El marxismo sigue dominando las ideas en Latinoamérica (Sí, de la derecha incluso)
“El origen del capital es la mente” – Michael Novak
Mucha gente piensa que las nociones marxistas son una cosa del pasado. En realidad los fundamentos del pensamiento marxista siguen vivos en una parte considerable de la población mundial y más aún de los académicos y estudiantes que moldearán los contenidos de los medios de comunicación y la literatura sobre temas sociales en las próximas generaciones. Esta influencia ha causado un daño monumental al mundo, inspirando violencia, opresión y falsedad y terminando con la vida de al menos 120 millones de personas en el siglo XX[1]. Es hora de darle una mirada crítica para comprenderla y superarla de una vez por todas. Las malas ideas siempre traen consecuencias nefastas.
1.- La “explotación” y la “alienación” de quien acepta un salario
En un pasado no tan remoto, antes de la aparición del capitalista como figura distinguible en sociedades contemporáneas, la producción se llevaba a cabo de una forma distinta. Cabe aclarar que no es que los capitalistas no hayan existido, puesto que eso negaría la existencia de bienes de capital (como un azadón o un martillo) y la empresa, es decir un grupo de personas reunidas productivamente y utilizando el capital[2]. Sin embargo para entender el concepto marxista de explotación es necesario retroceder en la historia. En esta sociedad primitiva, todos trabajan en el agro y un poco de ocupaciones complementarias (herrería, carpintería, etc). Supongamos que tampoco existe un bien que sea de aceptación general y fácil de vender, y por lo tanto no existe dinero. En esta sociedad precapitalista y de trueque, cada producto agrícola tiene su estacionalidad (temporadas) y una vez cosechado, el emprendedor y su familia salen a vender la producción a la plaza o de casa en casa a sus vecinos. Pero detengámonos un momento en el término utilizado para describir al agricultor: emprendedor. Toda acción humana es empresarial, pues utiliza recursos que incluyen el tiempo, incurre en costos que incluyen a las oportunidades perdidas y está sometida a éxito o fracaso[3]. Entonces, volviendo al ejercicio conceptual, ese emprendedor (empresario) está sujeto a la incertidumbre sobre si se venderán o no sus productos en el mercado. El mercado, claro, no es una entidad independiente si no una abstracción para llamar a la suma de sus vecinos en esa sociedad precapitalista imaginaria[4]. Que se venda o no su producto, no depende de la solidaridad, nivel de humanidad o “conciencia” que tengan sus vecinos si no sencillamente del hecho de que lo valoren o no en sus vidas. En ese sentido, el valor es subjetivo[5]. La prueba es que a diario consumimos productos que son objetivamente nocivos para nuestro cuerpo y en general la vida humana, y sin embargo les damos valor económico. El empresario, en este caso agricultor familiar de nuestro ejercicio, saldrá entonces a vender su producción de temporada. Al no existir un bien de aceptación general (dinero), el trabajo es cuatro veces complicado: debe encontrar no sólo personas que quieran su producto, si no que lo quieran en ese momento. Por otro lado, aceptará intercambiar su producto con una persona o grupo de ellas que tengan a su vez algo que le sea valioso, y además que le resulte de provecho en ese momento. Recordemos que ciertos implementos que ahora damos por sentados como un frigorífico o congelador no han existido siempre, y los alimentos especialmente, son bienes perecibles.
Nuestro empresario se ha sometido entonces, a la ardua y penosa tarea de encontrar interactores para la forma de intercambio conocida como trueque. Fue entonces no sólo productor, si no que hizo las veces de vendedor y de distribuidor al mismo tiempo. En esas condiciones no hallará mucho tiempo libre, y necesitará de bastante suerte para encontrar a la gente con la que podrá hacer intercambios. Cabe destacar que estos intercambios, como cualquier otro, al ser voluntarios son mutuamente beneficiosos[6]. Ahora bien, la existencia de un espacio geográfico donde todos los productores puedan llevar su producción, es decir una plaza que servirá como mercado, facilita las cosas para nuestro agricultor y la comunidad en general. ¿Por qué? Porque al disponer de más información, tanto el agricultor como los vecinos podrán sacarle un mejor provecho a sus esfuerzos anteriores. En esto hay que ser muy claros: el hecho de no conocer otras alternativas no impide de ninguna manera que los intercambios sean beneficiosos, lo son por definición o de lo contrario no ocurrirían; sencillamente la variedad de proveedores mejora la posición de cada participante para tomar una decisión más informada frente a otras. En esta plaza utilizada como mercado, nuestro agricultor tratará de colocar su producto cada vez que esté lista la cosecha. Tanto en los intercambios de persona a persona como en un mercado, el productor encontrará que la proporción entre su producto y los de otras personas (2 tomates son necesarios hoy para comprar 1 naranja) son variables. Dependen de la escasez o abundancia que cada productor aporte a las existencias de cada producto específico, y de su escasez o abundancia total en el mercado. Pero aquí hay un pequeño problema: no todos tienen la misma capacidad productiva. Aún cuando nuestra sociedad precapitalista imaginaria tuviese parcelas de terreno exactamente iguales para todos, cada persona aportaría distinto al final de la temporada.
Hay que tener esto en cuenta, pues según Marx la habilidad de un trabajador es irrelevante para determinar el precio (la proporción necesaria para intercambiar distintos bienes). Esto es evidentemente falso. El productor más hábil tiene una mayor productividad por cada hora de trabajo, y esas horas de trabajo no son lo mismo si se utilizan para arar, irrigar, plantar, cosechar, vender o distribuir la producción[7]. Por lo tanto cualquier comparación de horas-hombre que no tome en cuenta eso, es perfectamente inútil para organizar una empresa o emprendimiento particular y muchísimo más a toda una sociedad.
Ahora bien, en nuestra sociedad precapitalista imaginaria, cada productor está sometido a esa incertidumbre de saber a) Si su producto será deseado y adquirido por otra persona, familia o grupo. b) La proporción (precio) en la que podrá ser intercambiado (a cuánto se ‘vende’, y cuánto ‘compra’). En el caso de que sea efectivamente deseado (hay cosas que se compran una sola vez, o no siempre encuentran quienes las deseen), su precio es de una importancia fundamental para su supervivencia y la de su familia. Si salió al mercado con –digamos- 500 tomates, pero la gente sólo quería 2000 y otros productores ya ofrecieron 1800, el agricultor se quedará con 300 tomates sin colocar en el mercado. Descartada cualquier técnica (tecnología) de congelación, esos tomates adicionales terminarán siendo regalados o descartados. El problema es que el productor ya contaba con la colocación de 500 tomates en el mercado para poder intercambiarlos y obtener el resto de bienes que su familia necesita o desea del resto de la comunidad[8]. Este agricultor o cualquier otro, por producir productos de apariencia un poco fea, dejar que los animales se coman su cosecha, dedicarle tiempo a actividades personales y sociales en vez de su trabajo, etc, no sólo que no prosperarán, si no que pondrán en riesgo la propia subsistencia de su familia. Es decir, tanto las acciones de otros emprendedores en el mercado como su propia capacidad, le mantienen en constante lucha por su supervivencia y la de los suyos. Cargan con la total incertidumbre de la acción empresarial: el éxito o el fracaso. En este caso, si les va bien en ese mercado porque concibieron bien su negocio, hicieron bien su trabajo y llevaron a cabo exitosamente la venta, tendrán lo que se llama ganancia empresarial. En caso contrario, sufrirán pérdidas. Es importante destacar que se requiere al menos de una cierta parte de ‘recuperación’ de la inversión, así será posible emprender la misma actividad en la siguiente temporada. Y no todos tenemos habilidades empresariales destacadas, sobra decirlo.
Volviendo a la sociedad de nuestro ejemplo, de pronto aparece un productor bastante hábil. No sólo que produce más unidades de un bien bastante valorado -digamos naranjas- si no que sale al mercado oportunamente, ofrece con carisma y destacando las cualidades alimenticias de su producto[9] y obtiene no sólo bienes de consumo, si no que compra azadones e incluso las tierras de un vecino que las había puesto a la venta[10]. Pero su propia familia –suponiendo que tuviera una- no le es suficiente para producir la cantidad de naranjas que quisiera[11]. Si estas personas tienen algún recurso invertido aparte de su trabajo, son sus socios o accionistas. Cargarán con pérdidas, pero tendrán la oportunidad de generarse una ganancia. Pero si solamente quieren recibir una remuneración por su tiempo, se vuelven sus colaboradores o empleados. Entonces, al pactar con otras personas esa ayuda en el esfuerzo productivo, aparecen el capitalista y el salario. El capitalista no es una raza o especie de personas, si no un papel o rol en el proceso productivo. Todos quienes hemos solicitado la ayuda de otra persona, utilizado bienes de capital (desde los más sencillos) y hecho un pago fijo a la otra persona independientemente de que tal funcione la operación con respecto al público (haya ventas o no, haya ganancias o no) ha sido y es un capitalista. Por supuesto así como no todos tenemos la habilidad y el talento para ser neurocirujanos, tampoco tenemos todos la visión, el carácter, el tesón o la ambición necesarias para acopiar los recursos tangibles e intangibles que se necesitan para formar una empresa comercial exitosa. El problema de sostener una teoría laboral del valor (del valor de los bienes producto del proceso económico) es que se llega a la conclusión de que sólo el trabajo manual o mecánico es productivo, se homogeneiza de forma fantástica el trabajo intelectual y el trabajo manual. Pero ningún invento o producto que mejore nuestra calidad de vida es producto del trabajo mecánico, si no de la concepción y dirección de la mente de un individuo. Cada gran aporte a nuestro estándar de vida en términos de salud, educación, entorno de trabajo, etc, puede adjudicarse con total precisión a visionarios y empresarios individuales que fueron luego emulados en técnicas y métodos de organización[12]. Además, el rol es no sólo históricamente uno benévolo si no que a diferencia del guerrero/gangster/político representa una forma de relacionarse con los demás pacífica, voluntaria y por ende legítima. Un poco de reflexión teórica e histórica nos da luces sobre lo deseable de su existencia.
Es curioso pero Karl Marx falló miserablemente en identificar que la forma original de ingreso no es el salario, si no la ganancia empresarial[13]. En esto muy poca gente lo sabe, pero su error no es original si no que se debe a alguien que le precedió en el tiempo: Adam Smith. Ni Smith ni Marx supieron hacer la crucial distinción entre ambas formas de ingreso. Cuando uno ofrece un producto en una sociedad precapitalista, y obtiene otros a cambio beneficiándose en el intercambio y beneficiando al otro, uno no está recibiendo un salario (una remuneración periódica fija) si no ganancia empresarial. ¿Por qué es tan importante esta distinción? Porque antes de la aparición del capitalista, todo productor o trabajador estaba sometido a la incertidumbre acerca de la demanda[14] de otras personas acerca de su producto en el mercado. Con la aparición histórica (no existe realmente un momento preciso, pero sí una proliferación de toda una categoría de gente ejerciendo ese papel) del capitalista, aparece el salario. Esto implica que por primera vez en la historia, uno o varios miembros de una familia podían delegar la incertidumbre (con su carga síquica de stress y preocupaciones varias) de la acción empresarial frente al mercado, y recibir una remuneración periódica y fija. Aquí es importante hacer dos anotaciones: 1) El origen del salario es entonces, el capitalista, quien deduce de su ganancia pura ese costo fijo y 2) La identificación para esa oportunidad empresarial, la oportunidad de crear ganancia, se debe al capitalista. Dado que nadie traje hijos al mundo con trabajo u ocupación incorporados, al capitalista le debemos una serie de ocupaciones y puestos de trabajo antes inexistentes[15].
En este momento introduciremos dos elementos claves de una economía post-agraria: el dinero y la división del trabajo. El dinero sencillamente es el bien de mayor aceptación y liquidez en una economía, y que al ser general permite hacer comparaciones de valor entre otros bienes[16]. La división del trabajo, es el proceso mediante el cual cada individuo va ocupando tareas cada vez más específicas frente al proceso económico de toda la sociedad[17]. La importancia de ambos es crucial para la supervivencia de grandes grupos de personas. Simplemente la agricultura no permitiría que más de una porción minúscula de la población de cualquier país actual y del mundo subsistan. Esto es así porque no existirían científicos, inventores, constructores, administradores de empresa, banqueros, y una larga cadena de profesiones que a) permiten elevar la productividad de los recursos naturales[18] y b) se encuentren ocupación a si mismos frente al resto de la sociedad[19]. El dinero permite la comparación entre proyectos, prioridades, productos, productividad, etc etc. Sin dinero sencillamente es imposible el cálculo económico o como se le conoce también, la contabilidad de costos. Sin esta última es imposible reponer ni incrementar los recursos productivos en una sociedad. Una sociedad de trueque es por definición primitiva, pero una sociedad post-agraria que pretenda operar sin dinero está condenada a la extinción absoluta.
¿Que tan bajo puede ser un salario?
Karl Marx dedica gran parte de su esfuerzo en Das Kapital a exponer lo que llama su ley de hierro sobre los salarios. En resumen ésta dice que los capitalistas tratarán de pagar el mínimo de subsistencia a los asalariados, extrayendo de ellos una supuesta “plusvalía” que se añade a la ganancia y el capital originales. Pero como se explicó antes, el salario no es la forma de ingreso original, si no que lo es la ganancia empresarial. Esta última desaparece cuando se prefiere la seguridad de un ingreso estable y certero. Pero según Marx había que romper unas imaginarias cadenas para que lo que él llamaba el proletariado, pudiera elevarse por encima de la autosubsistencia[20].
La mayoría de la gente no ha reflexionado lo suficiente sobre los principios inexorables de la Economía o no le han sido enseñados con un mínimo de consistencia[21]. A esa pregunta mucha gente pensaría que la respuesta es “cero” o “lo mínimo para subsistir”. Pero eso es en extremo falso. El salario jamás puede bajar de un cierto nivel por al menos dos razones: a) Los propios trabajadores asalariados no trabajaríamos por menos de cierta cantidad o volveríamos a la autosubsistencia agraria (aún queda una cantidad inmensa de tierras sin dueño en el mundo. No todas son fértiles, pero eso no parece haber sido un obstáculo para 98 millones de japoneses ni para los habitantes del Sahara). b) Existe una cantidad limitada de personas e ilimitada de proyectos y deseos humanos.
La segunda razón explica que de la misma manera en que un ama de casa elige las verduras en un mercado (tanteando, observando y preguntando), los empresarios eligen a sus colaboradores. Prefieren pagar menos que más por el mismo trabajo, pero cuando ven algo que vale la pena aprovechan la oportunidad. De esta manera funciona en un mercado libre[22] la asignación del recurso humano. Mediante un sistema abierto y competitivo de subastas, se compite por el talento humano tanto como se compite por cualquier otro recurso productivo valioso. Esto vuelve escaso en poco tiempo al recurso humano frente a los otros, elevando su valor relativo. De esa forma y sólo de esa forma, con escasez de personas frente al capital y la tierra (recursos naturales) es que suben los salarios[23]. Pero además, el gasto en salarios de un capitalista es un gasto productivo, por ende sube en la medida en que una sociedad es produccionista (inversionista) más que consumista[24]. Por medio del uso de mejor tecnología en la creación y uso de bienes de capital, la productividad del trabajo humano aumenta y por ese proceso se vuelve más valioso frente a otros recursos[25].
Para terminar es necesario decir que la especialización de un trabajador mientras otros se especializan en otras áreas productivas (debe decirse lo mismo de empresas o regiones enteras) permite elevar la productividad general, la calidad y cantidad de bienes y servicios disponibles per capita, y la propia capacidad de demandarlos. Especializarse o dejarse contratar no “aliena” al trabajador del resultado de su trabajo, si no que le permite gozar de los frutos del trabajo de otras personas. Esta división del trabajo, que se da en base al la capacidad de aporte intelectual y directivo al proceso económico, genera crecientes y variadas oportunidades de ingreso material y satisfacción personal. Así ha sido siempre en los países que más se han aproximado al concepto capitalista (economía libre). Por el contrario, todo intento de manipular el proceso genera distorsiones sociales y productivas altamente deplorables.
¿Cuál ha sido el resultado de pensar en términos de “explotadores” y “explotados”?
El bienestar de la mayoría de la población depende fundamentalmente de la comprensión del rol capitalista en una sociedad[26]. Si se piensa que los capitalistas no tendrían un piso para bajar los salarios, el resultado será que la gente pida “protección legal” para los trabajadores[27], que los sindicatos sean vistos como una institución “defensora” de los trabajadores, etc. Una serie de sofismas. El “salario mínimo” por ejemplo, que no es otra cosa que una fijación artificial del salario por parte del gobierno o la presión de sindicatos con el suficiente poder, no favorece a los más pobres: precisamente sucede lo contrario. Toda la gente cuya productividad sea menor que la de ese salario se quedará automáticamente fuera del mercado de trabajo. Esto es especialmente grave si se toma en cuenta a los jóvenes y a la gente de poca capacitación, pues aceptar durante una temporada un salario parcial o menor le permitiría adquirir las habilidades necesarias para mejorar su posición en la vida posteriormente. Lo que se pierde de vista es que no es una cantidad monetaria específica lo que debe interesar, si no el salario real. Este último es, como ya vimos anteriormente, la proporción de bienes y servicios que cierta cantidad de dinero (y de trabajo) puede comprar. Tomando en cuenta ese hecho fundamental, se vuelve entonces evidente que es preferible que la mayor cantidad de gente esté trabajando al mismo tiempo en cualquier momento determinado[28]. Esto aumenta la producción total de un territorio, y el mismo salario puede comprar más cada año[29]. Además, como ya vimos, el salario forma parte de los costos productivos de una empresa. Por lo tanto, en ausencia de legislación de “salario mínimo”, los productos bajarán en proporción semejante a la que lo hacen los salarios, en caso de un ajuste por eliminación de esa legislación. Pero la situación no sólo tiende a una armonía natural si no que enseguida el empleo total de la población va generando nueva riqueza que está a disposición precisamente cada vez más de quienes menos la habían tenido disponible[30]. Ningún empresario (capitalista) puede darse el lujo de pagar menos que un salario competitivo para esa industria, o perderá la capacidad de atraer trabajadores frente a otras empresas e incluso otras industrias. Se calcula que al menos el 85% de puestos de trabajo en el mundo está en las llamadas PYMES (pequeñas y medianas empresas), por lo tanto el resultado de la legislación intervensionista en el mercado de trabajo perjudica a pequeños emprendimientos masivamente. De esta forma, lo que se logra con un marco supuestamente “social” es favorecer a las grandes empresas frente a las pequeñas, que tienen mucho más difícil crecer y volverse más productivas.
La legislación de “salario mínimo” ha sido sólo uno de los atentados en contra del bienestar de las clases populares, en nombre de “protegerles”. Si uno no entiende la relación entre el capitalista, el salario, la incertidumbre, los precios y el sostenimiento de la vida humana, se puede hacer mucho daño precisamente a quienes menos pueden darse el lujo de soportar nuestros experimentos políticos de intervención en la economía. No es una cuestión de “posiciones”, “sensibilidad”, o temas similares. Sencillamente la realidad impone límites a la acción humana, y no se puede consumir o disfrutar de lo que no se ha creado y producido. La forma más productiva de hacerlo es precisamente una economía basada en a) división del trabajo b) dinero sólido (de preferencia de mercado y no estatal) c) libertad de elegir productores, productos, colaboradores, salarios, precios, etc. y d) imperio de la ley (respeto al derecho ajeno) y no de la política.
El problema de Marx es que sostiene que de alguna curiosa manera, una economía sin capitalistas sería más justa o no tendría explotación. Pero esa noción no tiene sentido. De hecho, la existencia de gente con talentos superiores en la dirección de empresas productivas, así como la de genios de la ciencia y la inventiva, ha sido la causa del progreso humano que hemos visto en los últimos 300 años, y que marcan una ruptura fundamental con un pasado de 5.000 siglos anteriores de pobreza y producción primitiva. La gran mayoría de profesiones contemporáneas jamás hubieran existido sin un alto grado de división del trabajo, ni la humanidad podría el lujo de abandonar la atención permanente al agro[31]. Además, la alternativa al capitalismo (o al capitalismo de Estado hacia el que degenera cualquier totalitarismo para sobrevivir) es el solamente el consumismo. El capital es la porción de riqueza (material e inmaterial) destinada en un territorio al mantenimiento del nivel de riqueza y a la creación de nueva. Entonces se abren tres posibilidades y sólo tres: crearla, consumirla o destruirla.
Existe una clasificación adicional, dentro del ideario marxista (y neomarxista aunque no se llame así cada nueva variante), sobre la actividad económica. En este sentido, se habla de “fuertes” y “débiles”, pretensión que debe rechazarse frontalmente. En la economía, debe hablarse de “ágiles” y de “lentos”[32]. La agilidad a la que se hace referencia es la capacidad de atender al público y servirle adecuadamente. Ninguna empresa que produce bienes de lujo para pocos pasa de ser pequeña o mediana en tamaño. Sólo las empresas que crean bienes de creciente calidad para grandes mayorías llegan a ser empresas grandes. La competencia por el consumidor mantiene a raya el tamaño relativo de cada empresa y cada industria frente a las otras. Es el diario plebiscito en el mercado lo que determina su posición y riqueza relativa, y no hay nada más dinámico y efectivo para asignar recursos.
Entonces y regresando a la comprensión de que a) originalmente no existían salarios si no ganancias o pérdidas en diversos grados de habilidad individual b) los capitalistas absorben la incertidumbre empresarial (a cambio de cosechar la recompensa después) existan ventas o no c) el salario es una suma libremente pactada entre empresarios capitalistas y trabajadores d) los salarios son crecientes mientras más uso de bienes de capital se haga (mayor grado de capitalismo) permitiendo un uso más productivo y dotando a los trabajadores por primera vez en la historia de tiempo libre[33] y finalmente, e) al capitalista le debemos la mejor combinación de factores productivos por su propio interés, incluyendo dotar de las mejores herramientas a sus colaboradores y volviendo su trabajo más valioso; que podemos decir con total seguridad que la teoría de la explotación y alienación de Karl Marx es un error histórico, teórico y una forma fundamentalmente errada de mirar el proceso económico y a las sociedades humanas.
2.- El socialismo como destino o forma superior de organización social
Siguiendo los pasos de Platón, Tomás Moro, Saint Simon y Fourier, Karl Marx se propuso crear una sociedad utópica, donde una clase intelectual y política guíe los destinos de la sociedad entera. Sin embargo es un esfuerzo imposible por definición. Como F.A. Hayek señaló, el conocimiento pertinente a cualquier actividad humana está decisivamente disperso entre todos los individuos de una sociedad. Ni la mejor computadora podría resolver este problema, pues no se trata de información dada o histórica, si no de conocimiento tácito y humano solamente válido en cada ocasión y contexto. Es por eso que planear una sociedad sólo es posible si esta es muy primitiva y aún así el costo cultural y productivo es inhumano. Pero intervienen otras consideraciones también: si ya sabemos que el origen el ingreso es la creatividad y capacidad directiva ejercida en un entorno de decisiones libres, ¿qué tan factible es redistribuir el ingreso coactivamente y cuales serán los resultados?
Para empezar una economía libre (no intervenida, es decir algo casi inexistente a nivel mundial sobre todo ahora) tiene la total posibilidad de asignar de la mejor manera los recursos materiales y humanos. En vez de la “anarquía de la producción” que veía Marx, el mercado representa un sistema dinámico que a través de los precios, genera señales e incentivos para la acción coordinada. Los precios a los que un producto sale al mercado, están conformados a su vez por costos, es decir, precios de la etapa anterior del proceso productivo. Si éstos y aquellos no son libres, las cantidades disponibles de recursos y capacidades productivas no se reflejan como verdaderamente son. Los bienes de capital (“medios de producción”) tienen valor sólo en la medida en que aporten a la producción de bienes finales. El resultado entonces de impedir el funcionamiento del mercado, sí es realmente una anarquía de la producción. La precondición para este tipo de producción caótica y que no responde a las necesidades de la sociedad -dinámicas y cambiantes- es la ausencia de propiedad privada. En la medida en que la propiedad se socialice o intervenga (volviendo al interventor el dueño en la práctica pues decide su uso en última instancia), se la aísla del proceso productivo y social. El resultado no sólo son la corrupción y el desincentivo, si no directamente la pobreza[34]. Esto es así porque la división del trabajo no puede ser dirigida por un puñado (18.000 economistas tenía el Kremlin para intentarlo) de tecnócratas o ideólogos, es un proceso vivo en el cual la autonomía para manejar la propia vida y bienes materiales, es indispensable. Sólo así se mantiene el capital cultural y material socialmente creados.
Por lo tanto, la planificación vertical de la sociedad es una tarea imposible y sobre todo destructiva al ser injusta. El socialismo, en la definición de Jesús Huerta de Soto es la “todo sistema de agresión institucional al libre ejercicio de la función empresarial”. En otras palabras, imposibilitar a otros el libre uso de sus talentos y recursos pacíficamente adquiridos. El problema de esto, es que al coartar esa libertad individual, el horizonte temporal (momento para el cual esperamos la gratificación de las acciones personales y organizacionales) se encoge. Esto es así porque el ser humano al actuar busca mejorar su situación (subjetivamente percibida) y por ende cualquier intervención reduce el tiempo en el cual se esperan obtener el fruto de dichas acciones. En efecto, se abandonan los planes de largo plazo con recompensa pospuesta a favor de aquellos de satisfacción inmediata. Estos últimos son los únicos que gozan de cierta seguridad frente a un entorno inestable y confiscatorio. Y esto genera una sociedad consumista, nada habituada a invertir y producir bienes culturales, intelectuales y materiales si no es por la fuerza. Quien lo hace por los individuos es el establishment político, mutilándose así la función empresarial en la cultura y la producción de todo tipo de bienes. La prueba de ello es el estado deplorable del tejido social en una serie de países luego de la caída del Muro de Berlín. Simplemente sociedades que se deshabituaron a manejarse sin imposiciones y planes verticales, quedando vacías ética y productivamente[35]. El grado de socialización o intervención política (estatal) en la sociedad, determina su cortoplacismo (consumismo) y decadencia.
Todo intento de redistribución del ingreso obtenido en las transacciones libres, degenerará en graves problemas éticos y económicos en consecuencia.
3.- El desprecio por la ética y la justicia “burguesas”
Dos preceptos han caracterizado a los códigos éticos de las sociedades humanas no-despóticas en la Historia. “No matar, no robar”. No matar es un precepto sencillo: basta con respetar la integridad corporal de otra persona. El robar implica un atentado contra el fruto del trabajo intelectual y físico de las personas, tanto como haya querido o podido obtener y acumular en acuerdos voluntarios. En tanto la riqueza obtenida provenga de apropiarse de recursos sin dueño anterior (recursos naturales) como del intercambio o la donación, la justicia está presente.
En el pasado, el esclavismo (directo o vía el despotismo) y el esclavismo parcial (feudalismo) fueron las dos formas principales de obtener riqueza a costa del talento organizativo y corporal de otras personas. Son tan evidentemente injustas para cualquiera, que sorprende la ingenuidad con la que se aceptan sus formas postmodernas, más sutiles pero no por eso menos inmorales y socialmente destructivas. El Estado Benefactor representa al nuevo Señor Feudal, pues retiene al menos un 30% del ingreso por habitante (actual o posible de alcanzar en su ausencia), mismo porcentaje que aportaban los llamados siervos de la gleba en el medioevo. Por lo tanto, el aparato estatal se ha convertido en una versión refaccionada y sofisticada de las viejas formas de semiesclavitud. Y por supuesto, el socialismo es una forma de esclavitud total y no conlleva ninguna “liberación” presente o futura, pues está basado en conceptos económica y éticamente errados. La supresión del accionar individualmente trazado en base a un proyecto de vida personal, no puede jamás relacionarse con el concepto de libertad.
Entonces, la autonomía frente al poder y su abuso implica eliminar cualquier pretensión redistributiva vía impuestos, regulaciones o confiscaciones de la propiedad legítimamente adquirida. Todas estas representan una expropiación de facto de esos bienes, pues quien decide en realmente y en última instancia su uso, es el aparato político. En conclusión, el estatismo es la nueva cara del feudalismo. Y mientras más socializada (estatizada) una sociedad, más injusta e improductiva será.
Entendida la naturaleza opresiva del socialismo, se debe aclarar que no se trata de que el ser humano “no sea lo suficientemente bueno para vivir el ideal socialista”. Por el contrario. El socialismo no es lo suficientemente bueno para el ser humano, ni debe considerarse un ideal. Es francamente una idea injusta e inhumana.
4.- Justicia, igualdad, abusos de poder: Las clases sociales y su “lucha”
Karl Marx no solamente distorsionó las enseñanzas de Adam Smith para elaborar su teoría del valor-trabajo (que los bienes valen por su esfuerzo productivo) y poder sustentar una supuesta explotación de los más emprendedores a los menos emprendedores. También se apropió para su provecho de la teoría de las clases que los liberales franceses del siglo XVIII habían desarrollado. Estos intelectuales y activistas de las ideas, habían percibido que existe un conflicto siempre presente en la historia humana: cuando se establece un monopolio y abuso de las funciones de gobierno, algunos individuos en la sociedad pueden vivir a costa de la gran mayoría de ella. Dicho de otra forma, quienes tienen acceso a las funciones estatales tienen asegurado un ingreso directo o indirecto (obteniendo monopolios u oligopolios, ventajas, subsidios, créditos preferentes, etc) que necesariamente debe ser financiado de alguna manera presente o futura por el resto de personas.
Karl Marx unifica su concepto de explotación por medio del capital con el de las clases, pero les atribuye un elemento cultural e incluso filosófico. Bajo la doctrina marxista se supone que a) las relaciones económicas determinan el resto de relaciones sociales (nadie niega que tenga su importancia, pero ni es total ni se aplica sobre tan erradas bases) b) algunas clases sociales explotan a otras c) cada clase social tiene su propia “lógica”[36] d) por lo tanto, la capacidad de análisis de una persona está condicionada a su pertenencia de clase. En conclusión, la única forma de escapar a la forma “burguesa” de hacer ciencia, arte, política, producir, etc, era eliminar ese conflicto de clases permanentemente mediante la eliminación de los explotadores. Y eliminación muchísimas veces significaba exterminio y no sólo impedir cierta actividad.
Además del obvio problema de no poder definirse los límites entre una clase y otra (recordemos que el propio Marx jamás fue un obrero o siquiera alguien de clase media, si no un intelectual burgués casado de forma aventajada, que se negó a reconocer a su hijo “bastardo” y que recibió apoyo financiero decisivo de su mecenas Friedrich Engels, otro heredero burgués y “explotador” de proletarios), es que una sociedad mientras más libre es, más movilidad social posee. Es decir, las clases sociales están en permanente movimiento y redefinición. De hecho, no hay nada más estratificante que el socialismo y sus antepasados la teocracia, el feudalismo y la actual economía “mixta” (llamada con mayor precisión Mercantilismo, o la forma de vida en la Francia de Luis XIV, el Rey Sol). En estos modelos politizados o gansterizados (valgan los paralelismos) el acceso a una mejor calidad de vida o posición en la sociedad depende de una serie de habilidades manipulativas que la gran mayoría de gente casi nunca posee en una sociedad (afortunadamente). En cambio la sociedad abierta o libre (conocida por su sistema económico, el capitalismo), presenta amplias y justas oportunidades para avanzar en base a talentos creativos, organizativos y empresariales en general. En realidad cuando un empleado adquiere conocimientos y técnicas en una actividad empresarial, se está llevando mucho más que el salario para cuando quiera emprender algo propio: posee ya todo el conocimiento acumulado por décadas de prueba y error en varias actividades, con el cual puede minimizar en lo posible los riesgos de su emprendimiento.
Las clases sociales no son, y mucho menos bajo un régimen de derechos individuales, algo que se pueda definir al detalle que permanece estático. La sociedad se asemeja más a una película que a una fotografía estática en ese sentido.
Conclusión
La influencia marxista contiene muchos ingredientes nocivos para la convivencia pacífica y productiva de una sociedad. Si entendemos cómo las ideas marxistas siguen aún presentes en la literatura y los medios de comunicación que moldean la forma en que nuestros contemporáneos ven el mundo, podremos ponerles un alto. Lo único que las mantiene vivas -dado que la realidad ha demostrado una y otra vez su falsedad dañina- es la psicología de la envidia, es decir el ánimo de hallar una teoría que justifique o racionalice nuestros prejuicios o temores más ocultos sobre los empresarios, la riqueza y la forma en que funciona una sociedad sin diseñadores verticales. Pero en las sociedades contemporáneas, es inevitable contar con actividades productivas que aunque no conozcamos o controlemos personalmente, sean de beneficio para nosotros.
Como dijo el historiador económico Nathan Rosenberg: “La percepción de la pobreza como algo moralmente intolerable en una sociedad rica, tuvo que esperar a la aparición de una sociedad rica.”. Mientras menos oigamos a Marx o sus ecos en el tiempo, más pronto viviremos todos en sociedades ricas cultural y materialmente. Ya no sigamos tragándonos el brebaje marxista.
[1] Ver El Libro Negro del Comunismo de Stephane Courtois, et al.
[2] Capital: la porción de riqueza que se destina (por una persona o grupo humano) al sostenimiento y generación de nueva riqueza. Ver Capitalism de George Reisman.
[3] Ver La Acción Humana de Ludwig von Mises. Este es para varias escuelas el tratado de ciencias sociales más importante jamás escrito en la historia humana. Puede encontrarse en www.unioneditorial.es o gratis en www.mises.org (en inglés)
[4] Se puede revisar el artículo “Quién o qué es el mercado” del economista afronorteamericano Walter Williams en http://www.liberalismo.org/articulo/234/12/
[5] La teoría del valor subjetivo y la ley de utilidad marginal son dos puntales de la llamada Escuela Austriaca de Economía. Explican satisfactoriamente temas que dejaron empantanados a los “clásicos”. Esta escuela en realidad tiene origen en la escolástica tardía de la Escuela de Salamanca, y luego es continuada en Viena y luego en otras partes del mundo por Carl Menger, Eugen Bohm-Bawerk (autor de Karl Marx y el cierre de su sistema) y Ludwig von Mises, así como sus continuadores. Para entender qué vuelve a algo un bien con valor económico, pueden revisarse los Principios de Economía Política de C. Menger.
[6] La ley de utilidad marginal nos explica cómo cada unidad adicional de un bien, la utilizaremos para un fin de importancia menor a la anterior unidad del mismo bien. Si ponemos como ejemplo tomates, sólo hay una cantidad definida que una familia decidirá comer en el año, y el resto la intentará guardar (ahorro), intercambiar (comercio) o dejar podrir (podría volverse costoso frente a congelar otras cosas en un espacio reducido o no vale la pena el tiempo de salir a intercambiarlos). Lo valioso del intercambio se evaluará también ex post, es decir, luego de ocurrido. Cada unidad que no desee consumirse y se prefiera intercambiar diremos que ya no tiene valor de uso, si no valor de cambio.
[7] Existe un grado preciso hasta el cual se debe abonar un terreno: un poco menos producirá frutos más pequeños y un poco más puede arruinar la oxigenación del suelo. Encontrar esas proporciones de trabajo entre distintas tareas no es algo mecánico, ni siquiera son las mismas entre una ocasión y la siguiente.
[8] Ciertamente el empresario agrícola puede hacer un gran festín con esos tomates, o convocar a una junta de vecinos y lograr su apoyo solidario para no quedarse con 300 tomates en exceso y con carencia de otros bienes. Sin embargo no se puede contar con ese apoyo cada vez, en cada ocasión de fracaso empresarial.
[9] Aquí se hace referencia, por supuesto, a la publicidad. Como en toda comunicación humana, puede ser parca, agradable, desagradable, exagerada o mentirosa. Sin embargo no tiene nada de malo per se, y por el contrario, facilita el conocimiento de la existencia de productos y alternativas. Si la publicidad tuviera los poderes cuasi mágicos que se le atribuyen para manipular a las ‘masas’, no quebrarían empresas con presupuestos multimillonarios de publicidad, como ocurre cada año.
[10] Por supuesto no todo capitalista aparece por mérito propio: existen herederos, ganadores de sorteos e incluso gangsters/funcionarios públicos que obtienen recursos adicionales mediante la expoliación de los demás.
[11] Aumenta su producción pues percibe una oportunidad subvaluada: alguien abandonó esa actividad, hay nuevos usos para las naranjas o encontró potenciales compradores en un pueblo vecino.
[12] Cabe una revisión de la historia de la administración de empresas, sus métodos, sus personajes destacados y su contribución a la productividad y por ende al bienestar de las mayorías donde se han aplicado.
[13] Ver El Capital, Karl Marx.
[14] Aquí se le debe adscribir a los vecinos del barrio todos los defectos que suele –con un alto grado de acomplejamiento valga decir- asumirse en los empresarios mismos: ser caprichosos, tener motivos ‘irracionales’, pagar menos que más por el mismo bien, buscar despiadadamente la mejor oferta, etc.
[15] Poca gente analiza el hecho de que el salario de empresas la mayoría de industrias se paga meses y años antes de que el producto salga a la venta, se llegue a vender o no. El capitalista no sólo absorbe la incertidumbre, si no la responsabilidad intertemporal del éxito de un emprendimiento productivo. Cualquier apreciación de su papel social debe tomar en cuenta eso, si pretende hacerle justicia.
[16] Ver Teoría del Dinero y el Crédito, de Ludwig von Mises. Puede pedirse a www.unioneditorial.es
[17] Con eso vienen la capacitación, la necesidad de habilidades e intelecto superior y por ende, la educación toma valor económico y no sólo cultural. Esto asegura su financiamiento y aporte a las actividades productivas al menos en la mayoría de carreras universitarias.
[18] Dada la ley de rendimientos decrecientes, una porción dada de tierra no podría dar más que cierta cantidad de productos agrícolas (base de la supervivencia humana), sin tecnología ni bienes de capital cada vez superiores.
[19] La llamada Ley de Say nos enseña que al ofrecer un producto o servicio deseable, nos colocamos en posición de demandar de los demás. Es decir, hay que producir antes de poder consumir. Esto y el principio de la nota al pie no.14 resuelven el aparente dilema de la sobrepoblación, y del no venir al mundo con una ocupación o puesto de trabajo determinados de antemano.
[20] En un acto de deshonestidad intelectual con pocos precedentes, Marx retiró la estadísticas oficiales del gobierno inglés de uno de los tomos de Das Kapital en un momento en que la realidad contradecía más elocuentemente su andamiaje teórico.
[21] Analfabetismo económico, equivaldría a decir. Pero a diferencia de la química o la física cuántica, es un tema que nos concierne a todos y sobre el cual todos sostenemos alguna opinión, hecho determinante para nuestra vida en sociedad.
[22] Cuando la economía es intervenida altamente (regulada), existe un fuerte desincentivo institucional para que se ejecuten decenas de miles de proyectos. Sencillamente se vuelve muy caro despedir (las pequeñas y medianas empresas generan al menos el 85% del empleo en cualquier país del mundo), cobrar una deuda, demandar a un estafador o hacer cumplir un trato cualquiera. Mientras más libre y desregulada es una economía, irónicamente más orden y justicia habrá. Además por sentido común un gobierno dedicado a hacer cumplir pocas leyes, lo hará mejor que en el caso de inflación legal y cientos de actividades indebidas. El Ecuador actual tiene el puesto 126 en el índice de libertad económica mundial, dotando de bajísima seguridad legal a su población sobre su propiedad y sus contratos, y además, interviniendo sobre el uso libre de esos recursos. Esto no sólo atenta contra el estado de derecho si no que entorpece la asignación de recursos que eleva la productividad mediante especializaciones y economías de escala, entre otras cosas.
[23] Si existe duda sobre la benevolencia del proceso económico competitivo, debe recordarse que en sociedades de economías precapitalistas (cerradas, verticales, sin competencia) el poder adquisitivo individual y la riqueza social se duplicaban cada 400 años. Irlanda y España acaban de hacerlo en menos de 10 años recientemente. Evidentemente hay que llamar a las cosas por su nombre para poder adjudicar la responsabilidad de 5.000 siglos de pobreza anteriores o los excepcionales últimos 130 años de prosperidad en ya algunos países.
[24] Ver Socialism & Capitalism del prof. Hans Hermann Hoppe, alumno de Jurgen Habermas. El grado de libertad económica (seguridad de la propiedad pacíficamente adquirido) determina la dedicación de los recursos de una sociedad, incluyendo la cultura, hacia el largo plazo o el corto plazo. Donde hay más seguridad, obviamente la gente tiene menos presión cortoplacista. Esto no es tema del presente escrito pero desarma otro argumento tradicional en contra del mercado: que genera consumismo. Puede verse el artículo “El consumismo y el Estado” del mismo autor de este texto en http://www.hoy.com.ec/sf_articulo.asp?row_id=163985
[25] Una economía puede crecer a tasas de 5 a 10% en condiciones de libertad económica. Una población no lo hace a ese ritmo. Esto, aparte de desvirtuar las ideas absurdas de Malthus, apunta con precisión hacia cuál es el recurso que pronto es relativamente escaso mientras más capitalizada/capitalista sea una economía.
[26] Para revisar un resumen de la refutación de Eugen Bohm-Bawerk a la teoría de la “explotación” marxista, se puede leer a José Ignacio del Castilo en http://www.liberalismo.org/articulo/5/
[27] Dado que las pequeñas y medianas empresas son las que crean más del 85% del empleo en cualquier parte del mundo, es necio pensar que subir los costos de contratar (incluyendo las indemnizaciones por despido) va a ser una medida de “reivindicación” o “justicia” social. No sólo es injusto por ser coercitivo, si no que es destructivo precisamente para los pequeños productores. Se puede revistar “Contratar trabajadores es una irresponsabilidad social” de Gustavo Lazzari en http://www.atlas.org.ar/articulos/articulos.asp?Id=1331 y también “Del salario mínimo a la pobreza” de Jorge Valín en http://www.liberalismo.org/articulo/209/114/
[28] Existe un término para la gente que elige no trabajar temporalmente o se encuentra en búsqueda de otro: desempleo friccional. Pero no suele ser mayor a un 3-5% de la población en posición de trabajar. La obsesión con el “pleno empleo” de los economistas keynesianos (una escuela lamentable de principio a fin) sólo se vio realizada en la práctica en casos como la Segunda Guerra Mundial, donde doce millones de varones abandonaron las actividades productivas por involucrarse en la guerra, y forzando a las viudas, jubilados, adolescentes y madres de familia a suplir sus lugares. Ciertamente no es una situación deseable. No está de más rechazar la pretensión de ciertos economistas incompetentes (como los keynesianos) que consideran que una guerra es favorable para la prosperidad. Adolph Hitler dejó a Alemania con un 10% del Producto Nacional Bruto con el que la encontró, antes de “liderarla” con planificación central, planes nacionales por industria, controles de precios, inflación, reglamentaciones varias, etc.
[29] Antes de la Segunda Guerra Mundial, lo normal era que los precios sean decrecientes, en otras palabras que en términos de dinero cada año la canasta familiar cueste menos y las familias se vuelvan más prósperas. Eso es lo normal en una economía capitalista, por razones que ya deben ser obvias a este punto. Pero los grandes retrocesos y saqueos de fines de siglo, en especial en Latinoamérica se han dado mediante formas sutiles como la inflación monetaria y la deuda pública. La primera especialmente, hace perder el valor relativo al salario frente a los bienes y servicios circundantes. Se puede revisar “Moneda, Inflación e Hiperinflación” de Enrique Arenz en http://www.enriquearenz.com.ar/Libertad8.html Como caso local ecuatoriano, se calcula que la depreciación del sucre, llevada a cabo mediante congelamiento de cuentas bancarias en el año de 1999, hizo retroceder en poder adquisitivo a las familias ecuatorianas en al menos 5 años. Eso equivale a que durante todos esos años nadie en esas familias se hubiese levantado de la cama para trabajar las 10-11 horas promedio en el país.
[30] No ha existido jamás un pasado idílico de “equidad” y “prosperidad”. La prosperidad, bajo cualquier punto de vista es un fenómeno reciente para la humanidad. En sociedades feudales, monárquicas, teocráticas, etc, la proporción era de un 2-5% de “ricos” y un 95-98% de pobres. La pobreza ha sido tan persistente y connatural al ser humano, que cualquier familia de clase media del Ecuador vive monumentalmente mejor que un monarca o aristócrata de hace 300 años en términos de mortandad infantil, expectativa de vida, higiene, acceso a odontología, y una larga lista de et ceteras. Para un recuento del caso sueco, por ejemplo, se puede revisar “Cómo la globalización conquista la pobreza” del investigador sueco Johan Norberg en http://www.liberalismo.org/articulo/180/ El inicio de su escrito debe darnos luces sobre la historia del desarrollo: “En 1870, Suecia era más pobre de lo que es el Congo hoy en día. La gente vivía veinte años menos de lo que se vive en la actualidad en los países en desarrollo, y la mortalidad infantil era el doble de la del país en desarrollo promedio. Mis ancestros estaban literalmente muriéndose de hambre.”
[31] Suecia, que en los 1800’s tenía 2/3 de su población trabajando para alimentarse y alimentar al otro tercio, ahora tiene apenas un 4% de su gente en el agro, e incluso exporta alimentos.
[32] Un caso reciente es la empresa Nokia de Finlandia, que siendo una empresa papelera mediana hace apenas 8 años, destronó y sacó del mercado mundial de aparatos telefónicos celulares a la Ericsson de Suecia, empresa de más de 100 años de antigüedad y capital inmenso.
[33] Ver “El mercado, y no los sindicatos, nos han provisto de tiempo libre” de Thomas J. DiLorenzo, en http://www.liberalismo.org/articulo/265/
[34] Como dice el prof. Huerta de Soto en su Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial (p.95, 2da Ed.): “el socialismo es un error intelectual porque no es teóricamente posible que el órgano encargado de ejercer la agresión institucional disponga de la información suficiente como para dar un contenido coordinador a sus mandatos”
[35] Ver “Socialismo y Capitalismo”, de Hans-Hermann Hoppe. Kluwer Academic Publishers 1988
[36] Esto es la Falacia del Polilogismo, es decir que existan varias “lógicas” y no la lógica como disciplina humana para arribar a conclusiones válidas partiendo de premisas ciertas y utilizando información verdadera en el proceso. Pero ese argumento (que no es marginal si no fundamental en el marxismo) implicaría que el propio Marx obedecía a la “lógica” burguesa, y por tanto jamás podría entender o proponer lo que decía proponer: una teoría política, social y económica del proletariado. ¿Cómo fue posible que Kart Marx abandone su propia “lógica burguesa” y entendiera la “lógica proletaria”? Es una paradoja que anula totalmente ese pueril argumento. Probablemente se nos quiera venir con la necedad de que nosotros no entendemos que no era una contradicción pues estamos atrapados en la “lógica burguesa”.
El resto del libro lo pueden encontrar en formato Kindle (para iPad o PC también) en http://bit.ly/10Lecciones.
Juan Fernando Carpio es economista de la Escuela Austriaca, coach empresarial e individual (motivación, liderazgo, crecimiento personal) y articulista bajo la perspectiva libertaria. Escribe regularme en el Instituto Ludwig von Mises Ecuador y en su blog personal que pueden encontrar aquí.