Guerra y preferencia temporal: El ejército estadounidense en Australia

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Durante la Segunda Guerra Mundial, más de 120.000 tropas estadounidenses estubieron estacionadas en Australia; cientos de miles más visitaron el país de permiso o lo atravesaron en tránsito hacia zonas de batalla en el Sudoeste del Pacífico. En total, en torno de un millón de estadounidenses de servicio pasaron un tiempo en Australia durante la guerra. Australia se acuarteló y transformó en una base de suministros cuando quedó claro que los japoneses iban a atacar Filipinas. Como explica un historiador de unidades del ejército:

A finales de febrero de 1942, todo el patrón estratégico en [el Sudoeste del Pacífico] había cambiado. En Filipinas, tropas estadounidenses bajo el General MacArthur luchaban valientemente por mantener su posición en Bataan y Corregidor, pero esta vez estaba claro que su resistencia no podía durar indefinidamente y que, como base de operaciones, Filipinas estaba prácticamente perdida para los aliados. Las Antillas Holandesas Orientales estaban casi completamente en manos japonesas; todas las tropas de EEUU que pudieron retirarse habían regresado a Australia.[1]

Douglas MacArthur también destacó la importancia estratégica de Australia en su plan para contraatacar a los japoneses en Papúa-Nueva Guinea. Las operaciones contra los japoneses “implicaban la provisión de suministros y el refuerzo de áreas avanzadas desde bases en la retaguardia en Australia, que eran en buena parte simplemente puertos para el reembarco de material desde la distante Costa Oeste de Estados Unidos”.[2]

Aunque la mayoría de los australianos dieron la bienvenida a los estadounidenses como salvadores y las relaciones fueron en general amigables, la conducta de algún personal estadounidense fue reprensible. En concreto, los soldados cometieron todo tipo de delitos durante la guerra, del asesinato y la violación al vandalismo y el robo de vehículos. Al aumentar la presencia estadounidense lo mismo hizo el número de arrestos. En junio de 1942, 140 miembros del personal militar fueron arrestados solo en Brisbane. En julio, el número de arrestos aumentó a 796 y a 1.128 en octubre. Cuando la cifra de personal estadounidense estacionada en Australia llegó al máximo en 1943, el mariscal decano de EEUU en Brisbane consideró el número de apuñalamientos, agresiones y violencia como una “ola de delitos”.[3] Los delitos más notorios fueron los tres asesinatos al estilo de Jack el Destripador que tuvieron lugar en Melbourne en mayo de 1942. En un periodo de 16 días, se encontró a tres mujeres estranguladas y semidesnudas en la ciudad. L prensa llamó a las muertes los “asesinatos del apagón”. Después de una breve investigación, la policía de Victoria arrestó al soldado de EEUU Edward Joseph Leonski.[4] Después de ser entregado a las autoridades militares estadounidenses, Leonski fue sometido a un consejo de guerra, declarado culpable y ahorcado.

Guerra, preferencia temporal y delito

Mientras leía miles de informes criminales, me sorprendió a menudo la falta de motivos discernibles y la indiferencia de los soldados respecto de las consecuencias de sus acciones. Una razón para esta despreocupación podría haber sido el conocimiento de los oficiales tenían instrucciones de imponer castigos severos solo en casos extremos. En 1943 circulaba un memorando de la Abogacía General que recordaba a los oficiales que “el Departamento de Guerra ha amonestado repetidamente a los jefes militares para que recurran al consejo de guerra solo como último recurso; e incluso entonces utilizar el tipo más bajo de castigo y como indicativo de una política a la que debería acudirse como último recurso y luego mantenerse, solo cuando sea absolutamente necesario”.[5] Hay asimismo amplias evidencias de que las autoridades militares de EEUU a menudo expulsaban del país a los delincuentes en lugar de afrontar la presión de un consejo de guerra por parte de las autoridades australianas. Era más sencillo enviar sospechosos a “zonas de batalla” no reveladas y luego rechazar divulgar sus ubicaciones a la policía australiana. Igualmente los policías de Queensland observaban que cuando hacían investigaciones sobre mal comportamiento de estadounidenses, los soldados eran transferidos de sus unidades y los oficiales de EEUU rechazaban proporcionar sus destinos.[6] Sabiendo que probablemente les protegerían, incluso si cometían delitos, esto envalentonaba seguramente a los soldados. Por supuesto, la formación militar que deshumanizaba el individuo, estimulaba la barbarie, la destrucción de la propiedad y el asesinato fue otra causa probable del delito estadounidense en Australia. Después de todo, si se decía a los soldados que estaba bien matar a otros seres humanos, ¿por qué se preocuparían respecto de violaciones, robos, vandalismo, etc., aunque estos delitos se cometieran contra civiles aliados?

Aun así, tan importante como las explicaciones anteriores, la alta preferencia temporal ofrece otra razón para la conducta de los soldados estadounidenses. La importancia de la preferencia temporal para comprender la acción humana no es nada nuevo para quienes tienen cierto conocimiento de la Escuela Austriaca. Pero entre los historiadores ortodoxos, cuyo conocimiento de la praxeología es limitado, la prefrencia temporal es virtualmente desconocida. La correlación entre una alta preferencia temporal y el delito, la barbarie y la incivilización les es incluso más ajena. No es sorprendente, dado que hay pocos estudios que exploren esta correlación con algún detalle. Edward C. Banfield abrió el camino en su libro The Unheavenly City Revisited, donde observaba que:

La amenaza de castigo a menos de la ley es improbable que detenga a la persona orientada al presente. Las ganancias que espera del acto ilegal son muy cercanas al presente, mientras que el castigo que sufriría (en el caso improbable de ser tanto capturado como castigado) se encuentra en un futuro demasiado distante como para que lo tenga en cuenta.[7]

Hans-Hermann Hoppe expandía las ideas de Banfield en Democracy, the God that Failed:

Aunque la alta preferencia temporal no es en modo alguno equivalente a delito (…) sigue existiendo una relación sistemática entre ellos, pues para ganar una renta de mercado hace falta cierto mínimo de planificación, paciencia y sacrificio: se debe trabajar durante un tiempo antes de que te paguen. Por el contrario, actividades delictivas concretas como el asesinato, el atraco, la violación, el robo y el hurto no requieren esa disciplina: la recompensa para el agresor es tangible e inmediata, pero el sacrificio (posible castigo) s encuentra en el futuro y es incierto.[8]

Más importante es que Hoppe explica en otro lugar cómo las políticas estatales (impuestos, regulaciones, prestaciones sociales, impresión de dinero, etc.), una vez institucionalizadas, aumentarán las preferencias temporales de todos hasta el punto de que:

la tendencia natural de la humanidad a crear y expandir existencias de capital y bienes duraderos de consumo y a ser cada vez más previsores y atender objetivos cada vez más distantes puede no solo paralizarse, sino que puede invertirse por una tendencia a la incivilización: los antes previsores proveedores se convertirían en borrachos o soñadores, los adultos en niños, los hombres civilizados en bárbaros y los productores en criminales.[9]

Por muy indispensables que sean las ideas de Hoppe para explicar cómo las acciones del estado llevarían a la incivilización, hay una función del estado que no está incluida en su estudio, que es la guerra. En el contexto de la presencia estadounidense en Australia, la posibilidad real de ser herido o muerto en el campo de batalla aumentaba las preferencias temporales de los soldados porque había muchas posibilidades de que hubiera poco futuro restante a disfrutar. Hoppe hace una observación similar cuando explica cómo la biología desempeña un papel en la preferencia temporal:

Al hacerse viejo y aproximarse al final de la vida, las preferencias temporal tienden a aumentar. La utilidad marginal de los bienes futuros cae porque queda menos futuro.[10]

En definitiva, la guerra aumentaba la posibilidad real de morir en un futuro cercano y por tanto muchos delincuentes pensaban poco las consecuencias de sus acciones; por el contrario, vivían la excitación del momento y la recompensa instantánea. ¿Cuánto podrían estar de preocupados los soldados acerca del crimen y el castigo cuando podrían estar muertos en un mes?

Los informes de la policía de Australia describen cientos de delitos que ilustran la correlación entre alta preferencia temporal y crimen. La recompensa instantánea era el claro motivo en muchos incidentes, algunos de los cuales se describen a continuación. En 1944, tres marineros de EEUU, después de haber sido arrestados por destruir una serie de escaparates en Brisbane admitían ante la policía que “iban a abandonar el puerto a la mañana siguiente y, después de haber consumido una gran cantidad de alcohol, decidieron divertirse un poco y por eso rompieron los escaparates”.[11] En noviembre de 1943, un soldado estadounidense abordó a una mujer en los suburbios de Brisbane, la arrastró a un campo y la violó. La policía de Queensland y la PM estadounidense encontraron al sospechoso y lo enfrentaron a su víctima; después de que la mujer diera un relato detallado del delito, el soldado confesó.[12] El 19 de junio de 1994, Doris May Roberts fue encontrada muerta por una paliza en un callejón de Brisbane. Esa misma noche, la policía de Queensland descubrió que dos estadounidenses estuvieron con Roberts antes de su asesinato. Tras interrogarle, el paracaidista Avelino Fernandez admitió haberla matado. Según Fernandez, Roberts le había seguido voluntariamente al callejón para tener sexo, pero luego le pidió que le pagara. Esto enfureció a Fernandez hasta el punto de que golpeó a la mujer en la cara y le pegó repetidamente en la cabeza. El Courier Mail de Brisbane informó de que la mandíbula de la mujer estaba rota, que se ahogó en su propia sangre y que el sexo tuvo lugar después de la muerte.[13]

No fue solo la mayor posibilidad de muerte lo que generó cortoplacismo e incivilización. Como decía antes Hoppe, las violaciones de los derechos institucionalizados de propiedad llevarán a una mayor preferencia temporal. Aunque impuestos, redistribución de riqueza, etc. vengan a la mente cuando se piensa en violaciones de derechos institucionalizados de propiedad, uno debe preguntarse: ¿hay mayor violación de derechos de propiedad que la servidumbre involuntaria? Debemos recordar que la mayoría de los soldados durante la Segunda Guerra Mundial eran reclutas, es decir, esclavos. Estos jóvenes, habiendo sido arrastrados al ejército, habiendo sido sacados de la sociedad civil, habiendo perdido su derecho a dirigir sus propias vidas y a planificar el futuro y teniendo todos los aspectos de su vida regulados y controlados, comprensiblemente se convirtieron en orientados al presente, porque no eran ni dueños de sus circunstancias presentes ni tampoco de las futuras.

Junto al sufrimiento bajo un estado de servidumbre involuntaria estaba la peculiar práctica estadounidense de dar a los hombres de servicio una paga relativamente alta y acceso a instalaciones a precios subvencionados. Esta era la política deliberada del Jefe de Personal del Ejército, el general George C. Marshall, que creía que una buena paga mejoraba “los problemas de moral de tropas inactivas pero existentes, que estaban lejos de casa”.[14] Tener atendidas todas las necesidades materiales  solo podía significar un aumento en la preferencia temporal y una mayor disminución de la responsabilidad personal. Un estudio sociológico realizado poco después de la guerra observaba la relación entre la política de Marshall y la erosión de la responsabilidad personal:

Sobre cualquier periodo de tiempo, la rutina aburrida de no hacer nada estimuló reacciones de huida que, en orden de frecuencia decreciente, fueron cine, juego, alcohol y burdeles. El agotamiento total de la paga mensual en unos pocos días fue comparativamente común. Un soldado podía despilfarrar su dinero con tranquilidad, sabiendo que el mes siguiente volvería a estar “lleno”; entretanto, siempre tenía asegurados alimento y alojamiento.[15]

La vida militar, con su aburrimiento, monotonía, riesgo de muerte y arreos de “estado niñera” aumentaba la preferencia temporal y disminuía la responsabilidad personal. Como observaba el famoso corresponsal de guerra Ernie Pyle: un “soldado pierde su sentido de propiedad. Nada es sagrado para él. En la vida civil lo llamarías robar, pero allí es lo que hacen”.[16]

Preferencia temporal y relaciones sexuales

La alta preferencia temporal se manifestó de otras maneras durante la guerra. Walter Luszki, un oficial en el 738 Batallón de Policía, observó cortoplacismo y recompensa instantánea en forma de relaciones sexuales. En su libro, A Rape of Justice: MacArthur and the New Guinea Hangings, Luszki describe que una vez que llegó a Brisbane, todos los oficiales de su batallón, incluyendo un hombre de familiar comprometido, empezaron a “convivir” con mujeres australianas. Según Luszki, “una razón importante para este comportamiento fue la cercanía siempre presente de la muerte y la sensación de que se podría disfrutar de la vida mientras se pudiera porque el tiempo era corto”.[17]

Los camaradas de Luszki no fueron los únicos que decidieron vivir la vida; el sexo estaba por todas partes durante la guerra. El material de archivo está repleto de aventuras que parecerían pertenecer a los 60 en lugar de a los supuestamente pacatos 40. La policía del estado de Queensland arrestaba a parejas practicando sexo a la luz del día en los Jardines Botánicos de Brisbane. Después de ser descubierta en el acto con un soldado estadounidense, una joven rogó al policía que le detenía que le diera otra oportunidad, ya que tenía un niño pequeño en casa y su marido la mataría. En otro caso, un grupo de niños boquiabiertos llamó la atención de un policía por una mujer australiana y un soldado teniendo sexo en los jardines.[18]

También existen docenas de informes describiendo a soldados estadounidenses poniendo cuernos a maridos australianos. Aquí vemos de nuevo una recompensa instantánea en funcionamiento, pensando poco en las consecuencias. Lo que sigue no es sino un ejemplo de estas aventuras que es representativo de todas. En mayo de 1943, las autoridades estadounidenses se vieron obligadas a ocuparse del donjuanismo del teniente Boyd Herman, que había tenido sexo con la esposa de un sargento australiano. Cuando el marido conoció la aventura, invitó a Herman a su casa para cenar, “le explicó la situación y se llegó a un acuerdo por el que aunque el teniente Herman sería bienvenido a la casa en cualquier momento, no iba a ver a Mrs. Noss ni se comunicaría con ella” sin su conocimiento.[19] El estadounidense incumplió su promesa poco después, pues Noss llegó tarde a casa una noche y encontró allí a Herman con su mujer. Noss protestó por el comportamiento del estadounidense y le echó por la fuerza de su casa, momento en el cual Boyd sacó una pistola escondida y amenazó con disparar al australiano. Por suerte para el teniente estadounidense, Noss pidió a las autoridades de EEUU que no presentaran cargos.[20]

Los recuerdos bélicos de la policía Lillian Armfield proporcionan más evidencias de una alta preferencia temporal entre soldados. Tenía el deprimente trabajo de “recuperar” chicas descarriadas en Sídney que fueran detenidas in flagrante delicto con soldados estadounidenses. Como parte de sus obligaciones, Armfield participaba a menudo en redadas contra el vicio en dormitorios de la Cruz Roja estadounidense. El objetivo de las redadas era eliminar abusos a menores. Sin embargo, eran imposibles de detener por estar demasiado extendidos.[21]

Dado que la guerra amentó la preferencia temporal, no sorprende que esto se tradujera en mayores tasas de divorcio. El Courier Mail informaba de que en 1943 se concedieron 398 divorcios en Queensland. Era un récord y suponían 100 divorcios más que los registrados en 1942.[22] No es coincidencia que los 398 divorcios en 1943 se correspondieran con la máxima presencia de estadounidenses en el país. De hecho, en 1943, 173 divorcios se concedieron bajo la alegación de adulterio y, de estos, 71 estadounidenses fueron considerados como corresponsables.[23] Merece la pena recordar que el divorcio es una disolución formal del matrimonio que registran las autoridades del estado en Australia; el número de divorcios de hecho en forma de hogares rotos in duda también aumentó. Los datos y anécdotas anteriores son importantes porque ilustran que la guerra no aumentó las preferencias temporales solo para los soldados. En realidad, la guerra aumentó las preferencias temporales también para los civiles australianos. El miedo a un ataque japonés, o incluso a una invasión, aumentó la preferencia temporal; los australianos también decidieron vivir el momento porque el futuro era más incierto de lo que habría sido en tiempo de paz.

Fomentando una preferencia temporal alta: Matrimonio frente a prostitución

Los encuentros sexuales habitualmente no eran más que transacciones de negocios, ya que la prostitución, aunque técnicamente ilegal en Australia, era tolerada y recibió una aprobación semioficial durante la guerra. Brisbane tenía más de 20 burdeles en el llamado “centro del pecado” en torno a Albert Street. La policía de Queensland mantenía esta zona bajo vigilancia y se aseguraba de que los prostíbulos no se convirtieran en una molestia pública. El are de Kings Cross de Sídney era ese conocido distrito de las luces rojas de la ciudad. Algunos burdeles atendían solo a soldados negros o blancos para evitar peleas. Incluso comunidades más pequeñas, como Mt. Isa y Townsville tenían varios burdeles atendiendo a tropas estadounidenses. Hay incluso una historia (probablemente apócrifa) sobre el primer ministro John Curtin enviando un tren cargado de prostitutas a Brisbane para atender la demanda estadounidense.[24] Probablemente las prostitutas sabían bien la demanda regional y no necesitaban ningún tren público que les llevara a Brisbane.

Sin embargo no es apócrifo que las autoridades estadounidenses fomentaban los encuentros a corto plazo y desaconsejaban los matrimonios. El ejército de EEUU estableció estaciones profilácticas en varias ciudades australianas y hacían la vista gorda ante la conducta impropia de sus hombres.[25] Un resultado de promover relaciones sexuales a corto plazo fue un aumento en las enfermedades venéreas. Para limitar su extensión, las autoridades estadounidenses ayudaban a la policía australiana a descubrir a las mujeres que se pensaba que estaban infectadas. Las mujeres australianas se mantenían bajo custodia, confinadas a hospitales cerrados y tratadas de sus enfermedades por la fuerza.[26]

En la base de este desaconsejamiento de los matrimonios estaba el deseo d mantener a los hombres centrados en la guerra y luchando contra los japoneses. Sin embargo, realistamente, las autoridades militares tenían que aceptar que las relaciones entre sexos eran inevitables. David Reynolds apunta esto en su libro Rich Relations:

El sexo era normalmente la preocupación de los ejércitos desocupados. (…) Aparte de la satisfacción de los instintos sexuales, la compañía de mujeres era un antídoto para el entrorno completamente masculino, una expresión de libertad personal y un bálsamo para los rituales deshumanizadores de la vida militar.[27]

Históricamente, los comandantes de ejércitos han visto como problemáticas las relaciones entre sus soldados y las mujeres:

Por un lado, la mayoría tomaban una actitud de lo que consideraban un sólido sentido común, la de que las “necesidades masculinas básicas” deben satisfacerse. Por otro lado, normalmente han considerado a la mujer como una amenaza para la disciplina y eficacia militar.[28]

La necesidad de mantener alta la moral en un ejército masivo de reclutas, unido al miedo de que ciertas relaciones puedan socavar la eficacia y el espíritu combativo de los soldados estadounidenses, significaba que los oficiales australianos y estadounidenses aceptaran e incluso fomentaran ciertas relaciones sexuales (prostitución) mientras desalentaban otras (matrimonio). En definitiva, las autoridades promovían una alta preferencia temporal entre sus hombres a costa de una orientación al futuro. Después de todo, si el soldado Joe, luchando en Nueva Guinea, estaba preocupado por su nueva novia y la futra vida posible, ¿cómo sería de eficaz? ¿Cuánto mejor sería en su lugar saciar las necesidades masculinas mediante prostitución, fomentar el cortoplacismo y mantener a los soldados centrados en matar al enemigo?

Sin embargo el matrimonio era un tema delicado para los oficiales estadounidenses, ya que era un derecho civil básico. Además, el matrimonio destacaba la dualidad de los reclutas estadounidenses; eran al tiempo soldados y ciudadanos. Reynolds argumenta que esta dualidad ha preocupado históricamente a los comandantes militares:

En ejércitos de ocupación es particularmente difícil impedir que los soldados vuelvan a ser civiles, porque esa es la naturaleza de la sociedad que les rodea. Se imponen los soldados a los civiles, a menudo bastante directamente, como cuando se les aloja con una familia (…) y la propensión del soldado desocupado a la compañía femenina ha de satisfacerse de alguna manera.[29]

Nada podría exponer más esta dualidad que los matrimonios en tiempo de guerra. Debido a este miedo a que los soldados volvieran a ser civiles, los ejércitos en el pasado han “tratado de prohibir o disuadir a sus hombres de contraer relaciones maritales, especialmente en misiones en el extranjero”.[30] Durante la Depresión, solo se permitían matrimonios en el ejército de EEUU cuando un solicitante soldado obtenía el permiso de su oficial y demostraba que podía mantener a sus familiares. Esta política continuó en la década de 1940 y fue aplicada en Australia.

El 20 de febrero de 1942, el general de división Julian C. Barnes envió un memorando a todos los comandantes de sección de la base especificando cómo deberían gestionar las solicitudes de matrimonio.[31] El memorando indicaba que:

Como política para dirigir la acción de tropas en territorio australiano, es deseo del comandante general que todos los oficiales al mando, cuando reciban una solicitud de hombres bajo su mando de permiso para casarse, utilicen toda su influencia para desanimar esos planes por parte de soldados estadounidenses durante el periodo de guerra.[32]

La política en Australia no era distinta de la de la metrópoli. No se prohibía casarse a los soldados, solo desanimarles con fuerza. Los superiores de Barnes en Washington tenían razones para hacerlo. La principal era el hecho de que creían que los matrimonios socavaban el esfuerzo bélico. Se alegaba además que los matrimonios eran injustos para las posibles novias:

Una acción por parte de cualquier soldado de instituir una familia en el campo y crear así una obligación moral, no solo es injusta para la esposa, sino una carga para el soldado y todos los afectados en su bienestar (tanto militares como civiles) en un momento en el que el soldado ya está bajo la obligación de prestar sus servicios sin restricciones y sin lazos familiares durante el tiempo de emergencia.[33]

Merece la pena señalar que a pesar de estos esfuerzos por desanimar los matrimonios y las mayores preferencias temporales que produjo la guerra, hasta 12.000 soldados pueden haberse casado con mujeres australianas. Algunas parejas incluso se aseguraron de que hubiera un bebé en camino para forzar la mano a las autoridades.[34]

Conclusión

Examinar cómo la brutalidad de la guerra deshumaniza a los combatientes no es anda nuevo entre los historiadores. Utilizar la teoría de la preferencia temporal para ayudar a explicar el comportamiento de soldados y civiles es sin embargo algo novedoso. El cortoplacismo, el consumo insensato, el delito y las aventuras sexuales son todos sistemáticos de preferencias temporales producidas por la guerra. Las violaciones de derechos de propiedad (es decir, la servidumbre involuntaria) y la mayor posibilidad de muerte aumentaba las preferencias temporales que a su vez estimulaban un comportamiento incivilizado entre soldados. Los civiles australianos (en el contexto de este estudio, las mujeres) no fueron inmunes a los efectos de la guerra. También mostraron preferencias temporales más altas, lo que ilustra bien en infidelidades y aventuras sexuales a corto plazo. No es sorprendente que los militares estadounidenses fomentaran altas preferencias temporales promoviendo aventuras y prostitución a costa de relaciones orientadas al futuro (es decir, matrimonio). El Tío Sam quería al soldado Joe centrado en luchar contra el japonés, no en futuros planes con la Sra. Joe.

En su examen de la preferencia temporal en El hombre, la economía y el estado, Murray Rothbard pregunta al lector:

Supongamos, por ejemplo, que la gente está segura de que el mundo acabará en una fecha concreta en el futuro cercano. ¿Qué ocurriría con las preferencias temporales y el tipo de interés? Los hombres dejarían entonces de atender necesidades futuras y dejarían de invertir en todos los procesos de producción más largos que los más cortos. Los bienes futuros no tendrían prácticamente valor comparados con los bienes presentes, las preferencias temporales por bienes presentes se dispararían y el tipo puro de interés aumentaría casi hasta el infinito.[35]

Los soldados no estaban seguros de que “el mundo acabaría en una fecha concreta en el futuro cercano”. Sin embargo, la guerra en el Pacífico sí aumentaba la probabilidad de muerte, y el miedo a la muerte en un futuro cercano. No sorprende que para muchos soldados estadounidenses “Los bienes futuros no [tuvieran] prácticamente valor” y que “las preferencias temporales por bienes presentes” se dispararan.



[1] “Establishment of Headquarters USAFIA at Melbourne, Australia”, [sin fecha], National Archives and Records Administration II (NARA) (College Park), RG 496, Entrada 47, Caja  326, Fichero: Establishment of Headquarters USAFIA at Melbourne, Australia, 13.

[2] Douglas MacArthur, Reminiscences (Nueva York: Da Capo Press, 1964), 154. [Publicado en España como Memorias (Barcelona: Altaya (2008)]

[3] Darryl McIntyre, “Paragons of Glamour: A Study of U.S. Military Forces in Australia” (tesis doctoral., Universidad de Queensland, 1989), 249; Sunday Mail (Brisbane), 22 de octubre de 1944.

[4] E. Daniel Potts y Annette Potts, Yanks Down Under: The American Impact on Australia (Melbourne: Oxford University Press, 1985), 234.

[5] Ernest A. Burt a abogados, 16 de septiembre de 1943, NARA II (College Park), RG 495, Entrada 179, Caja 1269, Fichero: Prisoners.

[6] Agente E.J. Breene a Inspecto de Policía, 21 de abril de 1943, QSA, Police Files, A/12031.

[7] Edward C. Banfield, The Unheavenly City Revisited (Boston: Little Brown, 1974), 140-141.

[8] Hans-Herman Hoppe, Democracy, the God that Failed: The Economics and Politics of Monarchy, Democracy, and Natural Order (New Brunswick: New Jersey, Transaction Publishers, 2001), 31.

[9] ___, “Time Preference, Government, and the Process of De-civilization – from Monarchy to Democracy” Journal des Economistes et des Etudes Humaines 5:2/3 (Junio/Septiembre 1994): 329.

[10] Ibíd., 322.

[11] “Three American Sailors, Jerome Marvin Leissner, Allen Hamed and Albert J. Black, Wilful Destruction of Property”, 19 de marzo de 1944, QSA, Fichero de Policía, A/12035.

[12] H. Bischof y N.W. Bauer al Oficial al Mando, 17 de febrero de 194[4], QSA, Ficheros de Policía, A/12032.

[13] C. Risch al Oficial al Mando, 1 de Julio de 1944, Queensland Police Museum, Fichero: Murder of Doris May Roberts by Avelino Fernandez, 1944 ; C. Risch al Oficial al Mando, 1 de Agosto de 1944, Queensland Police Museum, FGichero: Murder of Doris May Roberts by Avelino Fernandez, 1944; Courier Mail, 20 de junio de 1944.

[14] David Reynolds, Rich Relations: The American Occupation of Britain, 1942-45 (Londres: Phoenix Press, 1996), xxviii.

[15] Lawrence Ingraham y Frederick Manning, “American Military Psychiatry”, en Richard A. Gabriel, ed., Military Psychiatry: A Comparative Perspective (Nueva York: Greenwood Press, 1986) 58-59, citado en  Reynolds, Rich Relations, 78.

[16] Arthur Miller, Situation Normal (Nueva York: Reynal & Hitchcock, 1944), 172, citado en Reynolds, Rich Relations, 78.

[17] Walter A. Luszki, A Rape of Justice: MacArthur and the New Guinea Hangings (Madison Books: Lanham, Maryland, 1991), 90.

[18] W.N. Henry a Inspector de Policía, 29 de febrero de 1944, QSA, Ficheros de Policía, A/12031; W.N. Henry a Inspector de Policía, 23  de junio de 1944, QSA, Ficheros de Policía, A/12031; W.N. Henry a Inspector de Policía, 17 de octubre de 1944, QSA, Ficheros de Policía, A/12031.

[19] Thomas E. Rilea al Comandante General, USASOS, 21 de mayo de 1943, NARA II (College Park), RG 495, Entrada 48, Caja 985, Fichero: 250.3.

[20] Ibíd.

[21] Vince Kelly, Rugged Angel, The Amazing Career of Policewoman Lillian Armfield (Sidney: Angus & Roberts, Ltd., 1961), 182-184.

[22] Courier Mail , 30 de diciembre de 1943.

[23] Rosemary Campbell, Heroes and Lovers: A Question of National Identity (Sidney: Allen & Unwin, 1989), 77.

[24] “Brothels”, Vedette Magazine: The Journal of Queensland Police Service, Octubre de 1995, 9; Potts, Yanks Down Under, 147; John Hammond Moore, Over-sexed, Over-paid, and Over here: Americans in Australia, 1941-1945 (St. Lucia: University of Queensland Press, 1981), 216.

[25] B.M Fitch to Oficiales al Mando, Camp Royal Park Victoria, Camp Darley Victoria, 19 de febrero de 1942, NARA II (College Park), RG 495, Entrada 1799, Caja 1266, Fichero: Morals and Conduct.

[26] Michael Sturma, “Public Health and Sexual Morality, Venereal Disease in World War II Australia” Signs 3:4 (Verano de 1988): 727; Campbell, Heroes and Lovers, 98.

[27] Reynolds, Rich Relations, 64.

[28] Ibíd.

[29] Ibíd., 69.

[30] Ibíd., 64.

[31] En el caos de principios de 1942, hubo muchos cambios en la estructura de mando de las fuerzas de EEUU en Australia hasta la llegada de MacArthur en maro. Así, el general Barnes estuvo inicialmente al mando de las fuerzas de EEUU en el país, solo para ser sustituido por el teniente general George Brett. MacArthur tomó el mando el 11 de marzo de 1942 y se convirtió en comandante supremo del área del Sudoeste del Pacífico. Ver Joseph Bykofsky y Harold Larson, United States Army in World War II, The Technical Services, The Transportation Corps: Operations Overseas (Washington DC, Office of the Chief of Military History, 1957), 426-429.

[32] B.H. Fitch a Oficiales al Mando, Todas las Secciones de la Base. Fuerzas de Estados Unidos en Australia, 20 de febrero de 1942, National Archives and Records Administration II (NARA II) (College Park), RG 495, Entrada 45, Caja, 185, Fichero: 291.1.

[33] Ibíd.

[34] Potts, Yanks Down Under, 362; M.J. Conway a comandantes generals. Todas las secciones de la base, 7 de mayo de 1943, NARA II (College Park), RG 495, Entrada 45, Caja 184, Fichero: 291.1.

[35] Murray Rothbard, Man Economy and State with Power and Market, 2ª Edición (Auburn: Ludwig von Mises Institute, 2009), 444.


Publicado el 21 de abril de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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