Gary Becker, RIP

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Gary Becker murió el 4 de mayo de 2014 con 83 años, Habrá muchos obituarios escritos acerca de este economista ganador del premio Nobel, centrándose en sus numerosas e importantes contribuciones a la ciencia lúgubre. Aquí, por el contrario, contare una historia más personal, mis propias relaciones con mi primer mentor, Gary Becker.

Entré en el programa de grado de la Universidad de Columbia en 1965. Éramos unos 100, así que asignaron a los nuevos a tres secciones diferentes. En la principal enseñaba Becker, la mediana la impartía William Vickery, que también ganó posteriormente el premio Nobel de economía y la sección de los peor preparados la impartía Roger Alcaly. Tuve suerte y caí en el curso de microeconomía de Becker. Eran tiempos excitantes para mí. Era antes de conocer a Murray Rothbard y convertirme en economista austriaco; era un seguidor radical de Gary: un positivista lógico, un empírico, un seguidor de la escuela de pensamiento de Chicago, igual que mi maestro.

Uno de mis recuerdos de estar en su curso fue la vez en que un pensamiento se me vino a lamente sin preverlo. Dije: “¡No sabía eso!” (He olvidado cuál de sus enseñanzas implicó esta reacción). La respuesta inmediata de Gary fue “Estás aprendiendo algo, Block”, que estalló en la clase aunque al recordarlo hoy no me parece en absoluto tan divertido por escrito. Pero la forma en que lo dijo sin duda divirtió a la clase.

El profesor Becker mandaba problemas como deberes y nos animaba a los alumnos a trabajar juntos sobre ellos. Me imaginaba que como esfuerzo de grupo no podía realmente tener en cuenta estos esfuerzos en la nota final, así que no puse realmente mucho empeño en ellos. Me equivoqué. Creo que tuve las peores notas de entre los que aprobaron ese curso, tal vez un B- por lo que recuerdo.

A pesar de esto, Gary aceptó ser mi director de tesis. Mi tema era el control de rentas. Una de las cosas más destacadas de trabajar con él sobre esto fue el momento en que mis ecuaciones econométricas no mostraban los efectos malignos de esta perniciosa legislación. Gary me dijo que me fuera y lo repitiera todo completo hasta que saliera bien. Posteriormente me di cuenta de que esta era una de las grietas en el positivismo lógico en economía: si sabíamos cuáles eran los efectos del control de renta y sin duda los sabíamos basándonos en el análisis básico de oferta y demanda, qué estaba probando qué: ¿estaba mi patético estudio empírico probando lo que nos decía la teoría o estaba la teoría probando mis análisis econométricos? Evidentemente era lo segundo.

Otro punto importante en mi experiencia en Columbia fue el taller de Gary Becker-Jacob Mincer sobre economía laboral. Los alumnos de grado presentarían los resultados de sus tesis, profesores de fuera del lugar presentarían sus últimas investigaciones y Becker, más a menudo que no, se lanzaría a por todos (incluido yo, por supuesto, cuando fuera mi turno). Ahora dirijo un seminario en la Universidad de Loyola, que sigue en buena parte el patrón de esa experiencia.

Pero me estoy adelantando. Antes de que alguien pueda empezar a escribir una tesis, tiene que pasar un examen oral. Presenté cuatro temas: Becker sobre el trabajo y tres más. Mientras uno de los otros estaba abrasándome, podía ver a Gary apretando sus brazos contra su pecho, amenazando y sacudiendo su cabeza “no”. Era un poco inquietante, como mínimo. No hace falta decir que suspendí esa vez. Pero sí aprobé en mi segundo intento y eso me permitió escribir una tesis.

Y aproximadamente cuando ganó el premio John Bates Clark por ser el economista con menos de 40 años que había realizado la mayor contribución a la economía, Gary llevó a su casa a un grupo de sus alumnos. Vi dónde este gran hombre compuso algunas de sus publicaciones y conocí a miembros de su familia. Fue otro momento importante en mi carrera intelectual y una práctica que traté de emular con mis propios alumnos.

Otra relación que tuve con Gary fue que, junto con otros miembros de su familia, poseía un edificio comercial de cuatro plantas en Brooklyn. Sabiendo de mi interés por los inmuebles, me pidió que le buscara un arrendatario para un espacio vacío. Lo hice. Creo que pocos de sus alumnos tuvieron nunca ninguna relación comercial con él. Tuve la suerte de ver esta dimensión de él.

Gary Becker abandonó Columbia por la Universidad de Chicago en 1970, cuando yo estaba en medio de la redacción de mi tesis. Yo solía bromear diciendo que Columbia no era lo suficientemente grande como para mí y Gary y qué él tuvo que irse. Gary me asignó a William Landes como siguiente director de tesis y, la verdad, Bill también se fue enseguida de Columbia a la Universidad de Chicago. Como el ratón que ayudó al elefante a sacudir el puente cuando cabalgó sobre su lomo, asumí la responsabilidad por ambas marchas. Estoy seguro de que ninguno se fue al oeste solo para escapar de mí.

Algunos años después, olvidé exactamente cuándo, tal vez en la década de 1990, acudí a una conferencia y, por casualidad, me senté junto a Gary. Alguien dijo algo en el periodo de preguntas y respuestas y musité mis pensamientos en voz alta delante de él. Dije algo así como: “Vaya, iba a decir justamente lo que ha dicho ese tipo”. La respuesta de Gary: “Levanta la mano y dilo con tus propias palabras: no podemos tener demasiada verdad”. Esto no es sino un pequeño ejemplo de cómo apoyaba a sus alumnos este hombre. Yo no era uno de sus alumnos con más éxito en términos de logros de prestigio (para los patrones de la economía ortodoxa) que le harían estar orgulloso de mí. De hecho, creo que fui uno de sus peores alumnos, en términos de no seguir su camino filosófico. Siempre he pensado que ii adopción de la economía austriaca fue para él una decepción. Y aun así Gary estuvo casi siempre animándome completamente.

Mi principal mentor en economía es por supuesto Murray Rothbard. Pero Gary Becker fue el primero, antes de que conociera a Murray. Aprendí una lección valiosa de ambos: animar a mis propios alumnos, apoyarlos, incluso si no estoy de acuerdo con ellos. La relación profesor-alumno es muy importante y poderosa en el ámbito de las ideas y tengo mucha suerte de que durante unos cinco años cayera bajo la influencia de uno de los economistas más creativos del planeta y sin duda uno de los mejores, Gary S. Becker.

Sí hubo una ocasión en la que critiqué públicamente a mi viejo maestro y mentor. Él había calificado a la economía austriaca como un “culto” y eso no me sentó demasiado bien. He aquí al artículo que escribí en respuesta. Sin embargo, estoy contento de decir que seguimos teniendo una buena relación a pesar de nuestro distanciamiento filosófico, como puede verse en la correspondencia que incluimos en el artículo antes mencionado.

Una última idea: Debatí con Richard Epstein en la Universidad de Chicago en 2004. Por broma y sin avisar, busqué los cursos de Gary y fui al aula en la que estaba enseñando cinco minutos antes de que empezara la clase. Fui con mi joven primo, Dan Levine, que estaba entonces matriculado en la Facultad de Derecho de Universidad de Chicago. Gary no solo hizo esperar 15 minutos a su clase mientras hablaba conmigo, sino que ofreció a mi primo Dan cualquier ayuda que pudiera darle. Esto significaba mucho para mí, ya que siempre quise, y sigo queriendo, agradar a Gary, que estuviera orgulloso de mí, a pesar del hecho de que seguí solo parcialmente su camino en economía y política. Esta extraordinaria amabilidad por su parte me demostró que era verdad.


Publicado el 6 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.