David Brooks, los whigs y el asistencialismo corporativo

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En un artículo del 30 de enero, David Brooks, en neoconservador de guardia del New York Times pedía a Obama que ignorara tanto a sus bases socialistas/igualitarias como a la “tradición conservadora que cree en la limitación del gobierno para aumentar la libertad”. Obama ya no tiene sino un desprecio lleno de odio por esta última tradición no necesita que le convenza un estatista de derechas como David Brooks.

El presidente debería asimismo abandonar su inveterada pasión y devoción por el socialismo, aconseja Brooks. En su lugar, debería seguir un programa de capitalismo de compinches disfrazado como una “agenda de movilidad social”, con la ayuda de propagandistas profesionales y pervertidores de la historia estadounidense, como Brooks y sus colegas neoconservadores. Por supuesto, Brooks no usa estas palabras tan poco halagadoras para describir su maquiavélico programa. Habla de “una tercera vieja tradición” en la historia de Estados Unidos, que es “la tradición whig, que empieza con gente como Henry Clay, Daniel Webster y Abraham Lincoln”.

O Brooks no sabe nada en absoluto acerca de la tradición del Partido Whig en la historia de Estados Unidos o está mintiendo descaradamente. Pues la describe como dedicada a “utilizar el poder del gobierno para dar a los estadounidenses marginalizados las herramientas para competir en una economía capitalista”. Los whigs, dice Brooks, “lucharon contra el populismo divisivo de los seguidores de Jackson”, que supuestamente buscaban “enfrentar unas clases con otras”. Todo esto es exactamente lo contrario de la verdad. Los whigs eran el partido del capitalismo de compinches, del gobierno de la plutocracia, por la plutocracia, para la plutocracia. Por eso tantos historiadores se han maravillado de que un hombre como Abe Lincoln, que se crio tan pobre, se convirtiera en el aguador político de la élite acaudalada del nordeste en la política estadounidense.

El asunto económico más divisivo en la política estadounidense durante el apogeo del Partido Whig (1832-1852) fue la batalla del libre comercio frente al proteccionismo. Si los whigs defendían algo, defendían el asistencialismo corporativo en forma de altos aranceles proteccionistas que saquearían a las masas en beneficio de los pocos. Esto significaba, en su mayor parte, saquear a los granjeros sureños más que a nadie en beneficio de los fabricantes norteños que estarían protegidos de la competencia internacional por los altos aranceles. Como dijo una vez John C. Calhoun, de lo que protege al público el “proteccionismo” es de los precios bajos. Tras la esclavitud, el proteccionismo fue el mayor ataque a los derechos de propiedad en Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX. Los whigs no creían en derechos “sagrados” de propiedad, como escribe irreflexivamente Brooks. Toda su agenda política se basaba en la atenuación de los derechos de propiedad forzada por el gobierno, en beneficio de los ricos y los bien relacionados políticamente.

Junto al saqueo político mediante el proteccionismo, los whigs defendían el peor tipo de capitalismo de compinches en forma de asistencialismo corporativo innecesario para empresas de construcción de carreteras, canales y ferrocarriles. Se llamaron en ese momento eufemísticamente “subvenciones para mejoras internas”. Los mercados privados de capitales financiaron miles de kilómetros de carreteras privadas durante las primeras décadas del siglo XIX. En 1800 había 69 empresas de construcción de carreteras financiadas privadamente en Estados Unidos, que construirían más de 400 carreteras privadas durante los siguientes 40 años, como ha documentado el economista Daniel Klein. El gran empresario ferroviario James J. Hill también probó que no se necesitaban las subvenciones públicas para construir un ferrocarril transcontinental, ya que, junto con sus inversores y socios creó y dirigió la Great Northern Railroad sin un solo dólar de subvención pública, ni siquiera “concesiones de terrenos”.

Cuando los whigs se abrieron paso y engañaron al gobierno del estado para financiar “subvenciones para mejoras internas”, fue un desastre financiero sin paliativos. Se terminaron pocos o ningún proyecto; los contribuyentes quedaron con enormes deudas públicas por pagar; mucho del dinero sencillamente se robó y en 1860 todos los estados, salvo Massachusetts, habían enmendado sus constituciones para prohibir el uso de dólares de impuestos para empresas con los cuales hacer cualquier cosa, según el historiador económico Carter Goodrich.

Edgar Lee Masters, el famoso poeta y dramaturgo (autor de Antología de Spoon River) de la década de1930 y abogado socio de Clarence Darrow, describía perfectamente al Partido Whig en la página 27 de su libro, Lincoln the Man. Describiendo al líder de los whigs, Henry Clay, Masters escribía:

Clay fue el defensor de ese sistema político que da favores a los fuertes para ganar un mantener su apoyo al gobierno. Su sistema daba cobijo a planes taimados y empresas corruptas. (…) Era el hijo predilecto [en sentido figurado] de Alexander Hamilton con sus planes corruptos de financiación, sus supersticiones respecto de las ventajas de la deuda pública y un pueblo gravado para producir ganancias para empresas que no puedan sostenerse solas. Su ejemplo y doctrinas llevaron a la creación de un partido que no tenía programa a presentar, porque sus principios eran el saqueo y nada más.

Esto es exactamente correcto y exactamente lo contrario de lo que David Brooks quiere que crea su audiencia del New York Times. El programa de Clay, que Alexander Hamilton calificó originalmente como “El sistema americano”, era en realidad una versión adaptada a Estados Unidos de corrupto sistema mercantilista contra el que los fundadores estadounidenses habían luchado en una revolución. El “sistema americano” de Hamilton/Clay/Lincoln incluía proteccionismo, asistencialismo corporativo y un banco central para dispensar aún más subsidios de asistencialismo corporativo a las empresas con relaciones políticas. Era una receta para el poder político basado en usar dólares de los contribuyentes para llenar los bolsillos de la plutocracia empresarial (sobre todo del norte), a costa del público general. Algunas cosas no cambian nunca en una democracia.

Es igualmente curioso que Brooks afirme que los seguidores de Jackson fueron “divisivos” y querían “enfrentar unas clases con otras”. Esta fue la función de los queridos whigs de David Brooks, que eran simplemente una versión temprana de los neoconservadores; fueron los libertarios seguidores de Jackson los que se opusieron al divisionismo politizado y el enfrentamiento de unas clases con otras. Esto se ve en el famoso veto del presidente Andrew Jackson a la reconfirmación del Segundo Banco de Estados Unidos, un precursor de la Fed.

Los whigs defendían un banco central, el Banco de Estados Unidos (BEU), incluso pagaron a ambos héroes de Brooks, Clay y Webster, muchos miles de dólares como dinero para sobornos para promover la continuidad del banco, a pesar del hecho de que era bien sabido que el BEU había corrompido la política y generado ciclos de auge y declive. Al vetar la reconfirmación del BEU (que no fue anulado), Jackson escribió:

Hay que lamentar que los ricos y poderosos demasiado a menudo inclinen las acciones del gobierno a favor de sus fines egoístas. (…) En el pleno disfrute de los dones del Cielo y los frutos de industria, economía y virtud superiores, todo hombre tiene derecho por igual a la protección de la ley, pero cuando las leyes empiezan a añadir a estas ventajas naturales y justas divisiones artificiales para conceder derechos, prebendas y privilegios exclusivos, para hacer más ricos a los ricos y más poderosos a los potentados, los miembros humildes de la sociedad (los granjeros, mecánicos y trabajadores), que no tienen el tiempo ni los medios para conseguir favores parecidos para ellos mismos, estos tienen derecho a quejarse de la injusticia de su gobierno. (…) En la ley que tengo ante mí [la propuesta de reconfirmación del BEU] parece alejarse amplia e innecesariamente de estos justos principios.

Ni Jackson ni sus seguidores fueron libertarios “perfectos”, pero con su lema de “derechos iguales” querían decir igualdad bajo la ley y oposición al uso del estado para dispensar “privilegios exclusivos” y favores especiales a intereses especiales. Defendían exactamente lo contrario de lo que afirma David Brooks que defendían, en otras palabras.

El comentario de Brooks se convierte en descacharrante en el momento en que afirma que los whigs, que era, después de todo, políticos, estaban en cierto modo “orientados a la familia en sus actitudes morales y sociales”. (Supongo que echó esto en el artículo para embaucar más a la base “cristiana evangélica” del Partido Republicano para que acepte sus tesis). El líder de los whigs, el dueño de esclavos y patriarca de una plantación de cáñamo en Kentucky, Henry Clay, estaba en verdad “orientado a la familia” en que tuvo 11 hijos. Pero fue también un notorio jugador que llegó a tener deudas personales de hasta 40.000$ en la década de 1820 y fue famoso por trasnochar y bailar con mujeres distintas de su esposa mientras estaba en Washington y su mujer había vuelto a Kentucky, según varias biografías.

Armado con esta historia absurdamente falsa de la política estadounidense, Brooks argumenta a favor de una explosión de la planificación pública centralizada por parte de Obama durante el resto de su mandato. Quiere que Obama emplee “empresarios sociales” para transformar fundamentalmente la sociedad estadounidense “mejorando los patrones familiares”, extendiendo la educación de la primera infancia, “estructurando barrios”, pagando “a los jóvenes subsidios salariales para que le merezca la pena casarse”, formando a “trabajadores de mediana edad” para que encuentren empleo y en general gestionando al detalle la vida de todos de la cuna a la tumba. En sus propias palabras, el gobierno debería promover “asuntos de movilidad social desde el principio al fin de la vida”.

Ya se ha intentado algo muy similar a esto. Se llamó socialismo totalitario y fracasó miserablemente.


Publicado el 6 de febrero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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