De cómo la propiedad intelectual distorsiona los negocios, la ciencia y la creatividad

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[Extraído de A Libertarian Critique of Intellectual Property]

La proposición de que las empresas tienen derecho a la protección de patente cuando han producido variaciones en la estructura genética de las plantas (OMG) ignora convenientemente el hecho de que las plantas preexistentes habían derivado ellas mismas de modificaciones o adaptaciones proporcionadas por nuestros antiguos ancestros. ¿Ha de concederse a unos pocos descendientes privilegiados de aquellos cuyos esfuerzos produjeron, en beneficio de toda la humanidad, medios mejorados para sostener la vida, un derecho inviolable que deriva de su manipulación de lo que se les ha entregado en común con el resto de la humanidad?

Una cosa es que el vendedor de semillas insista en un interés como propietarios de las bolsas de simiente que ha producido y continúa poseyendo hasta el momento en que las intercambia con un comprador. Hasta que se transfiera el derecho, el vender continúa ejerciendo el control que es esencial para la propiedad, un control que se transfiere entonces al comprador. Pero, asimilando a los derechos de autor del derecho común, la venta subsiguiente de sus semillas parecería constituir una “publicación” del contenido de estas semillas y, con él, la pérdida de control. La metáfora de que esos derechos “lanzados al viento” encuentra expresión literal en los esfuerzos de empresas como Monsanto en busca de derechos de patente contra granjeros cuyos terrenos fueron receptores no pretendidos de semillas de Monsanto lanzadas allí desde otras granjas. Las implicaciones sociales de las patentes de OMG pueden resultar el talón de Aquiles en todo el campo de la PI. Como se preguntaba antes, en la medida en que aparecen los intereses de PI solo en forma de concesiones del estado, ¿cómo pueden esos derechos defenderse desde la base de principios libertarios basados en la libertad individual y el respeto a la propiedad privada?

Hay muchos otros costes asociados con la PI que raramente obtienen la atención en los análisis de coste-beneficio sobre el tema. Uno tiene que ver con el hecho de que el proceso de patente, como ocurre en general con la regulación pública, es una tarea cara y consumidora de tiempo que tiende a aumentar la concentración industrial. Las grandes empresas pueden incurrir más fácilmente en los costes tanto de adquirir como de defender una patente que una persona o pequeña empresa y tampoco hay ninguna garantía de que, una vez se siga cualquier curso de acción, se asegure un resultado exitoso. Así que las personas con productos inventados pueden estar más inclinadas a vender sus creaciones a empresas mayores. Con respecto a muchos productos potenciales, varias agencias públicas (por ejemplo, EPA, FDA, OSHA) pueden tener sus propios requisitos caros de prueba y aprobación antes de que puedan ponerse en el mercado nuevos productos, una práctica que, de nuevo, favorece a las empresas mayores y más establecidas.

El aumento en la concentración también contribuye a las influencias debilitadoras y destructivas asociadas con el tamaño operacional. Al ocuparse de lo que llama “la teoría del tamaño de la miseria social”, Leopold Kohr observa que “donde algo va mal, algo es demasiado grande”, una dinámica tan aplicable a los sistemas sociales como al resto de la naturaleza. La transformación de individuos en “unidades sociales sobreconcentradas” contribuye a los problemas asociados con el tamaño de la masa. Se ve esta tendencia dentro de las organizaciones empresariales, con una mayor burocratización, osificación y resistencia reducida a la competencia acompañando a menudo a un mayor tamaño. Tampoco los beneficios esperados de economías de escala para empresas mayores compensan las tendencias a la disminución de ganancias y tasas de retorno sobre inversiones, ni al mantenimiento de porciones de mercado tras fusiones. El actual mantra político, “demasiado grande para caer”, es un producto de la naturaleza disfuncional del tamaño cuando una organización afronta una competencia enérgica a la cual debe adaptarse si quiere sobrevivir.

Walter Adams ha proporcionado una buena visión general del impacto de la regulación pública en estimular en aumento en el tamaño.

En esta época de gran gobierno, la concentración es a menudo el resultado de una acción pública poco inteligente, artificial, discriminatoria y creadora de privilegios. Los contratos de defensa, el apoyo a la I+D, la política de patentes, los privilegios fiscales, las disposiciones de reserva, aranceles y cutos, subsidios, etc., tienen efectos muy poco neutrales en nuestra estructura industrial. En todas estas disposiciones intelectuales, el gobierno desempeña un papel crucial, si no decisivo.

Una respuesta habitual de las empresas a su propia reducción de resistencia competitiva ocasionada por un aumento en el tamaño organizativo ha sido reclamar al estado que cree y aplique prácticas empresariales y productos estandarizados, así como que restrinja la entrada en sectores y profesiones.

La creación del estado de intereses de patentes y derechos de autor no impide por sí misma la innovación de otros, pero sí erige obstáculos que a menudo desaniman la investigación (por ejemplo, el miedo a afrontar una demanda de infracción de patente, la posibilidad de que la Oficina de Patentes pueda rechazar una posterior aplicación en la misma línea de producto de la creación previamente patentada o la preocupación de que la patente de una empresa para resultados preliminares de una investigación puedan inhibir a otra para seguir la investigación subsiguiente). Los “enemigos tradicionales de la innovación”, ha indicado un observador, son “inercia e intereses creados”, factores a los que contribuyó la práctica del gobierno de proporcionar protección ante la competencia a algunos inventores.

Cuando se invocan los poderes coactivos del estado para beneficiar a unos y limitar a otros, siempre sufren los procesos creativos y, en consecuencia, lo mismo pasará con la vibración de una civilización. La tendencia de dicho comportamiento es a restringir la libertad de los individuos para actuar dentro de los parámetros apropiados para los intereses establecidos. Limitar así la creatividad equivaldría a obligar a los pintores a limitar su trabajo dentro de los límites de los kits de pintura con números. La conducta creativa depende de la síntesis y la fertilización cruzada, procesos facilitados por lo que  Arthur Koestler denominaba “anarquía creativa”. El filósofo de la ciencia  Paul Feyerabend, era aún más contundente en su insistencia en la libertad sin trabas para estimular la comprensión. Señalaba que “la ciencia es un empeño esencialmente anarquista” y que “el anarquismo teórico es más humanitario y más probable que estimule el progreso que sus alternativas de lay y orden”. Continuaba: “solo hay un principio que pueda defenderse bajo todas las circunstancias y en todas las etapas del desarrollo humano. Es el principio: todo vale”. Luego añade que la “proliferación de teorías es beneficiosa para la ciencia, mientras que la uniformidad dificulta su poder crítico. La uniformidad también pone en peligro el libre desarrollo del individuo”.

Mientras continúe la experimentación y la resultante producción de cultivos genéticamente uniformes, las mentes inteligentes harían bien en recordar lecciones de la historia como las que proporcionaron la hambruna de la patata irlandesa, la destrucción de las plantaciones ceilandesas de café y el más reciente daño a los cultivos de maíz y uva estadounidense. Las plantas, que eran copias fieles de su propia organización genética (es decir, clones), podrían haber producido beneficios a corto plazo, pero les faltó la suficiente diversidad como para permitirles responder eficazmente a plagas, enfermedades y otras condiciones a las que no estaban acostumbradas. Tal vez un millón o más de muertes en Irlanda hayan de atribuirse directa o indirectamente a la falta de resistencia genética del cultivo de la patata.

Las amenazas para la supervivencia humana implícitas en la uniformidad estructurada de sistemas de los que depende la vida se ven potenciadas por las incertidumbres propias de su complejidad. El estudio del caos nos explica que los sistemas complejos están sujetos de demasiadas variables y factores interconectados como para permitir predicciones de resultados. Como nos han recordado Koestler y Feyerabend, la creatividad es un proceso que depende de que los individuos sean libres para experimentar y encontrar relaciones entre los numerosos (y a menudo invisibles) factores que constituyen nuestro complejo mundo.


Publicado el 7 de enero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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