En el desenlace de la película Pozos de ambición, el antihéroe Daniel Planview revela dramáticamente a su enemigo que ha extraído en secreto todo el petróleo subterráneo que quedaba.
“¡Drenaje!”, masculla, como solo puede hacerlo Daniel Day-Lewis, “Drenado hasta quedar seco. Lo siento. Mira, si tú tienes un batido y yo tengo un batido y tengo una pajita. Aquí está, es una pajita, ¿la ves? ¿Lo ves? Y mi pajita cruza la habitación y empieza a beberse tu batido. ¡Bebo… tu… batido! [sonido de sorber]”
Mediante la inflación (expandiendo la oferta monetaria), como demostraré, es estado y sus compinches “se beben nuestro batido” cada día. Solo que lo hacen subrepticiamente, sin que se oiga ningún sonido de sorber.
Comprensiblemente, a todos les gustaría ver que aumenta su propio suministro personal de dinero. Eso indudablemente hace que la persona mejore. ¿Pero tiene sentido concluir de ellos que si aumentara el suministro de dinero de toda la sociedad, dicha sociedad estaría mejor?
Por usar un ejemplo favorito del economista Murray Rothbard, digamos que el “ángel Gabriel” multiplicó por la noche por diez la oferta monetaria de todos. ¿Se despertaría toda la sociedad más rica? Si es así, es una gran noticia, porque nuestros “ángeles” en el gobierno tienen un poder similar. Bajo dinero fiduciario, la cantidad de dinero es la que diga el gobierno. Así que si “más dinero” hace más rica a toda la sociedad, el gobierno puede enriquecer a todos con una simple declaración del gobierno.
Digamos que el gobierno aumenta la oferta monetaria solo haciendo que la gente añada ceros a sus billetes. ¿No es lamentable, después de todo, que no todos puedan comprarse una nueva computadora? Alguna gente solo tiene un dólar a su nombre. Para aliviar la situación, el gobierno podría simplemente hacer que todos añadieran tres ceros a sus billetes. ¡Ahora todos tienen al menos 1.000$ y pueden pagar una nueva computadora!
¿Pero por qué detenerse aquí? No todos pueden pagar un jet privado. ¿Así que por qué no seguir añadiendo ceros hasta que todos puedan? Voilà, nuestra sociedad será entonces tan rica que todos estaremos volando por el país cada fin de semana.
Evidentemente hay algo erróneo en esta línea de razonamiento. Cuando hablo con grupos de estudiantes, para mostrarles dónde está el problema, les hago realizar el siguiente experimento mental.
Les digo que imaginen que el aula es todo el mundo, que fuera de ella hay solo un espacio vacío y que toda la economía del mundo está contenida en esta habitación. El suelo es el terreno disponible. Los objetos enfrente de ellos son todos los bienes de capital, como herramientas (lapiceros) y fábricas (mesas). Otros objetos son los bienes de consumo, como comida (las rosquillas del fondo), electrodomésticos (teléfonos celulares). Y nosotros, la gente en el aula, somos la población de la economía. Todos los recursos los poseen personas de entre nosotros. Y cada persona posee su propio cuerpo y puede usarlo para trabajar.
Cada individuo posee también su propio dinero, les digo. “Digamos que es un sistema de dinero fiduciario y que un trozo de papel en vuestra mesa es vuestro ordenador mostrando el saldo de vuestra cuenta corriente. Y digamos que por coincidencia todos tenéis exactamente un millón de dólares. Así que escribid 1 seguido de seis ceros (sin puntos)”.
Inflemos ahora y veamos que ocurre, digo. “Escribid todos a la vez un cero al final de vuestro saldo a la de tres. ¡Uno, dos, tres!”
Les digo que miren alrededor del aula. ¿Cambió algo? ¿Aumentó el tamaño del suelo, es decir, hay más y mejores terrenos para agricultura, industria o vivienda? ¿Hay de repente más o mejores bolígrafos (herramientas) o mesas (industrias y viviendas)? ¿Hay más o mejores rosquillas (alimento) o celulares (electrodomésticos)? ¿Somos más? ¿Somos más inteligentes o fuertes como trabajadores?
Pensar en estas preguntas deja muy claro para los estudiantes que aumentar la oferta monetaria no haría más próspera la sociedad, porque no aumenta las “cosas” consumibles y productoras disponibles para la humanidad.
Luego apunto que, en la vida real, la inflación no se produce tan igualadamente. Unas pocas personas consiguen primero el nuevo dinero: generalmente los banqueros privilegiados. Así que digo a los estudiantes en una mesa que ellos son los banqueros privilegiados. Y luego les digo solo a esos estudiantes que añadan otro cero a sus cuentas corrientes.
Pregunto de nuevo ¿hay ahora más “cosas” consumibles o productivas? Por supuesto que no. La sociedad en su conjunto no es más rica. ¿Pero es la gente de la mesa del “banquero privilegiado” más rica debido al nuevo dinero? No puede negarse. Ahora tiene diez veces más dinero que los demás y también diez veces más de lo que tendría en caso contrario.
Pero ser más rico significa que pueden conseguir más “cosas” reales. Y si, como hemos establecido, el nuevo dinero no creó más cosas totales, no pueden conseguir más cosas, salvo que otra gente consiga menos. Esta inflación pública (definida como un aumento en la oferta monetaria) es por tanto necesariamente una redistribución de riqueza. Es un juego de suma cero: una situación gano-pierdo, al contrario que los acontecimientos en el mercado libre, que son gano-gano. Un perdedor se ve, en la práctica, gravado por una acción del gobierno a favor del ganador.
¿Quién pierde entonces? ¿Quién consigue menos “cosas”?
En ese punto de la presentación, apunto a una persona “normal”, no banquero, en la audiencia y digo: “supongamos que quieres comprar una casa. Quieres comprar su casa”, apuntando a otro no banquero. Pero lo mismo pasa con uno de los banqueros privilegiados, recién inundado con efectivo. Así que pujan en competencia por la casa.
La persona normal adora la casa, pero solo puede pagar, como mucho, 50.000$ por ella. Al banquero no le gusta tanto la casa. Para él solo sería una casa extra para alojar invitados: nada demasiado importante. Pero tiene dinero que le quema el bolsillo., así que, qué demonios, puja con 60.000$, lo que es mucho más de lo que habría pagado si no hubiera recibido recientemente esa gran infusión de dinero. Paga más que la persona normal y consigue la casa.
¿Quién perdió, debido a la inflación? La persona normal que no consiguió la casa. ¿Quién ganó? El banquero privilegiado que lo hizo. Es como si el gobierno, mediante su política inflacionista, alcanzara y redirigiera la casa, que de otra forma habría ido a la persona normal, hacia el banquero privilegiado.
¿Quién más ganó? El vendedor de la casa, por supuesto, que consiguió 1.000$ más de lo que habría conseguido en otro caso. El nuevo dinero aumentó el precio de lo que estaba vendiendo, en su beneficio. ¿Significa esto, ya que el nuevo dinero irradia en la economía, que aumentará el precio de lo que venden todos y que todos se beneficiarán? Eso es imposible, porque recordad que el nuevo dinero no aumenta ni mejora los recursos de la sociedad. Sigue siendo un juego de suma cero: una situación gano-pierdo. Así que si gente como el vendedor de la casa ganan, ¿quién pierde proporcionalmente?
El vendedor de la casa se benefició porque el dinero le llegó pronto, antes de que aumentaran los precios de las cosas. Para los receptores tardíos del nuevo dinero, los precios de las cosas que venden (como los salarios de su trabajo) aumentan solo después de los precios de las cosas que compran (como los alimentos) hayan aumentado aún más. Así que la inflación (ahora definida alternativamente como un aumento general en los precios) es una redistribución de riqueza desde los receptores tardíos, que se ven gravados para apoyar a los receptores tempranos.
Por supuesto, el propio gobierno está entre los primeros receptores, así que es uno de los principales beneficiarios de la inflación.
Ahora ¿qué ocurriría si estas redistribuciones se realizaran de la forma habitual, mediante impuestos y desembolsos sociales (ya sean individuales o corporativos)? ¿Qué ocurriría si a cada uno de los perdedores anteriores (el perdedor en la puja por la casa, el trabajador que recibió tarde el nuevo dinero y el ahorrador) se le enviara solo un recibo fiscal? ¿Y qué pasaría si todos vieran titulares sobre desembolsos sociales para los ganadores (el banquero privilegiado, el vendedor de casas y el deudor)? Los perdedores estarían furiosos y es mucho más probable que reclamaran que se detuviera la redistribución. Esto es especialmente cierto, porque muchos de los ganadores de la inflación ya son ricos y no necesitan ayuda social. Los mayores deudores incluyen, no solo el gobierno, sino también inversores altamente apalancados, que cuentan con la inflación futura.
Después de todo Hacienda es como un atracador. Ves al gobierno reclamando el dinero y llevándoselo (salvo, por supuesto, que te engañe el plan de retenciones de Milton Friedman). Ves el cuchillo del atracado y por eso es más probable que trates de defenderte de él.
La Reserva Federal (que es la que infla), por otro lado, es más como un carterista. Sus impuestos son mucho más insidiosos. Salvo que leáis artículos como este, ni siquiera veis su mano en vuestros bolsillos.
El perdedor en la puja por la casa piensa: “Ay, mierda, han pagado más y no conseguí la casa. Así es la vida, supongo”, sin imaginar que es el gobierno actuando.
El receptor tardío del dinero piensa: “Tío, mi salario no cubre rentas y alimentos. Los tiempos sin duda son duros”, sin imaginar que es culpa del gobierno (salvo quizá por pensar ingenuamente que el salario mínimo debería ser más elevado).
El ahorrador que está actualmente sin contrato de trabajo con una pierna rota piensa: “Vaya, estoy gastando mis ahorros mucho más rápido de lo que debería”, sin imaginar nunca el papel del gobierno es su aprieto.
Esta es la forma en que el estado moderno consigue amasar cantidades prodigiosas de riqueza de la sociedad para sí y para sus compinches, prácticamente a voluntad. Los estadounidenses se muestran en buena parte impávidos cuando están sujetos a acciones de saqueo de proporciones épicas, como los rescates financieros de 2008 y el pródigo despilfarro que fue la Guerra de Iraq. Es verdad que están algo preocupados porque el gobierno quizá esté desperdiciando riqueza que ya se recaudó con impuestos previos. Pero como la financiación se vea afectada por la impresión de dinero y no por los impuestos normales, la gente no tiene idea de cuánto será el enorme coste que soportarán por las nuevas deducciones masivas de su propia riqueza.
Por razones como esta Ludwig von Mises decía que: “la política inflacionista es la institución revolucionaria más radical en el mundo”. Todos los días que genera nuevo dinero, la Fed lleva a cabo una continua revolución económica aristocrática, tomando silenciosamente riqueza de la gente, como Daniel Plainview con su larga pajita de batido, e inyectándola en los tanques de una élite privilegiada. Además, esto nos hace también a todos más pobres de una forma indirecta, recompensando a los beneficiarios del gobierno a costa de los productores eficientes y perpetuando el destructivo ciclo económico.
El control sobre el dinero es la llave de la puerta trasera del estado al almacén de la sociedad.
Publicado el 15 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.