¿Qué pasó con las fuerzas del orden?

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[Extraído de un discurso en el Southwest Regional Mises Circle en Houston, “The Police State: Know It When You See It”, el 18 de enero de 2014]

Hoy, cuando usamos la expresión fuerza del orden, suena anticuada y obsoleta. Estoy seguro de que la mayoría de los presentes en la sala con menos de 40 años nunca han oído la expresión utilizada realmente por nadie; también podríamos hablar de látigo para carruajes o floppy disks. Pero en el siglo XIX y realmente a lo largo de la década de 1960 la expresión se usaba ampliamente el Estados Unidos para referirse por lo general a agentes del orden, ya fueran sheriffs, agentes de policía, policías estatales o jefes de policía. Hoy la vieja expresión de fuerzas del orden casi ha desparecido en su uso popular, reemplazada por “fuerzas de policía” o más de moda, por “fuerzas de aplicación de la ley”.

La terminología tiene ciertas diferencias legales en distintas disposiciones: en algunos lugares las fuerzas del orden y las fuerzas de policía son en realidad personas distintas con distintas funciones, jurisdicciones o poderes para ejecutar órdenes. Pero nadie dice ya fuerzas del orden y no es una coincidencia.

El arquetipo de fuerza del orden es en su mayor parte ficticio: a menudo se vienen a la cabeza los sherifs en las películas del Oeste, policías severos llevando colts llamados “Pacificadores”. Pero los Wyatt Earp del mito del Oeste no eran siempre tan pacíficos y, al menos en las películas, utilizaban sus Pacificadores para acribillar el lugar.

Fuera del arquetipo del viejo Oeste, el sheriff Andy Taylor del Andy Griffith Show quizá sea el mejor y más frívolo ejemplo de lo que una vez significó, el menos en la psique estadounidense, ser una fuerza del orden. Por supuesto, el Andy Griffith Show era ficción. Y no cabe duda de que muchísimos sheriffs en pueblos pequeños a lo largo de décadas no han sido sino fuerzas del orden. Pero es fascinante que hace solo unas pocas décadas los estadounidenses podían identificar el personaje del sheriff Taylor como un ideal reconocible.

Evidentemente la situación hoy es muy diferente y todos sabemos lo mucho que han caído las cosas. La policía ha sufrido una muy grave decadencia a lo largo de las últimas décadas, tanto en términos de su imagen pública como el grado en que el ciudadano medio ahora teme habitualmente a las fuerzas de policía en lugar de confiar en ellas. También podemos señalar que las comunidades pobres y minoritarias desde hace mucho han confiado menos, o quizá han sido menos ingenuas, acerca de la naturaleza real de la policía.

Hoy el tema de la mala conducta policial y la creciente militarización e ilegalidad de los departamentos de policía podría llevar muchas horas y muchos escritores libertarios estas llevando a cabo un gran trabajo documentando infracciones policiales, como en el excelente trabajo del periodista de investigación William Norman Grigg.

Pero permitidme mencionar algunos ejemplos recientes particularmente atroces de acción policial intensificada y dañina, en lugar de protectora y servidora.

Como un ejemplo, podemos señalar el caso en el que un joven de 40 kilos con problemas mentales fue matado recientemente por tres supuestos agentes del orden de tres policías diferentes en Southport, Carolina del Norte. Aparentemente tenía un ataque de esquizofrenia y blandía un destornillador cuando la familia llegó en respuesta a una llamada de la familia al teléfono de urgencias de la policía pidiendo “ayuda”. Los dos primeros agentes consiguieron tranquilizar al joven, pero el tercero intensificó la situación, reclamando que los otros agentes usaran un taser para reducirlo. Al caer al suelo, el joven fue brutalmente disparado por el tercer agente, por razones que aún no se han aclarado.

Como otro ejemplo, podemos señalar la paliza mortal de Kelly Thomas por la policía en Fullerton, California. La paliza se consideró tan brutal e injustificada por muchos miembros de la comunidad que llevó a retirar a tres miembros del Consejo de la Ciudad de Fullerton que defendieron al departamento de policía tras la paliza.

Así que aquí vemos a la policía moderna en acción. Intensificación. Agresión. Falta de sentido común, empeorando una mala situación. La preocupación principal por la seguridad de los agentes de policía, independientemente de las consecuencias para los “protegidos”. No son los distintivos de las fuerzas del orden, por decirlo de una manera suave.

Otra evolución problemática que demuestra lo lejos que nos hemos desviado del ideal de las fuerzas del orden puede verse en la creciente militarización de los departamentos locales de policía. La ciudad de Florida de Ft. Pierce (42.000 habitantes) adquirió recientemente un vehículo MRAP, es decir “protección ante emboscadas con respuesta ante minas” por el precio de saldo de 2.000$. El ejército de EEUU está deshaciéndose de cientos de vehículos armados similares a tanques al irse acabando la Operación Libertad Duradera, y también se está deshaciendo de miles de veteranos de combate en Afganistán e Iraq, que pasan a las filas de la policía local y como sheriffs. El jefe de policía de Ft. Pierce dice: “El ejército estaba deseando deshacerse de ellos. (…) Ya sabes, es un exceso, hasta que lo necesitamos”.

¿Entonces cómo pasamos de fuerzas “del orden” a fuerzas “de policía” o “de aplicación de la ley”? ¿Cómo pasamos de “proteger y servir” a “intensificar y dañar”? ¿Y qué hay detrás de la militarización de los departamentos de policía y el auge del policía guerrero, como lo llama un escritor?

Bueno, como difícilmente sorprenderá a austriacos y libertarios, indudablemente no necesitamos un estudio sociológico para entender qué está pasando. El deterioro en la conducta policial y la militarización de las fuerzas locales de policía, sencilla y predeciblemente refleja el auge del propio estado total.

Sabemos que los monopolios del estado proporcionan invariablemente servicios cada vez peores. Los servicios policiales no son una excepción. En lo que se refiere a tu policía local, no hay tiendas alrededor, no hay servicio al cliente y no hay alternativa. Sin competencia de mercado, señales de precios del mercado y disciplina de mercado, el gobierno to tiene capacidad ni incentivo para proporcionar lo que la gente realmente quiere, que es una seguridad pacífica y eficaz para sí misma, su familia, su hogar y sus propiedades. Como pasa con todo lo que el gobierno pretende proporcionar, el público quiere a Andy Griffith, pero acaba con Terminator.

No faltan investigaciones austriacas en esta área, la intersección entre servicios de seguridad, monopolios del estado, bienes públicos y alternativas privadas. Inicialmente les dirijo hacia dos excelentes fuentes primarias para saber más acerca de cómo los mercados pueden proporcionar servicios de seguridad que no solo producen menos delitos con un coste menor, sino asimismo proporcionan estos servicios de una manera pacífica.

Mi primera recomendación es Poder y mercado, de Murray Rothbard, que se abre con un capítulo titulado “Servicios de defensa en el mercado libre”. Para empezar, Rothbard apunta la contradicción inherente entre derechos de propiedad y el argumento de que los servicios de policía proporcionados por el estado son una condición previa necesaria para garantizar dichos derechos de propiedad:

Los economistas casi invariable y paradójicamente suponían que el mercado debe mantenerse libre mediante el uso de acciones invasivas y no libres, en resumen, por instituciones públicas sin nexos con el mercado.

En otras palabras, se nos dice que la policía proporcionada por el estado es una condición previa necesaria para la actividad del mercado. Pero Rothbard señala que muchos bienes y servicios son indispensables para que funcionen los mercados, como tierra, alimento, ropa y alojamiento para los participantes en el mercado. Rothbard pregunta: “¿deben por tanto estos bienes y servicios ser proporcionados por el Estado y solo por el Estado?”

No, responde:

La defensa en la sociedad libre (incluyendo la protección policial) tendría por tanto que estar suministrada por gente o empresas que (a) obtuvieron sus ingresos voluntariamente en lugar de por coacción y (b) no se arroguen (como hace el Estado) un monopolio obligatorio de protección policial o judicial.

Otro excelente punto de partida es The Private Production of Defense, de Hans Hoppe. Hoppe defiende que nuestra creencia desde hace mucho tiempo en la seguridad colectiva no es más que un mito y que en realidad la protección estatal de la propiedad privada (nuestro sistema de policía, tribunales y prisiones) es incompatible con los derechos de propiedad y la realidad económica.

Motivados, como todos, por el propio interés y la desutilidad del trabajo, pero equipados con el poder único de fijar impuestos, los agentes estatales luchan inevitablemente por maximizar gastos sobre protección (y casi toda la riqueza de la nación puede posiblemente consumirse por el coste de protección. Cuanto más dinero se pueda gastar y menos deba trabajarse en ello, mejor les irá.

Tanto Rothbard como Hoppe explican un modelo de “seguro” que prevenga el delito y la agresión, lo que tiene sentido desde una perspectiva de mercado. Rothbard plantea que probablemente los servicios de policía privada los proporcionarían empresas aseguradoras que ya aseguran vidas y propiedades, por la razón de sentido común de que “les resultaría beneficioso reducir la cantidad de delito tanto como les sea posible”.

Hoppe lleva más allá el concepto de seguro, argumentando que:

Cuanto mejor sea la protección de la propiedad asegurada, menores serán las reclamaciones por daños y por tanto la pérdida de la aseguradora. Así que proporcionar una protección eficiente parece resultar interesante para todas las aseguradoras. (…) Evidentemente, quien ofrezca servicios de protección debe parecer capaz de cumplir sus promesas para encontrar clientes.

¡Comparemos esto con el modelo de “crecimiento” de la mayoría de departamentos locales de policía, que continuamente cabildean en sus ayuntamientos para conseguir más dinero y más personal!

Hay que reconocer que la provisión privada de servicios de policía y seguridad es un tema complejo y polémico y ahora solo lo estamos tocando de refilón. Pero estad seguros de que si leéis más, tanto Rothbard como Hoppe se ocupan de muchas objeciones comunes planteadas cuando se discute sobre policía privada: asuntos relacionados como fronteras políticas, distintos sistemas legales, jurisdicción y violencia físicas entre empresas en competencia, los problemas actuariales del seguro frente a la agresión física, aprovechados y más cosas.

Pero en todo caso la sociedad cada vez se dirige más en dirección a la seguridad privada: consideremos, por ejemplo, las complejas redes de seguro y disposiciones transfronterizas de indemnización, el arbitraje privado de disputas, el auge de comunidades y barrios cerrados utilizando agencias privadas de seguridad y los mecanismos de prevención del fraude proporcionados por empresas privadas como eBay y PayPal.

Estas tendencias solo pueden intensificarse, ya que los gobiernos, sean federal, estatales o locales, cada vez deben gastar más y más parte de sus presupuestos en atender derechos, pensiones y promesas deudoras.

Si queremos que nuestra policía actúe más como el sheriff Andy Taylor y menos como agresores militarizados, debemos buscar modelos privados, modelos donde nuestros intereses se alineen con proveedores de seguridad. Solo entonces podemos recuperar verdaderas fuerzas “del orden”, proveedores de seguridad privada enfocados en prevenir el delito y apaciguar conflictos de maneras pacíficas y eficaces  en costes.


Publicado el 21 de enero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.