La economía cotidiana de los austriacos

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[Quarterly Journal of Austrian Economics (2008) 11: 165-187] 

La Escuela Austriaca de economía (la tradición causal-realista, marginalista y subjetivista establecida por Carl Menger en 1871) ha experimentado un notable renacimiento a lo largo de las últimas cinco décadas (Vaughn 1994; Rothbard 1995; Oakley 1999; Salerno 1999, 2002). La economía austriaca floreció originalmente en Viena durante las últimas tres décadas del siglo XIX y en Europa y Norteamérica a lo largo de la década de 1920, luego entró en un prolongado eclipse en las décadas de 1930 y 1940. Mantenida viva por importantes contribuciones de Hayek (1948), Mises (1949), Lachmann (1956), Rothbard (1962), Kirzner (1973) y otros, la tradición austriaca apareció de nuevo como movimiento organizado en la década de 1970 y permanece hoy como una importante alternativa a la tradición “ortodoxa” de la economía neoclásica.

Sin embargo no siempre está claro lo que distingue a la Escuela Austriaca de otras tradiciones, escuelas de pensamiento, aproximaciones o movimientos dentro de la economía y sus disciplinas hermanas. Como movimiento social, la Escuela Austriaca posee las características formales usadas normalmente para delimitar una escuela de pensamiento, como sus propias instituciones, revistas especializadas, conferencias, sociedades académicas y agencias de financiación, y los patrones de autocita destacados por Crane (1972). Aquí, sin embargo, no me preocupa la sociología de la Escuela Austriaca, sino sus doctrinas teóricas centrales, proposiciones y modos de análisis, particularmente en su aplicación a problemas económicos cotidianos, pedestres y ordinarios. Estos son los problemas básicos de la teoría de precios, la teoría del capital, la teoría monetaria, la teoría del ciclo económico y la teoría del intervencionismo, problemas que son esenciales en cualquier aproximación dentro de la economía.

La teoría de precios, la teoría del valor, intercambio, producción e intervención del mercado, era lo que Mises (1933, p. 214) tenía en mente cuando hizo la declaración, a menudo sorprendente para los austriacos contemporáneos, de que las versiones austriaca, walrasiana y jevoniana del marginalismo “solo difieren en el modo de expresar la misma idea fundamental  y (…) están divididas más por su terminología y las peculiaridades de su presentación que por lo sustancial de sus enseñanzas”. No son las palabras de un autor joven y entusiasta para apreciar las importantes diferencias entre escuelas rivales de pensamiento: el ensayo se escribió en 1932, cuando Mises era un intelectual maduro. Igualmente Hayel escribía en su entrada de 1968 para la Enciclopedia Nacional de lasCiencias Sociales que su (cuarta) generación dela Escuela Austriaca

difícilmente puede ya verse como una escuela independiente en el sentido de representar doctrinas particulares. Una escuela tiene su máximo éxito cuando deja de existir como tal debido a que sus principales ideales se han convertido en parte de las enseñanzas generales dominantes. La escuela de Viena ha llegado en gran medida a disfrutar de ese éxito. (Hayek 1968, p. 52)

Unas pocas frases después Hayek destaca la “teoría del valor y el precio” como la contribución austriaca clave para la economía moderna (reconociendo, por supuesto, la influencia de Marshall y presumiblemente también de Hicks, Allen y Samuelson).

Estas declaraciones difícilmente pueden significar que Mises y Hayek no reconocieran las importantes distinciones entre las tres tradiciones marginalistas, dado su importante trabajo sobre la metodología de la Escuela Austriaca (Mises 1933, 1962; Hayek 1952). Más bien indican que ambos, Mises y Hayek, consideraban la teoría del valor y el precio como esencial para la tradición austriaca, un énfasis compartido ampliamente por todos los economistas teóricos. Consideremos que el ensayo de Mises de 1932 se centra en las diferencias entre la economía teórica y el historicismo de la última Escuela Histórica Alemana. De hecho, los objetivos doctrinales usuales de Mises eran el historicismo, el institucionalismo y otras formas que lo que se consideraba como “anti-economía”, no versiones alternativas de economía teórica (no digamos las distintas ramas dentro de la Escuela Austriaca). En la lucha por la economía teórica, Mises consideraba como aliados la tradición neoclásica de Lausana y británica. Las tres tradiciones marginalistas tomaban valor, precio, intercambio y producción como su núcleo central.[1]

Quizá reconociendo la cercanía entre la teoría austriaca del valor y el precio y la dela economía ortodoxa, comentaristas recientes han buscado en otras partes las características que distinguen a la Escuela Austriaca. Klein (2008, p. 361), por ejemplo, identifica la noción hayekiana de “orden espontáneo” como la principal contribución de la tradición austriaca, pidiendo que la etiqueta “austriaca”, con sus connotaciones históricas y geográficas concretas, sea reemplazada por “economía del orden espontáneo” o por “economía de Smith-Hayek”. La economía austriaca, argumenta, es parte de una tradición más amplia que incluye personajes clave como la ilustración escocesa, los liberales clásicos franceses de los siglos XVIII y XIX y pensadores del siglo XX como Michael Polanyi.[2]

Aunque estoy de acuerdo con Klein (2008) en que la tradición austriaca es parte de un movimiento liberal más grande, argumento aquí que la economía austriaca es sin embargo un tipo distinto de análisis económico y que la esencia de la aproximación austriaca no es el subjetivismo, el proceso de mercado (desequilibrio) o el orden espontáneo, sino lo que llamo la economía cotidiana: teoría de precios, teoría de capital, teoría monetaria, teoría del ciclo económico y teoría del intervencionismo. Llamada es esto el “núcleo duro” de la economía austriaca. Argumento que este núcleo duro es

  1. Distinto, y no meramente una interpretación de la economía neoclásica de mediados del siglo XX;
  2. El fundamento único para el análisis austriaco aplicado (economía política, teoría social, administración de empresas y similares y
  3. Un cuerpo de conocimiento vivo y en evolución, enraizado en contribuciones clásicas del pasado pero no limitado por ellas.[3]

Una visión diferente se encuentra en el influyente libro de Vaughn (1994) sobre el movimiento austriaco moderno. La caracterización de Vaughn del “renacimiento austriaco” después de 1974 ha resultado polémica (Gordon 1995; Rothbard 1995; Ekelund 1997; Thornton 1999). Su interpretación de las primeras tres generaciones dela Escuela Austriaca, por el contrario, han recibido relativamente poca atención. Vaughn caracteriza coherentemente la teoría de precios de Menger, Böhm-Bawerk, Mises y Rothbard como retrógrada, incoherente y a menudo errónea. Sus desarrollos de economía cotidiana, dice, son principalmente economía “neoclásica” verbal, porque se basan fuertemente en concepciones de equilibrio; de hecho la teoría de precios de Menger es la de un “economista neoclásico medio formado” (Vaughn 1994, p. 19). La contribución austriaca distintiva de Menger, argumenta Vaughn (1994, pp. 18-19) son “sus muchas referencias a problemas de conocimiento e ignorancia, sus explicaciones de la aparición y función de las instituciones, la importancia de articular procesos de ajuste y sus muchas referencias al progreso de la humanidad”. Estos temas, que atrajeron considerable atención durante el “renacimiento austriaco” de la década de 1970, están explicados en el libro de Menger de 1883, Untersuchungen iiber die Methode der Socialwissenschaften und der politischen Oekonomie insbesondere [Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales, con especial referencia a la economía]. Sin embargo están en buena parte ausente en los Principios.

En concreto, Vaughn mantiene que hay una contradicción esencial en la comprensión de los mercados de Menger y Mises, porque emplean al tiempo teorización del equilibrio y hablan de tiempo, incertidumbre, “proceso” y, en el caso deMenger, instituciones. Por ejemplo, La acción humana, de Mises, combinaba “algunas ideas fundamentales de Menger con el aparato de la teoría neoclásica de precios en detrimento de ambos” (Vaughn 1994, p. 70).

Argumento aquí en contra de esta caracterización de Menger, Mises y sus contemporáneos. Como se explica más adelante, los economistas austriacos de Menger a Rothbard eran completamente conscientes acerca del tiempo, la incertidumbre, el conocimiento, las expectativas, las instituciones y los procesos de mercado. De hecho, su comprensión de estos temas era sofisticada. Empleaban teorización del equilibrio, pero de una forma precisa y deliberada. Entendían claramente la distinción entre su propia comprensión de la economía cotidiana y la de sus colegas walrasianos y jevonianos. Dedicaban sus energías a desarrollar y comunicar los principios de la economía cotidiana, no porque no entendieran la importancia de conocimientos, procesos y coordinación, sino porque consideraban estos últimos temas como subordinados a la principal tarea de la ciencia económica, que es la concepción de una teoría más satisfactoria del valor, la producción, el intercambio, el precio, el dinero, el capital y la intervención.

Temas centrales de la economía austriaca antes de 1974

Antes de 1974, la mayoría de la economía austriaca se ocupaba de temas de economía cotidiana. Los Principios de Menger (1871) se ocupan enteramente de valor, precio e intercambio (además de una pequeña sección sobre dinero). Menger pretendía que los Principios fueran una introducción a una obra más larga y completa. La secuela planeada no se escribió nunca, pero por las notas de Menger, nos dice Hayek (1934, p. 69), “sabemos que la segunda parte iba a tratar de ‘intereses, salarios, renta, crédito y papel moneda’, una tercera parte ‘aplicada’, de la teoría de la producción y el comercio, mientras que una cuarta parte iba a explicar la crítica del sistema económico actual y propuestas para una reforma económica”. Los tres volúmenes del gran tratado de Böhm-Bawerk (1884–1912), Capital e interés, se ocupan principalmente de la teoría del capital y el interés, pero también incluyen las famosas secciones (en el volumen II, Teoría positiva del capital) sobre valor y precio, presentando la aproximación de “pares marginales” a la formación de precios. La Economía social de Wieser (1914) es más amplia, como Wieser a lo largo de su carrera, pero sigue centrándose principalmente en cuestiones fundamentales de valor, intercambio, producción, precio de factores y comercio internacional. Los economistas anglo-americanos influidos por los austriacos (Phillip Wicksteed, Frank Fetter, Henry Davenport y J. B. Clark, por ejemplo) también veían el núcleo de la economía austriaca como su teoría del valor y el intercambio, no conocimiento, expectativas y desequilibrio.[4]

Posiblemente el ejemplo más notable de compromiso austriaco con la economía cotidiana es El hombre, la economía y el estado de Rothbard (1962). De los 12capítulos en la edición original, todos salvo dos se centran en detalles de valor, precio, intercambio, capital, dinero competencia y similares. (El capítulo 1 se ocupa de temas metodológicos y ontológicos, el capítulo 12 de la teoría de la intervención del gobierno). Solo la teoría de la producción tiene cinco capítulos. Incluso si se incluye Poder y mercado, el libro contiene poco acerca de expectativas subjetivas, aprendizaje, equilibramiento, órdenes emergentes y similares. Tal vez por esta razón, Vaughn (1994, p. 96) dice que el tratado de Rothbard “debe haber parecido a un lector típico ser una economía más o menos familiar, presentada casi exclusivamente en palabras con pocas definiciones polémicas y algunos extraños gráficos  discontinuos”.

El hombre, la economía y el estado pretendía por supuesto ser una presentación más elemental y sistemática de La acción humana de Mises (1949), que cubre un rango más amplio de temas filosóficos, históricos y sociológicos (Stromberg 2004). Por ejemplo, La acción humana empieza con unas largas secciones metodológicas y ontológicas y capítulos sobre “Tiempo” e “Incertidumbre”. Aun así, la mayoría del libro (los 16 capítulos, incluyendo las partes 3, 4 y 5) se ocupan de los temas económicos centrales del valor, el precio y el intercambio. Lo mismo vale, al menos parcialmente, para otra importante contribución de posguerra a la economía austriaca, El capital y su estructura, de Lachmann (1956). El libro de Lachmann incluye explicaciones largas y profundas de las expectativas (capítulo 2) y el “análisis de procesos” (capítulo 3), definido como “un método causal-genético de estudio del cambio económico, siguiendo los efectos de las decisiones realizadas independientemente unas de otras por una serie de individuos a lo largo del tiempo y demostrando cómo la incompatibilidad de estas decisiones requiere su revisión después de un tiempo” (Lachmann 1956, p. 39).[5] Lo que tenía aquí en mente Lachmann es el continuo reajuste de la estructura de capital de la economía (lo llama “rebarajado” y “reagrupación”) al experimentar las empresas con diversas combinaciones de bienes de capital. Sin embargo, está claro que Lachmann tenía un propósito concreto en mente, que era explicar las implicaciones de la heterogeneidad del capital para la teoría de la producción, el crecimiento económico y el ciclo económico. El libro no se centra principalmente en preocupaciones metateóricas, sino en la propia teoría económica del capital.

La principal excepción a este patrón es Hayek, cuyos influentes ensayos sobre el conocimiento (Hayek 1937, 1945) y la competencia (Hayek 1948) aparecieron a mediados de siglo.[6] Por supuesto, la reputación de Hayek en este momento se basaba en sus contribuciones técnicas a la teoría monetaria y del ciclo económico (ver los ensayos recogidos en Hayek 2008) y el principal interés de Hayek, desde sus primeros escritos a finales de la década de 1920 hasta su traslado a Chicago en 1950, siguió siendo la teoría económica, definida convencionalmente.[7] Más en general, aunque muchos miembros de compañeros de viaje de la Escuela Austriaca escribieron sobre amplios temas sociales, todos consideraron a la economía técnica como en corazón del proyecto mengeriano.

Por el contrario, La economía del tiempo y la ignorancia, de O’Driscoll y Rizzo (1985) contiene solo unas pocas referencias a Menger y ninguna a Böhm-Bawerk (fuera del capítulo de Roger Garrison sobre el capital). Después de un prólogo, contiene capítulos como “Subjetivismo estático frente a subjetivismo dinámico”, “Conocimiento y decisiones”, “La concepción dinámica del tiempo” y “La incertidumbre en el equilibrio”. Le sigue una sección de aplicaciones, que muestra capítulos sobre “Competencia y descubrimiento”, “La economía política de la competencia y el monopolio” y capítulos sobre capital y dinero. Así que al menos la mitad del libro se ocupa de temas ontológicos y metateóricos, mientras que los principios centrales de valoración, formación de precios y teoría de la producción ocupan relativamente poco espacio. O consideremos el volumen editado de The Market Process: Essays in Contemporary Austrian Economics (Boettke y Prychitko 1994). De las cinco partes principales del libro, solo una “Dinero y banca”, se ocupa principalmente de un tema económico convencional; una sección sobre “Coste y elección” incluye un capítulo sobre teoría de utilidad, pero incluso este capítulo es principalmente ontológico, mientras que el resto de la sección se centra en temas metateóricos (con una sección de aplicación sobre economía política).

Se podría inferir que estas obras tomaron el cuerpo básico de la teoría causal-realista de los precios como dado y tan bien establecido que resultaba innecesario un mayor desarrollo, prefiriendo así concentrarse en aplicaciones avanzadas, fundamentos metodológicos, críticas y similares. Sin embargo, como atestiguan las declaraciones de Vaughn (1994) antes citadas, los austriacos después de 1974 en modo alguno aceptaban los principios centrales de la teoría austriaca de precios como correctos o siquiera como una aproximación distinta en absoluto, frente a una interpretaciones verbal de la economía de Walras y Marshall. Por el contrario, los austriacos después de 1974 han tendido a considerar los temas del conocimiento, la incertidumbre, el precio y similares como la contribución distintiva de la Escuela Austriaca.

Como se señalaba antes, para Vaughn (1994) el más “austriaco” de los textos austriacos clásicos es la colección de ensayos metodológicos deMenger. Estos ensayos trataban de defender la aproximación teórica de Menger frente a los métodos de la última Escuela Histórica Alemana, provocando la feroz reacción de Gustav Schmoller y sus seguidores, que se convirtió en un completo Methodenstreit. Aquí Menger  presenta su teoría de las instituciones “orgánicas”, lo que Hayek (1973-79, p. 43) llamaba “orden espontáneo”.[8] ¿Cómo es posible, pregunta Menger (1883, p. 146), “que instituciones que sirven al bienestar común y son extremadamente importantes para su desarrollo aparezcan sin una voluntad común dirigida a su establecimiento?” El ensayo de Menger (1892) sobre el dinero proporciona un ejemplo detallado de este proceso, en el que un medio de intercambio comúnmente aceptado aparece como subproducto de las decisiones de comerciantes individuales de adoptar materiales concretos como moneda. Un patrón monetario, en este sentido, es el “resultado de la acción humana, pero no el resultado de un diseño humano” (Hayek 1948, p. 7).[9] ¿Se relacionan estas ideas con la teoría de precios escrita en los Principios deMenger, de la que están ausentes en buena medida?

Primero, advertid que el pasaje que trata del orden espontáneo ocupa solo dos capítulos cotos (30 páginas en la edición inglesa de 1981) en un libro de 16 capítulos (de 237 páginas). Estos capítulos son innegablemente profundos y han ejercido una gran influencia en la comprensión de los fenómenos sociales por parte de posteriores austriacos (White 1981). Sin embargo, la mayoría del texto se ocupa de la defensa de Menger de la economía como “ciencia teórica”, con “leyes exactas”, en lugar de una ciencia histórica que trata de “economías nacionales” históricamente contingentes. Segundo, los ejemplos de Menger de fenómenos orgánicos no se limitan al lenguaje, la religión, el derecho, la competencia y el dinero. De hecho, Menger introduce el concepto de procesos sociales emergentes con un ejemplo más cotidiano: los precios.

Podríamos apuntar una larga serie de fenómenos de este tipo. Sin embargo tratamos de describir la idea anterior con un ejemplo que es tan chocante que excluye cualquier duda del significado de lo que planeamos presentar aquí. Nos referimos al ejemplo de los precios sociales [es decir, los precios de mercado] de los bienes. Como es bien sabido, son en casos concretos completamente o al menos en parte el resultado de factores sociales positivos, por ejemplo, precios bajo la influencia de leyes fiscales o salariales, etc. Pero en general se forman y cambian libres de cualquier influencia estatal dirigida hacia regularlos, libres de cualquier acuerdo social, como resultados no buscados de movimientos sociales. Lo mismo pasa con los intereses de capital, las rentas de los terrenos, el beneficio especulativo, etc. (1883, p. 146)

En otras palabras, el concepto e orden espontáneo de Menger es simplemente el proceso por el que la interacción voluntaria establece regularidades sociales como precios, salarios, tipos de interés, rentas y similares. No solo el propio sistema de mercado es un producto del orden espontáneo en este sentido, sino que también lo son los precios individuales de mercado.

La presentación de Menger desafía aquí la distinción habitual (Davis y North 1971) entre el entorno institucional (o “reglas del juego”) y las disposiciones institucionales (el juego mismo) que aparecen en ese entorno. La nueva economía institucional (Klein 1998; Williamson 2000) normalmente trata lo primero (el sistema legal, lenguaje, normas y costumbres y similares) como resultados de la acción humana, pero no del designio humano, mientras que los segundo (empresas, contratos, los términos de transacción concretas) como elproducto de un diseño deliberado por parte de agentes concretos. Menger trata a ambos tipos de instituciones como “espontáneas”, lo que significa (generalmente) no dirigidas por planificadores estatales. En otras palabras, para Menger la teoría de precios no es una disciplina técnica independentemente de la investigación de órdenes espontáneos: la teoría de precios es una investigación del orden espontáneo. Repito, en palabras de Menger:

Precios de mercado, salarios, tipos de interés, etc., han aparecido exactamente de la misma forma que esas instituciones sociales que mencionamos en la sección anterior. Pues en general tampoco son el resultado de causas socialmente teleológicas, sino el resultado no pretendido de innumerables esfuerzos de sujetos económicos buscando intereses individuales. (…) Los métodos para la comprensión exacta del origen de las estructuras sociales creadas “orgánicamente” y los de la solución de los principales problemas de la economía exacta son idénticos por naturaleza. (1883, pp. 158-159)

El equilibrio en la economía austriaca cotidiana

La economía de Menger, como se ha documentado en otros lugares (Caldwell 1990; Salerno 1999a; Klein 2006), es causal-realista, marginalista y subjetivista. A pesar de frecuentes afirmaciones de que la economía austriaca se define como “economía de procesos de mercado” o “economía del desequilibrio”, el concepto de equilibrio se muestra principalmente en la economía causal-realista (Hülsmann 2000; Gunning 2001; MacKenzie 2008). En el análisis austriaco aparecen al menos cuatro formas distintas de equilibrio. Siguiendo la terminología de Mises, enmendada por Salerno (1994a), podemos llamarlas el estado de calma simple (ECS), el estado de calma completamente arbitrado o “estado de calma de Wicksteed” (ECW), el estado de calma final (ECF) y la economía en rotación constante (ERC). Dos de ellos, el ECS y el ECW, describen resultados del mundo real, mientras que el ECF y el ERC eran lo que Mises llamaba “concepciones imaginarias”, escenarios hipotéticos que no aparecen en la realidad, pero que son útiles para el razonamiento económico, permitiendo al teórico aislar los efectos de acciones o circunstancias particulares, manteniendo contante todo lo demás.

El ECS se obtiene cada día en el mundo real, cada vez que un comprador y vendedor acuerdan un precio y realizan un intercambio, agotando momentáneamente las ganancias del comercio (Menger llamaba a estos “puntos de calma”; Böhm-Bawerk “equilibrios momentáneos”). Una serie de compradores y vendedores potenciales interactuando en una espacio definido de mercado también puede describirse como un ECS una vez concluya el periodo de transacción. “Cuando se cierra la bolsa, los corredores han llevado a cabo todas las órdenes que podían ejecutarse al precio del mercado. Solo aquellos potenciales vendedores y compradores que consideran los precios del mercado demasiados bajos o demasiado altos respectivamente no vendieron ni compraron” (Mises 1949, p. 245). En este punto “aparece un estado de calma”. El ECS persiste mientras permanezcan constantes las valoraciones relativas de los bienes y servicios a intercambiar por los participantes en el mercado (incluyendo las demandas especulativas).

Los precios ECS no son necesariamente los que aparecerían en el “estado de calma final” (ECF), una situación hipotética, no alcanzada nunca, tras una secuencia de acontecimientos en la que los datos básicos del mercado están congelados, pero los participantes del mercado continúan comerciando, revisando sus creencias acerca de los precios reservados de otros participantes y obteniendo mejor formación acerca de posibilidades tecnológicas y demandas del consumidor, hasta que se agotan todas las ganancias viables del comercio. Después de analizar el ECS “Vamos un paso más allá. Prestamos atención a factores que están destinados a producir una tendencia hacia cambios en los precios. Tratamos de descubrir a qué objetivo debe llevar esta tendencia antes de que se agote toda su fuerza motriz y aparezca un nuevo estado de calma” (Mises 1949, p. 246). Por supuesto, en la economía real estos factores subyacentes están cambiando constantemente y por tanto nunca se llega al ECF.[10]

El ECF se usa para ver los efectos de cambios en gustos, tecnología, expectativas, disponibilidad de recursos y otras variables exógenas en patrones de asignación de recursos al centrarse una secuencia de equilibrios de ECS en los que los participantes del mercado ajustan su comportamiento hasta que se agotan todas las ganancias del comercio. Como explica Salerno (2006):

El análisis ECF también empieza con una economía completamente ajustada en la que los beneficios son actualmente cero. Sin embargo en esta concepción el pasado y el futuro son relevantes para la planificación económica. Se permite que se produzcan alteraciones en los datos económicos, pero solo una cada ve y con un lapso de tiempo entre cambios suficientemente largo como para permitir un completo ajuste de precios y producción en la economía para cada cambio, haciendo así que aparezca un nuevo ECF con un beneficio cero antes de que pueda ocurrir otro cambio en los datos económicos. Durante la transición al nuevo ECF, aparecen pérdidas y ganancias en toda la economía, estimulando a los empresarios a barajar y rebarajar recursos y combinaciones de capital para aprovechar oportunidades de beneficio y evitar pérdidas.

Salerno (2006) apunta que Mises modeló su concepción siguiendo la noción de equilibrio “dinámico” de Clark, similar a lo que se llama “estática comparativa” en la economía neoclásica contemporánea. Mises “usó la concepción de Clark al formular un análisis ‘paso a paso’ o ‘de proceso’, demostrando lógicamente la secuencia de cambio que se produce a lo largo de todo el sistema interdependiente de mercados en la transición al nuevo ECF”, por ejemplo, al seguir los efectos de un aumento en la oferta monetaria en los precios y la asignación de recursos. (Sin embargo, la estática comparativa moderna, formalizada por Hicks (1939) y Samuelson (1947), se abstrae del elemento tiempo).

Es importante destacar que el paso del ECS al ECF tiene lugar en tiempo analítico, no en tiempo de calendario; el análisis ECF es un ejercicio lógico, que no pretende explicar la secuencia de acontecimientos que tiene lugar en mercados reales, pues los “datos” subyacentes están en un flujo constante. Este punto no se entiende bien, incluso entre austriacos. Por ejemplo, Boettke y Prychitko (1994) advierten sobre el exceso de confianza en la teorización del equilibrio en la economía austriaca, incluso calificando a algunas de las contribuciones en  la economía austriaca como “austricismo neoclásico”.[11] “Cuando los austriacos se refieren a la proximidad de un estado final en su tratamiento del emprendimiento pueden estar confiando en demasía en la concepción del equilibrio” (Boettke y Prychitko 1994, p. 65). Sin embargo, la teoría causal-realista del precio de Menger y sus seguidores no hace ninguna suposición acerca de la “proximidad” de los precios ECS o ECW a sus valores ECF en tiempo de calendario. Por el contrario, el teórico usa la concepción imaginaria del ECF para explicar qué patrón de actividades y propiedad obtendría siguiendo un cambio exógeno en preferencias, disponibilidad de recursos o conocimiento tecnológico, manteniendo el resto constante. El teórico causal-realista no supone que esos ajustes tengan lugar en tiempo de calendario; de hecho, esta proceso imaginario sería imposible en un mundo en el que preferencias, acciones, tecnología y similares están cambiando constantemente.

Entre el ECS y el ECF está el ECW, un concepto realista en el que el comercio tiene lugar mientras las preferencias permanecen constantes, con los participantes en el mercado revisando sus creencias acerca de los precios reservados de otros participantes hasta que se agotan todas las ganancias viables del comercio. El mercado de las frutas de Wicksteed (1910, pp. 219-228) es el ejemplo canónico.[12] Al final de cada día de mercado, un periodo de tiempo en el que preferencias, existencias de bienes y el grupo de comerciantes permanecen fijos, se ha alcanzado lo que Wicksteed llama “el precio equilibrador”. En esta situación, “la posición marginal del producto en cuestión es idéntica respecto de todas las escalas relativas de todos los que han asegurado un producto y por encima de todos está en las escalas de cualquiera de quienes no lo han conseguido” (Wicksteed 1910, p. 216). El día de mercadoesuna concepción hipotética, en el sentido de que vale solomientras preferencias, conocimiento técnico, existencias de bienes disponibles para intercambio y demás se mantengan constantes. Y aun así, el ECW no es una concepción puramente imaginaria, ya que su proceso de equilibrado tiene lugar en mercados reales, al menos durante periodos cortos de tiempo de calendario.

Suponiendo que los datos subyacentes no cambian, [esta] aproximación proporciona una explicación coherente de cómo, al irse haciendo la información más completa y la especulación más precisa, los ECS se suceden unos a otros hasta que aparece la situación intermedia de equilibrio representada por un estado de calma completamente arbitrado (o ECW). (Salerno 1994a, p. 102)

La ERC, utilizada por Mises (1949, pp. 247-251) y Rothbard (1962, pp. 320-328), sirve para una función más limitada. La ERC es una concepción imaginaria en la que preferencias, tecnología y disponibilidad de recursos se mantienen constantes y se supone que los agentes repiten la misma serie de acciones cada día de mercado. Tiene lugar una actividad económica (hay producción, consumo, ahorro e inversión), pero los empresarios puede predecir el futuro con certeza. La principal función de la ERC es demostrar que en ausencia de incertidumbre, los precios de los factores aumentarán hasta el producto su ingreso marginal completamente descontado, eliminando la pérdida y ganancia empresarial. Los propietarios de negocios seguirían ganando renta por intereses si adelantan salarios a trabajadores y otros propietarios de factores antes de que se complete la producción y se cobren las ventas y pueden ganar salarios implícitos del trabajo que proporcionan a la empresa, pero no puede haber ganancias ni pérdidas. Solo usando esa concepción, argumentaba Mises, puede el teórico descomponer los ingresos de los negocios en el mundo real en intereses, salario implícito del propietario y beneficio empresarial.[13]

Como se señalaba antes, el ECS y el ECW se consideran fenómenos realistas, no concepciones hipotéticas (como el ECF y la ERC). El “equilibrio del día de mercado” de Marshall también pretende explicar el precio del mundo real en los mercados, algo similar al ECW de Wicksteed, pero incluye supuestos arbitrarios acerca de la utilidad marginal del dinero (Walker 1969).[14] Igualmente el “equilibrio temporal” de Hicks (una forma de equilibrio general walrasiano que incorpora las expectativas de los agentes de los precios que obtendrán en futuros periodos de comercio) comparte elementos del ECW austriaco. Sin embargo, como el equilibrio walrasiano, es una concepción deliberadamente artificial, que no pretende explicar precios reales de mercado, sino que es un paso de modelado para explicar el concepto de equilibrio intertemporal (De Vroey 2002).

Así que antes de 1974 los economistas austriacos usaban las concepciones realistas de equilibrio del ECS y el ECW y las concepciones imaginarias del ECF y la ERC, para explicar los fenómenos básicos de valor, producción, intercambio y precio. Su obra se construye a partir de la teoría del valor de Menger y sus conceptos subyacentes de propósito, subjetivismo e incertidumbre y las extensiones de la aproximación mengeriana para ocuparse de la formación de precios bajo intercambio directo (el mercado de caballos de Böhm-Bawerk, el mercado de frutas de Wicksteed), cálculo monetario e intercambio indirecto, teoría del capital (la estructura temporal de producción y la heterogeneidad de bienes de capital), el análisis ECF, los efectos de la intervención del gobierno (teoría del ciclo económico, regulación) y otros aspectos cotidianos de la vida comercial.

Conocimiento, expectativas y la convergencia hacia el equilibrio

Desde el “renacimiento austriaco” de la década de 1970, los temas de economía cotidiana antes descritos han atraído relativamente poca atención. Los temas más populares entre los austriacos modernos han incluido la ·”banca libre” de reserva fraccionaria, la economía política y los fundamentos metodológicos de la escuela austriaca. Durante la década de 1980 tuvo lugar un largo debate sobre la existencia de “tendencias equilibradoras” en la economía de mercado, con Kirzner y Lachmann representando posturas opuestas (Selgin 1988). Kirzner argumentaba que la existencia de oportunidades de beneficio bajo desequilibrio y la tendencia de empresarios avezados a descubrir y explotar estas oportunidades, era bastante para establecer una tendencia general sistemática hacia el equilibrio. Por el contrario, Lachmann mantenía que a la vista de la incertidumbre “radical”, incluyendo expectativas subjetivas, no podían suponerse tendencias equilibradoras, al faltar alguna explicación para el aprendizaje. Conocimiento, expectativas y la convergencia hacia el equilibrio pasaron a ocupar el centro del escenario en el programa austriaco de investigación.

Mi propósito en esta sección no es analizar este debate, sino preguntar por qué el problema de la convergencia hacia el equilibrio recibió tan poca atención en los primeros escritos austriacos. Ni Menger, ni Böhm-Bawerk, ni Wieser, ni los austriacos anglo-americanos, ni Mises dedicaron mucho esfuerzo a este asunto. Si la presencia o ausencia de tendencias equilibradoras en el proceso empresarial del mercado es el problema central de la teoría del precio, ¿por qué no lo reconocieron los primeros austriacos?

Primero, la literatura austriaca moderna usa el término equilibrio muy ampliamente y a menudo sin coherencia. Por ejemplo, O’Driscoll y Rizzo (1985, p. 39) se refieren a precios “correctos” e Incorrectos”, identificando esto últimos con precios de “no equilibrio”, aunque la concepción del equilibrio no se define ni explica con detalle hasta mucho más tarde en la explicación. Vaughn (1994) se refiere a “modelos de equilibrio (p. 2), “estados de equilibrio” (p. 3), “teorización del equilibrio” (p. 8 ) y más (¡todo dentro de la primera docena de páginas!), pero no proporciona una definición formal de ningún concepto de equilibrio hasta la explicación de Mises en su cuarto capítulo (pp. 81-82). Allí califica la distinción de Mises entre tres concepciones de equilibro (ECS, ECF y ERC) como “sorprendentemente insatisfactoria” (p. 81), aparentemente tratando el ECS y ECF como equivalentes al equilibrio parcial a corto y largo plazo de Marshall, respectivamente y a la ERC como una concepción inútil propia de Mises.[15]

Más en general, la literatura austriaca moderna sobre “desequilibrio” no siempre es cuidadosa en definir el concepto de equilibrio y prácticamente nunca explica distinciones entre ECS, ECW, ECF y ERC. O’Driscoll y Rizzo (1985, pp. 80-85) argumentan que los austriacos modernos normalmente tienen alguna idea de “coordinación de planes” en mente. De hecho las cuatro concepciones de equilibrio descritas antes implican una forma de coordinación de planes, en el sentido de que los individuos dedicados al intercambio tienen creencias compartidas acerca de lo que hay que intercambiar, qué precio debe pagarse y así sucesivamente. Sin embargo como observan O’Driscoll y Rizzo (1985, p. 80), la coordinación de planes (la llaman “equilibrio hayekiano”) es un concepto muy general; “puede ser parcial o general y puede predominar sobre los distintos ‘plazos’ del tiempo marshalliano”.[16] Puede decirse que lo planes están “coordinados” en el ECS, en el sentido de coordinación recién mencionado, sin estar “coordinados” en ningún sentido amplio, como en un periodo mayor de tiempo, una mayor cantidad de comerciantes potenciales o tipos de bienes, etc. Como dicen O’Driscoll y Rizzo (1985, pp. 80-81): “Así pues, el equilibrio hayekiano debe suponer expectativas homogéneas con respecto al periodo de tiempo dentro del cual prevalece el equilibrio. Sin embargo, fuera de ese periodo, las expectativas pueden ser, y a veces deben ser, divergentes”. Continúan para concluir que el equilibrio hayekiano, en cualquier forma, no puede obtenerse en el intercambio real. “Hayek y otros economistas austriacos no se dieron cuenta de que el equilibrio no es una concepción directamente operativa y de que el mundo real nunca está en equilibrio” (p. 81). Esto es claramente falso, sin embargo, con respecto al ECS (y, en menor grado, el ECW) cuando se expresa en términos de “coordinación de planes”.

Rothbard (1962) es algo impreciso al distinguir entre concepciones de equilibrio. Su explicación de la determinación del precio (pp. 79-186 y passim) se centra principalmente en los precios ECS, aunque ocasionalmente se refiere a precios que “tienden a” sus valores de equilibrio (ECW). Como se ha descrito antes, todo precio pagado en una transacción real es un precio ECS, así que el concepto de un precio de mercado tendiendo hacia su valor ECS tiene poco sentido. Por supuesto, los precios ECS pueden ser lo que la literatura walrasiana llama “falsos precios”, lo que significa que difieren de sus valores ECW o ECF.

En su tratamiento de las expectativas, Rothbard (1962, pp. 130-137) señala que la formación de precios ECS no supone un conocimiento perfecto. De hecho, las curvas de oferta y demanda que subyacen el análisis ECS incorporan las expectativas de futuros cambios de precio de los participantes del mercado, expectativas que pueden ser coherentes o no con las de otros participantes del mercado. Si las expectativas son incorrectas, entonces aparece escasez o abundancia al comerciar los participantes del mercado a precios ECS (a lo que llama Rothbard (1962, p. 134) “puntos de calma provisional”), que difieren de sus valores una vez se han arbitrado estas diferencias de precios (un estado de cosas supuestamente como el ECW, aunque Rothbard no es explícito en este punto). Al irse revelando esta escasez o abundancia, los participantes del mercado ajustarán sus expectativas hasta que aparece el precio completamente arbitrado, al que Rothbard llama aquí el “precio genuino de equilibrio”. Así que Rothbard sí asume un proceso sencillo de aprendizaje, aunque no explica los detalles de este proceso. Sin embargo, sus suposiciones acerca del conocimiento y capacidad de los participantes del mercado para aprender de sus equivocaciones (“errores especulativos”) son mínimas. Se supone que los participantes del mercado ajustan sus expectativas en torno a los precios ECS que aparecen momento a momento, en los mercados en que están activos estos comerciantes. En otras palabras, sus expectativas a muy corto plazo, no expectativas a largo plazo (en el sentido marshalliano de largo plazo).

Igualmente, la teoría austriaca del precio de Böhm-Bawerk, Wicksteed, Fetter, Mises y Rothbard trata los movimientos de precios de los valores ECS a ECW como un proceso directo. No requiere un “conocimiento perfecto”, solo que los agentes conozcan las abundancias y escaseces (de comerciar a precios falsos) y que ajusten sus pujas de acuerdo con ello. Como se ha señalado antes, las expectativas de los agentes acerca de las preferencias de otros agentes ya están incorporadas en las pujas reservadas. Aunque estos escritores no fueron tan explícitos acerca de sus suposiciones con respecto al conocimiento y las expectativas como Mayer (1932), Hayek (1937, 1945) y los posteriores austriacos, no eran inconscientes de procesos subyacentes de liquidación del mercado. Por ejemplo, Wicksteed es explícito en que los errores de previsión explican la desviación del ECS (el “precio real”) de sus equivalentes ECW (el “precio ideal”):

Un mercado es la maquinaria por la que para quienes en cuyas escalas de preferencia cualquier producto está relativamente alto se ponen en comunicación con aquellos en cuyas escalas está relativamente bajo, con el fin de que puedan tener lugar intercambios para satisfacción mutua hasta que se establezca el equilibrio. Pero este proceso siempre ocupará tiempo necesariamente. Las personas que constituyen potencialmente el mercado no estarán en absoluto presentes al mismo tiempo y por tanto la composición de la escala colectiva (de la que depende el punto ideal de equilibrio, junto con la cantidad total del producto en existencia) debe ser cuestión de estimación y conjetura. Las transacciones realmente realizadas en cualquier momento serán determinadas en relación con las posibilidades anticipadas de transacciones en otros momentos. La especulación con respecto a si estas posibilidades futuras será más o menos elaborada y conscientes, de acuerdo con la naturaleza del mercado y el plazo de tiempo sobre el que es probable que se extienda el ajuste. Pero la especulación está siempre presente cuando cualquier poseedor del producto rechace vender en el momento al precio que sabe que estará dispuesto a acabar aceptando (ya sea una hora u once meses después), si se convence de que no puede conseguir más; o si cualquier comprador rechace en el momento dar un precio al que sabe que estará dispuesto a acabar llegando si la alternativa es irse sin el producto; o si alguien compra a un precio por debajo del que acabaría vendiendo en lugar q quedarse con el producto para su propio uso. (Wicksteed 1910, p. 236)

Estos errores de previsión se revelan, continúa Wicksteed, al intercambiar los comerciantes a precios no ECW en tiempo real:

Si nadie tiene al principio una concepción correcta de los hechos, una serie de estimaciones tentativas y la observación de las transacciones que tienen lugar bajo su influencia pueden revelarla gradualmente, y si pudiésemos eliminar todo error de estimaciones especulativas y reducir las preferencias derivadas a una correspondencia exacta con las preferencias primarias que representan y sobre las que se basan, el precio real se correspondería siempre con el precio ideal. (pp. 236-237)

Salerno (1994a, p. 105) señala que Mises, en La teoría del dinero y del crédito, invoca el arbitraje en su explicación de la paridad de poder adquisitivo (Mises 1912, pp. 195-203). “El precio en dinero de cualquier producto en cualquier lugar, bajo el supuesto de un intercambio completamente libre de restricciones y descartando las diferencias que resultan del tiempo tomado en el tránsito, debe ser el mismo precio en cualquier otro lugar, aumentado o disminuido por el coste monetario del transporte” (pp. 196-197). Por tanto, argumenta Mises,

el poder adquisitivo del dinero muestra una tendencia a llegar al mismo nivel en todo el mundo y que las supuestas diferencia en él son casi completamente explicables por diferencias en la calidad de los productos ofrecidos y demandados, así que queda solo un resto casi despreciable, que se debe a las diferencias en la calidad del dinero ofrecido y demandado.

La existencia de esta tendencia es difícil de cuestionar. (p. 198)

Mises continúa:

Nadie desearía discutir el hecho de que los costes de producción difieren mucho de uno a otro en localidades diferentes. Pero debe negarse que esto ejerza una influencia en el precio de las materias primas y en el poder adquisitivo del dinero. Lo contrario se deduce muy claramente de los principios de la teoría de los precios y está muy claramente demostrado día a día en el mercado, como para necesitar ninguna prueba especial adicional. El consumidor que busca el producto más barato y el productor que busca la venta que dé más concurren en el esfuerzo por liberar a los precios de las limitaciones del mercado local. (pp. 199-200)

Advirtamos que Mises trata la “tendencia” del poder adquisitivo del dinero a igualarse dentro y fuera de los mercados, salvo en los costes de transporte como “claramente demostrada día a día en el mercado”, es decir, como un hecho empírico que no requiere explicación especial.

Aquí merece la pena destacar un punto metodológico. Para los economistas neoclásicos modernos, la aproximación instrumentalista (Friedman 1953) hace intrascendente muchas de esas preguntas acerca de la mecánica que subyace en los procesos de liquidación del mercado. El objetivo de la teoría económica, en esta aproximación, no es explicar los precios reales, sino explicar precios hipotéticos (por ejemplo, precios con información completa, precios de equilibrio de Nash, precios de competencia perfecta y similares). Es improbable que Menger y sus seguidores, dentro de la tradición causal-realista, simplemente asumieran esos resultados del “equilibrio”: después de todo, buscaban explicar los precios reales, no los hipotéticos. Veían los procesos de compradores y vendedores regateando, revisando sus ofertas a la vista de nueva información y así sucesivamente, como fenómenos del mundo real, no concepciones instrumentales como el tâtonnement walrasiano.[17]

Lachmann, aunque expresara reservas acerca de la coherencia lógica de concepciones de equilibrio a nivel de mercado como el ECW, reconocía sin embargo que los puntos de calma de Menger, el equilibrio momentáneo de Böhm-Bawerk y el estado de clama simple de Mises representan fenómenos reales.

A los austriacos les preocupaba, en primer lugar, el individuo en familias y negocios. No cabe duda de que aquí el equilibrio tiene un significado claro y una importancia real. Los hombres realmente tratan de dar coherencia a sus diversas acciones. Aquí una tendencia hacia el equilibrio no solo es un concepto necesario de la praxeología, sino asimismo un hecho de la experiencia. Es parte de la lógica propia de la acción humana. El equilibrio interindividual, como el de un mercado simple, como el mercado de caballos de Böhm-Bawerk, ya plantea problemas, pero sigue teniendo sentido. El “equilibrio en un sector”, al estilo de Marshall, es ya más precario. El “equilibrio en el sistema económico en su conjunto”, como lo concebían Walras y Pareto, está indudablemente abierto a las restricciones [anti-equilibrio] de Mises. (Lachmann 1977, p. 189)

En otras palabras, el carácter deliberadamente irreal de las concepciones de equilibrio que dominan la economía neoclásica (y, por implicación, conceptos austriacos como el ECF y la ERC) no hacen que el propio concepto de equilibro resulte irreal.

Está claro que los teóricos mengerianos del precio no supusieron que los precios reales eran precios ECF o ERC. Permitían creencias subjetivas y heterogéneas acerca de cambios en demanda, disponibilidad de recursos, conocimiento y similares. Y Mises (1949, p. 247) deja claro que el paso del ECS al ECF tiene lugar en tiempo analítico, no en tiempo de calendario. “Entre la aparición de un nuevo dato y el perfecto ajuste del mercado a él debe pasar algún tiempo. (Y, por supuesto, mientras transcurre este periodo de tiempo aparecen otros datos nuevos)”. En otras palabras, la economía real no converge en un ECF, porque mientras el mercado se ajusta a un cambio en los datos, tiene lugar otro, cuyos efectos combinados no pueden conocerse por anticipado. De ahí que la precisión de las expectativas del mundo real no sea esencial para esta aproximación. Estos teóricos no hacen ninguna suposición acerca de la tendencia de los precios ECS y ECW a converger hacia algunos valores “finales”.

¿Qué pasa con la “incertidumbre radical”? Tal vez pueda imaginarse un mercado en el que los precios ECS no “converjan” hacia el ECW debido a expectativas endógenas y subjetivas. Sin embargo, como se explicaba antes, no está claro que tal caso tenga mucha importancia práctica, porque el paso del ECS al ECW requiere solo supuestos modestos acerca de conocimiento (a saber, la capacidad de los participantes en el mercado para aprender de sus errores). Incluso en la economía más sencilla de puro intercambio, la teoría de los precios de Menger permite a los comerciantes tener expectativas subjetivas importantes para ese mercado concreto (es decir, creencias acerca de las preferencias de otros comerciantes), expectativas que se incorporan a las curvas de oferta y demanda ECS.

Vaughn argumenta que son necesarias suposiciones y expectativas mucho más sólidas para un análisis económico, incluso (supuestamente) para la teoría de los precios de Menger.

Si toda acción es especulación, si la gente está constantemente reevaluando sus preferencias, si los empresarios obtienen tanto pérdidas como ganancias, ¿podemos estar seguros de que los mercados son esencialmente ordenados? Tal vez nuestro mundo sea uno en que la racionalidad individual lleve a un derroche y error generalizado. (…) Más en concreto, en un mundo en cambio constante, ¿cómo pueden llevarse a cabo los planes de la gente? ¿Por qué es probable que los especuladores acierten más acerca de las perspectivas empresariales que los propios empresarios? ¿Y cómo se distingue está acción racional de la pura suerte? ¿Cuáles son las regularidades en la vida económica con las que puede contarse para dar estabilidad y previsibilidad a un mundo por otro lado desconcertante? (Vaughn 1994, p. 91)

Lo más probable es que Menger, Böhm-Bawerk, Wieser, Mises y sus contemporáneos vieneses quedarían perplejos por la última declaración en la cita anterior. La ciencia de la economía, en la formulación de Menger, trata de la explicación de regularidades, las “leyes exactas” de la realidad, descritas en las Investigaciones. Como escribía Menger a Walras en 1884:

Es bastante necesario que volvamos a los elementos más simples de los generalmente muy complejos fenómenos que están aquí en cuestión, de forma que determinemos así en de forma analítica los factores últimos que constituyen los fenómenos, los precios y que luego acordemos para estos elementos la importancia que corresponde a su naturaleza y que, al mantener esta importancia, tratemos de establecer las leyes de acuerdo con las cuales los fenómenos complejos de la interacción humana deriven de fenómenos simples. (citado en Hülsmann 2007, p. 106)

Como observaba Bastiat, París se alimenta. La tarea de la economía es explicar por qué.

El énfasis temprano de los austriacos en el orden nos ayuda a entender las declaraciones de Mises y Hayek, citadas al principio de este trabajo, acerca de la relación cercana entre economía austriaca y neoclásica. Menger, Walras y Jevons, todos buscaban explicar las regularidades dela vida económica. Por el contrario, los historicistas veían la economía como un piélago caótico que desafiaba una explicación racional. De hecho, algunas interpretaciones contemporáneas de la economía austriaca parecen ponerla más cerca de la Escuela Histórica Alemana que de la escuela austriaca. Por ejemplo, Vaughn escribe de Mises:

¿Qué pasa con las fuentes de descoordinación y desorden en mercados [libres no intervenidos]? Mises realmente tenía muy poco que decir acerca de esos problemas y de hecho se concluye que pensaba que el desorden era un problema relativamente menor. (…) Las únicas fuentes evidentes de inestabilidad o desorden en su sistema eran las consecuencias de malas instituciones bancarias y la intervención desestabilizadora por parte del gobierno. Los ciclos económicos los producían políticas erróneas de crédito. El desempleo era una consecuencia de los salarios mínimos. La inflación era un aumento en la cantidad de dinero producida por políticas públicas. Las externalidades eran la consecuencia de derechos de propiedad imperfectamente especificados. Nunca consideró posibles fuentes de desorden internas en el mercado: el desorden era un fenómeno exógeno producido por la regulación pública. (…)

En esta actitud (…) Mises realmente no es muy diferente de muchos teóricos económicos neoclásicos (aunque quizá sea más coherente y más franco que otros que comparten su evaluación básica del mercado). (Vaughn 1994, p. 90)

Creo que Vaughn tiene razón en que Mises pensaba que el “desorden”, en el sentido que describe ahí, era un “problema relativamente menor”. Para Mises, la teoría económica es el análisis de la coordinación, no la idea de “coordinación de planes” a menudo asociada a Hayek, o lo que O’Driscoll y Rizzo (1985) llaman “coordinación de patrones, sino lo que describía Mises, siguiendo a W. H. Hutt, como “coordinación de precios” (Salerno 1991). Esta coordinación, como seindica más adelante, no requiere ninguna suposición acerca de la tendencia de los precios ECS o ECW a converger a valores ECF. La coordinación completa de planes solo ocurre en la ERC, una estado hipotético de cosas que no se produce (de hecho, no puede producirse) en la economía real. Para Mises, siguiendo a Clark (1899), el ECF es un dispositivo analítico utilizado para aislar los cambios concretos en preferencias, creencias, disponibilidad de recursos, tecnología productiva y similares en la asignación de recursos.[18]

¿Qué quiere decir Mises con coordinación, fuera de un mundo imaginario de conocimiento perfecto, expectativas coherentes, comportamiento “racional” y las demás suposiciones del Primer y Segundo Teorema del Bienestar de la economía neoclásica? ¿Cómo, en otras palabras, Pude justificar Mises la eficacia de la asignación de recursos bajo el capitalismo sin hacer suposiciones importantes acerca de la cercanía de los precios del mundo real a algunos precios idealizados o “correctos”?

Esencial para la noción neoclásica dela eficacia es la idea de que solo cuentan los precios ECF para evaluar las propiedades de bienestar del mercado.[19] Un objetivo primario de la explicación de Kirzner del proceso empresarial del mercado es demostrar que el paso de precios ECS a sus equivalentes ECF marshallianos/walrasianos no es automático e instantáneo, sino el resultado del comportamiento empresarial. En el marco de Kirzner, el mercado sí posee tendencias equilibradoras, pero estas tendencias no son exógenas, sino el resultado de las acciones de empresarios altera para aprovechar oportunidades creadas por comerciar a precios falsos, es decir, no ECF. Para Kirzner, los propios precios ECS no son de particular importancia: lo que importa es si tienden a converger hacia sus valores ECF. El concepto de alerta de Kirzner puede así verse como un añadido a la comprensión neoclásica del equilibrio del mercado. La aproximación de Kirzner, como la describe Boettke (Boettke y Prychitka 1994, p. 3), “proporcionó las bases del desequilibrio dela economía del equilibrio que eran necesarias para completar el proyecto neoclásico de explicación de los principios operativos del sistema de precios”. El objetivo de Kirzner, en este sentido, es justificar el uso de los precios ECF, o casi ECF, en el análisis del bienestar. Si el mercado posee tendencias equilibradoras, entonces los teoremas del bienestar de la economía neoclásica son criterios razonables para evaluar el rendimiento del mercado y la tarea principal de la economía del bienestar debería ser el análisis de estas tendencias y de las intervenciones del mercado que inhiben el proceso de equilibrado (Kirzner 1988).[20]

Salerno (1991, 1999b) ofrece una interpretación distinta deMises, argumentando que la teoría mengeriana de precios es principalmente una teoría de precios ECS, no de precios ECF. En esta opinión, la existencia o inexistencia de tendencias equilibradoras en el mercado no intervenido (el asunto que dividía “kiznerianos” y “lachmannianos” y dominó buena parte de las discusiones austriacas en la década de 1980) es relativamente poco importante. Para Mises, el “proceso de mercado” crítico no es la convergencia hacia el equilibrio, sino el mecanismo de selección en el que los empresarios sin éxito (los que pagan sistemáticamente más de lo debido por los factores, en relación con las demandas finales de los consumidores) son eliminados del mercado (Mises 1951). En este contexto, el reciente debate sobre “deshomogeneizar” a Mises y Hayek (Rothbard 1991; Salerno 1993, 1994b, 1996; Yeager 1994, 1995, 1997; Herbener 1996; Hoppe 1996; Stalebrink 2004) no se ocupa simplemente del debate sobre el cálculo socialista o las distinciones de segundo orden entre “cálculo” y “conocimiento”, sino de una interpretación esencialmente nueva de la teoría austriaca de precios, una aproximación causal-realista al mercado que difiere de forma importante del análisis marshalliano/walrasiano que llena los libros de texto contemporáneos. La economía austriaca, en este punto de vista, no es simplemente microeconomía neoclásica, lo que Caldwell (2004, pp. 328-388) llamaba “razonamiento económico básico”, más la teoría del ciclo económico de Mises-Hayek, más conocimiento, procesos, coordinación de planes y orden espontáneo, sino un tipo de microeconomía esencialmente diferente.[21]

En una reciente respuesta a Salerno, Kirzner (1999) adopta una postura característicamente sutil sobre la relación entre precios ECS y ECF. Argumenta que el ECS es un “equilibrio” solo en un sentido trivial y que los precios ECS no tienen sentido para evaluar las propiedades de bienestar de los mercados. También reconoce que el análisis ECS era importante para Mises. Para resolver esta aparente contradicción, dice que Mises usaba el ECS solo para defender el concepto de soberanía del consumidor, no para un análisis del proceso del mercado. Sin embargo, si los precios ECS bastan para asegurar que la producción está satisfaciendo deseos de consumidores, no está claro por qué son importantes los precios ECF y pro qué habría que preocuparse acerca de la supuesta tendencia de los precios ECS a igualarlos.

Una nueva vía de avance para la economía austriaca: Desarrollar el paradigma cotidiano

El principal argumento de este trabajo es que la economía austriaca es principalmente economía cotidiana: la teoría y aplicaciones de valor, producción, intercambio, precio, capital, dinero, empresa, regulación instituciones comparativas y otros temas “ortodoxos”. Lo que hace única la economía austriaca es su aproximación causal-realista a estos temas, no su atención a los procesos de ajuste, la formación de conocimiento y expectativas, el orden espontáneo, la coordinación de planes o patrones, el subjetivismo radical y otras manifestaciones de la economía del “desequilibrio”. Esos temas son interesantes y potencialmente importantes, pero están en último término subordinadas a la tarea principal del análisis económico, el desarrollo, extensión, aplicación y refinado de la tradición cotidiana austriaca establecida por Menger. Naturalmente, esto significa que los estudiosos de la economía austriaca deben invertir bastante tiempo en dominar la literatura existente antes de dedicarse a su propia reafirmación y revisión creativas.

Por dar un solo ejemplo, la economía austriaca cada vez atrae más la atención entre la investigación aplicada en la administración de empresas, en campos como gestión estratégica, economía organizativa y teoría de la empresa (Jacobson 1992; Foss y Klein 2002; Roberts y Eisenhardt 2003; Yu 2003; Mathews 2006; Foss et al. 2007; Chiles et al. 2007). A menudo el valor añadido de la economía austriaca en estos campos se ve en su énfasis en el desequilibrio, que parece ajustarse mejor a la aproximación con ánimo de lucro de la gestión estratégica que los modelos de equilibrio neoclásicos parcial y general. Aquí una comprensión más compleja y detallada del equilibrio sería sin embargo útil. Las estructuras organizativas que se implantan, los contratos que se firman y ejecutan y otras disposiciones empresariales que tienen lugar en mercados reales son fenómenos de equilibrio, en sentido ECS del equilibrio. Deberían ser explicables utilizando el mismo mecanismo causal-realista utilizado por los austriacos para explicar precios y cantidades reales. El análisis ECF, como lo practicaba Mises, debería también aplicarse aquí: ¿cómo, por ejemplo, el mecanismo de pérdidas y ganancias proporciona incentivos para los agentes para reestructurar disposiciones ECS de forma que se aproximen a sus equivalentes ECF? ¿Cómo reemplazan un ECS por otro los cambios en regulación u otros aspectos de políticas públicas o los cambios en los entornos competitivo y tecnológico?

Por desgracia, a pesar de las súplicas de los austriacos modernos de más análisis del “proceso”, se ha hecho pocos progresos en esta área dentro de la literatura austriaca. De hecho, la mayoría del trabajo durante las últimas décadas en economía evolucionista, programación dinámica, teoría evolucionista de juegos, modelos bayesianos de aprendizaje, teoría de la complejidad y similares, es fundamentalmente causal y no realista, una extensión de la economía matemática de finales del siglo XIX y principios del XX. O’Driscoll y Rizzo (1985, pp. 65-66) citan algunos ejemplos de estas literaturas, implicando que son “hayekianas” en espíritu; sin embargo, a pesar de compartir algunas palabras claves con la economía austriaca, no está claro que estos programas de investigación se hayan visto influidos en modo alguno por las contribuciones centrales o la aproximación de la Escuela Austriaca.

Por supuesto, el argumento aquí no es que conocimiento, expectativas y procesos no sean importantes y que deberían ser ignorados por los austriacos (o por cualquier científico social), pero que son secundarios y valiosos solo en la medida en que ayudaban a construir una teoría más satisfactoria de mercados y pecios. La economía austriaca surgió como una alternativa causal y realista al historicismo de su tiempo y sigue siendo hoy una alternativa tanto a la economía neoclásica mecanicista como a la no economía del institucionalismo del viejo estilo. Sin un compromiso para preservar y extender el núcleo duro de la teoría austriaca de precios, se perderá el lugar distintivo de la Escuela Austriaca.


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[1] Hay que reconocer que la evaluación de Hayek de 1968 de la influencia de la Escuela Austriaca es más difícil de reconciliar con su propia insistencia (Hayek 1937, 1945, 1946) de que los economistas neoclásicos habían fracasado en apreciar el papel del conocimiento y las expectativas. Hayek permaneció ambivalente en este punto: en un borrador no terminado para el New Palgrave Dictionary, escrito en torno a 1982 (y reimpreso en Hayek, 1992, pp. 53–56), Hayek describe el análisis de la curva de indiferencia como “la expresión definitiva de una discusión demás de medio siglo en la tradición de la Escuela Austriaca”, añadiendo que “para el tercer cuarto del siglo XX, la aproximación de la Escuela Austriaca se había convertido en la forma principal de teoría microeconómica”. Pero continúa, identificando el “principal logro” de la escuela con aclarar las diferencias entre “disciplinas que se ocupan de fenómenos relativamente sencillos, como la mecánica (…) y las ciencias de fenómenos altamente complejos”.

[2] Koppl pide a los economistas austriacos que se unan a los que llama la “ortodoxia heterodoxa”, un cuerpo de literatura que abarca racionalidad limitada, seguimiento de normas, instituciones, cognición y evolución o BRICE. Los austriacos tienen “una oportunidad de contribuir a la ortodoxia heterodoxa de hoy y unirse, por tanto, a la emergente nueva ortodoxia del futuro” (Koppl, 2006, pp. 237-238).

[3] Aquí me centro en teoría económica, no en metodología, así que mi postura es distinta del argumento de Rothbard (1995) de que la praxeología misesiana, no la alternativa de Popper, la epistemología evolucionista del Hayek posterior o el “subjetivismo radical” de Lachmann sea el punto de partida apropiado para la economía austriaca.

[4] Curiosamente, los austriacos de tercera y cuarta generación estaban totalmente empapados no solo por los escritos de sus predecesores vieneses, sino también por los teóricos del precio megnerianos anglo-americanos. Hayek (1963, p. 32) señala que “en el primer periodo de posguerra, el trabajo de los teóricos estadounidenses John Bates Clark, Thomas Nixon Carver, Irving Fisher, Frank Fetter y Herbert Joseph Davenport nos era más familiar en Viena que cualquier otro economista extranjero, salvo quizá los suecos”. Hayek cita una carta de Clark a Robert Zuckerkandl, en la que Clark alaba la Teoría del precio de Zuckerkandl (1899), diciendo “nada me produce más placer que rendir un completo homenaje a los eminentes pensadores, sobre todo austriacos, que estuvieron en esta campo antes que yo y que han llevado su análisis a mayores alturas” (Hayek 1939, p. 39). Hayek añade que “al menos algunos de los miembros de la segunda o tercera generación de la Escuela Austriaca incluían casi tanta enseñanza de J.B. Clark como de sus profesores cercanos”. Salerno (2006) explica la influencia de Clark en Mises.

[5] Lachmann cita a Hicks (1939), Lindahl (1939) y Lundberg (1937) como principales exponentes del análisis de procesos, aunque estos teóricos no se incluyen habitualmente en la tradición contemporánea de “procesos de mercado”.

[6] Morgenstern (1935) también se ocupó de las expectativas y su papel en la formación de equilibrios económicos.

[7] En la década de 1950, Hayek nos dice:

Me había (…) convertido en un economista algo rancio y sentía muy poca simpatía por la dirección en la que se movía la economía. Aunque aún consideraba el trabajo que había hecho durante la década de 1940 sobre el método científico, la historia de las ideas y la teoría política como excursiones temporales en otro campo, encontraba difícil volver a la enseñanza sistemática de la teoría económica y sentía más bien como un alivio que no estuviera obligado a hacerlo en mis tareas docentes”. (1994, p. 126)

A lo largo de su carrera en la London School of Economics de 1932 a 1949, la principal obligación docente de Hayek había sido el curso obligado en teoría económica. Por supuesto, produjo su primera obra importante en economía política liberal-clásica, Camino de servidumbre, en 1944.

[8] Ver Klein (1997) y Klein y Orsborn (2008), sobre las diferencias entre la explicación de Menger de las instituciones y la comprensión de Hayek del orden espontáneo. Klein (1997) argumenta que la idea de coordinación de Menger está más cerca de la de Schelling (1978) que de la de Hayek.

[9] Ver también Klein y Selgin (2000).

[10] Machluo parece tener en mente el ECF cuando escribe:

Calificar a una situación concreta “observada” en la realidad como de “equilibrio” es cometer la falacia de una concreción mal ubicada. En el mejor de los casos, el observador puede querer afirmar que en su opinión la situación observada y consecuentemente identificada se corresponde con un modelo en su mente en el que una serie de variables seleccionadas determinan un resultado concreto y que no encuentra ninguna causa propia de cambio (es decir, que cree que solo una perturbación exterior, no una evidencia en ese momento, podría producir un cambio en estas variables). Esto, por supuesto, es un juicio personal, que solo tiene sentido si las variables se enumeran completamente y se indican claramente las suposiciones acerca de sus interrelaciones. (1958, p. 57)

[11] Aunque no se identifican escritos austriacos concretos, una nota al pie se refiere a “secciones importantes” de Mises (1949), Rothbard (1962), Kirzner (1973, 1979, 1985) y High (1980, 1982, 1986) como “austricismo neoclásico”.

[12] Ver también Marget (1938-42, vol. 2), Kirzner (1963, pp. 105-135) y Salerno (1994a, pp. 97-106).

[13] Para una explicación adicional, ver Cowen y Fink (1985), Gunning (1989) y MacKenzie (2008).

[14] Igual que el ECF (hipotético) de Mises deriva de una secuencia de ECS, el “equilibrio normal” de Marshall se genera por una serie de equilibrios del día de mercado (De Vroey 2002).

[15] Inexplicablemente, acusa a Rothbard (1962) de confundir el ECF y la ERC, aunque sin proporcionar ninguna página concreta de referencia (Vaughn 1994, p. 82n35). También dice que Mises “parece confundir sus dos [sic] nociones distintas de equilibrio”.

[16] Kirzner (2000) argumenta una apreciación más matizada del compromiso de Hayek para la “coordinación de planes”, argumentando (frente a O’Driscoll 1977) que Hayek fue ambiguo sobre la idea apropiada de coordinación en economía. Para más sobre conceptos de coordinación, ver Klein (1997) y Klein y Orsborn (2008).

[17] De Vroey argumenta que también Marshall consideraba esta concepción  de equilibrio al tiempo realista  y práctica, es decir, no requería un proceso subyacente de ajuste:

Hay presente [en Marshall] dos procesos de ajuste: el ajuste hacia el equilibrio en el mercado diario y el ajuste hacia el equilibrio normal. En mi opinión (…) el primero debería interpretarse como realizándose instantáneamente, mientras que el segundo (al que podemos llamar ajuste intertemporal) aparece después de varias rondas de comercio. (…)

El concepto de equilibrio estacionario está de acuerdo con la comprensión de sentido común del equilibrio, es decir, es un punto de calma. Está implícito que este punto no tiene que alcanzarse efectivamente: basta con que las fuerzas que reaccionan  se disparen siempre que no se alcance. Así que el equilibrio se ve como un atraedor. (…) Advirtamos también que en esta línea de pensamiento, evaluar la existencia de equilibrio o desequilibrio equivale a hacer una declaración acerca de la realidad. (2002, pp. 406-407)

[18] Advirtamos que Clark (1907, p. 96) describe el análisis simple o la estática comparativa del ECF (por ejemplo, si aumenta la oferta, el precio baja, ceteris paribus) como evidente, como lo que llama un “hecho comercial”.

[19] Y estos precios ECF solo son “eficientes” en mercados perfectamente competitivos; cualquier grado de información asimétrica genera resultados económicos ineficientes (Grossman y Stiglitz 1980).

[20] Boettke (2005) añade:

¿Por qué es importante todo esto? Como bien apuntaba Franklin Fischer en su importantísimo libro The Disequilibrium Foundations of Equilibrium Economics (1983) que salvo que tengamos buenas razones para creer en la tendencia sistémica hacia el equilibrio, no tenemos ninguna justificación en absoluto en defender las propiedades de bienestar de la economía del equilibrio. En otras palabras, sin el tipo de explicación que proporciona Kirzner, toda la empresa del equilibrio neoclásico es poco más que un salto de fe.

Sin embargo, si se rechaza el concepto neoclásico de equilibrio como un punto de referencia del bienestar, esta justificación es innecesaria.

[21] Caldwell (2004, pp. 333) argumenta que los austriacos aceptan “los modelos simples (aunque no realistas) utilizados para el razonamiento económico básico”, como el análisis de oferta y demanda, al menos para predicciones a nivel de mercado. Pero el análisis de Menger, aunque abstracto, no es no realista en el sentido de los modelos de intercambio de mercado de Walras o Marshall. En terminología de Long (2006), los austriacos rechazan “abstracciones precisadoras”, en las que se incluyen deliberadamente supuestos falsos para simplificar el análisis, mientras que adoptan “abstracciones no precisadoras”, en las que ciertas características de la situación simplemente no se especifican. En otras palabras, el “razonamiento económico básico” de los austriacos es distinto del razonamiento económico básico de la economía neoclásica.


Publicado el 6 de julio de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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