Murray Rothbard señaló una vez que “Una de las acusaciones más comunes contra el libre mercado es que refleja y anima un ‘materialismo egoísta’ desbocado (…) distrae a los hombres de ideales superiores. Aleja al hombre de los valores espirituales o intelectuales”. Pero esa alegación está lejos de ser verdad.
La libertar de realizar acuerdos económicos no se ocupa directamente de los fines últimos y superiores de la gente. Pero eso pasa porque son internos para cada individuo. Sin embargo lo mismo es verdad para todos los aspectos externos. Nadie puede avanzar directamente en los fines superiores, que no pueden imponerse desde fuera. Sin embargo, la libertad sí mejora la posibilidad de un mayor alcance de aquellos fines, al ofrecer a los individuos los medios más eficaces para eliminar los impedimentos de la escasez.
Pensad en el tiempo dedicado a objetivos finales como tiempo disponible, menos el tiempo dedicado a otras preocupaciones. Cuanto menos tiempo haga falta para sostenerse a uno mismo y a su familia, más “tiempo final” hay disponible. Esto se mejora con ganancias en productividad, para lo que la libertad no tiene igual. Cuando se restringe externamente la libertad, debe también reducirse el tiempo final por el tiempo que los “gobernadores” dedican a tratar de controlar, dictar o aplicar cumplimiento a otros y que los “gobernados” dedican a cumplir o eludir estas imposiciones. Estos desvíos, que aparecen en cualquier alternativa a la libertad, detraen más a la capacidad de las personas de perseguir fines últimos, al tiempo que violan y corrompen la moralidad al necesitar el uso de medios dañinos.
Frente a las afirmaciones de los críticos, los acuerdos mundanos que la libertad hace mucho más productivos no distraen a las personas de avanzar en fines últimos. Reducen los desvíos necesarios de ganarse la vida. Al reducir el inevitable esfuerzo de nuestro trabajo, la libertad no sustituye esos fines, sino que los complementa, permitiendo alcanzarlos más eficazmente.
La libertad económica también requiere que los esfuerzos que nos permiten avanzar hacia nuestros fines últimos avancen simultáneamente las perspectivas de otros de alcanzar sus fines últimos. Por el contrario, la coacción avanza en los fines últimos de uno a costa del trabajo de otros en la misma dirección.
Los fines que uno puede decidir perseguir (por ejemplo, defender la verdad y tener un buen carácter) son a menudo incoherentes con muchos medios de adquirir los recursos para perseguirlos (por ejemplo, medios políticos), haciendo del crecimiento de valores morales otra ventaja importante de los sistemas de mercado. Por ejemplo, solo en un sistema de autopropiedad y libertad se sigue el mandamiento bíblico de no robar seguido hasta sus últimas consecuencias. Trabajo duro, prudencia, ahorro y responsabilidad son animados también por la libertad.
Además, al contrario que cualquier versión de dictado en absoluto, bajo la libertad, la variedad de fines últimos perseguidos y las diversas decisiones tomadas en esa búsqueda de fines permite a cada individuo observar y comparar distintos resultados para juzgar mejor lo que “funcionará” para ellos en sus vidas.
También hay una relación positiva entre la riqueza creada por la libertad económica y la consiguiente expansión de las posibilidades humanas en artes, ciencias y acciones humanitarias que hace posible. Una mayor productividad permite esa expansión en lugar de contraerla.
El deseo de más bienes materiales se exhibe en todo sistema económico, no solo en el capitalismo. Y aunque los críticos afirmen que el potencial del capitalismo para producir más bienes materiales lleva a la gente adictivamente por el camino hacia un foco monomaníaco en el materialismo, puede hacerse un alegato mucho más sólido en la dirección contraria. Son aquellos a los que les faltan los bienes más básicos los que están más centrados en conseguirlos excluyendo muchas más cosas.
Hay también ironía en las acusaciones de que la libertad causa materialismo, cuando obtener una mayor abundancia era el argumento original del socialismo. Pero cuando una organización socialista ha demostrado crear pobreza y el capitalismo inconcebiblemente más riqueza, ese resultado una vez prometido ahora nos hace supuestamente materialistas.
¿Así que qué podemos concluir acerca de las afirmaciones de “materialismo egoísta” contra el capitalismo?
La libertad no avanza directamente fines últimos, pero eso se debe a que no puede ocurrir mediante cosas ofrecidas por ninguna forma de organización social. Pero la libertad hace más para hacer posibles esos fines que ninguna alternativa.
La expansión masiva de la productividad de la libertad permite a la gente dedicar mucho más tiempo y esfuerzo a perseguir fines últimos, haciendo de la libertad un complemente, en lugar de un sustitutivo para alcanzar fines últimos. La libertad requiere además que la búsqueda de los fines propios deba al mismo tiempo extender la libertad de otros para perseguir sus propios fines, mientras que las alternativas coactivas limitan esa capacidad en otros.
La libertad permite a la gente aprender de los ejemplos de otros para descubrir lo que funcionará mejor en avanzar hacia sus fines últimos y ofrece a los individuos el máximo potencial para el crecimiento moral. Recompensa la responsabilidad y es el único sistema coherente con el imperativo de que “no robarás”.
Las expansiones de productividad y creación de riqueza permitidas por la libertad han llevado a consiguientes expansiones de creatividad y aprendizaje, mejoras en salud y avances humanitarios. Es asimismo más probable qe la negación persistente de los frutos de su propio trabajo a individuos en sistemas no libres, y no el mayor potencial de producción que proporciona la libertad, lo que haga a la gente, necesariamente, mucho más materialista.
Lo que pretenden los que usan el “materialismo egoísta” es que es una grave calificación contra la autopropiedad y las relaciones voluntarias, el núcleo de los mercados libres. Pero un pensamiento cuidadoso lo revela como una falsa acusación. Por el contrario, es un caballo de Troya para sobrepasar las puertas defensivas de una discusión racional, para permitir que algunos impongan sus opiniones sobre las de los demás.
Publicado el 1 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.