La acción humana es una acción con un propósito

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I.

Una de las implicaciones que pueden deducirse lógicamente del axioma irrefutablemente cierto de la acción humana es que la acción humana es una acción con un propósito (consciente), una acción que se dirige a alcanzar ciertos fines.

Esta idea es esencial para comprender totalmente la reconstrucción de la economía de Mises como una ciencia lógica-formal (praxeología, como la llamó él mismo) y todas las implicaciones que dedujo de ello.

Estas implicaciones incluyen, por ejemplo, que causa y efecto (causalidad) y tiempo son categorías de la acción humana, que los medios son escasos con respecto a los fines a los que pueden servir y que la existencia de acción humana implica incertidumbre acerca del desarrollo futuro de los acontecimientos.

Sin embargo la afirmación real de que la acción humana es una acción con un propósito puede invitar muy fácilmente a la crítica. Por ejemplo, ¿no puede contestarse a la idea de Mises diciendo que muchas decisiones que toma la gente no tienen un propósito sino que se basan en la arbitrariedad, el capricho o el impulso?[1]

Rechazar la idea de que la acción humana es una acción con un propósito pondría en cuestión las afirmaciones reales que pueden derivarse del axioma de la acción humana. Esto abriría la puerta a una desorientación metodológica y, como consecuencia, a falsas teorías en el campo de la economía.

Dada la importancia de entender la verdad irrefutable de que la acción humana es una acción con un propósito, merece la pena recordar brevemente cómo llegó Mises a esta idea, que deduce del axioma de la acción humana.

Como se apuntó antes, el axioma de la acción humana es irrefutablemente cierto. Es una proposición evidente cuyo valor verdadero no puede negarse. Cualquier intento de negación resultaría en una contradicción intelectual irresoluble, porque decir “los humanos no pueden actuar” es una forma de acción humana.

La acción es reemplazar “un estado menos satisfactorio de cosas por una más satisfactorio” y el hombre debe hacer uso de medios para alcanzar fines. Los medios, a su vez, son siempre escasos con relación a la consecución de fines. Si los medios no fueran escasos, no estarían sujetos a economía, así que no podría haber ninguna acción, y esto, por supuesto, es imposible de creer.

Es en este sentido en el que la acción humana es una acción con un propósito, es decir, en hacer uso de medios para alcanzar ciertos fines. Y a la praxeología no le preocupan los contenidos de ciertos fines o cómo se motivan fines concretos.

Mises señala:

La acción humana es un comportamiento con un propósito. O podemos decir: la acción se pone en funcionamiento y se transforma en un medio, busca fines y objetivos, es la respuesta significativa del ego a estímulos y condiciones de su entorno, es el ajuste consciente de una persona a estado del universo que determina su vida. Esas perífrasis pueden aclarar la definición dada e impedir posibles malas interpretaciones. Pero la propia definición es adecuada y no necesita complementarse con comentarios.

 

II.

Al mismo tiempo, Mises dice que no todas las acciones llevadas a cabo por humanos pueden calificarse como acciones con un propósito. Se refiere explícitamente a la acción sin propósito (o: inconsciente), es decir “los reflejos y las respuestas involuntarias de las células y nervios del cuerpo a los estímulos”.

¿Permitiría la referencia de Mises a la acción sin propósito la conclusión de que hay seres humanos que no actúan como implica el axioma de la acción humana? Como veremos más adelante, la pregunta puede responderse negativamente.

(1) Para empezar, debería advertirse que la idea de que la acción humana en una acción con un propósito no está relacionada con la psicología. Mientras esta última pretende explicar el funcionamiento de los acontecimientos internos (mentales) de una persona y los motivos que llevan a ciertas acciones, la praxeología se limita estrictamente a la lógica de la acción humana.

La praxeología, basándose en el axioma de la acción humana, deriva de la conclusión de que la acción humana en una acción con un propósito (lo que resulta un agudo contraste con la acción sin propósito) por medio de lógica formal. No recurre a ningún tipo de suposiciones conductistas.

(2) Para Mises, ejemplos de acción sin propósito son las funciones corporales (el latido del corazón, la respiración, etc.) y las respuestas reflejas e involuntarias a los estímulos (por ejemplo, reacciones ante el ruido). La acción sin propósito tiene, en opinión de Mises el mismo estatus que los datos externos: es parte de las condiciones generales bajo las que tiene lugar la acción humana (la acción con un propósito).

Mises escribe:

El comportamiento inconsciente de los órganos y células del cuerpo es para el ego que actúa no es sino un dato como cualquier otro hecho del mundo externo. El hombre que actúa debe tener en cuenta todo lo que pasa dentro de su propio cuerpo así como otros datos, por ejemplo, el tiempo o las actitudes de sus vecinos.

En la medida en que estas condiciones se ven superadas por la acción (como, por ejemplo, suprimiendo actos reflejos), los seres humanos extienden realmente su ámbito de la acción con un propósito: “Si un hombre se abstiene de controlar la reacción involuntaria de células y centros nerviosos, aunque esté en disposición de hacerlo, su comportamiento, desde nuestro punto de vista, tiene un propósito”.

(3) ¿Es posible dibujar una línea exacta entre acción con y sin propósito? Un feto humano, un ser humano dormido o una persona bajo la influencia de drogas pueden mostrar una acción que parece (a un observador) no tener un propósito en lugar de tenerlo.

Sin embargo, el observador no está en absoluto en disposición de llegar a la conclusión de que una persona no está actuando con un propósito, sin que importen lo sin propósito o sin sentido que pueda parecerle la acción de una persona. Incluso una persona loca o bajo la influencia de las drogas actúa y por tanto busca lograr ciertos fines.[2]

Mises escribe:

La gente está a veces dispuesta a creer que los límites entre el comportamiento consciente y la reacción involuntaria de las fuerzas que operan dentro del cuerpo humano son más o menos indefinidos. Esto es correcto solo en la medida en que a veces no es fácil establecer si un comportamiento voluntario ha de considerarse voluntario o involuntario. Pero la distinción entre  conciencia e inconsciencia es sin embargo clara y puede determinarse con precisión.

(4) En un paso final, merece la pena destacar las consecuencias que implicaría una negación de la afirmación cierta de que la acción humana es una acción con un propósito.

Mises escribe:

La negación de un propósito en las actitudes del hombre puede sostenerse solo si se supone que la elección tanto de fines como de medios es meramente aparente y que el comportamiento humano está determinado en último término por acontecimientos fisiológicos que pueden describirse enteramente en la terminología de la física y la química.

Ni siquiera los defensores más fanáticos de la secta de la “ciencia unificada” se atreven a defender sin ambages esta formulación dura de su tesis fundamental. Hay buenas razones para esta reticencia. Mientras no se descubra una relación definida entre ideas y acontecimientos físicos o químicos de los que se producirían como secuela regular, las tesis positivistas seguirán siendo un postulado epistemológico derivado, no de una experiencia establecida científicamente, sino de una visión metafísica del mundo. (…)

Pero es evidente que una proposición metafísica tal no puede en modo alguno invalidar los resultados del razonamiento discursivo de las ciencias de la acción humana. A los positivistas, por razones emocionales, no les gustan las conclusiones que el hombre que actúa debe deducir necesariamente de las enseñanzas de la economía. Como no están en disposición de encontrar ningún fallo ni en el razonamiento de la economía ni en las inferencias derivadas de él, recurren a esquemas metafísicos para desacreditar los fundamentos epistemológicos y la aproximación metodológica de la economía.

 

III.

Para concluir, Mises demostraba que la acción humana es una acción con un propósito: el intento consciente de eliminar una incomodidad percibida o de reemplazar un estado menos satisfactorio de cosas por uno que sea más satisfactorio. Esto se deduce lógicamente del axioma de la acción humana.

El conocimiento de que la acción humana es una acción con un propósito no tiene nada que ver con la psicología. Decir que la acción humana es una acción con un propósito no recurre a supuestos acerca de la motivación concreta del actor.

En lo que a la praxeología se refiere, el comportamiento sin un propósito ha de calificarse como dato externo, parte de las condiciones generales bajo las que tiene lugar la acción humana. Está fuera del ámbito de la praxeología.

Aunque puede dibujarse una línea clara entre acción con y sin propósito a nivel conceptual, no puede detectarse necesariamente una distinción así por parte de alguien externo a través de la observación, pero esto no invalida la distinción establecida por Mises.

La acción humana es una acción con un propósito. Este conocimiento deriva lógicamente del axioma irrefutablemente cierto de la acción humana, que está en el corazón de la praxeología.


[1] En este contexto, ver, por ejemplo, “Reflections on Human Action after 50 Years”, Cato Journal 19, nº 2, Otoño (1999): pp. 195-214, esp. p. 200. Aquí Smith dice: “Mises se ha visto sobrepasado por las tendencias recientes en la neurociencia”.

[2] En la Nationalökonomie (1940) en alemán, Mises apuntaba con bastante detalle que al recurrir a la idea de “instinto” para explicar el comportamiento humano, no debería resultar una “explicación definitiva” en el sentido metafísico. Escribía (p. 29): “Der Begriff Instinkt ist keine Erklärung im metaphysischen Sinne, er ist einfach die Bezeichnung eines Punktes, über den hinaus die Bemühungen unseres Denken nicht zu dringen wissen oder zumindest bisher nicht zu dringen vermochten. Die Einführung dieses Begriffes ermöglicht es uns, für Erscheinungen, an die wir mit dem Denkverfahren der mechanischen Kausalität nicht heranzukommen vermögen, das andere menschliche Denkverfahren, das, das wir für die Erfassung des menschlichen Handelns zur Verfügung haben, anzuwenden. Wie Bewegung und Bewusstsein ist auch Instinkt nur ein Ausdruck für einen Grenzpunkt menschlichen Denkens, und nicht etwa ein Wort zur Bezeichnung der Ursache oder gar der letzten Ursache“.


Publicado el 19 de agosto de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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