El progreso económico y la primacía del individuo

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Miembros de un foro de la Escuela Austriaca de economía al que pertenezco han estado discutiendo sobre la fuente del progreso económico. Empezaron con los elementos habituales de capital, desarrollo tecnológico y experiencia gestora antes de hacerse más filosóficos cuando un miembro sugirió la aceptación de la racionalidad en todas las cosas. Me pareció que no era una respuesta apropiada, porque la definición de “racionalidad” es debatible en sí misma y puede ser usada por las autoridades políticas para suprimir ideas impopulares.

Por ejemplo, en la Unión Soviética, cuestionar la inevitable victoria del comunismo y la transformación definitiva de la naturaleza del hombre al hombre comunista te llevaría a un manicomio. ¡Si no te crees toda la propaganda comunista, debes estar loco! Prefiero la definición de racionalidad de Murray N. Rothbard como creencia en que las accione propias producirán el resultado deseado. Reconozco que es una definición estrecha del término y más apropiada para la economía que para la psicología. La definición de racionalidad de Rothbard admite la posibilidad de que hombres racionales estén en desacuerdo sobre la acción apropiada a llevar a cabo para producir el mismo objetivo, como si la fijación de precios producirá prosperidad universal o no. La gente que cree en la fijación de precios no es irracional según Rothbard: simplemente está equivocada y debe demostrarse el error de sus ideas.

En mi búsqueda de una respuesta a la pregunta sobre el fundamento del progreso económico, empleé la teoría de la regresión de Mises para mi experimento mental. Empecé con la suposición de que un mercado libre sin ninguna intervención produce la máxima prosperidad. (Si no estáis de acuerdo, podéis dejarlo aquí). Los elementos primarios de una economía así serían la acumulación de capital, la defensa de los derechos de propiedad y el estado de derecho. No incluiría el colectivismo, que eleva al grupo (raramente definido y un objetivo en movimiento cuando se define) por encima del individuo. Pero como el colectivismo suena tan tentador, algo debe haber ocurrido para elevar al individuo por encima del grupo en la mente de muchos. En este momento estamos empezando a entrar en el camino correcto, buscando algún acontecimiento o idea seminal que elevara la primacía del individuo, en lugar de algún grupo a la posición número uno.

Immanuel Kant dijo que el reconocimiento de un hombre como un fin y no como un medio era el imperativo categórico y que podía descubrirse solo con la razón. ¿Pero cuál es el origen de la razón? Aparece la religión. Kant afirmaba que la existencia de la propia razón es un indicio de la existencia de Dios. Toda la ética y, casualmente, todo el progreso económico derivan de esta máxima. El cristianismo enseña que el hombre está formado a la imagen de Dios, y las implicaciones de esto han resultado ser formidables para el progreso económico.[1] Ha llevado mucho tiempo, y el proceso puede invertirse, lo que puede estar pasando ahora mismo, ya que el cristianismo ha sido abandonado por millones en Occidente. Sin embargo, he aquí el argumento: si el hombre está formado a imagen de Dios, entonces todos los hombres individuales son iguales en sus derechos, que proceden de Dios y no pueden proceder de otros hombres. A los ojos de Dios, la persona más humilde en la escala social es igual en sus derechos otorgados por Dios a los más elevados y alabados en cualquier lugar del mundo, ya sea un jefe de una industria, un rey o un presidente. El concepto del estado de derecho apareció en Occidente para proteger los derechos naturales del individuo al darle igual protección bajo la ley, es decir, igualarlo con todos los demás hombres, no importa lo elevados que estén. A esto le siguieron otras protecciones del individuo, como el derecho a gobernar mediante representantes elegidos por el propio pueblo y el juicio por jurado de sus iguales. La Carta Magna es el ejemplo más conocido de esta declaración, pues el rey se vio obligado a admitir que todos los hombres tenían derechos que no podían erradicarse, independientemente de su nivel social.

La liberación política del hombre que deriva de aceptar que está hecho a imagen de Dios se ha extendido gradualmente hasta incluir la liberación económica. En Occidente se fue aceptando gradualmente que los derechos económicos estaban protegidos por la enseña de los derechos políticos. Esto tiene sentido, ya que no puede justificarse la erradicación de derechos económicos sin erradicar sus derechos políticos. En la Cuba comunista, todos los trabajos legales son propiedad y están controlados por el estado. Una de las formas en que los tiranos cubanos mantienen a raya a su pueblo es ponerlos en listas negras económicas, prohibiendo su empleo en ninguna parte del país. Como el estado posee todos los negocios, esa sanción puede ser una sentencia de muerte. No hay forma de que una persona condenada así al ostracismo pueda ganarse la vida: debe convertirse en un mendigo que vive de lo que otros le dan o morir de hambre.

No sorprende que la mayoría de los regímenes comunistas prohibieran la religión organizada. Debían negar que el hombre tenga derechos otorgados por Dios, solo habría derechos otorgados por el estado, que, por supuesto, pueden erradicarse en cualquier momento y por cualquier razón, incluso sin ninguna razón en absoluto, salvo solo aterrorizar a la población en una sumisión temerosa. Algunos regímenes totalitarios reconocen una religión controlada o autorizada por el estado, elevando a veces al tirano la categoría de dios. El estado usa esas religiones para fines de control interno y como vehículos para su propaganda. El faraón era un dios y el pueblo era tratado como bestias de carga. Las religiones “oficiales” de la Edad Media también vienen a la mente, proclamando que el rey era puesto en el trono por “derecho divino” y que oponerse a él era oponerse a Dios. En tiempos modernos, el Japón sintoísta elevaba al emperador a la categoría de dios, que los aliados le obligaron a abandonar al acabar la guerra. Hoy la Corea del Norte comunista obliga a su población a adorar a la familia Kim y China obliga a los católicos romanos a recibir órdenes de su propia Asociación Católica Patriótica China. Estas religiones de estado no elevan al hombre a disfrutar de iguales derechos políticos y económicos: se usan como una herramienta del estado para establecer una clase privilegiada y parasitaria, ya se le llame aristocracia o vanguardia del proletariado.

En resumen, en Occidente los hombres creían que estaban creados a imagen de Dios, que eran por consiguiente iguales que los demás hombres, que sus derechos eran “derechos naturales” y no otorgados por un rey con derechos divinos y que estos derechos naturales incluían derechos económicos. Era una ética del individuo en lugar de derechos de grupo, así que el hombre tenía un derecho al producto de su trabajo y no tendía que someterse a un colectivo. Esto dio lugar a la formación de capital por personas normales, cuya propiedad estaba protegida por el estado de derecho, que también derivaba del derecho natural y fue afirmado a lo largo de los siglos por documentos como la Carta Magna. Immanuel Kant explicó en términos filosóficos lo que había sido cada vez más aceptado durante 1.500 años por todos los estratos de la sociedad, incluyendo la élite política, que era la primacía del individuo, que está formado a imagen de Dios. Esta opinión acabó llevando a lo que Mises llamaba economía moderna, que llevó a la Revolución Industrial en el primer país, Inglaterra, que liberó política y económicamente al individuo. Queda por ver si Occidente y el resto del mundo pueden permanecer económicamente liberados en ausencia de una creencia en que el hombre es creado a imagen de Dios. Tengo mis dudas.


[1] Ver la conferencia de Rothbard “Ideologies and Theories of History”, p. 31.


Publicado el 19 de abril de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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