Arte sin el estado

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Uno de los mitos más inoportunos en la cultura actual es que el arte debe ser impulsado y protegido por el estado.  Frecuéntemente se pregunta —de forma retórica y sugiriendo que las artes se desvanecerían de un día al otro— ¿que sería de la Galería Nacional de Arte; del Museo de Bellas Artes; de la música; la fotografía y los retratos; los poemas y novelas si no hubiese un estado para pagar regalías por derechos de autor y patentes, ni subsidios de financiamiento? De hecho, las artes son consideradas, en muchos aspectos, un bien público. En 2012, el director del Museo de Nápoles, Antonio Manfredi, comenzó una quema de piezas de arte en protesta por la falta de financiamiento.  Fue precísamente porque los mercados no proveyeron  una variedad de arte adecuada para la paleta de John Maynard Keynes que él estableció el  Consejo de las Artes en Gran Bretaña. La apertura de los juegos olímpicos son una muestra destacable de las posibilidades del arte cuando los estados están dispuestos a enfocar “su“ tiempo y dinero  en las artes. Algunos intelectuales, a pesar de lo absurdo que puede sonar, incluso sugieren que escritores tales como Faulkner, Melville, y Whitman son producto del estado simplemente porque ellos, en un punto, fueron empleados del estado. Algunos van incluso más allá sugiriendo que escritores como Donne, Voltaire, Wilde, y Dostoyevsky fueron indiréctamente subsidiados por el estado debido a que ellos pasaron un tiempo en prisiones estatales. A pesar del bienintencionado interés del estado por las artes (es decir, los fondos nacionales), el estado, o su equivalente, ha sido históricamente un oponente a las artes.

Un ejemplo famoso es el papa Paulo IV diciéndole a Miguel Ángel que tenía que cubrir los desnudos en una de sus pinturas con ramas y hojas de olivo, a lo cual Miguel Ángel se rehusó diciendo:

Permitidle remendar el mundo; y yo remendaré mis pinturas.

En 1915, la corte suprema de los Estados Unidos, dictaminó que las películas eran un comercio, y no un arte, por lo tanto no estaban sujetas a estar bajo la protección de la primera enmienda. Esto no fue revocado sino hasta alrededor de 1950. En 1963, el artista australiano Mike Brown fue sentenciado a tres meses de prisión con trabajos duros forzados por haber hecho un collage “obsceno”. Su sentiencia fue luego reducida, por suerte. En 1999, el alcalde de New York, Rudi Giuliani, se sintió ofendido por una pintura en la exhibición “Sensation” de Chris Ofili que incorporaba estiercol de elefante en un retrato de la virgen María. El museo se rehusó a retirar la pintura a pesar del pedido de Giuliani. Giuliani respondió recortando los fondos al museo. En 2011, el Instituto Smithsonian atendió al reclamo de ciertos políticos republicanos y grupos conservadores cuando demandaron que el video tributo de David Wojnarowicz a su pareja que estaba muriendo de sida, sea removido de una exhibición en la Galería Nacional de Retratos . La lista sigue y sigue, tanto aquí en los Estados Unidos, como en el exterior.

Incluso las leyes de derecho de autor, hechas con la intención de proteger y preservar a la ciencia y al arte, son usualmente usadas en contra del arte. Un ejemplo es la cantante y compositora Kate Bush pidiéndole permiso a la inmobiliaria James Joyce para usar el soliloquio de Ulises como letra para una canción por más de 22 años. La única razón por la que la inmobiliaria James Joyce le permitió usarlo después de 22 años de decirle que no, fue porque los derechos de autor  iban a expirar al año siguiente. Los derechos de autor son usados para impedir el progreso del arte más a menudo de lo que son usados para protegerlo. Otro ejemplo es el de Mattel Inc., fabricantes y propietarios de los derechos de autor de Barbie, intentando demandar a Tom Forsythe por una serie de fotos representando a Barbie con muchos aparatos de cocina. Afortunadamente, la corte falló a favor de Forsythe. El caso de Tom Forsythe ganandole a las elites corporativas es una anomalía, como se ha visto en el caso de Richard Prince cuya muestra fotográfica fue, no sólo cerrada, sino que además la jueza Deborah A. Batts sentenció que la corte reconocia el derecho de Patrick Cariou a destruir el trabajo de Prince, el cuál le había significado a Prince unos $10 millones en 2008. Los derechos de autor son usados también en contra de aquellos que están en la industria cinematográfica. Una profesora de la UC Berkeley, Elaine Kim, hizo un documental llamado “Matando al Dragón: Recargado” tomando una posición crítica a la representación de los asiáticos en las películas. Poco tiempo después del lanzamiento, seis productores asia-americanos amenazaron con llevarla a la corte alegando infracciones de derecho de autor. Ella se echó atrás y fue censurada exitósamente. Cláramente, los derechos de autor son usados como un mecanismo por las elites corporativas y las figuras ya establecidas para pisotear a cualquiera que intente crearse un nombre a si mismo en sus respectivos medios artísticos. Al igual que la lista de estados directamente censurando al arte, la lista de grupos poderosos usando los derechos de autor del gobierno para impedir el progreso y la expresión del arte, parece infinita también.

El estado no es sólo un enemigo del arte desde hace largo tiempo, el estado (y su financiamiento) no es un requisito previo para que las artes triunfen. De hecho, el arte triunfa y progresa al máximo de sus capacidades a pesar del estado, y no gracias a él. El arte no se limita a la pintura, la escultura, la fotografía, la escritura, o el diseño gráfico. Casi cualquier cosa puede ser arte. Arte puede ser el deporte, la ropa, los juguetes, la albañilería, la cocina, las emociones, las entonaciones e inflecciones al hablar, la arquitectura, e sexo, tu propio sentido del estilo, la danza, un coche, un perro escarbando papel, el diseño de interiores, la jardinería, y así sucesivamente. Cualquier acción, ya sea ésta verbal, física, emocional, realizada conscientemente, o incluso inconscientemente, puede ser interpretada como arte. Cuando se presenta de ésta forma, se hace innegablemente claro que la vasta mayoría del arte no tiene derechos de autor, no está patentado ni subsidiado, e igual prospera, entonces ¿por qué no puede el pequeño porcentaje de arte que recibe ayuda del estado prosperar también por si mismo?

Los profesores de economía de la Universidad Washigton de St. Louis, Michele Boldrin y David K. Levine, añaden un análisis incluso más astuto al argumento de que el arte prospera a pesar del estado en su libro “Contra el Monopolio Intelectual”:

Los conceptos de diseño general, e incluso aquellos bastante particulares y específicos, de hecho, no son patentables. Por un lado, muchas características del diseño de un objeto útil son dictadas por cuestiones utilitarias; por otro lado, incluso cada variación ornamental menor es suficiente para hacer que un diseño sea diferente al original. Hablando de manera práctica, lo que esto significa es que las compañias automovilísticas se imitan las unas a las otras al dar forma y estilo a sus coches, arquitectos e ingenieros hacen lo propio con edificios y  puentes, por no hablar de las salas de las universidades; fabricantes de amoblamiento se copian mutuamente camas, sillones, y mesas de café; los fabricantes de lámparas salen continuamente con otra variación más en el diseño de la lámpara Tizio de Artemide; todos los modistas son imitadores de Chanel; y así sucesivamente.

El estado puede conceder derechos de propiedad intelectual, pero los artistas hacen que sea extremádamente difícil hacerlos cumplir. La imitación, ya sea ésta en la danza, la música, la pintura, el arte culinario, la fotografía, la arquitectura, el diseño de moda, la escritura, etc., etc., existe en abundancia y de a montones. Internet ha permitido que sea aún más fácil para los artistas de múltiples ramas, ser capaces de imitar sin ser procesados (por ahora). Hay literalmente millones de canciones covers, poemas, y lecturas de libros en YouTube, todo sin el permiso expreso del propiertario de los derechos de autor. Canciones, películas, y programas de televisión son retocados y manipulados, y recompilados en videos fabulosamente entretenidos. Un género completo de música, el dubstep, nació gracias a artistas jugando y mezclando diferentes sonidos y canciones con derechos de autor. Diseñadores gráficos, e incluso las “personas comúnes”, ahora puedan tomar fotografías con derecho de autor, o diseños, y agregar su propia expresión artística sobre ellos. El arte, el imperio de los derechos de autor, se ha convertido en un acto de desobediencia.

El mercado negro de las artes —plagado de artistas rebeldes, cuyas licencias artísticas no fueron emitidas por el estado—, están llenado de poder al arte mientras protestan dinámicamente contra el estado con sus expresiones de belleza y brillante imaginación. Que se sepa, a pesar de las ideas convencionales y románticas, en el contexto de la historia el estado raramente ha sido visto como un amigo de las artes. El arte es, de hecho, inherentemente anti estado. El arte sin el estado no sólo que es posible, es imperativo.


Traducción del artículo “Art Without the State“. Traducido por V de Voluntarismo.