El premio Nobel 2001 en ciencias económicas se ha concedido a George A. Akerlof, Joseph E. Stiglitz y A. Michael Spence por “sus análisis de los mercados con información asimétrica” y sus “avances en analizar los mercados y el control de la información.
Como alumno de primer grado en economía, se me asignó el famoso trabajo de George Akerlof, “The Market for Lemons”, que apareció en The Quarterly Journal of Economics en 1970 y se consideraba entonces un trabajo clásico.
Su trabajo es a menudo interesante e incluso hace pensar. “Lemons” es esencialmente legible, al contrario que la mayoría del trabajo que aparece en las revistas económicas de “prestigio” en estos tiempos. Además, era una agradable pausa para la tesis de la “información perfecta” que ha dominado la economía neoclásica desde los tiempos de Alfred Marshall.
El argumento de los economistas de la “información imperfecta” es el siguiente: los participantes del mercado a menudo no disfrutan de la “información perfecta” que es necesaria para que los mercados funcionen apropiadamente, como indica el punto de equilibrio demostrado en la famosa cruz de Marshall en la que se igualan oferta y demanda. Dado este “fallo del mercado”, ¿qué hacen los individuos para hacer que funcionen lo mercados?
Además, los mercados potenciales están plagados de información asimétrica, en la que la información necesaria para compradores y vendedores para alcanzar el “equilibrio” no está distribuida por igual entre las distintas partes. Akerlof da el ejemplo de los mercados de los coches usados (estos son los “lemons” [limones] del título de su trabajo).
Algo que se dice respecto de la compra de coches usados es que alguien “está comprando los problemas de otro”. Lo que podría parecer un gran coche en un estacionamiento podría ser en realidad y pedazo de basura una vez el nuevo propietario da la vuelta a la esquina. La posibilidad de que el coche usado se convierta realmente en un “limón” tiene un efecto petrificador en todas las transacciones de coches usados, escribe Akerlof, que puede acabar llevando a una “descomposición” de toda ese mercado, ya que los compradores recelosos deciden que no hay manera en definitiva de saber si el coche es bueno o malo y los vendedores son incapaces de convencerles de lo contrario.
La “solución” de Akerlof, igual que la que da Stiglitz, es una mayor regulación pública del mercado. La regulación, argumentan, obliga a todas las partes a dar información. Además, las “leyes limón”, que obligan a los vendedores a reembolsar a los compradores si el coche no puede rendir la velocidad prevista, impide que se colapsen esos mercados.
El análisis económico de la llamada información imperfecta pretendía sacar a la economía de los irreales modelos de “competencia perfecta”, en los que no había “fallo del mercado” ni incapacidad de las partes de obtener toda la información necesaria. Akerlof por supuesto no fue la primera persona en explorar esta zona, ya que Ludwig von Mises, F.A. Hayek, Murray N. Rothbard e Israel Kirzner, de la Escuela Austriaca, habían escrito sobre ella antes de que Akerlof sacara su trabajo en QJE. (El artículo de Israel Kirzner de 1976, “Knowing about Knowledge: A Subjectivist View of the Role of Information”, es, en mi opinión, un trabajo muy superior a “Lemons”. Aparece en el libro Perception, Opportunity, and Profit: Studies in the Theory of Entrepreneurship. Kirzner y los demás austriacos se dan cuenta de que la información imperfecta es parte del proceso de mercado, no una piedra en la que tropieza el comportamiento del mercado).
No solo eso, sino que el análisis austriaco era (y todavía es) muy superior a cualquier cosa escrita por el último trío ganador del Nobel, ya que los austriacos han reconocido el papel del empresario en tratar las realidades de la información imperfecta.
Según Akerlof y otros, los participantes del mercado, afrontando las realidades de la información imperfecta, tienen poco o ningún incentivo para obtener más información para sí mismos. Están “atrapados” en una trampa de desequilibrio sin salida, salvo que el Tío Sam llegue al rescate. Pero sabemos, por simple observación, que Akerlof se equivoca.
Primero, los mercados de coches usados no se han descompuesto. Todo pueblo está lleno de tiendas de coches usados y los compradores potenciales que no están seguros de la calidad del automóvil que podrían comprar tienen varias opciones a seguir.
Tuve un amigo que era un experto en automóviles y a menudo acompañaba a sus amigos cuando buscaban coches usados. Buddy tenía varias cosas a hacer para probar la fiabilidad del vendedor, incluyendo frotar un imán en la carrocería para tratar de ver si esta se había dañado y el vendedor había usado fibra de vidrio para cubrir los defectos.
Los empresarios han creado también sitios webs en Internet que dan a potenciales compradores y vendedores una forma de “encontrarse”, expandiendo así los mercados potenciales para todos los que participan. En otras palabras, la gente ha ideado formas de ocuparse de los asuntos de la información imperfecta, que es ella misma un producto escaso y valioso. Decir otra cosa es renunciar a examinar las transacciones del mundo real.
La creencia de que la regulación pública “resuelve” el “problema de la información” es errónea. Si es que hace algo, el gobierno crea problemas de información porque muchas regulaciones impiden a las partes en intercambios conocer detalles o actuar respecto de hechos relevantes. Hace unos años, el ayuntamiento de Washington DC prohibió a las empresas de seguros sanitarios discriminar a los potenciales solicitantes de seguro sanitario basándose en condiciones médicas preexistentes. De hecho, las empresas no podían ni siquiera preguntar a la gente sobre asuntos relevantes en materia sanitaria. En consecuencia, los miembros del ayuntamiento se vieron “sorprendidos y enfadados” cuando las aseguradoras sanitarias amenazaron con no contratar pólizas sanitarias para nadie que viviera en DC.
Las leyes antidiscriminación prohíben a los empresarios conocer los historiales completos de los solicitantes de empleo ni pasar información pertinente acerca de malos empleados a otras empresas. La actual práctica legal de ampliar la responsabilidad contra las empresas, haciendo así retroactivas esas nuevas políticas, aumenta la incertidumbre que afrontan las empresas cuando producen cosas. Por ejemplo, las empresas tabaqueras que han estado fabricando productos legales, de repente se han visto en el disparadero por prácticas pasadas que aprobó la asamblea legislativa en su momento. También vemos cosas, como los eternos litigios del amianto, como algo que crea enormes nubes de incertidumbre en numerosos otros mercados.
En otras palabras, el gobierno no da más certidumbre a las transacciones de mercado, sino que en realidad empeora las cosas. No hay manera de que las personas puedan conocer todo sobre todo. No sé si mi coche se estropeará cuando conduzco hoy al trabajo y si mi casa se incendiará debido a un cableado defectuoso y a que le alcance un rayo. La vida es incierta, no importa cómo se viva. La idea de que el proceso político, que es una de las cosas más volátiles en la superficie de la tierra, sea la base para la certidumbre y la estabilidad simplemente ignora la realidad. Un premio Nobel no puede cambiar ese hecho.
Publicado el 11 de octubre de 2001. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.