penn. Blackwell concluía su arenga amenazando con desenfundar y empuñar su espada contra sus insolentes y rebeldes opositores.
Dada la alternativa entre el viejo anarquismo o el gobierno absoluto de John Blackwell, incluso tibios e indecisos se pusieron del lado de Thomas Lloyd. Después de que Blackwell hubiera cesado sumariamente a Lloyd, Richardson y otros del Consejo, este se rebeló y reclamó el derecho a aprobar sus propios miembros. Con todo el Consejo ahora unido contra él, el desanimado Blackwell disolvió ese cuerpo y envió su dimisión a Penn.
Los consejeros, a su vez, protestaron amargamente ante Penn contra el intento de su delegado de privarles de sus libertades. Respecto de Blackwell, consideraba a los cuáqueros agentes del diablo, como anunciaba el Nuevo Testamento, hombres “que despreciarán el dominio y hablarán mal de las dignidades”. Estos cuáqueros, acusaba Blackwell con horror, “no tienen los principios del gobierno entre ellos, ni se les instruirá en ellos”.
Ante la virtualmente unánime y decidida oposición de los colonos, Penn decidió en contra de Blackwell. Durante el resto del año, Blackwell continuó formalmente en el cargo, pero ahora perdió todo el interés por ejercitar su gobierno. Simplemente esperó que se agotara su mandato en el cargo. Penn restauró en la práctica el viejo sistema designando al Consejo en su conjunto como su “gobernador delegado”. Reemplazando el vinagre con la miel, Penn pedía perdón por su error al nombrar a Blackwell y afirmaba: “He considerado apropiado (…) poner todo en vuestras manos, para que todos podáis ver la confianza que tengo en vosotros”.
Pennsylvania volvió pronto al anarquismo. El Consejo, encabezado de nuevo por Thomas Lloyd, se reunía, pero de vez en cuando. Cuando se convocaba una rara reunión, no hacía prácticamente nada y decía aún menos a William Penn. La Asamblea también se reunía solo raramente. Y cuando el secretario de la colonia, William Markham (un primo de Penn que había sido del grupo del odiado Blackwell) presentó una petición para la recaudación de impuestos para proporcionar alguna idea financiera para el pobre William Markham el Consejo ignoró totalmente su solicitud.
Además, cuando Markham pidió una organización gubernamental de la milicia para proporcionar defensa militar contra una (inexistente) amenaza francesa e india, el Consejo conservó el estatus anarquista de la colonia contestando suavemente que cualquier pueblo que estuviera interesado podría procurarse su defensa a su propia costa. El anarquismo había retornado en triunfo a Pennsylvania. La decidida resistencia no violenta de la colonia había obtenido una gloriosa victoria.
Sin embargo Penn rechazaba permitir que la colonia continuara es este estado anárquico. En 1691 insistió en que debía nombrarse un gobernador delegado permanente, aunque permitiría a la colonia elegir dicho gobernador. Por supuesto, la colonia eligió a su héroe de la resistencia Thomas Lloyd, que asumió su nuevo puesto en abril. Después de siete años de anarquismo de hecho (con la excepción de unos pocos meses de reuniones del Consejo y varios meses de intentos de gobernar por parte de Blackwell), Pennsylvania tenía ahora una cabeza continua y permanente de gobierno. La “arquía” había vuelto, pero su carga seguía siendo imperceptible para la Asamblea y el Consejo seguía reuniéndose de vez en cuando y, sobre todo, no había impuestos en la colonia.
Pero el virus del poder, el cáncer de la arquía, una vez desatado aunque sea mínimamente, se alimenta a sí mismo. De repente, como un rayo en el cielo, el Consejo aprobó en abril de 1692 una nueva propuesta para el restablecimiento de los impuestos y el reverenciado gobernador Lloyd contribuyó a esta traición. La cuestión recaía ahora en la Asamblea elegida popularmente, siempre el baluarte político de la libertad en la provincia. ¿También sucumbiría? Los hombres libres de Philadelphia y de Chester enviaron a la Asamblea peticiones protestando airadamente contra la fijación propuesta de impuestos. Pedían a la Asamblea mantener “su país libre de servidumbre y esclavitud, y evitar esos malvados métodos de lo que podría hacerles responsables ante la posteridad”. Ante estas protestas, la Asamblea rechazó aprobar una ley de impuestos. La anarquía de hecho seguía vía, pero precariamente.
Sin embargo la anarquía estaba para entonces condenada y la opresión del gobierno, incluso sin impuestos, volvió rápidamente a Pennsylvania. Este nuevo afloramiento de estatismo fue estimulado por oposición desde una división de los cuáqueros encabezada por el intelectual escocés cuáquero George Keith, el principal ministro cuáquero de las colonias centrales y jefe de escuela en Philadelphia. Era religiosamente más conservador que la mayoría de los cuáqueros, inclinándose hacia el presbiterianismo, pero políticamente era más individualista. Estimulado por el anarquismo que encontró en Pennsylvania, Keith concluyó rápidamente a partir del credo cuáquero que lógicamente toda participación en el gobierno va contra los principios cuáqueros.
La vuelta de Pennsylvania al gobierno en la primavera de 1691 afectó especialmente a George Keith. ¿Cómo, se preguntaba, podía un ministro cuáquero como Thomas Lloyd, que profesaba creer en la no violencia, servir en modo alguno como magistrado del gobierno, dado que la esencia de este era el uso de la violencia? Algo contundente: en resumen, Keith veía que la no violencia cuáquera implicaba lógicamente, no solo el rechazo a portar armas, sino un completo anarquismo individualista.
Finalmente, en el otoño de 1692, la facción “cuáquera cristiana” de Keith fue expulsada del cuerpo de los cuáqueros. Y para su pesar, el grupo principal de los cuáqueros, después de haberse visto perseguido por sus principios religiosos, reaccionó de la misma manera a una división en sus propias filas. Se confiscaron los panfletos de Keith y sus seguidores y se confiscaron sus imprentas; se ordenó al propio Keith dejar de dar discursos y publicar panfletos “que tengan una tendencia a la sedición y la perturbación de la paz, y asimismo a la subversión del actual gobierno”. Tres líderes keithianos, incluyendo al propio Keith, fueron acusados por escribir un libro que denunciaba a los magistrados y el jurado estaba lleno de amigos de los gobernantes cuáqueros. A pesar de las alegaciones de Keith de que los cuáqueros están obligados a resolver todas sus disputas pacífica y voluntariamente y no ir nunca a los tribunales, los hombres fueron condenados y multados (aunque las multas nunca se pagaron) y se les negó el derecho a apelar al Consejo o al tribunal provisional. El gobierno estaba de vuelta en Pennsylvania y se estaba vengando.
También los impuestos volvieron muy pronto. William Penn, amigo íntimo del recientemente derrocado rey Jacobo II de Inglaterra, tenía grandes problemas políticos en la corte. Enfadado con Penn, molesto con el anarquismo y el pacifismo de la colonia y ansioso por convertir a las colonias del norte en una fuerza bélica para atacar a los franceses en Canadá, el rey Guillermo, a finales de 1692, nombró a Benjamin Fletcher gobernador tanto de Nueva York como de Pennsylvania. Pennsylvania dejando de estar bajo la propiedad de William Penn, era ahora una colonia real.
El gobernador Fletcher tomó las riendas del gobierno en abril de 1693. Como en otras colonias reales, el Consejo fue ahora nombrado por el gobernador. Fletcher convocó a la Asamblea en mayo y fue capaz de hacer aprobar una propuesta de impuestos debido a su poder y el del Consejo de juzgar todas las leyes existentes de Pennsylvania y de una amenaza de anexionar la colonia a Nueva York. Los impuestos habían llegado por fin; la arquía estaba de vuelta con toda su fuerza y e habían acabado los gloriosos años del anarquismo.[6]
Pero persistía un brote de anarquismo. En sus sesiones de 1694, la Asamblea de Pennsylvania decidió asignar casi la mitad de sus ingresos fiscales al uso personal de Thomas Lloyd y William Markham, a quien Fletcher había nombrado como su gobernador delegado. Enfurecido, Fletcher disolvió la Asamblea. Después de un año de imponerlos, los impuestos habían desaparecido de nuevo de Pennsylvania.
Disgustado, Fletcher perdió interés en Pennsylvania, que, después de todo, estos años era decididamente un mal lugar para cobrar impuestos. La colonia volvió a su antiguo estado cuasianarquista, sin impuestos y con un Consejo que hacía poco y se reunía poco. Pero entretanto William Penn estaba haciendo campaña con energía para recuperar su feudo. Prometió abyectamente al rey que Pennsylvania iría bien: que recaudaría impuestos, crearía una milicia y obedecería las órdenes reales. Prometió mantener las leyes de Fletcher y mantener a Markham como gobernador. Como resultado, el rey le devolvió la propiedad de Pennsylvania en el verano de 1694 y en la primavera del año siguiente, Markham fue nombrado gobernador delegado por el restaurado propietario Penn. Pero en la primavera de 1685 el Conejo recién elegido volvió a rechazar considerar cualquier propuesta de impuesto.
La Asamblea continuó rechazando aprobar propuestas de impuestos durante otro año y medio. Con la excepción de un año, Pennsylvania permaneció así en un estado cuasianarquista sin impuestos desde su fundación en 1681 hasta el otoño de 16969: catorce años gloriosos. El gobernador Markham solo fue capaz de hacer aprobar una propuesta de impuesto al final de 1696 con una abierta usurpación de los poderes del gobierno: decretando una nueva constitución propia, incluyendo un Consejo nombrado. Markham pudo comprar el apoyo de la Asamblea concediéndole el poder de iniciativa legislativa y eliminando el requisito de propiedad para votar en los pueblos, lo que permitía a los cuáqueros excluir del voto a los pobres urbanos no cuáqueros.
Se reunió entonces una oposición libertaria, liderada por Arthur Cook (Thomas Lloyd había muerto). Incluía una coalición de antiguos keithianos como Robert Turner y viejos seguidores de Blackwell como Griffith Jones. La oposición reunió una petición masiva en marzo de 1697, firmada por más de un centenar, atacando la constitución impuesta, el aumento de los requisitos de sufragio en los pueblos y particularmente el establecimiento de impuestos. Cuando los consejeros y asambleístas de la oposición, elegidos como protesta por un grupo distinto de votos bajo la vieja constitución, fueron rechazados sumariamente, Robert Turner denunció esta amenaza a “nuestros antiguos derechos y libertades”. Turner denunciaba especialmente la propuesta de impuestos de 1696 y reclamaba que el dinero de impuestos robado a sus legítimos propietarios “por ese acto injustificado, ilegal y arbitrario sea inmediatamente devuelto”. Pero todo esto no sirvió de nada. Pennsylvania pronto se adaptó al mismo molde de arquía de todas las demás colonias. El “santo experimento” se había terminado.
Nota bibliográfica
Nada de este material ha aparecido nunca en ninguna obra de historia del anarquismo individualista en Estados Unidos. La excelente Men Against the State (DeKalb, Ill., Adrian Allen Associates, 1953), de James J. Martin, no se remonta antes del siglo XIX. En todo caso, la metodología de Martin le impide reconocer a estos hombres y mujeres del siglo XVII como anarquistas, ya que cree que cristianismo y anarquismo son incompatibles. Ni Pioneers of American Freedom (Los Angeles, Rocker Publications Committee, 1949), de Rudolf Rocker, ni American Radical Thought: The Libertarian Tradition (Lexington, Mass., D, C. Heath Co., 1970), de Henry J. Silverman’s (ed.), se ocupan del period colonial. La única historia del anarquismo individualista que trata el period colonial es la obra pionera de Eunice Minette Schuster Native American Anarchism (1932, reimpresa por Nueva York, De Capo Press, 1970). Schuster trata brevemente las opiniones religiosas de Anne Hutchinson y los cuáqueros, pero apenas se ocupa en absoluto de sus ideas políticas ni de las instituciones que pusieron en práctica. The Black Flag of Anarchy (Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1968), de Corinne Jacker, se limita a condensar a Schuster.
[1] La falta de registros en las sociedades sin estado (ya que solo los funcionarios públicos parecen tener tiempo, energías y recursos para dedicarse a estas actividades) produce una tendencia hacía una inclinación gubernamental en los métodos de trabajo de los historiadores. [2] Fue de la banda original que había ayudado a Williams a fundar Providence. [3] 1657 fue el año en que llegó el primer cuáquero a Rhode Island desde Inglaterra. No sorprende que en una década esta nueva secta individualista hubiera convertido a una mayoría de habitantes de Rhode Island, incluyendo a la mayoría de antiguos baptistas y hutchinsonianos. [4] Particularmente notable fue el trato a los indios por Penn y los cuáqueros. Es un sorprendente contraste con el trato general de los indios por los colonos blancos, los cuáqueros insistían en la compra voluntaria del territorio indio. También trataban a los indios como seres humanos, mereciendo respeto y dignidad. En consecuencia, se mantuvo la paz con los indios durante más de medio siglo; no se derramó ni una gota de sangre cuáquera por parte de los indios. Voltaire escribía entusiasmado sobre el logro cuáquero: para los indios, declaraba, “fue verdaderamente algo novedoso ver a un soberano William Penn a quien todos trataban de ‘usted’ y a quien se hablaba con el sombrero en la mano; un gobierno sin sacerdotes, un pueblo sin armas, ciudadanos como los magistrados y vecinos sin envidia”. [5] Edwin B. Bronner, William Penn’s “Holy Experiment” (Nueva York, Temple University Publications, 1962), p. 108. [6] Una razón para el fracaso de cualquier resistencia de Pennsylvania al nuevo régimen fue que la unidad de los colonos había zozobrado en el escollo del cisma de Keith. Un resultado beneficios del gobierno real fue la liberación de Keith y sus amigos. Sin embargo Keith volvió a Inglaterra y con su partida el movimiento keithiano se disolvió pronto. La ironía final llegó en años posteriores cuando Keith, ahora un ferviente ministro anglicano en América, habiendo olvidado totalmente su antiguo anarquismo individualista cuáquero, ´colaboró en imponer el encarcelamiento por varios años por motivos de sedición frente la Iglesia Anglicana de Nueva York, al reverendo Samuel Bownes, de Long Island.
Publicado el 1 de febrero de 2006. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.