La implacable miseria de 1,6 galones

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Mi pedido en mi chino favorito estaba tardando demasiado. Fui al cuarto de baño. Allí vi una escena común: el desastre del inodoro moderno. Un negocio limpio en todos los demás aspectos, tenía una calamidad de baño en sus manos, tan repelente que dudo en describirlo.

La posible historia no es difícil de reconstruir. El inodoro aparentemente tenía problemas de cisterna. Había por supuesto un desatascador, como vemos hoy en todas partes. Se había desatascado el inodoro para librarse del atasco, mientras que el propio atasco se había extendido por el suelo y pegado también propio desatascador.

El cliente probablemente abandone corriendo la espantosa escena. La dirección no sabía nada. Pero ahora los clientes entran y van a este servicio, perdiendo sin duda toda intención de comer u ordenar comida.

Sería fácil culpar a los propietarios del restaurante. ¿Qué le pasa a esta gente y por qué no pueden tener un servicio limpio? Pero reaccionar así sería injusto. La mano oculta tras esta calamidad antihigiénica es el gobierno de EEUU. El verdadero origen del problema no estuvo en la hora anterior a que yo llegara, sino en 1994, después de que el Congreso aprobara la Ley de Política Energética (aprobada en 1992).

Esta ley, aprobada durante una histeria ecologista, ordenaba que todos los inodoros vendidos en Estados Unidos no usaran más de 1,6 galones [unos 6 litros] de agua por cisterna. Fue un revés devastador en el progreso de la civilización. El inodoro convencional en EEUU va de 3,5 galones a 5 galones [de 13 a 19 litros]. La nueva ley se aplicaba con multas y encarcelamiento.

Durante años, hubo un floreciente mercado negro y un rentable contrabando de cisternas canadienses. Esto parece haber remitido o haberse hecho tan oculto que no aparece en las noticias. He buscado en la red evidencias de cualquier cisterna de 3,5 o 5 galones en venta a través de canales ordinarios. Encontré una posible fuente, pero sin precios y en un local indeterminado.

Los fabricantes de inodoros, entretanto, hablan de sus últimas innovaciones patentadas como una razón para la reducción de la histeria que rodeaba al desastre higiénico. Yo sospecho algo distinto. Todos nos hemos acostumbrado a un nivel de vida reducido, igual que la gente que vivía en la Unión Soviética se acostumbró a pisos fríos, largas colas en las panaderías y mala atención dental. No hay nada en nuestro nivel de vida que sea propio de nuestra impresión de cómo tendrían que ser las cosas. Dejemos que pase el tiempo y la gente olvida las cosas.

Así que recordemos cuando:

  • Los inodoros no necesitaban desatascadores cerca y gracias a Dios. Los desatascadores usados son desagradables, antihigiénicos y sucios. No importa lo bonitos que intenten que sean los fabricantes o en cuántos colores puedas comprarlos. En los viejos tiempos, nunca tendrían uno a la vista de los invitados. Se guardaba en el garaje para las raras ocasiones en que alguien tiraba un jamón o algo extraño por el inodoro.
  • El papel higiénico era supergrueso y se hacía cada vez más grueso. Nada de esta bobada de una capa.
  • Nunca dudabas de la capacidad de la cisterna para evacuar completamente, con solo tirar una vez de la cadena. El inodoro se mantenía limpio gracias a cinco galones de agua en avalancha atravesándolo con cada evacuación.

Eran grandes logros culturales y civilizatorios. En un estado de naturaleza, el problema de los desperdicios humanos y qué hacer con ello es algo persistente. Haz algo mal y extenderás enfermedades y miseria.

La fontanería interior desde el mundo antiguo ha sido una señal de prosperidad y bienestar humano. Los retretes interiores han existido desde el año 1500 a. de C., pero cada nuevo asentamiento de pueblos en una nueva área presenta de nuevo el problema. En los Estados Unidos rurales, los retretes interiores no fueron comunes hasta la década de 1930. El que hoy todos los supongan como parte de la vida es un testimonio del poder creativo del progreso económico.

Lo que tenemos por tanto en estas regulaciones aprobadas desde la década de 1990 es un paso atrás desde una aspiración esencial de la humanidad de deshacerse de los desperdicios humanos de la mejor forma posible. Aquí tenemos un ejemplo de gobierno obligando a la sociedad a un estado inferior de existencia.

El gobierno nos ha reducido como pueblo hasta el punto de que, o entramos en el mercado negro para tener un buen alcantarillado, o aceptar vivir entre periódicos desperdigamientos de desperdicios humanos en todo nuestro entorno doméstico y comercial.

Repito que este es completamente innecesario. El capitalismo logró algo espectacular en la disposición de residuos. El gobierno apareció y nos lo quitó. Esa es la historia en dos palabras.

Hoy toda empresa de inodoros aporta sus últimas innovaciones para superar el problema. Hay chorros a alta presión que disparan electricidad, pensados para lanzar unos míseros 1,6 galones de agua lo suficientemente rápido como para que se note. Son escandalosamente ruidosos y dan miedo. Hay nuevas formas de cisternas y nuevos mecanismos de flujo que se dice que compensan el desastre, pero esto solo funciona a veces.

Cada una de estas innovaciones está patentada, lo que significa que un proyecto con éxito no pueden copiarlo y mejorarlo otras empresas. Así que aunque sean mejoras, su distribución está limitada y los aspectos de éxito de las mismas no se extienden a otros, por miedo de demandas de patentes. Todo el mercado se ve maniatado.

El resultado es toda una sociedad de inodoros que funcionan mal y una vida de ajuste a las omnipresentes heces humanas, todo en 15 años escasos. ¡Muchas gracias, Congreso!

Por supuesto los ecologistas están en todo el proyecto. Empezaron diciéndonos ya en la década de 1970 que nuestras grandes cisternas eran un completo desperdicio. Debíamos poner ladrillos en ellas para ahorrar y conservar. Si no tenías un ladrillo en tu retrete, se te consideraba un irresponsable y una desgracia social. Por supuesto el ladrillo acabó convirtiéndose en una obligación y finalmente los inodoros se redujeron a un tercio de su tamaño anterior.

Entonces se limitaban a suponer que a los fabricantes de inodoros no les preocupaba nada en absoluto desperdiciar agua. Sin duda no había ninguna justificación por la que consumieran cinco galones por vez frente a 1,6 galones. ¡Es un exceso capitalista y abajo con él!

Bueno, volved a pensarlo: había sabiduría en esos viejos diseños. Los ecologistas no contaban con la realidad actual en la que la gente normalmente tira dos, tres o incluso cuatro veces de la cadena durante cada visita al inodoro. Si esto acaba usando más o menos a largo plazo es una cuestión completamente empírica, pero supongamos que las nuevas microcisternas de verdad ahorran agua. De la misma manera, dejar que la gente muera por infecciones ahorra antibióticos, no cepillarse los dientes ahorra dentífrico y no usar anestesia durante las operaciones ahorra agujas y jeringuillas.

Esta es la verdad que los ecologistas no afrontan: A veces conservar no es una buena idea. Hay algunas actividades vitales que reclaman el gasto de recursos, incluso de la forma más generosa posible. Yo consideraría la eliminación de residuos como una de ellas.

También es posible que a alguna gente simplemente le guste extender miseria y hacernos imposible disfrutar de una vida limpia y próspera. Como los viejos puritanos, ven virtud en el sufrimiento y les gustaría ver más. Suena perverso, pero existen esos comportamientos. Y está claro que al gobierno no le importa lo más mínimo.

Hay muchas tragedias asociadas con la calamidad del inodoro. Hay bochornos privados en invitados y disgustos a cada paso. La mayoría de los clientes en ese chino probablemente acusen a los propietarios, que probablemente se vean confusos al ver cómo los retretes en la China comunista probablemente funciones bien, pero en los capitalistas Estados Unidos extienden porquería por todo el restaurante.

Es la mano oculta del gobierno la que ha ordenado volver a la barbarie.


Publicado el 5 de enero de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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