Agua pública y sequía en California

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Todos conocen las nevadas récord en el nordeste y la sequía en el oeste. Me acuerdo de cuando era una natural de Philadelphia que no había cruzado el Mississippi ni sabía lo distinto que es el tiempo de California para el ciudadano medio de la costa este. En el área de la Bahía de San Francisco y el Valle Central no llueve entre aproximadamente el 1 de abril y el 1 de octubre. No quiero decir “no llueve mucho”. Digo que. No. Llueve. En absoluto.

En el Área de la Bahía, los inviernos son bastante húmedos, con una suave lluvia cayendo la mayoría de los días en ciertas áreas (los microclimas son otro concepto extraño para la mayoría del país). En Fresno y el resto del Valle Central, la lluvia total es de 15 a 30 cm. de media, acumulando todo de octubre a marzo. Pero tenemos la Sierra Nevada el este para recoger humedad en forma de nieve y almacenarla para la temporada seca. La nieve se derrite e, históricamente, fluía en grandes ríos, como el San Joaquín, hasta el Pacífico. Antes de los proyectos hídricos federales, los barcos de vapor llevaban a atracar en Fresno. He aquí como se ve hoy el río San Joaquín. Y he aquí hace unos 100 años (o aquí hay otra comparación de antes y después). Hay una presa fuera justo del pueblo, construida durante el New Deal, por supuesto.

Está claro que el estado no ha sido un buen guardián del medio ambiente. Pero al menos llega agua limpia a la gente que la necesita, ¿no?

No importa a qué distrito pertenezcas en California: lo más probable es que estés descontento con tu asignación o calidad de agua. La pasada semana, se anunció que algunos granjeros en el valle se han quedado sin agua por la sequía. Creen que la gente de la ciudad de San Francisco y Los Ángeles se están llevando más agua de la que les corresponde justamente. La “gente de la ciudad” piensa que la agricultura industrial se está llevando más agua de la que les corresponde justamente. Los residentes en todo el estado se ven constantemente exhortados a conservar, teniendo lugar diversos tipos de racionamiento. Cambria, una comunidad costera (donde la niebla es  la forma predominante de humedad) esencialmente se ha quedado sin agua y eso fue antes de la actual sequía en el estado. Los estudios sobre agua del grifo en comunidades agrícolas pobres muestran niveles alarmantes de toxinas. Y, por supuesto, los ecologistas están preocupados por el efecto de desviar agua a la gente o a la vida silvestre.

Ninguno de estos intereses especiales es específico de una sequía; es una batalla en marcha, incluso en los años “húmedos”. Sin embargo este año las apuestas han aumentado. No es solo es baja la pluviosidad, sino también la nieva en la Sierra. No ha habido suficientes precipitaciones en las montañas y, cuando ha habido precipitaciones, han sido a menudo demasiado tibias para ser nieve y sean producido en forma de lluvia. Eso nos da ahora algo de agua, pero no augura nada bueno para la estación seca futura.

Tristemente, todos los ojos de han dirigido hacía los cargos locales del agua, el gobernador Jerry Brown y, por supuesto, el presidente Barack Obama. Obama vino recientemente a visitar el Valle Central por primera vez precisamente por esta razón. Los mismos electores tienen los mismos argumentos y quejas cansinos sin que se dé espacio a ninguna idea original. No es ninguna sorpresa para quien lea la historia de la implicación del estado en asuntos hídricos: el status quo está incrustado y es extremadamente difícil imaginar una alternativa. Una transición para salir de este lío es aún más difícil de imaginar. Pero una vez que te das cuenta de que no es cuestión de si el sistema fracasará, sino de cuándo lo hará, te das cuenta de que es esencial que desocialicemos inmediatamente el agua en el árido oeste.

Derechos reales sobre el agua

La privatización total del agua es la mejor manera de evitar el desastre en el árido oeste. El desastre no es necesariamente inminente, pero es inevitable porque no hay incentivos importantes para conservar este recurso en su estado socializado actual. La privatización no significa vender presas y embalses y compañías municipales de aguas a inversores privados a los que se permita luego funcionar como monopolios protegidos. La privatización significa que posees los derechos del  agua en tu territorio y las personas pueden poseer propiedad inmobiliaria de agua (lagos, ríos, océanos). Una transición a ese estado de cosas probablemente sea dolorosa, ya que deben deshacerse más de 100 años de daños por la socialización del agua. Pero estoy seguro de que el proceso será relativamente rápido comparado con el largo y eterno sufrimiento que está a la vista si se permite continuar con el socialismo del agua.

Sé que una oferta privada de agua sería una mejora respecto de las condiciones actuales, pero no es por eso por lo que estoy a favor de ello ni es probable que convenza a la corriente principal. Para aquellos progresistas que ven que un mercado libre en el agua no podría ser peor que la destrucción económica y ecológica hecha por los monopolios públicos, un desdén por el beneficio y una fe mal dirigida impiden que apoyen la privatización. Pero la historia del Bureau of Reclamation y el estado actual local, estatal y federal de la propiedad del agua demuestra que dicha agua no está controlada por un proceso democrático. La misma existencia de varios grupos diversos, cada uno con su propio programa ha significado que los intereses especiales controlan el agua. Los granjeros del oeste han estado recibiendo subvenciones sobre el agua, pagadas por los contribuyentes y continuarán recibiendo asignaciones especiales de agua independientemente de sequías o cabildeo ecologista, porque actualmente suministran una enorme cantidad de alimento a la nación y el mundo, y constituyen una porción sustancial de la economía.

La mayoría de los granjeros del valle, y muchos residentes en ciudades del valle, votan republicano y adoptan una retórica de libre mercado y una actitud más individualista. Excepto, por supuesto, en lo que se refiere a las subvenciones del agua. Son siempre los demócratas en DC los que tienen la culpa cuando hay poco agua, pero los habitantes del Valle parecen no ser conscientes de que fueron los progresistas del pasado los que construyeron las presas y acueductos.

El Bureau of Reclamation de los progresistas

Bully Boy, de Jim Powell, señala un punto interesante acerca de la Ley de Asentamiento Rural, que atraía a la gente pobre a crear granjas en las tierras áridas del oeste. Esta tuvo varias repercusiones: muertes debido a los duros inviernos, un exceso de granjeros y granjas (llevando luego a más cabildeo de los granjeros en busca de ayudas) y una necesidad de irrigación (y distorsión del mercado de capital de inversión en tecnologías de irrigación).En lugar de permitir que el oeste permaneciera descolonizado mientras morían granjeros y empresas de irrigación, tanto figurada como literalmente en el primer caso, el extravagante enfoque de Teddy Roosevelt en evitar una invasión extranjera le llevó a romper con los republicanos y proporcionar subvenciones de irrigación a granjeros del oeste. Powell añade: “Fue curioso que Roosevelt, que luchó contra los monopolios privados, aprobara el Reclamation Service [hoy Bureau of Reclamation] como monopolio de la construcción de presas”.

La Reclamation Act llevó a otra distorsión del mercado y finalmente a la corrupción. Despegó la especulación de la tierra, al tratar de predecir los inversores dónde construirían los federales una presa y estimular su asentamiento. El escándalo del Valle Owens, en el que el agua se desvió contra toda ética de la irrigación local a Los Ángeles por el Reclamation Service, llevó a más distorsiones. El municipio adquirió el monopolio del agua y a esto le siguieron precios por debajo del mercado, estimulando un mayor crecimiento de la población.

Monopolios municipales de aguas

La historia continúa hasta el día de hoy. Hasta el año pasado, el agua residencial en Fresno (proporcionada por el monopolio municipal del agua) no se medía. A los residentes se les cobraba basándose en el tamaño de su parcela. Para animar el ahorro, la ciudad aprobó leyes de racionamiento: pueden multarte por regar tu jardín o tu césped el día incorrecto y en la hora incorrecta del día. Pero las leyes eran ignoradas abiertamente, porque su aplicación es demasiado costosa. Además del racionamiento, mi marido me dijo que había campañas de anuncios de servicio público cuando era un crío describiendo cuándo debía uno vaciar la cisterna del baño y cuándo no.

Para que la medición residencial sea políticamente más digerible, se prometió que las facturas medias por el agua no serían más caras, así que las tasas se pusieron lo suficientemente bajas como para garantizar que los residentes no afrontarían facturas repentinamente altas. Las tasas eran demasiado bajas como para ser sostenibles que el uso del agua continúa rebajando la oferta de agua más rápido de lo que la naturaleza la repone. Para sorpresa de nadie que esté prestando atención, después de que se aprobaron e instalaron los contadores de agua en toda la ciudad, esta notificó a los clientes propuestas de aumentos de tasas a lo largo de los años posteriores. Se realizaron audiencias y quizá, algún día, las tasas del agua aumenten, pero probablemente no lo suficiente como para estimular una verdadera conservación. El tipo de conservación que se produce cuando un sistema de precios de mercado libre estimula la asignación de recursos basada en las necesidades más perentorias. Como escribía Murray Rothbard en 1977: “Si el sector del agua fuera libre y competitivo, la respuesta a una sequía sería muy sencilla: el agua subiría de precio”.

Estamos en una sequía y los precios del agua no han aumentado sobre el papel. Las burocracias municipales no pueden reaccionar rápidamente a condiciones cambiantes (de hecho, se puede advertir que solo pueden reaccionar como los glaciares). Las tasas del agua son una cuestión política tanto como una cuestión económica o ecológica.

La eterna “batalla” izquierda-derecha

Pero, para algunos granjeros, los precios del agua aumentarán infinitamente en la práctica: habrá una escasez inducida por el gobierno y no se permitirá a los granjeros usar más agua, independientemente de cuánto estén dispuestos a apagar. Pero la solución no es, como deduce el Tea Party local, continuar dando a los granjeros agua a bajo coste al tiempo que se recorta el agua a las grandes ciudades, progresistas.

Hay partes del oeste en las que las granjas tienen sentido y continuarían prosperando en un sistema de mercado libre del agua. Pero la elección de cultivos, ubicación de las granjas y las prácticas agropecuarias tendrían que ser bastante distintas de las habituales hoy. Un beneficio claro de las granjas en el esta del Valle Central de California (donde podemos ver las cumbres nevadas de la Sierra que aseguran cierta cantidad de agua para irrigación todo el año y en la que ríos y arroyos fluían antes de que diversos proyectos hídricos del gobierno los secaran) es que las temporadas de cultivo son muy largas y en realidad algunas plantas pueden cultivarse todo el año. Muchas plantaciones tienen temporadas de cultivo que complementan a aquellas donde los inviernos son duros: la lechuga no se da bien en nuestros veranos muy cálidos, pero sí desde el principio del otoño hasta mediados de la primavera, precisamente cuando no se cultiva en el este.

Conozco una granja orgánica local que bombea agua de pozos en su terreno y evita por principio la asignación de agua del acueducto proporcionada por los contribuyentes. Puede hacerse, pero no hay incentivo económico para la mayoría de los granjeros del valle para conservar agua y elegir cultivos y prácticas agropecuarias que se ajusten mejor al suministro de agua. Así que los progresistas de la gran ciudad tienen razón en que la prácticas agropecuarias del valle son derrochadoras y en que es ecológicamente dañino desviar cada vez más agua a las granjas. Los conservadores supuestamente de libre mercado en el valle deberían entender que un sistema socializado de agua llevará al derroche.

Pero me pregunto si los progresistas de la gran ciudad son conscientes de la irresponsabilidad de aplicar la propiedad de la ciudad a embalses a cientos de millas. Volviendo al análisis de Powell en Bully Boy, los objetivos del control público del agua están internamente enfrentados unos a otros:

[La Inland Waterways Commission de Roosevelt] ofreció tópicos prometiendo algo para todos: “Los planes para la mejora de la navegación en canales interiores (…) deberían tener en cuenta la purificación de las aguas, el desarrollo del poder, el control de las inundaciones, la recuperación de terrenos por irrigación y drenaje y todos los demás usos de las aguas o beneficios derivados de su control”.

Pero algunos de estos objetivos entraban en conflicto con otros. Si el objetivo principal de una presa era producir energía hidroeléctrica, tenía que haber un embalse razonablemente lleno tras ellas. Si el objetivo principal era, por el contrario, el control de inundaciones, el embalse tendría que estar vacío para que hubiera capacidad para el agua de la inundación. Si un embalse estaba vacío o si el agua estaba sustancialmente baja para el riego o el uso industrial o familiar, la navegación sería imposible.

¿Y dónde entra en juego la administración medioambiental cuando la ciudad debe asegurarse de que habitantes, turistas y negocios tengan agua corriente barata, de forma que puedan continuar pagando impuestos para pagar los salarios de los funcionarios de la ciudad?

No es ninguna paradoja el por qué los intereses especiales de la izquierda (proteger el medio ambiente y enviar agua a las ciudades) y la derecha (proteger a los granjeros) ignoran la historia del agua en el oeste y los defectos evidentes del sistema actual. “La alternativa, por supuesto, se desconoce y no se ve”. La alternativa indudablemente nunca la han visto los que actualmente viven en el oeste árido y esa es una táctica de supervivencia para el mayor de todos los intereses especiales sobre el agua: el Bureau of Reclamation y las autoridades estatales y ciudadanas del agua.


Publicado el 3 de marzo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.