Matando el mito del salario máximo

,
0

Como indica Bill Maher, el asunto de un salario máximo es algo que simplemente no desaparecerá. El comediante y experto progresista expresó recientemente su apoyo a un salario máximo de 300.000$, argumentando que los salarios para el 90% inferior de los estadounidenses se estancaron mientras aumentaba la productividad. Los avariciosos ejecutivos, en el escenario de Maher, están robando al trabajador y apropiándose de más de lo que es justo.

Hay varios problemas con esta afirmación.

Primero, los salarios no se han estancado; esa afirmación se basa en cifras agregadas y no tiene en cuenta varios factores clave, como explica aquí el economista Don Boudreaux. Así que ya se debería ser escéptico ante cualquier conclusión a la que llegue Maher basándose en sus datos defectuosos. Pero incluso si fuera verdad, no sería un argumento convincente para un salario mínimo.

Como argumenta el economista Lawrence Reed, los economistas no están necesariamente pagados en exceso. Admite que algunos lo están: los que tienen fuertes conexiones políticas o a aquellos cuyos consejos son perezosos sellos de goma. Pero, apunta, “hay otros cuyas contribuciones valen más de lo que se les paga; pueden estar infravalorados por sus consejos”.[1] Como otros empleados infravalorados, pueden acabar huyendo a pastos más verdes.

Los cambios de CEO han llegado a su máximo desde 2009, lo que indica dos cosas. Primero, a los CEO que no entendieron del todo el rápido cambio tecnológico que están viviendo sus empresas se les deja ir. Ser CEO no es un trabajo seguro: te ganas lo que tienes o te ves en la calle. Segundo, los CEO que sí tienen una comprensión sólida de los retos y oportunidades de la economía en evolución están muy demandados: muchos pueden abandonar su trabajo actual por una oferta mejor en una nueva empresa.

Si esto suena mucho a mercado laboral para muchos otros trabajadores, es porque son muy similares. El mercado laboral para el 1% superior no es fundamentalmente diferente del mercado laboral para otros trabajadores. Algunos empleados, que están infracualificados o juegan al golf con el hijo del jefe o que simplemente rinden peor de lo que esperaba quien les contrató, pueden estar sobrevalorados. Otros, que trabajan más duro que sus compañeros y proporcionan más valor, están infravalorados.[2] “El mercado es un constante proceso de descubrimiento”, apunta Mr. Reed. “Siendo imperfecta la información, los ajustes y movimiento llevan tiempo”. Eso es tan verdad para los empleados mejor pagados como para los peor pagados.

Imponer un salario máximo dirigido a los CEO sería un poco como imponer un salario a los ingenieros por parte del gobierno: ambos ignoran los ajustes del mercado. Las mejoras en salarios para ajustarse mejor al valor del empleado de óptimo rendimiento estarían esencialmente prohibidas.

Segundo, Maher ignora los desincentivos para trabajar causados por un salario máximo bajo. Su respuesta a quienes dicen que los ricos en realidad trabajan más duro que la media es un desdeñoso: “Vale, ahora tenemos que ir a por ti con horcas”. Pregunta: “¿Hablar por teléfono en una oficina confortable es realmente más degradante que trabajar en un matadero o un taller clandestino o un reality de televisión?” Preguntas con esa pueden sonar bien, pero ignoran la realidad de dirigir un negocio.

Dirigir un negocio con éxito es difícil para ejecutivos de negocios de toda tamaño y para los ejecutivos de empresas pequeñas, el fracaso puede ser devastador personalmente. En esos casos, los salarios altos son una compensación apropiada por tomar esos riesgos. Los propietarios de negocios pequeños arriesgan su subsistencia al crear sus empresas, trabajando muchas horas para hacerlo. Cami Zimmer, CEO y única empleada de CampaignTouch, por ejemplo, trabaja algunas semanas “desde que sale el sol hasta tarde por la noche”. Su jornada laboral semanal raramente es de menos de 50 horas, al combinar estrategia y planificación, contabilidad, mercadotecnia (tanto suya como de sus clientes) y navegación a través de un laberinto legal de regulaciones.

En general, dirigir un negocio (o cualquier organización) es notablemente más duro que ser un empleado e implica más horas y más riesgo. Para ilustrar esto, consideremos dos escenarios. (1) Puedes trabajar muchas horas para crear una pequeña empresa legal, perder tu hipoteca y tu crédito si fracasas y ganar 600.000$ al año si tienes éxito. (2) Puedes trabajar como empleado en otra empresa legal, trabajar menos horas y tener un salario casi seguro de 200.000$ al año (ciertamente alto). La opción uno proporciona un salario mayor (en caso de éxito), pero también proporciona un riesgo mucho mayor.

Finalmente, si adoptamos un salario máximo, ¿quién lo establecerá? Tal vez el Congreso regulara esta área de la economía como regula tantas otras. Pero Mr. Reed argumenta que esto es absurdo. “¿Qué posibles incentivos”, pregunta, “qué posible cuerpo de conocimiento necesario tienen (los burócratas públicos) para tomar las decisiones correctas sobre la compensación de gente en el sector privado?” Los congresistas, muchos de los cuales son políticos de carrera tienen establecidos por ley sus (bastante altos) salarios. Reciben sus salarios, año tras año, independientemente de su rendimiento y sin supervisión. Para algunos, han pasado décadas desde que percibieron un salario determinado por su rendimiento en un mercado.

Bill Maher obtenía su cifra de 300.000$ al año del presidente Franklin Roosevelt, que propuso un tope de ingresos durante la Segunda Guerra Mundial de tal cantidad de dólares (ajustada a la inflación). ¿Pero quién dice que Roosevelt tuviera razón en la cifra? ¿Por qué deberíamos elegir un número arbitrario propuesto hace 70 años y establecerlo como salario máximo? Mr. Roosevelt era desgraciadamente un ignorante en economía y a menudo frívolo sobre el tema (preguntado por qué quería un tope salarial, respondió “¿por qué no?”  ¿Entonces de dónde se deduce el conocimiento para establecer un salario máximo?

Incluso si el Congreso desarrollara por alguna razón el conocimiento económico para establecer un salario máximo sensato, tienen pocos incentivos para hacerlo. Tienen incentivos para ganar votos, lo que significa aprobar los planes que suenen mejor, no los más eficaces.  Como reconoce Mr. Reed, “Pueden hacer demagogia con este tema (cosa que hacen en abundancia, a menudo en beneficio personal), pero no pueden resolverlo razonablemente”.

Bill Maher y los perennes defensores del salario mínimo, proponen una solución idealizada. En su ideal, la paga del ejecutivo es universalmente demasiado elevada y universalmente inmerecida, los incentivos no están relacionados con el rendimiento y los agentes del gobierno pueden hacer ajustes sabios y apropiados (y libres de consecuencias) en la economía. Este ideal resulta una fantasía agradable, pero no debería confundirse con la realidad.


[1] Las citas de Lawrence Reed y Cami Zimmer en este artículo provienen de entrevistas inéditas que he tenido con Reed y Zimmer.

[2] Los términos “sobrevalorados” e “infravalorados” se usan aquí informalmente.


Publicado el 23 de abril de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email